—¿Ese es el traje que usarás para tu graduación? —preguntó Bianca.

Pat se alisó la tela frente a un espejo con figuritas en su habitación, Eddie silbó.

—Sí, pero va debajo de una túnica azul.

—Tú color —canturreé jugando ajedrez con Eddie y tirando su reina al suelo.

Por una razón ninguno habíamos olvidado las reglas del juego y todavía recordaba los nombres de las muñecas de mi hermana. Juguetes con lo que ya no jugaba. Pat se acomodó el cabello.

—¿Irán, verdad?

—¿A qué cosa? —preguntó Eddie confundido y luego abrió sus ojos como platos—. Ah, ya, ya, olvídenlo.

—No me lo perdería por nada, Pat.

Pat sonrió satisfecho.

—Que bien que no fuiste a una guerra Eddie —le dije haciendo mi maniobra final—, porque hubieras muerto de una manera horrorosa.

Eddie volteó el tablero frustrado cuando le hice jaque mate a su rey por segunda vez. Reí, le tiré las fichas en la cara y me oculté detrás de la cama con municiones mientras Eddie procuraba derribarme con sus piezas. Observé a Bianca, parecía distraída, bailando, casi ida.

Suspiré.