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Adaptarse

Y de pronto todo tu mundo puede transformarse hasta ser un verdadero caos en segundos, pensó León Brooks con cierto pesar.
Eso le había sucedido a él cuando todo cambió en un abrir y cerrar de ojos, dejándolo viudo y a cargo de su hijita Kimberly quien en ese momento tenía
ocho añitos. Diez años atrás era un codiciado soltero, mujeriego
asiduo a preferir la compañía masculina, hasta que todo cambió al casarse y ahora esto...
Cuando recobró la conciencia habían ambulancias y patrullas rodeándolo a él y a Kim, para luego sumergirse en total oscuridad.


-Señor Brooks, la niña esta ciega. Aun no sabemos si será temporal o es a causa de la contusión por el impacto del choque. Dijo el doctor Jhonson, un hombre de mediana edad y calvo, quien daba la noticia al joven padre.
-Estaremos haciendo más estudios Señor Brooks, pero será mejor prepararse para lo que pueda acontecer.
León no daba crédito a lo que escuchaba desde su cama de hospital.

Aun no había visto a su hijita, su hermana Rose estaba con ella mientras él se recuperaba de sus propias lesiones, y al escuchar esas palabras León sentía que su alma lo abandonaba del cuerpo, ni siquiera pudo asistir al funeral de su esposa Claudet ya que se encontraba sedado.
-¿Podré ver a mi hija?, León observaba ansioso al doctor Jhonson.

-Ya puede usted mantenerse de pie, así que podrá ver a su hija, pero por favor mantenga la calma, es muy importante que ella esté tranquila. León asintió. No tenía idea
de que esperar cuando se encontrara con su niña.
Pasada una hora León estaba en el área de cuidados intensivos pediátricos acompañado por un asistente de enfermería que de manera humillante agarraba la parte de atrás de la ridícula bata de hospital, mientras León se apoyaba en el aparato que le ayudaba a transportar el suero que tenía insertado en el brazo izquierdo.
Aún con esa estúpida bata, León llamaba la atención del personal tanto femenino como masculino.
Con su incipiente barba de cuatro días, su cabello castaño claro, unos ojos azules tan penetrantes, gracias a su altura de metro con ochenta y tres, su cuerpo atlético, el famoso escritor era demasiado llamativo e intimidante para pasar desapercibido.
La enfermera en turno al verlo llegar acompañado de un asistente de enfermería,
rápidamente acudió a él a presentarse. -Señor Brooks soy la señora Smith jefa
de este servicio, le acompañaré a ver a su hija. León asintió ansioso, entendiendo que por ahora no quería
colmar de preguntas sobre el estado de salud de su niña, ya que su prioridad era verla.

Se dirigieron a un pasillo de paredes grises con motivos infantiles, el piso blanco y
reluciente y un intenso olor a alcohol y medicamentos le hacían recordar lo
contrastante de ese lugar.
Despacio la enfermera se adelantó hasta quedar en frente de una gran puerta
doble de color blanca.
Las puertas eran abatibles, diseñadas para dar paso a una camilla en caso de
emergencia. Abriendo una de las puertas le indicó a León que podía pasar.
-Señor Brooks creo que el doctor Jhonson le ha informado y dado indicaciones
sobre el estado de salud de Kimberly... La enfermera miraba compasivamente
León, quien asintiendo la observaba.
Si, el doctor me ha informado, respondía León mientras caminaba
cuidadosamente detrás de la enfermera hasta que esta se detuvo frente a una
pequeña cama hospitalaria. A un lado su hermana Rose dormía reclinada en
una silla, y ahí estaba su pequeña niña, con una venda en los ojos y muchos
catéteres para diferentes soluciones intravenosas.
León sintió el mundo abrirse a sus pies y ahogo un gemido. Rose escucho a su
hermano y aun aturdida se levantó para dirigirse a él y abrazarlo.
-¿Hace mucho que llegaste? Preguntó Rose preocupada.
No... No recién acabo de llegar, respondió León tratando inútilmente de
contener las lágrimas que ya fluían sin restricción.
Rose abrazó a su hermano, quien correspondió hundiendo su rostro en el
hombro de su hermana.
-Lo lamento tanto León... Yo fui al funeral de Claudett, sus padres se encargaron de todo. Han venido todos los días a verles. Pero tú y Kim estaban
sedados.

-Tengo tanto que agradecerles, tanto que explicarles, gimió León.
¿Qué haré ahora con Kim?...








Los gritos inundaban la hermosa mansión inglesa de estilo campestre, ahí se
encontraba una menuda niña pequeña de diez años. Con sus cabellitos
rubios y manitas regordetas, sus mejillas estaban rojas por el esfuerzo que
hacía debido al berrinche. Mientras la niñera se esforzaba inútilmente
por calmarla.
-Vamos Kim, trata de ayudarme hay que vestirte y tu padre vendrá muy pronto
para verte.
Yo no quiero que me vea, es más no puedo verlo, gritaba la niña, furiosa
lanzando pataletas.

-A ver Kim, no puedes continuar así, será mejor que nos ayudes para
terminar pronto, dijo Rose la tía de la niña con una voz firme.
Kim confiaba en su tía, así que de inmediato cambió su actitud, y accedió
dócilmente a cooperar.
-Mi papá me dejo de querer desde que mami murió dijo la niña con tristeza. El
cree que puedo hacer todo como si pudiera ver. Pero no puedo tía Rose. La niña hablaba con una voz tan afligida.

-Tu papá nunca dejó de amarte cariño, pero es difícil para él entender que ahora tiene una nena con capacidades especiales. Dijo la mujer mientras acariciaba la
cabecita de la menor.
-Mejor vistámoste, déjame peinar esa hermosa cabellera dorada y salgamos un
ratito.
La niñera ayudo a Rose a vestir a la pequeña, que un breve tiempo estaba
lista. Papá vendrá con Ariadna ¿verdad tía Rose? , preguntaba la niña con voz
ansiosa.
Sí Kim tu padre vendrá con ella, ¿no te agrada Ariadna?
La niña buscando con sus manitas el rostro de su tía le dijo, -ella no me gusta,
no es mala como la madrastra de blanca nieves, pero no es buena como la
mamá de la bella durmiente.
Rose rio ante esa graciosa comparación. -Eso ¿qué significa Kim?
La niña arrugo la pequeña naricita. -No me agrada, siento que es una mujer como una Barbie y yo odio las Barbies.
Rose estaba sorprendida de como esa pequeña niña de mirada perdida por causa de la falta de visibilidad pudiera captar "ese algo" en las personas que no era tan
evidente a simple vista.

Ariadna era una mujer muy bella, una hermosa
publicista refinada y delgada, con una rubia cabellera y sensuales labios, sus ojos verdes y rostro aniñado la hacían ver como un ángel. Pero era superficial, haciendo muy evidente que no contaba con ese sentimiento maternal. Sin embargo
se desvivía por León y este parecía corresponder.

-Vamos Kim no seas tan dura con tu padre. Además tu le agradas a ella, Rose trataba de sonar conciliadora.
La pequeña soltó un suspiro y bajo la cabecita. -A veces creó que yo debí irme
con mi mami.
A Rose se le llenaron los ojos de lágrimas y abrazando a la niña contra su pecho respondió, -Deja de decir tonterías, ya que yo estaría sólita aguantando a
tú feo papá.
La niña soltó una risita, -mi papi no es feo, más bien parece un ogro lindo, pero
no ha conocido a su amor verdadero.
Ambas rieron por esa comparación ,-ven te lavo la carita y deja que Beatriz te
termine de ayudar. Beatriz tomó a la niña y alisó el vestido para acomodar un
lazo.
Una hora después Rose y la pequeña Kim bajaban a saludar, Kim iba tomada
de la mano de su tía quien la dirigía de manera segura, la pequeña hizo un
ademán de desagrado al percibir el aroma dulzón que tanto le molestaba.
—¿Cuándo dejará de usar ese apestoso perfume? dijo la niña en un susurro a su
tía mientras avanzaban por las escalinatas.
—Haz silencio murmuró su tía con complicidad.
Ambas llegaron hasta donde estaba la pareja, Rose saludando a Ariadna con
un beso en ambas mejillas se volteo hasta su hermano para saludarlo, era muy evidente que la mujer no contaba con la dulzura de una mamá. Sin embargo se desvivía por León,acaparando su atención mientras evitaba de forma nada sutil el no tener contacto con la hija de este.
Rose saludando a Ariadna de igual manera, se acercó a su hermano para susurrarle, —una vez más obligas a Kim a tratar con ella.
Sonriendo de manera forzada León la separó.
—Sabes que es inminente mi boda con Ariadna, así que tiene que hacerse a la idea, dijo León mientras observaba a Kim quien saludaba con un débil hola a Ariadna, la niña a pesar de su mirada perdida reposaba intranquila y tensa.

—Hola Kim veo que esta vez fue fácil convencerte para acompañarnos a tu padre y a mí, Ariadna forzó una sonrisa.
La niña se sentía cohibida ante las palabras acusadoras de la mujer, afortunadamente Léon llegó para salvar el momento.
—Mi muñequita, te ves muy bonita.
Kim, escuchando la voz grave de su papá sonrió de manera tierna mientras respondía con algo de nerviosismo, —gra... gracias papá.
A León le dolía ver esa mirada perdida, imaginar que su hijita viviría entre sombras. Había intentado de todo para que su hija recupere la vista, pero sin
éxito alguno.
—Bueno pasemos a cenar que tengo una noticia que darles, anunció León a las
mujeres. Tanto Rose como Ariadna supieron que su mayor temor se hacía realidad.
Abrazando a Ariadna y acercándola a su oído para susurrarle... —Les daremos la noticia durante la cena, la mujer no pudiendo ocultar la emoción sonrió orgullosa y triunfal mientras su delgada mano con uñas bien cuidadas se aferraba a León.

Durante la velada platicaron sobre cosas sin importancia lo cuál no hacía nada para mejorar el ya viciado ambiente, hasta que servido el postre que Artur el mayordomo trajo; León tomó de la mano a Ariadna quien sonreía radiante, haciendo imposible no saber el tipo de noticia que se anunciaría.
—Bueno chicas quiero
aprovechar este momento para anunciar mi boda con Ariadna....
Un incómodo silencio reinó en la sala por unos segundos hasta que Kim en un estallido de furia estrelló en el piso de mármol su pequeño plato con el postre.

Levantándose abrupta y torpemente corrió chocando con varios objetos,
mientras León y Rose iban tras ella.
La chiquilla lloraba y gritaba —¡No puedes casarte con ella, ella no es el amor de
tu vida, ella no es!...
Gritaba la chiquilla con desasosiego, a la vez que enormes lágrimas resbalaban por sus mejillas.
León logró llegar hasta donde estaba la niña quien ya hacía en el suelo pues se
había tropezado.
—¡Por favor Kim trata de calmarte!, la voz impaciente de León era de un tono severo.
—Comprende que Ariadna y yo pronto nos casaremos, la vida no es como los cuentos de hadas, no soy un viejo rey en el castillo y yo quiero a Ariadna, suspiró fuerte y abrazó a la niña, acariciando el
cabello rogándole al oído que se calmara.
—Déjame la acompaño a su cuarto, interrumpió Rose a León, —ahora está muy
alterada.
Ayudando a la niña a levantarse se dirigieron escaleras arriba. La niña seguía
llorando desconsoladamente.
Ariadna algo confundida por pasar esa desagradable escena se levantó y abrazó a León por la espalda, —tranquilo amor sabíamos que podría reaccionar así, después de todo es una niña y si tenemos en cuenta su "situación."
León suspiró y mirándola con desaprobación, —¿Su "situación"? añadió León
arqueando la ceja y mirando a la hermosa mujer con ceño severo.
—Bu... Bueno León, dijo la mujer con ansiedad, es que tú y yo sabemos que la niña está demasiado consentida.

—¿Cómo se te ocurre decir eso?...León visiblemente molesto se pasó las manos entre los
cabellos castaños.

Ariadna rápido comprendió que su oportunidad de casarse con el guapo escritor se le podía escapar de las manos—León es momento de que tú y yo avancemos en esta relación y no vamos a
permitir que un berrinche de tu hija atrase nuestros planes. Dijo la mujer, como si del edicto de una reina se tratara.
La velada transcurrió en un silencio incómodo y tenso hasta que el chofer llevo a Ariadna a su
lujoso departamento.
León se había encerrado en su despacho, llevaba un cuarto de botella de
vodka. Era tarde para cuestionarse sobre su decisión. En eso estaba cuando un
golpe quedo lo hizo levantar la mirada...
Adelante, Era Rose su hermana que lo miraba con reproche.
Rose era una mujer esbelta, muy guapa, castaña de ojos azules y de un
temperamento afable pero muy firme.
—¿Cómo se te ha ocurrido darle la noticia de esa forma a Kim? Ella aún reciente
la pérdida de su madre y tú te empeñas en aparentar que nada sucede, dijo Rose, mientras se sentaba frente a su hermano.

—Ella no fue la única que salió lastimada Rose, esa noche todos perdimos algo. La voz de León sonaba dolida y molesta.

—Eres un gran pendejo León Brooks, tu perdiste a tu esposa, pero ella perdió a
su madre, y también la vista y te atreves a decir ¿qué tu perdiste más que ella?, Rose obstinadamente levantó la barbilla.

—Rose, dijo León mirando de forma penetrante a su hermana... —ahora ni siquiera estoy seguro de que casarme con Ariadna sea lo mejor, pero sé que es lo necesario, perdí a mi hija y además no soy un buen padre pues casi nunca hablo con esa niña.
¿Sabes por qué?... Porque me recuerda a su madre, la misma mirada, pero ahora vacía por la falta de visión, y eso me duele tanto.

Rose miraba a su hermano, parecía cansado y frustrado, la tristeza que siempre lo acompañaba y que tan bien el actor lograba esconder ahora se asomaba.
—León, tú no te has acercado a tu hija. Te distanciaste de ella y ahora esa niña es una extraña para ti. Ella no solo perdió a su madre y la vista, ese día
también te perdió a ti...

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