Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

* 30 *

Llevaba seis meses en Luna Blanca y la vida allí era tranquila. Trini se sentía casi siempre feliz, y había logrado resolver muchos de sus conflictos internos. Todos los días eran iguales y a la vez distintos, su rutina consistía en levantarse temprano y caminar por la playa, recordando a Dante en cada paso, hasta ver el amanecer. Su abuela le decía que no necesitaba levantarse tan temprano, pero Trini le refutaba que el amanecer era un milagro que no se podía perder.

Luego volvía, desayunaba, se bañaba y se vestía, e iba al frente a cumplir sus labores como secretaria. Cada martes y cada jueves, a las tres de la tarde, Angélica le regalaba una hora de su tiempo, como si fuera una paciente más, gracias a esas sesiones, había logrado atar muchos cabos sueltos y sentirse cada vez mejor.

Por las noches, iba a la universidad, donde tenía amigos reales que la querían y la apreciaban. Con ellos solía juntarse a estudiar y ya solo faltaba un mes para que acabara el semestre. Luego tendría que comenzar a preparar la tesis y durante el verano debía hacer prácticas para conseguir la cantidad de horas requeridas para poder graduarse. Eso lo haría los fines de semana y por las noches, una vez que las clases acabaran.

Su abuela se sentía feliz, el cambio de aire parecía haberle hecho muy bien, se llevaba bien con Ninfa, la mujer que la cuidaba de día, y le agradaba sentarse en jardín o caminar despacio hasta la playa y quedarse allí un rato.

Aquella noche de viernes, ambas se encontraban sentadas en el jardín, y observaban las estrellas mientras disfrutaban de un rico jugo de zanahorias que Ninfa les había dejado antes de irse.

—Te dije que ese viaje era un cambio —dijo la abuela y Trini sonrió.

—Sí, abu, siempre tienes razón en todo...

—Me gusta la persona en la que te has convertido en este tiempo, Catrina —murmuró—, estoy orgullosa de ti, hija. Has encontrado la manera de salir adelante y te has reinventado a ti misma.

—Lo sé, abu, yo también me siento orgullosa de mí —rio al decir aquello.

—¿Extrañas a Dante? —quiso saber la mujer.

—Sí, abu, me gustaría que me viera hoy. Sé que se sentiría orgulloso también. Lo extraño, mucho, lo pienso cada mañana... espero que esté bien —susurró.

—Seguro que está bien... ¿Lo amas?

—Sí, abu, nunca dejé de amarlo, pero me equivoqué con él, le culpé de algo que no fue su culpa, no estaba lista... No estaba lista para una relación, no me arrepiento de la decisión que tomé, por mucho que me doliera alejarme de él.

—A veces hay que tomar caminos separados... —dijo la mujer.

—Así mismo es, abuela.

—Tomar caminos separados no siempre significa que los sentimientos cambien —dijo la abuela—, a veces se fortalecen, ¿sabes? Yo no he dejado de amar a tu abuelo aunque él ya no esté —comentó.

—Lo sé, abu, lo sé. Pero ustedes tarde o temprano se volverán a ver —admitió la muchacha.

—Sí, lo sé... y quizá tú y Dante también, frutillita. A lo mejor solo necesitaban madurar por separado, a lo mejor aún no era el momento —afirmó.

—El tiempo lo dirá. —Hizo un silencio y luego continuó—. Abu... hay algo que nunca te dije, pero me gustaría que lo supieras... sé que te vas a sentir decepcionada de mí, pero Angélica considera que me hará bien contártelo, porque es algo que necesito que sepas...

—Dime...

—Prométeme que no me juzgarás —pidió—. Cuando tomé esa decisión lo hice... lo hice pensando en ti.

La abuela dejó derramar unas cuantas lágrimas.

—¿Qué pasa, abu? —inquirió la muchacha.

—Sé que eras prostituta, frutillita, lo sé, y me duele saber que no hice nada para protegerte de aquello —lloriqueó.

—Abuela, ¿cómo lo sabes? —quiso saber Trini confundida.

—Me lo dijo una enfermera del hogar donde estaba antes, fue cuando te ausentaste, cuando Dante vino a decirme que estabas enferma. Ella sabía la verdad, me dijo que te vio en el hospital donde ella trabajaba en las mañanas, que habías sido agredida sexualmente y que eras trabajadora sexual. Le dije que eso no podía ser, que tú trabajabas en un hospital, no me dijo nada más. Sé que no fue su intención, ella estaba preocupada por ti y creyó que yo ya lo sabía —admitió.

—Abuela... Dios... —Trini comenzó a llorar.

