* 27 *
Un mes había pasado de aquello, Trini ingresó al burdel, eran cerca de las cinco de la tarde, hora en que Isa tomaba su café luego de limpiar el local.
—¡Elsa! —dijo al verla y se acercó a abrazarla— ¡Estás de regreso!
Trini no le respondió, correspondió al abrazo y entonces le pidió para hablar.
—Hola, Isa, quisiera... hablar con Alejandra —pidió la mujer.
Isa la miró confundida y luego recordó el primer día que la conoció.
—La busca Catrina —añadió.
Cuando Isa recogió a Elsa de aquel lugar, muchos años atrás, ella le preguntó su verdadero nombre. Catrina se lo dijo e Isa se presentó como Alejandra, entonces la llevó y conversaron, le explicó que en su nuevo lugar de trabajo ella era Isa y le preguntó si se mantendría como Elsa, a lo que ella asintió. Desde entonces, Alejandra nunca más habló con Catrina.
Isa caminó hasta su despacho y se sirvió un té.
—Dime, Catrina —comenzó la conversación.
—Quiero agradecerte por rescatarme aquella noche, y por haberme permitido estar aquí. Quiero agradecerte por cuidarme, por protegerme, por preocuparte por mí. Quiero agradecerte por todo eso, pero no puedo ni deseo seguir —añadió—. Estoy en un proceso, deseo alejar a Elsa de Trini y recuperar mi vida.
—Muy bien, me alegra que puedas hacerlo, pero antes de eso, déjame contarte una historia —pidió.
Trini asintió.
—Mi vida en la prostitución se inició cuando tenía quince años, mi madre falleció y mi padrastro, un hombre borracho y abusivo, comenzó a venderme a sus amigos. Los hombres pasaban por mi casa y dejaban dinero luego de hacer conmigo lo que querían. Yo era una niña boba, temía denunciar porque él me había amenazado con matarme a mí y a mi hermanito menor.
—Lo siento mucho...
—Entonces, uno de sus amigos, me prometió protegerme si trabajaba para él, en una organización más seria que la casa de mi padrastro. Me dijo que el dinero, parte del dinero, sería para mí y que así podría llevar a mi hermanito a vivir a otro lugar. Me gustó la idea, acepté. El resto de la historia más o menos ya la sabes, pasé de uno a otro proxeneta abusivo y vi historias horribles que les sucedían a mis compañeras, me prometí a mí misma salir de esto y ayudar a las que necesitaban salir de aquí.
—¿Entonces?
—Me enamoré, perdidamente, de un hombre casado —admitió—. Él venía al burdel y me quería solo a mí. Comenzamos a vernos fuera del local, teníamos una relación, al menos eso era lo que yo creía. Él prometió dejar a su esposa y quedarse conmigo, pero siempre sucedía algo y no podía hacerlo, el hijo se enfermaba, la hija tenía un accidente...
—Lo siento...
—Me embaracé —continuó—. Él dudó que fuera el padre y la relación se comenzó a resquebrajar. Tuve el niño y... lo di en adopción —admitió—, no quería criarlo en esta podredumbre —se excusó con dolor y vergüenza en la voz—, ahora... él me ha buscado, mi hijo... —comentó y sus ojos se llenaron de agua.
Trini no comentó, esperó a que se repusiera y continuara.
—Antes de que el niño naciera, su esposa enfermó de cáncer. Cuando le conté que estaba embarazada, él dijo que no creía que el niño fuera suyo. Le dije que no tenía problemas de hacernos el examen de ADN cuando naciera el niño, pero que si resultaba suyo lo reconocería. Él me dio dinero, mucho dinero, para que abortara al niño y para que me alejara para siempre de su vida. Así terminó el amor que decía tenerme —susurró con dolor.
—Lo siento tanto, Isa...
—Él me conocía, Trini, yo con él era Alejandra, era sincera y lo amaba de corazón. Estaba dispuesta a todo por él, a dejar esta vida... pero me equivoqué. Tomé el dinero y no aborté, tuve al niño, lo di en adopción. Y durante el tiempo que estuve embarazada, acudí a un hogar religioso para madres solteras, allí me dieron mucha contención, cariño, y supe que no quería regresar a este mundo... —admitió.
