Parte V: Siete margaritas.
24/12
Mis pasos se aceleran, mientras el vapor se condensa frente a mí y las calles heladas de Estocolmo pasan con rapidez a mis lados. Ya es completamente de noche, aunque son apenas las 16h.
Mis manos se hunden en los bolsillos del grueso abrigo y escondo la nariz entre los pliegues de la bufanda, sintiendo como los cortos mechones dorados me rozan con suavidad la fría piel.
Intento caminar más rápido, seguro Joseph se enfada por estar llegando tarde a preparar la comida para los invitados. Pero es que enserio necesitaba buscar la muñeca. Y la encontré.
Sé cuán feliz se encontrará Helen cuando la vea.
Y entonces no lo veo venir.
Lo último que percibo son los focos delanteros del coche, antes de que el impacto me haga volar, cortando el aire frío. Caigo en el suelo con un gemido. Mi cuerpo no siente nada, hasta que la adrenalina deja de correr por mis venas.
El dolor se extiende y estiro los dedos con dificultad, intentando tomar el paquete que llevaba en las manos, aunque no sé dónde está. Me esfuerzo en abrir los ojos, pero es imposible. Siento la nieve contra mi mejilla, el frío y el malestar juntándose en un delicado baile que solo me hace sufrir.
Las sombras y el grito del conductor, llamándome. Me pierdo en la negrura de mi mente, dejándome caer. Pienso en Christian, en sus lágrimas si llega a enterarse algún día.
Pero no dejo que la tristeza me llene, porque lo cierto es que no queda espacio para ella. Y me hundo en un abismo en llamas, que me consumen en la oscuridad, mientras mis gritos mudos resuenan contra las paredes de mi mente.
Tal vez, finalmente todo esto acabe.
Tal vez, finalmente mis demonios lo han conseguido.
Y si este es el fin, no se siente tan mal.
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