—Dante vino esa tarde y me dijo que habías enfermado, le dije que me dijera la verdad, pero él se negó, insistió con lo de un virus. Entonces le dije que sabía que eras prostituta y que por favor me contara lo que había sucedido, pues estaba preocupada por ti.

—Dios mío, él no me lo dijo.

—Le hice jurar por ti que no diría nada. Él me contó todo, lo que tú le contaste sobre cómo comenzaste, sobre mi depresión y las decisiones que tuviste que tomar, me sentí muy mal, muy culpable. Él me dijo que no me sintiera así, que eso era algo que sucedió hace mucho tiempo y que tú no me guardabas rencor. Me contó cómo se conocieron, cómo tú lo animaste a ver el mundo de diferente manera, me dijo que querías salir de ese mundo, que él quería sacarte. Me contó que no eras feliz y días después me comentó lo del viaje, me pidió que los acompañara porque él pensaba que ese viaje te ayudaría a retomar tu vida, tenía miedo por ti, decía que estabas deprimida y que no lograba sacarte de allí.

—Dante...

—Esa noche me subió la presión, lloré mucho. Evelio, mi amigo, ¿lo recuerdas? —inquirió y Trini aceptó—, estuvo a mi lado, y oramos juntos por ti, por Dante y por lo que estaban viviendo.

—Abuela, lo siento mucho, no debí ocultarte todo eso, pero temía que te decepcionaras tanto de mí...

—Nunca podría decepcionarme de ti, frutillita, hicieras lo que hicieras. Yo he tomado también muy malas decisiones, no debí entrar en depresión cuando murió tu abuelo, estabas tú, y me necesitabas, me equivoqué al sentirme tan sola... Tenía miedo... Debí protegerte, debí ser yo la que saliera a trabajar para cuidarte a ti.

—Abuela, ya estabas mayor —dijo ella.

—Lo sé, pero eras mi responsabilidad, eras una menor aún. Trini, por favor, debes perdonarme por haberte empujado a tomar esa decisión —susurró.

—Abuela, no hay nada que perdonar, tú misma dijiste que a veces tomamos las decisiones equivocadas porque no vemos otra salida. Tú estabas enferma, estabas mal, no tenías a nadie y caíste... yo tomé la única decisión que en ese momento creí acertada. Nos equivocamos las dos, puede ser, o quizás ese era el camino. Sin embargo, siempre estuvimos juntas, tú para mí y yo para ti, incluso cuando una de las dos caía. Eso es lo más lindo, ¿no? No puedo culparte de nada, me has rescatado del abandono, me has dado amor, me has inculcado los valores que hicieron que no me perdiera a pesar de haberme metido a un mundo podrido... ¿Qué más puedo decir? Te amo, abuela, te amo y eres todo para mí, y te agradezco todo lo que has hecho en mi vida.

—Frutillita, ven aquí —dijo la mujer y Trini fue hasta ella, se sentó a su lado y colocó su cabeza en su regazo, como cuando era una niña. La mujer acarició sus cabellos—. Has sido la luz de mis días, me has regalado la posibilidad de dar el amor que se me acumulaba en mi interior desde la partida de mi hija, sin ti me hubiera podrido internamente en amargura y depresión. Te amo, nunca podría juzgarte, nunca me decepcionarías, estoy orgullosa de ti, de lo que eres hoy, de lo que fuiste ayer, de lo que serás mañana. Nunca lo olvides, frutillita, te amo.

Se quedaron allí, en silencio, sintiéndose la una a la otra, con el corazón lleno de amor y agradecimiento, hasta que la abuela dijo que ya quería dormir.

Esa noche, Trini la llevó hasta la cama, la acostó como si se tratara de una niña pequeña y la cubrió con su manta, la abuela le pidió que hicieran una oración juntas, y aunque Trini no rezaba hacía mucho tiempo, lo hizo con ella. Catalina le dio entonces su rosario blanco, ese que siempre traía colgado al cuello y que había pertenecido a su abuelo, y le dijo que lo llevara siempre consigo. Entonces Trini la besó en la frente y se despidió con un «hasta mañana».

Pero no hubo mañana, al día siguiente, cuando Trini despertó, su abuela yacía muerta en la cama de al lado. Se veía en paz, casi como si sonriera, como si se encontrara feliz, sin rastro de dolor ni de tristeza.

Trini se sentía melancólica y triste, pero sabía que al fin Catalina estaba con su abuelo, y luego de llamar a Angélica, para que la ayudara a organizar los servicios fúnebres, se quedó un rato con ella, recordando la noche anterior, que sin saberlo, había sido una despedida. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro