Día 4: Emery

Como todos los dias, me paro frente a la fina barandilla de metal que me separa de las olas, que corren libres sobre el mar en una carrera sin fin.

Pero esta vez, al sentir la ya cotidiana mirada de alguien sobre mi, me giro para descubrir quién es.

Es un hombre.

Sus ojos, de un azul turquesa que jamás había visto antes, me observan con sorpresa.

Siento como si esos ojos fueran una puerta con diez candados que guarda en su interior más experiencias de las que debería.

Una imperceptible sonrisa se pinta en sus finos labios, antes de que se de media vuelta y continúe limpiando las mesas de madera.

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Día 5: Emery

Entro en la cafetería vestida con unos jeans oscuros y el hombre que me lleva mirando desde el primer día (porque sé que es él) se me acerca a tomar mi orden.

Es joven, con no más de veinticinco y tiene una sonrisa deslumbrante que no llega a sus ojos cada vez que la esboza.

Y las pecas esparcidas sobre sus mejillas parecen constelaciones doradas que contrastan contra el blanco impoluto de su piel.

Le pido un café con leche y el se apresura en traerlo. No cruzamos más palabras mas que un "gracias" y un "de nada".

Pero basta para que él me parezca sumamente interesante.

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Día 6: Christian

Joe me deja atender nuevamente a Emery, la misteriosa chica rubia, que pide esta vez un té verde frío.

Le entrego la orden a Emma, la encargada de la cocina, y luego me dedico a mirar a la chica.

Ella está enfocada en la suave servilleta de color rojo sangre que hay junto a su plato y el cabello le cae sobre los hombros, cubriendo parte de su suave rostro.

De pronto alza la vista y su intensa mirada se clava en mi, pillándome desprevenido y observándola. Aunque eso no es nada nuevo.

Noto como sus comisuras son tiradas hacia arriba, mostrando quizás, la sonrisa más triste que he visto en la vida.

Parece tan perdida.

Y yo noto de pronto las inmensas ganas que tengo de enseñarle el camino.