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* 19 *

Los días previos al viaje, Trini se mantuvo ocupada, pasó la mayor parte del tiempo estudiando y con su abuela. En la universidad, estaban de vacaciones, pero luego de que ella presentara su certificado médico, le dijeron que le volverían a tomar los exámenes que no pudo dar. Al menos esa noticia le alegró mucho, no perdería su semestre y podría rendir los exámenes al regresar del viaje.

El día del viaje, ella buscó a su abuela temprano, el médico de cabecera le dio algunas indicaciones y luego fueron en un taxi hasta lo de Dante, donde debían esperar a que los pasaran a recoger para llevarlos al aeropuerto. El vuelo no duraría más de hora y media.

El padre de Dante las recibió cordial y las guio hasta la sala. Dante bajó un rato después con una maleta y las saludó. Faltaba poco para que fuera la hora, y en eso, el timbre de la casa sonó.

Trini se ofreció a abrir, mientras Dante traía un vaso de agua para su abuela. Entonces, vio a una joven en la puerta. Se veía bonita, su cabello era negro y era un poco más alta que ella.

—Hola. ¿Está Dante? —inquirió.

—Sí... —respondió Trini. No necesitaba que le dijeran quién era esa muchacha.

—Tú debes ser la chica que viaja con él, ¿no? La que es como su hermana —añadió.

Trini levantó las cejas en señal de sorpresa.

—¡Me alegra conocerte! —exclamó la muchacha, que era mucho más extrovertida de lo que ella había imaginado—. Soy Priscila, ¿tú?

—Yo... soy Catrina —se presentó—. Pero pasa, él estará feliz...

—¡Pris! —dijo Dante al verla—. ¡Qué sorpresa!

—Eso es bueno —saludó la muchacha y se acercó a él—. Venía a despedirme y a darte algo...

—Los dejo solos... —dijo Trini y se retiró.

—Vamos afuera —pidió Dante y acompañó a la muchacha al pórtico.

Trini entonces se acurrucó tras la ventana y los observó. Sabía que aquello no estaba bien, pero la curiosidad podía más que ella.

—Te vas y... yo he estado pensando mucho —dijo Priscila—. Creo que... te extrañaré...

—Yo también —respondió Dante—, pero son muy pocos días, volveré rápido.

—Quería que saliéramos antes de que te fueras... —dijo ella.

—Lo siento, he tenido que hacer algunas cosas para el viaje, grabar unos videos y cosas así —se disculpó él.

—Bueno, yo... —Priscila se tambaleó un poco en su lugar, se veía algo nerviosa—, quería darte algo para que, bueno... para que me pensaras en el viaje...

—¿Sí? ¿De qué se trata? —inquirió Dante.

—Esto —susurró.

Dante no esperaba que la muchacha hiciera aquello, pero todo sucedió muy rápido. Ella se acercó a él y lo besó en los labios. Cuando Dante se percató de que la tenía allí, pegada a él, envolviendo sus brazos por su cuello, no pudo más que reaccionar y responder. Era lo que había soñado por tanto tiempo. Se dejó ir en el beso, y correspondió aquel gesto lo mejor que pudo.

Trini en ese momento sintió que el corazón se le partía en muchas partes, sin embargo, por otro lado, estaba feliz por él. Se le había cumplido aquello por lo que en principio, la había ido a ver. Después de todo, fue gracias a su deseo de hablar con Priscila, que se conocieron.

—Yo... —Priscila se alejó—. Lo siento si te he sorprendido, solo... estos días que no nos hemos visto te he pensado mucho y pues, el otro día me arrepentí de que no nos besáramos y...

—Yo tenía miedo de hacerlo y espantarte —admitió Dante.

—No me ibas a espantar, tonto —sonrió la muchacha.

—¿Entonces? ¿Saldremos a mi vuelta? —quiso saber el chico.

—Claro, te estaré esperando —prometió la muchacha antes de dar media vuelta y salir hacia la calle.

Se veía contenta y animada. Dante se quedó allí, viéndola partir, acariciándose el labio y pensando que al final, nada de lo que sucedía era como él se lo había imaginado. Había soñado miles de veces con ese beso, y lo había anhelado, imaginado, hasta saboreado en su mente, sin embargo, no había sido tan especial. Quizá de tanto esperarlo lo sobrevaloró.

Por un instante se preguntó por qué el beso con Trini fue mucho más intenso, más especial. Pero terminó por responderse a sí mismo que era porque fue su primer beso, y todas las expectativas estaban puestas allí.