Trini se sintió mal, ¿entonces por qué lo hizo?
—Hoy, cuando te vi llegar, reconocí en tu mirada a la Alejandra de aquel entonces, dispuesta a todo por salir adelante.
—¿Y qué pasó?
—Pasó que no lo logré. Entré en depresión tras desprenderme de mi bebé, volví a las calles, me sentía sola. Algunas personas del centro intentaron ayudarme, pero me cerré. Y entonces, recordé el dinero que me había dado él. Yo lo había guardado en un sitio seguro por si lo necesitara para el parto, pero me habían puesto todo, los de la adopción, y no lo había gastado. Así que decidí alquilar este lugar, y recoger a mis amigas, las que estaban sufriendo en burdeles siendo explotadas por proxenetas. Ya que no podía salir, al menos intentaría que estuviéramos bien. Trabajé un tiempo más, hasta que me dediqué solo a la administración.
—Entonces sí has hecho algo, Isa, nos has ayudado a nosotras.
—Sí, pero no pude protegerte a ti —susurró—. Me equivoqué, debí dejar que Dante siguiera visitándote, él te estaba cuidando... Temía que terminaras sufriendo lo que yo viví y me equivoqué...
—Las cosas pasan porque deben, quizá si no sucedía aquello, por mucho que me haya dolido todo, hoy no tendría la predisposición y seguridad que tengo para salir de esta vida. Hubiese seguido, sin darme cuenta tantas cosas, sin conseguir la fuerza necesaria.
—Tienes razón, Trini. ¿Y Dante? ¿Qué pasó con él? —quiso saber Isa.
—Nos apartamos, tenías razón. Me enamoré de él...
—¿Y él? ¿No está enamorado de ti? La última vez que vino... pensé que...
—¿Cuándo vino? —inquirió Trini.
—Cuando estabas internada, vino a decirme que quería tu libertad, que necesitaba que te dejara ir. Le dije que yo no te retenía acá, que eras libre de irte cuando quisieras... Pensé que... lo vi enamorado, Trini.
—Yo... quiero rehacer mi vida, y por eso estoy aquí. Venía a despedirme y a agradecerte por todo lo que has hecho por mí. Si no me hubieses rescatado de aquel antro, me habría perdido, he visto a chicas perderse para siempre. Tú lo evitaste, y quería darte las gracias por eso. Ahora necesito seguir, necesito probarme a mí misma que puedo salir de esto y crear una vida nueva en la que me sienta a gusto, Isa. No es esto lo que quiero para mí —susurró con temor a ofenderla.
—Lo entiendo perfectamente, corazón. Y estoy más que feliz por ti. No será fácil, pero no te rindas, lo lograrás —comentó—, tienes la decisión y eso es el primer paso y el más importante. ¿Necesitas dinero?
—No, Isa, no te preocupes. Estoy usando los ahorros que tenía —admitió.
—Cualquier cosa que necesites, aquí siempre habrá un lugar para ti, un espacio para hablar, para escucharte, para compartir. Y si algún día necesitas regresar, también habrá un lugar, aunque espero que no sea ese el futuro que te espera —admitió—. Eres mucho más valiente de lo que yo fui.
—No digas eso, te pasaron cosas más serias...
—Perdón por las veces que dije que no creyeras en el amor, temo por ustedes, no quiero que sufran lo que yo sufrí —dijo la mujer levantándose y acercándose a ella.
—Sé que nos lo dices para protegernos, te lo agradezco.
Las dos se abrazaron por un buen rato.
—Ya me he despedido de Lulú, en poco tiempo, si todo sale como planeo, saldré de la ciudad —mencionó Trini—, me comunicaré con ustedes cuando esté lista para hacerlo. Por el momento, necesito soledad —admitió dando a entender que no dejaría sus datos ni su nuevo paradero.
—Lo comprendo perfectamente —respondió la mujer—. Si Dante viniera a buscarte, ¿qué le digo?
—No vendrá, pero si llegara a venir, solo dile que estoy persiguiendo mis sueños —comentó.
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