Día 25: Emery

Último día.

Preparo mis cosas mientras Christian me mira desde la puerta. Él y yo lo sabemos, esto no seguirá siendo así. Él tomará su camino y yo el mío.

Llorar es tan doloroso como no hacerlo, pero mantengo mis lágrimas a raya mientras cierro la maleta roja y tomo la bolsa de cuero, donde mantengo las cosas más importantes.

Alzo la mirada y la fijo en Christian, que me mira con los ojos llenos de lágrimas sin derramar. Sus manos están escondidas en los bolsillos de su pantalón y los orbes turquesa lanzan destellos bajo las hebras castañas de su cabello.

Apreto los labios, formando una línea, antes de correr hacia él y abrazarlo.

- Acordamos que no lloraríamos, ¿lo recuerdas?

Mantengo los sollozos bajo control y me separo para mirarlo.

- Lo sé... es solo que... - me detengo y bajo la vista.

- ¿Por qué quieres ser mi familia, Emery? Estoy tan roto que te dañaré. Mis pedazos son demasiado afilados como para recogerlos.

Lo miro en silencio, aquellos ojos que reflejan tantas emociones.

- Porque estoy buscando algo que encuentro solo cuando estoy junto a ti y no puedo dejarte ir. Prométeme que me escribirás.

Él alza ambas cejas, sorprendido.

- ¿Cómo pretendes hacer eso? Me muevo por el mundo Em, al igual que tú.

- Nos encontraremos de alguna forma u otra. Tu solo escríbeme. Cuando nos encontremos otra vez, nos entregaremos esas cartas.

Y sonríe. Yo también lo hago. Y mis sonrisas son verdaderas con él, porque sonrío porque quiero, no porque debo, no porque lo necesito. Sonrío porque él logra que sonría.

- ¿Em?

- Dime.

- Te voy a extrañar.

Una solitaria lágrima se desliza por su mejilla. De pronto mi autocontrol se derrumba y el agua salada deja senderos húmedos al recorrer mis mejillas.

- Yo también te voy a extrañar.