En el hermoso reino de avaloria, en donde el sol salía cada día a la misma hora, los campos eran de un verde azulado y cubiertos de flores de diferentes colores.vivía la Princesa Isi. Ella era una niña dulce, risueña y llena de una alegría contagiosa, con una larga cabellera color chocolate y unos hermosos ojos tan verdes como las esmeraldas. Pero ella tenía un secreto: había nacido con una ligera tartamudez. En un reino donde los prejuicios y la discriminación eran rasgos muy distintivos de los habitantes de aquel lugar, la tartamudez de la pequeña Isi era vista por algunos como un defecto.

Un día, mientras ella intentaba pedirle amablemente un dulce a un cortesano, éste respondió —-Perdón, Princesa, ¿podría repetirlo? No le entiendo bien—. La pequeña sintió una leve tristeza en su corazón, pero sonrió y repitió su pedido con más cuidado. Más tarde, un grupo de niños la miraban con curiosidad. Uno de ellos, con una expresión inocente en su rostro, le preguntó
—¿Por qué hablas así, Princesa?—. La niña, con una mezcla de tristeza y determinación, respondió de manera dulce y Cortez  —A veces, mis palabras se enredan un poco, pero eso no significa que no tenga cosas importantes que decir—.

—Mi querida Isi—, decía su abuela, la Reina Emilia, muestras le acariciaba dulcemente el cabello .—¿cómo te sientes hoy? El festival está cerca, ¿verdad?—. Ella respondió, con un poco de nerviosismo
—Abuela, me siento muy nerviosa. Tengo miedo de que mi tartamudez me impida expresar lo que siento—. La Reina Emilia la tomó de las manos y dijo de forma dulce
—Mi querida niña, tu talento brilla más que cualquier nerviosismo. Recuerda que tu voz es única, y eso es maravilloso. Tu corazón, lleno de bondad, brilla mucho más que cualquier palabra pronunciada con perfecta precisión—.

A pesar de las dificultades, Isi era una niña muy perseverante. Le encantaba pintar, y sus cuadros estaban llenos de vida y color. Sus manos, ágiles y llenas de talento, expresaban lo que su voz a veces no podía. También era una gran amante de los animales, y pasaba horas en los jardines reales cuidando de los pájaros y las ardillas.

Un día, el Rey, su padre, anunció un gran festival de poesía en el reino. Todos los niños del reino estaban invitados a participar, e Isi, a pesar de su tartamudez, sintió un gran deseo de hacerlo. Sabía que sería un desafío, pero también sintió que era una oportunidad para demostrarse a sí misma y a los demás que su tartamudez no la definía.

El día del festival de poesía llegó, e Isi se sentía nerviosa, pero decidida. Llevaba puesto un hermoso vestido color lavanda, bordado con flores de cristal, y en sus manos sostenía un pequeño ramo de margaritas silvestres. Miró a su abuela, quien le ofreció una sonrisa cálida y llena de apoyo.

Muchos niños recitaron poemas impecables, con voces claras y seguras. Ella los escuchaba con atención, admirando su talento, pero también sintiendo crecer la presión en su pecho. Cuando llegó su turno, se acercó al micrófono con paso firme, respiró profundamente y comenzó a recitar su poema.

Al principio, su voz temblaba ligeramente, y su tartamudez se hacía presente. Pero a medida que avanzaba en su poema, algo mágico sucedió. Sus palabras, aunque entrecortadas, estaban llenas de emoción y sentimiento. Hablaba de la belleza de la naturaleza, del amor por los animales, y de la importancia de la amistad. Hablaba de su propia experiencia, de la dificultad de expresarse, pero también de la fuerza que encontraba en su interior para superar los obstáculos.

La audiencia, inicialmente en silencio, quedó cautivada por la sinceridad y la emoción de la pequeña. Sus palabras, aunque no perfectas, tocaban el corazón de todos los presentes. Al final de su poema, un silencio respetuoso llenó la sala, seguido de un cálido y prolongado aplauso.

El Rey, con lágrimas en los ojos, abrazó a su hija.
—Mi querida Isi—, dijo el Rey, —tu valentía me ha conmovido profundamente. Has demostrado que la verdadera belleza reside en la autenticidad—.
La Reina se sumó a las palabras de su esposo y añadió —Siempre lo supe, mi rey. Su corazón es más grande que cualquier dificultad—. Un niño del público se acercó a la princesa y le dijo —Tu poema fue hermoso, aunque hablabas un poco raro—. Ella sonrió y de manera amable le respondió lo siguiente —Gracias. A veces, mis palabras se enredan, pero mi corazón siempre habla con claridad.

Esa noche, Isi no ganó el primer premio, pero ganó algo mucho más valioso el respeto y la admiración de todos. Había demostrado que la verdadera belleza reside en la autenticidad y la perseverancia, y que la tartamudez no era un obstáculo para expresar su talento. A partir de ese día, la pequeña princesa Isi se sintió mucho más segura de sí misma, y su voz, aunque aún con su peculiar tartamudez.

Y colorín, colorado este cuento se ha acabado :)
Espero que les gustará