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Capítulo XXXVIII

Otro lunes más, otro día de escuela. Oficialmente ya se había terminado el tiempo oficial de luto y por tanto no tenía más excusas para no asistir a la escuela, aunque fuera lo que menos quería hacer ese día. Mis pocas ganas de no hacer nada y mi mala leche porque el despertador hubiera sonado tan pronto no iba a ser una buena mezcla el día de hoy. Puede que incluso me levantara en medio de la clase para darle un puñetazo a alguno de mis compañeros y que cerraran de una vez la boca, que más que esta parecía una ametralladora de palabras. Hoy no tenía mi mejor día. Sin lugar a duda mi antigua actitud, de la que parecía que no me había despegado del todo como suponía, había vuelto. Y hoy iba a arrasar con todo lo que se pusiera por medio. Me puse el uniforme sin molestarme en atar la cortaba, no tenía ganas de ir pulcramente vestida. Sinceramente, me daba todo igual.

Salí de la habitación directa al baño, ni siquiera me di cuenta de si Mike estaba rondando por el salón o haciendo el desayuno en la cocina. Todo lo que había a mi alrededor era como bruma, me era difícil concentrarme en lo que me rodeaba si no le prestaba suficiente atención. Me lavé la cara y los dientes. Me miré fijamente en el espejo, hacía tiempo que ya no me reconocía mí misma pero, durante varios minutos, después de finalizar nuestra última presentación en el festival de primavera, creí haber encontrado a aquella niña alegre, risueña y soñadora que solía ser hasta los dieciséis años. Me gustaría poder reencontrarme con esa yo y dejarla salir de nuevo, volver a disfrutar de la vida y dejar de vivir temiendo que mis demonios me devoraran hasta que no quedase nada de mí y ni siquiera pueda volver a levantarme. No hay peor miedo que temer a la oscuridad y la soledad.

Salí del baño encontrándome a Mike sentado en la mesa con varios platos sobre esta. Me estaba mirando fijamente como si tratara de intuir mi estado de ánimo, a estas alturas ya debía saber que esa Sun que había llegado a ver durante el final del festival había desaparecido remplazada por la que él ya conocía. Me senté en la mesa sin decir una palabra. Recordé los primeros días en que empecé a vivir con Mike, nuestra relación había empezado basándose en malas palabras, comentarios cortantes y silencios que podrías cortar incluso con un dedo. Comimos nuestro desayuno en silencio. Tampoco habíamos hablado de lo que pasó en su camerino ni en cómo nos sentíamos y le agradecía por ello porque ahora mismo no sabía dónde habían quedado encerrados todos mis sentimientos. Era como si toda aquella alegría, agradecimiento y cariño hubieran sido sepultados en algún lugar dentro de mí y todo lo que quedaba ahora era tristeza, frustración y algo parecido a estar cabreada con todo el mundo sin que me hubieran hecho algo personalmente.

—Gracias por hacer el desayuno —después de pasar casi todo el fin de semana encerrada en mi habitación eran las primeras palabras que salían de mi boca.

Aunque salía de mi habitación para comer casi siempre era a horas en las que él se encontraba en su habitación, en el lavabo, había salido a hacer la compra o había ido a la empresa por petición de su agente como me avisaba a través de mi puerta antes de irse. Debió de haberse rendido a la hora de recibir una respuesta por mi parte como un "de acuerdo" o "que te vaya bien", porque después de decirlo escuchaba sus pasos alejarse y después se oía el sonido de la puerta al cerrarse. Entonces aprovechaba y salía en dirección a la cocina o al baño, no es que estuviera tratando de evitarlo porque si se lo pedía sabía que no me molestaría en todo el día, tan solo no me veía con fuerzas de enfrentarme a él, a sus ojos azules y sentir de nuevo todo aquello que me abrumó y me transportó a otro lugar cuando sus labios se unieron con los míos. Sentía que lo primordial era seguir guardándole el luto a mi madre y no darme el gusto de, después de enterrar sus restos, ir besándome o empezar a salir con Mike.