Trini lo vio allí, parado viendo el sitio por donde desapareció Priscila, con las manos en los labios y pensó que estaba feliz, obnubilado, encantado. Que al fin había sentido el sabor del beso que se le da a quien se ama de verdad, así como ella lo había sentido con él. Al fin Dante podría ser feliz con la mujer que amaba, además ya era capaz de salir, de vivir una vida más normal, pronto sería más conocido y más apreciado por sus seguidores. Ya solo quedaba cumplir con la promesa de ayudarlo a bajar de peso, y luego, debería alejarse de su vida. Era lo mejor para él, era lo mejor para ella.

Vio a Dante saludar a una persona que se acercó a él, y supo que llegó la hora de marchar. Lo cierto es que en ese instante, lo único que hubiera querido era quedarse en su casa, en su cama, hundida bajo sus mantas, pero miró a su abuela que se veía feliz y entusiasmada y supo que ya era tarde para dar marcha atrás. Volvió junto a ella y esperó a que Dante ingresara.

Él no tardó en entrar y llamarlas para ir al vehículo. Se despidieron de su padre y ayudaron a la abuela Cata a llegar hasta el auto. Entonces, el silencio se apoderó de los tres. La abuela solo pensaba en que disfrutaría del que probablemente sería su último viaje, Trini no podía alejar la imagen de Dante y Priscila besándose, y Dante se preguntaba si qué había sentido en aquel beso.

Los dos se encontraron mirándose en un punto, pero al percatarse, ambos volvieron las miradas a las ventanas y se perdieron de nuevo en sus pensamientos.

Al llegar al aeropuerto, solicitaron una silla de ruedas para que la abuela no caminara. Dante la llevó y fueron hasta el sitio donde debían mostrar sus documentos.

Ya en el avión, cada quién ocupó su lugar, pero finalmente, la azafata les dijo que sobraban dos lugares en primera clase y si no querían ir allí, ya que la abuela estaría más cómoda. Dante les insistió que fueran, así que Trini y Cata se dispusieron a disfrutar.

—Nunca he viajado en avión y mi primer vuelo es en primera clase —dijo Trini con una sonrisa, había decidido que trataría de disfrutar el viaje y dejar la tristeza de lado—. Qué bueno, ¿no?

—Esta es la clase de sorpresas que a veces te da la vida, Catrina —murmuró la abuela. Raras veces la llamaba por su nombre completo—. Me gusta pensar que Dios nos manda cariñitos cuando pasan estas cosas —sonrió.

—Se siente bien... Me agrada que estemos viajando juntas, abu.

—A mí también. Siempre me gustó viajar, pero no tuve muchas oportunidades de hacerlo. Los pocos viaje que hice en mi vida, resultaron clave en algún punto de mi historia. ¿Sabes? Creo que un viaje siempre te cambia la vida...

—Abuela, pero son solo unos días. La vida no cambia por unos pocos días —respondió Trini.

—Estás equivocada, frutillita, hace falta un solo segundo para que algo cambie, para que todo se mueva y se transforme. Con el tiempo aprendí que el cambio no es malo, es transformación. Pero también aprendí que solo falta un segundo para que las cosas cambien... o para decidir cambiar algo. Porque cambiar muchas veces es obligatorio, ¿sabes?, como cuando alguien muere y no te queda más que aceptar, reorganizarte y seguir. Me pasó cuando murió mi hija, cuando murió tu abuelo... en un minuto estás, y al siguiente ya no estás. La vida es efímera y pasa rápido. Sin embargo, el cambio a veces es una necesidad, Trini, y solo necesitas un segundo, un minuto, para decidir qué ya es tiempo y cruzar al otro lado.

—¿Al otro lado de qué? —inquirió la muchacha.

—Al otro lado de la vida que llevas, de tu zona cómoda, hija. Decidir cambiar es arriesgarte a crear nuevas situaciones, nuevas realidades, nuevas oportunidades.

—No lo sé, se dice fácil, pero a veces no puedes cambiar ciertas cosas de tu vida.

—Cuando tenía tu edad yo también pensaba que todo es largo eterno y duradero, pero entonces llegaste pasaron cosas. En un minuto tenía una hija y al siguiente se había ido para siempre, en otro minuto, cuando ya creí que nunca cumpliría mi deseo de ser madre, llegaste tú y pintaste mi vida. En un solo minuto, el abuelo nos dejó para siempre... Y así, la vida pasa, los minutos con ella, las oportunidades se van, y los cambios que no hicimos nos cobran factura.

