Un poco más tarde ese día...
Más allá de las arboledas, casi de espaldas a los campos estaba la casa menor. Originalmente era la casa para los invitados, sin embargo, cuando Richard y Anna se casaron pasó a ser su hogar
Aún si Philippe no tenía objeciones a que ellos ocuparán la casa principal fue la testarudez y obstinación de Richard lo que les mantenía ahí. No hay nada de malo con la casa de huespedes, tiene buena vista, sirvientes nuevos y cierta privacidad, aun si es menos lujosa que la casa principal pero de alguna forma no dejaba de ser solo otro escondite para Richard
Después de cada arrebato Richard iba a su pequeño estudio en la parte posterior de la casa. Cuando su padre vivía ese era un cuarto de juegos donde solía entretener a sus visitantes, la vieja mesa de billar seguía ahí pero Richard no la usaba desde que lanzó la bola blanca por la ventana, en una de sus discusiones con Philippe. Y al final siendo el otro quien lo hizo enfadar era quien tenía que reponerla, lógicamente
Afuera comenzaba a oscurecer y unas largas nubes grises amenazaban con arruinar más el ambiente. No es como si planeará salir a pasear pero...
Un suave golpe en la puerta sobresaltó a Richard, nadie debería buscarlo ahí, por propias instrucciones le prohibió a su esposa acercarse y de sus sirvientes solo el mayordomo Stephan podía importunar, y sólo si él lo llamaba primero.
— ¿Quién? —preguntó con áspera cautela
— Soy Charlotte, mi señor, la hija del tabernero. me he colado en su casa con la esperanza de que usted me oiga...
Sin dejar a la joven explicarse Richard corrió a abrirle, la hija del tabernero del pueblo era una hermosa y rubia doncella de bellas formas, y él es un caballero así que dejarla sola ante la puerta sería una falta de educación...
No obstante, la sonrisa socarrona de Philippe fue lo primero que vio al abrir la puerta, el incómodo silencio y su sucesivo estrépito al intentar cerrar la puerta de nuevo fue lo único que estuvo en su control entonces
— ¡Tu, estúpido bufón! ¿Qué has hecho con Charlotte? —sin poder cerrar la puerta Richard retomó su noble postura ante su escritorio
— Lo lamento, ella solo se fue —se disculpó Philippe, actuando con la misma compostura que su hermano— Pero seguramente estará en la taberna de su padre, esperándote con una pinta de la mejor cerveza de la región ¿Quieres ir? —
La propuesta de su hermano era demasiado tentadora para Richard, aunque...
— No, sé que Charlotte estará ahí esperando por mi en cualquier momento... —afirmó con seguridad y hasta presunción, hasta cierto punto se sabía más carismático y atractivo que su hermano— Y, por otro lado, no iría a beber contigo ni aunque la misma reina nos sirviera las copas —
— Oh que pena —lamentó Philippe, manteniendo la dignidad— Porque esta tarde ha llegado desde la capital el duque Jacob Le Vieux, escolta de su majestad la reina, y parece que trae una carta muy especial —, la pausa dramática también le servía para ver la reacción de su hermano
Intrigado Richard observó a Philippe, la seriedad en su rostro no anunciaba una de sus tontas bromas, además que el simplón de su hermano no bromearía con la reina. Aun así no estaba dispuesto a darle el placer de preguntar...
Consciente del interés y terquedad de su hermano Philippe prosiguió— Es por eso que al verlo llegar te llamé con cierta alarma, sin embargo, parecen buenas noticias, pues la reina pide su presencia en palacio —sin variar ni un poco su tono o expresión de serenidad Philippe pretende alegrar a su hermano— Duque de Rosier —
Por el contrario la emoción es clara en Richard, alzándose soberbio sobre las puntas de sus pies se crece con orgullo, solo esbozando una mueca al encontrar a Philippe un poco más alto, incluso en ese momento— No —decide al instante, dando media vuelta—No iré —
—¿Cómo? —Philippe no pasa de la sorpresa
—Yo tengo muchas cosas que hacer aquí —arreglando las solapas de su saco Richard mira por la ventana mientras le da la espalda a su hermano, incluso en el reflejo de la ventana puede distinguir sus diferencias— Tú puedes ir por mí ¿Qué diferencia hace? Ambos somos Duques de Rosier —
— Eres tú quien heredó el título y la casa —reitera Philippe, como tantas veces ya lo ha hecho—Quien lleva el nombre y es amo de estas tierras ¿Cómo podría yo tomar tu lugar? —
Con el ego recién pulido Richard se siente más... indulgente— Eso es verdad, difícilmente tú podrías tomar mi sitio —se lamenta con exagerada tristeza— Tal vez deba ver la carta con mis propios ojos y entonces decidir ¿No crees? —
Aun si lanza una pregunta, al final Richard va directo a la puerta, saliendo tan voluntarioso como seguramente entró. Paciente Philippe espera mientras oye a Richard apresurar a los sirvientes con sus cosas, su voz es tan potente que seguramente se oye por toda la casa. Al menos así era cuando vivía en la casa principal, y de cierta forma Philippe extraña y agradece el cambio
— ¡¡¡Maldita sea Philippe, muévete, tenemos que irnos!!! —.
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