Cuando Mike acabó de lavar nuestros platos, cogimos nuestras mochilas y salimos de casa encontrándonos con Minho y Khalan en la calle. Automáticamente Minho vino a mi lado flanqueándome por el lado izquierdo mientras Mike quedaba en el derecho y a su lado Khalan. Nuestro grupito despertaba la curiosidad de todo el que nos veía. Una mujer rodeada de tres chicos de los cuales no podías apartar la mirada. Mike llamaba la atención con su pelo rojo y sus ojos azules nada comunes en nuestro país, además de resaltar que al menos la un cuarto de la población del planeta lo conocía por su canal en YouTube. Khalan no se quedaba atrás, era alto, de complexión atlética y podía hacer que se te saltara un ojo con su blanca sonrisa, y que fuera todo el día junto a Mike solo incrementaba su popularidad. Y mi primo, Minho, ya era conocido en todo el instituto, formaba parte del circulo popular y, por lo tanto, al estar junto a él, nos incluía a nosotros también, lo cual era un dolor de cabeza para mí. Aunque fuera su prima debía admitir que Minho seguía siendo uno de los chicos más guapos de nuestro colegio. No me importaba lo que la gente nombraba como "rankings de belleza", cada uno debía apreciar su propia belleza y no dejar que la gente te criticara por tonterías como "tienes la nariz torcida", "no tienes doble parpada" o "te sobran unos kilos de encima". La gente estaba tan obsesionada con la belleza que, aunque se estuvieran quedando en los huesos, querían seguir adelgazando sin parar, aunque solo pesaran cuarenta y cinco kilos. Eso no era belleza ni querer estar delgado para cuidarse, eso era estar muriéndose por unas ideas enfermizas que nos metían en la cabeza sobre que, cuanto más delgado estés, más perfecto serás. Y siento si esto le duele a algunas personas, pero no por ser más delgado y bonito se es más feliz. La felicidad no viene ligada a cuanto mides y pesas sino a cuanto eres capaz de aceptarte conforme eres y, si es el caso, cambiar porque queremos ser mejores no por hacer felices a otras personas.

Llegamos al instituto bajo la atenta mirada de todos. La mayoría se debía preguntar que habíamos estado haciendo Mike y yo los últimos días porque no habíamos puesto un pie en el recinto desde el festival. Los profesores estaban avisados de lo que había ocurrido pero el resto de los estudiantes, a los cuales ya les había llegado el rumor de que Mike y yo vivíamos juntos, nos miraban tratando de descifrar el motivo de nuestra ausencia.

Cuando entramos en el edificio, tuve que excavar en mi mente para recordar cuál era el numero de la taquilla de mis zapatos. Cuando localicé la taquilla 165 cambié mis zapatos y me reuní con el resto para irnos cada uno a nuestras clases. En la segunda planta nos despedimos de Minho que tenía lenguaje musical y nosotros nos dirigimos a la tercera planta del primer edificio para ir a nuestra clase de matemáticas.

Las primeras tres horas de clase pasaron muy lentas, tampoco se podría decir que yo estaba prestando especial atención pues en cuanto me descuidaba estaba mirando por la ventana a nada en particular. Todavía me sorprendía que ya estuviéramos a principios de mayo, aunque el clima en nuestro país tampoco solía variar mucho de abril a septiembre. Cerraba los ojos y todavía veía que era marzo, pero si los abría asumía que habían pasado ya tres meses desde que Mike había llegado a mi vida, a mi casa, y todo había empezado a cambiar. El susodicho estaba delante de mí junto a Khalan tomando notas de lo que decía el profesor, aunque mucha gente piense que los artistas por ser famosos ya tenían el futuro arreglado Mike demostraba que no era como la gente pensaba. Había perdido a sus padres cuando quiso perseguir su sueño y vivir haciendo música y, a pesar de lo que la gente dijera, él se esforzaba en todas y cada una de las clases y materias de la escuela. Durante estos tres meses no lo había visto faltar ni un solo día a clases, restando el primer día en el que ni él ni Khalan acudieron, si no era porque se quedaba en casa para cuidarme cuando estuve enferma o no me encontraba en condiciones humanas de ir a clases. Creo que de entre todas las personas presentes era quien más trataba de cosechar un futuro brillante.

