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Akito nos lleva de viaje

Estamos comenzando junio y hace mucho frío.
Remoloneo en la cama. ¡Está tan calentito aquí abajo! ¡Me gusta el invierno!
Mis cinco cachorros de dos patas, van apareciendo uno a uno en mi cama, después de una noche de pijamada.
-¡Iaia! ¡Hoy podríamos hacer algún viaje mágico!
-¡Qué buena idea! ¿Y a dónde les gustaría ir?
-¿Y si nos trepamos a la máquina del tiempo? ¡Estaría bueno viajar al futuro!
Pensé que visitar el futuro no sería buena idea. Tal vez regresaríamos tristes y preocupados, ya que el estado actual de nuestro planeta no es el mejor. Aún así, decidí que los llevaría.
-¿Y a qué año les gustaría viajar?, pregunté.
-¡Al 2222!, gritaron a la vez.
-¿Y qué les parece si le pedimos a Akito que nos lleve?, dije.
-¿Akito podría llevarnos?, preguntaron.
-¡Claro que sí! Además, si vamos con él, no necesitamos combustible, agregué.
-¡Entonces vamos con Akito!
Los niños están ocupados en lograr la descontaminación de la Tierra, por lo que esta opción les pareció ideal.
-¡A prepararse!
A la cuenta de tres gritamos:
-¡Akitooo!
Como por arte de magia, apareció Akito. Se mostró feliz pues le encantaba compartir las más locas aventuras con nosotros.
A medida que pasan los años, Akito se transforma para adaptarse a nuestras necesidades. Así como le gusta salir de farra con nosotros, se ocupa de que los viajes sean siempre seguros. Por esa razón, en su lomo se han desarrollado fuertes escamas que nos sirven de agarraderas.
Se acercó a nosotros y una vez que todos estuvimos acomodados en su lomo, abrió sus gigantescas alas y partimos.
Casi sin darnos cuenta, llegamos al año 2222.
Akito nos depositó en un gran parque.
Nuestra primera reacción fue quedar boquiabiertos por lo que vimos. El parque estaba vestido con diferentes tonalidades de verde, su vegetación era exhuberante y el monte nativo parecía estar en su mejor momento. Había una cascada de aguas cristalinas que caía en un lago, también de aguas límpidas, donde diferentes animales acuáticos se mostraban en todo su esplendor.
Luego caminamos por una ciudad muy limpia.
-¡Me parece conocida esta ciudad!, dijimos todos a la vez.
A pesar de ser invierno, no había humo en el aire. Se respiraba un aire puro, que nosotros casi no conocíamos.
Llegamos a una plaza y lo que vimos nos dejó sin habla.
-¡La plaza Artigas!, exclamamos.
-¡Iaia! ¡Allá está tu casa!
Estábamos justo en el lugar desde donde partimos 200 años atrás.
Los niños hablaban todos a la vez.
-¡Está todo muy lindo!
-¡El planeta está más limpio, iaia!
-¡Se ve que todos hicimos las cosas bien!
-¡Sí! 200 años atrás estábamos con un planeta muy contaminado, pero creo que aprendimos la lección.
-¿Sabés un cosa, iaia? Los que más tardaron en aprender a cuidar al planeta fueron las personas mayores. ¡Estaban muy acostumbradas a derrochar todo! ¡Nosotros, los niños, tuvimos que enseñarles a reutilizar, a reciclar y a reducir.
-¡Valió el esfuerzo!, gritamos todos a la vez.
Y los cachorros más chicos, me toman de la mano, diciendo:
-¡Vamos, iaia! Traemos las bicis a la plaza y nos quedamos acá.
Los más grandes y yo nos miramos y decidimos ir a ver cómo estaba la casa de tataiaia.
Tocamos timbre y salió una señora grande. Le contamos de nuestra aventura y agregamos que habíamos salido de esta casa. Ella nos miró, parecía incrédula. Pero nos invitó a pasar. Nos dijo que tenía unos dibujos que había encontrado cuando se había mudado para ahí. - Los guardé pensando que algún día vendrían a buscarlos, pero jamás imaginé que vendrían en un viaje, desde el pasado. ¡Miren! Acá hay dibujos de Bauti, de Maia, de Tomi, de Apa y de Luli. ¡Están preciosos!
A medida que los iba nombrando, los niños no cabían en sí de su asombro. Decidieron dejarle de regalo los dibujos.
La señora, de nombre Estrella, nos invitó a merendar. Todo lo que nos ofreció era casero, saludable y muy sabroso.
De pronto, hubo un golpe fuerte en la puerta. Estrella abrió y pegó un grito. Allí mismo estaba Akito. Nos sorprendió que Estrella pudiera verlo, pero entendimos que lo veía porque en ese momento ella también estaba envuelta en nuestra propia magia. Le ofreció hojitas verdes y tiernas y nuestra mascotita las devoró con delicadeza.
Estrella nos contó que la energía que usaban era 100% eólica, los vehículos eléctricos, las ciudades seguras, la educación compartida por educadores y familias y que toda la sociedad estaba comprometida con el bienestar del planeta.
Nos sentimos felices y orgullosos pues comprendimos que cada pequeña acción realizada por nosotros, había contribuido a la salvación de nuestro hogar, el planeta Tierra.
Akito comenzó a mover su enorme cola, para hacernos comprender que había llegado la hora de regresar.
Y fue en nuestra querida vereda que nos volvimos a montar en el lomo de Akito y en apenas un pestañeo, nos encontramos otra vez jugando en la cama.
-¡Iaia! ¿Vos hacías viajes mágicos con Akito, cuando eras chica?, me preguntaron.
-¡No! ¡Nunca! Akito, cuando ustedes nacieron, se volvió mucho más poderoso y mágico, para permitirnos tener un sinfín de aventuras, juntos. Él sabe cómo disfrutamos cuando estamos juntos y le encanta vernos así, felices.

ilargiluna
5/6/2022



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