»Es cierto, a veces parece que hay cosas que no podemos cambiar. Pero no hay que postergar los cambios, al menos esos que podemos elegir, y menos por miedo. ¿No crees que yo moría de miedo cuando tú llegaste? Me imaginaba criándote a una edad que ya no era la misma que tenía cuando tuve a mi hija. No tenía las mismas fuerzas. Me haría mayor pronto y tú serias todavía adolescente. Pero, ¿y si en mi minuto de cambio hubiese decidido que no? Hubieses ido a una casa de adopción, tardarían años en adoptarte porque ya no eras un bebé, tu vida se diluiría por el camino. Ya te veía demasiado rota como para hacerte pasar por eso... No... Yo quería salvarte, Trini, e hice lo mejor que pude, aunque no haya sido suficiente.

—Abuela, ¿por qué dices eso? —inquirió Trini recostándose en su hombro.

—Yo soy de otra época, hija, no entendí que necesitabas más. Hice lo que me dijeron los médicos, pero no atendí tu mente... Debí enviarte a terapia, no sabía en aquella época lo importante que era...

—Pero...

—Escucha, Trini. Eres joven y hermosa, por dentro y por fuera. Sí es cierto que hay cosas que ya no puedes cambiar, decisiones ajenas que te hicieron daño, decisiones propias que te lastimaron, pero tienes que entender que nadie puede salvarte, frutillita, si no te salvas tú. Ni el abuelo, ni yo, ni Dante. Ya te abandonaron una vez hija, no te abandones tú también. No te mereces eso —dijo la abuela besándola en la frente—. Sé que estás muy triste últimamente, que algo con esa última enfermedad que tuviste tocó tu corazón y una parte de ti está apagada, pero depende de ti, hija, solo de ti.

—¿Sabes? Me hubiera gustado saber por qué lo hizo, por qué ella me abandonó... Si acaso yo...

—No te castigues ni inventes ideas en tu cabeza. A veces las cosas se hacen porque no se tienen otras alternativas, o porque no se pueden ver otras alternativas y se cree que esa es la correcta. No la podemos juzgar, no sabemos su vida, su historia, su realidad. A lo mejor pensó que haciendo eso te salvaría de algo que ella vivía, o a lo mejor simplemente no pudo con la maternidad. Quizá tenía problemas personales graves o quizá ni siquiera fue ella. A lo mejor le hicieron algo malo y tú te quedaste a la deriva. Lo pensé mucho, Trini, barajé miles de opciones. Pero no sabemos y sabes qué, probablemente ya nunca lo sabrás.

»Vive con eso, no siempre conseguimos una respuesta en la vida, y toca ajustar el corazón con la incertidumbre y la duda que nos daña el alma. Elige tú la respuesta, amígate con la opción que mejor te parezca y déjala en el pasado, si no lo haces, estarás atada a eso y no te permitirás vivir. Ya suficiente daño te hicieron para que tú lo perpetúes día tras día.

—Me quedo con esa frase, abu, con la frase de que a veces hacemos cosas porque pensamos que es la única salida y no vemos más allá —suspiró.

—Por eso nos es tan fácil juzgar a los demás, porque pensamos en lo que nosotros en su caso haríamos algo distinto. Pero no vemos desde donde ve el otro, no nos ponemos en sus zapatos, a lo mejor esa persona no supo qué hacer o no fue capaz de ver otras opciones. En la desesperación a veces creemos que una opción es la única que tenemos.

Trini pensó en su vida, en su trabajo, en lo que le había dicho Dante sobre poder conseguir otra cosa si lo deseaba. Quizás tenía razón. A lo mejor no tuvo opciones a los catorce años, pero ahora era distinto, ahora sí tenía otras opciones. Pensó en las veces que el suicidio le pareció una salida, y sin embargo nunca fue una opción.

—Basta un solo segundo... —susurró para darse ánimos. De pronto sentía un leve calor en el centro de su pecho.

—Así es, frutillita.

—Este viaje si puede cambiarnos, ¿verdad, abu?

—Puede presentarnos oportunidades, nosotras elegimos el cambio. Siempre hay oportunidades caminos alternativos, como cuando vas por la carretera y llegas a una bifurcación. La carretera es la vida, la bifurcación las oportunidades, tú decides cuál camino tomarás para seguir. Siempre será tu decisión, incluso cuando creas que no lo es.

—Gracias, abuela. No sabes lo bien que me hizo esta conversación —murmuró abrazándola de costado.

—Me alegra saber eso, me preocupa irme y dejarte así...

—No hables de irte a ningún lado que no sea a la playa conmigo, ¿está bien? —inquirió la muchacha.

—Está bien —respondió la mujer.

Me encanta este cap.

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