106
Había árboles alrededor, muchos. Un hueco, un claro.
Margaritas crecían en la hierba, eran muchas.
El mundo giraba sin sentido delante de mí. Una fila interminable de colores, sonidos y emociones.
Había llegado, sabía que me acercaba a algo.
Me recosté sobre las margaritas, sobrecogido por los colores. Se enroscaban, trazaban espirales como las orbitas de un planeta, eran estrellas, eran personas, eran cuerpos celestres, eran hermanas rojas, eran besos verdes, miradas plateadas, ojos cafés, héroes azules, amigos blancos, amantes amarillas, ángeles naranjas, madres violetas y esmeraldas. Eran el mundo, era yo y eran otros. Todos estábamos unidos por ellos. No podía parar de sonreír y llorar.
Me traían tanta...
Todos estaban bien, con los corazones sanos. Todos estaban a salvo.
Eran mis colores. Y ellos me susurraban que me dejara llevar. No quería resistirme. Porque todos estaban bien.
Todos estaban...
No sabía por qué, pero me sentía muy familiarizado con todas esas gamas. Porque todos ellos...
Yo...
Me daban...
Paz.
Fin.
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