08/05

Querido Christian:

La plaza central de Lisboa es de las cosas más bonitas que he visto... no, me corrijo, Lisboa es la cosa más linda que he visto después de ti. Porque nada se compara a tus ojos azules como los días claros, ni a las miles de pecas que se esparcen sobre tu piel, ni a tu cabello oscuro que me recuerda a la noche ni a esas estrellas fugaces que marcan tu cuerpo y solo lo hacen más hermoso. Nada se compara a ti.

Me encuentro sentada en uno de los bancos de cemento a pleno sol, mientras las persona se cruzan frente a mí, caminando sobre las ondas que forman las piedras del suelo y dejando que nuestras vidas se crucen durante unos segundos.

Y sé que tal vez es posible que jamás vuelva a ver a estas personas, pero me gusta mirarlos, estudiar sus rostros, sus expresiones, imaginarme a donde van y de dónde vienen. Imaginarme sus vidas, sus personalidades, sus gustos y aficiones. Me gusta imaginar.

A veces la vida es muy dura y necesitamos escondernos bajo sueños imaginarios para dejar de llorar. A veces la vida no tiene sentido y necesitamos rumbos imaginarios para seguir respirando. A veces... a veces olvido por qué sigo aquí y entonces me pregunto si tú no serás imaginario, una simple idea que mi retorcida mente creó para mantenerme con vida.

Porque a veces, nuestra mente puede ser tanto nuestra mejor herramienta, cuanto nuestra peor arma. Y en este momento me pregunto si te veré antes de que mi mente me juegue otra mala pasada y ya no queden más argumentos. Antes de que la muerte se vea demasiado tentadora, demasiado fácil, demasiado atrayente.

Y ese es su juego. Te mantiene con vida, sufriendo, llorando, amando con un corazón roto que apenas consigue continuar sintiendo, gritando en un cuarto blanco completamente sola, consumiéndote por dentro hasta no poder más. Entonces, finalmente, llega, se acerca con pasos suaves, con esa elegancia característica. Y tú la miras con aquel brillo en los ojos, "la luz" como tantos le dicen.

Esa luz que te saca de esta vida para llevarte a una que supuestamente será mejor. Esa salvación que se alimenta de almas maltrechas.

Siempre que puedo, me imagino esa otra vida como un lugar en el que encontraré almas tan destruidas como la mía. Y vagaré eternamente buscando un consuelo que no existe, pretendiendo saber algo y llorando sin hacerlo realmente hasta que algo pase y todo acabe.

Tal vez hoy estoy algo deprimida... aunque eso es pan del día a día. Tengo ganas de verte Christian.

Te extraña, Emery.

***

Doblo el fino papel en dos, guardándolo en el sobre donde mantengo todas las cartas que le he escrito en estas dos semanas sin él y una pequeña gota de agua salada escapa de mis ojos y va a parar sobre el sobre.

La limpio rápidamente y me pongo de pie. Guardo los papeles en el ligero bolso de cuero y me uno a todas aquellas personas que caminan en la misma dirección.

Mis ojos se alzan, sin que pueda evitarlo, hacia el cielo, que comienza a teñirse de un claro color anaranjado y el sol se esconde lentamente entre los edificios de la preciosa ciudad.

Un suspiro escapa de mis labios, llevo mi pulgar a acariciar la plata del anillo que adorna el dedo índice de mi mano izquierda y suspiro otra vez.

Mi mano derecha se aferra a la tira de cuero que mantiene el bolso colgando de mi hombro mientras camino tranquilamente hacia mi hotel.

Y pienso en él. Pienso en sus ojos, en sus labios, en sus pecas, en su cabello y en la forma en que he llegado a necesitarlo tan urgentemente en tan poco tiempo.

Y me doy cuenta que lo extraño mucho más de lo que debería.