—Vengo a hablarte de Charlie. —Le dijo Irene a Gastón quien se encontraba sentado en una de las mesas del patio de la secundaria.

— ¿No te dije que no pensaba decirte nada? —Le respondió. — ¿Por qué se me acercan las intensas? ¿Por qué? —Se quejó mirando al cielo.

— ¿De qué rayos hablas?

—Escucha Irene. —Habló el pelinegro. —Te diré esto porque me agradas. —Apoyó su mano en el hombro de la castaña. —Hay algo llamado distancia, eso es lo que necesitas darle a Alan. También a mí, porque no quiero que me caigas mal. —Se volvió a colocar sus audífonos.

Irene se los quitó logrando que este la mirara molesto. —Dime lo que sabes, Gastón.

—Primero Nina y ahora tú, ¿Quién vendrá luego? —Suspiró. — ¡Mira! Allí va Charlie, ¿Por qué no se lo preguntas a él?—Sugirió. — ¡Charlie! —Lo llamó y este volteó a verlos. — ¡Que bien que apareces hombre! Irene tiene rato buscándote. —Se paró de la silla y se acercó a Charlie para tomarlo del brazo y sentarlo en la mesa con Irene. —Hablen, nos vemos. —Sonrió sarcástico y se alejó de ellos.

Charlie se quedó un rato mirándola sin decir nada, ella tampoco lo hacía y el silencio que estaba presente era un tanto incómodo. — ¿Qué ibas a decirme? —Le preguntó el castaño curioso.

— ¿De qué tanto estaban hablando Alan y tú?

—Me estaba dando consejos para invitar a salir a una chica. —Se sonrojó un poco. Irene le sonrió, él era el chico más tierno que había conocido, Charlie sin duda era como un pequeño niño, provocaba apretarle las mejillas cada vez que se sonrojaba y darle pequeños abrazos cada vez que hablaba.

—Eres tan dulce. —Le sonrió.

— ¿Quieres ir a tomar un café mañana? —Le dijo rápido pero Irene logró entender.

—Sería un gusto ir contigo, Charlie—Le sonrió, sin duda salir con él era una buena idea.

—Genial, iremos a la Clave de Sol. —Le dijo. —Hay días en los que canta una chica y lo hace muy bien.

Irene sólo asintió, no estaría mal despejar sus pensamientos de Alan un poco, Charlie sería una buena compañía y era obvio que no se arrepentiría de nada.