Parte V: Tres tulipanes.
08/07
La flor no llegó tan mal como esperaba. Y los dibujos son tres. Dos paisajes de Rusia y un retrato en el que aparecemos los dos.
Seguramente mi sonrisa es tonta y mis ojos se llenan de lágrimas al ver el último, porque lo próximo que sé, es que estoy acurrucado contra la pared llorando, mientras el dibujo yace sobre las tablas de madera.
No me atrevo a escribirle, aunque sé que ella me mandó la carta desde su actual residencia a propósito, y me pregunto en qué momento me volví tan débil con respecto a ella.
15/07
Termino el café que la chica sentada en la mesa dos me pidió y se lo llevo con una cordial sonrisa en los labios.
No porque mi vida sea un desastre, tengo que molestar a los clientes.
Pero cuando estoy a punto de marcharme, luego de dejar la taza de cerámica sobre la superficie de madera, la chica atrapa mi antebrazo con sus dedos.
Vuelco mi atención hacia ella y la extraña sonrisa que aparece en su boca. Es linda, pero eso no significa nada.
- Sal conmigo el viernes por la noche.
Enseguida noto que no es una pregunta. Me aclaro la garganta antes de contestar, incómodo.
- Lo siento, pero tengo novia, chica que no conozco...
Se le iluminan los ojos.
- ¡Oh Dios mío! ¡Encima eres británico! Tengo que salir contigo.
Parece haber perdido completamente la parte en la que le dije que tengo novia, aunque Emery se encuentra en Rusia y no sea realmente mi novia.
- Creo que no me escuchaste, tengo novia. Y no te conozco.
Pero la chica comienza a parlotear sobre a dónde iremos, por lo que me suelto con cierta amabilidad, y me voy.
Ignoro sus gritos, llamándome para que vuelva.
18/07
La chica ha vuelto. Y aunque es sábado, me vuelve a pedir que salgamos juntos el viernes, supongo que se refiere al viernes que viene.
No le hago caso y dejo su café en la mesa, dejándola sola.
El fugaz recuerdo de la voz de Emery, diciendo "te amo" mientras nos encontrábamos echados en la cama de Portugal, relampaguea en mi memoria.
Un dolor que no conocía atraviesa mi pecho. Corro hasta la despensa para poder estar solo y me arrodillo frente a los sacos de harina, mientras muerdo con fuerza mis nudillos y me doy cuenta cuánto la extraño.
Esto no está bien.
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