Antes de que me diera cuenta ya estábamos saliendo de clase de lengua para ir a lenguaje musical. No habíamos vuelto a ver a la profesora desde de disculparnos en el festival con ella, después de recibir la llamada, y salir corriendo del lugar (aunque más bien Mike corría y me arrastraba a mí con él porque yo no sabía ni como coordinar mis pies para que fueran de frente). Ocupamos nuestros lugares en la clase, como si estos ya fueran nuestros por derecho. Nadie se sentaba cerca de nosotros, ni trataba de sentarse en ellos. Me abrumaba pensar que esto era debido a la fama de Mike y que todos pensaran que era como un Dios inalcanzable. Por favor, no era más que una persona corriente que también lloraba, se sentía triste y se reía como si se estuviera quedando sin aire cuando le soltaba alguno de mis comentarios ocurrentes. Me quedé anonadada al ver cuanto conocía a Mike, creía conocerlo incluso más que a mí misma y eso no sabía si era malo o bueno.

La profesora Im hizo acto de presencia sacándome de mis pensamientos. Paseó su mirada por todos los alumnos y cuando nos vio a Mike y a mi pareció sonreír con una mezcla de orgullo, cariño y comprensión.

—Me alegra volver a ver que estamos todos en clase —no lo dijo para mal, de verdad parecía que se alegraba de tenernos a todos en su clase—. Se que ya os lo he dicho varias veces, pero estoy muy orgullosa de lo que hicisteis en el festival, todos estuvisteis excelente en el escenario. Demostrasteis para lo que valéis y lucisteis vuestras voces y talentos. Me gustaría daros la enhorabuena a todos, podéis llegar a ser muy buenos músicos y cantantes —todas las canciones que habían ido presentando en el festival estaban borrosas en mi memoria, lo único que podía recordar con claridad era perderme en nuestra canción junto a Mike y luego sentir sus labios sobre los míos—. También sé qué hace nada de ello, pero esta clase consiste en componer canciones y transmitírnoslas... Así que os voy a mandar vuestra próxima tarea. Esta vez sí os daré un tema para explotarlo. Debéis componer una canción sobe algo que os gustaría deciros a vosotros mismos, algo que queráis hacer y no habéis encontrado ocasión. Por ejemplo —empezó a caminar por todos lados haciendo que siguiéramos con nuestras miradas todos sus pasos—, os gustaría decirle a alguien que lo queréis pues podéis aprovechar esta canción y mostrarle vuestros sentimientos. Pero, por favor, que nadie haga eso aquí, no queremos ninguna escena de amor en esta clase.

Capté la disimulada mirada de la profesora mientras el resto de mis compañeros se reían disimuladamente. ¿Se había referido a aquel abrazo que le di a Mike cuando me emocioné por nuestra nota en la canción? ¿O de casualidad nos había visto a Mike a mi besarnos el día del festival? Pero eso era imposible, recuerdo que la puerta del camerino estaba cerrada así que a no ser que nuestra profesora tuviera visión láser era imposible que hubiera visto nada.

Después de decirnos aquella la profesora nos dejó el resto de la clase para hablar con nuestro compañero sobre la canción. Khalan desapareció de nuestro lado y se fue junto a su compañero. Mike, por el contrario, no me dijo nada y yo no hice el amago de hablar tampoco. Estaba ocupado escribiendo algo en su libreta y yo me concentré en la mía tratando de exprimir alguna idea o frase de mi cabeza. En ocasiones las letras fluían solas de mí y parecía que mi mano las escribía por cuenta propia, pero en esta ocasión, con un tema del cuál hablar, no se me ocurría nada. ¿Qué quería decirme a mí misma? Era una buena pregunta.

Al final, sonó el timbre, anunciando la hora de almorzar. Mike y yo no habíamos dicho ni palabra lo que hizo que varios de nuestros compañeros se giraran a mirarnos como si estuvieran descifrando si nos estábamos comunicando mentalmente. Lamentaba decepcionarlos, pero que yo supiera la raza humana todavía no era capaz de hacer eso. Todos, incluida la profesora, salieron veloces de la clase. Mike parecía dudar si esperarme o salir con Khalan, le hice un gesto con la cabeza para que se adelantara con su amigo. Quería estar un rato a solas y sacar al menos una o dos frases para la canción que debíamos presentar el miércoles de la siguiente semana. Recogí todas mis cosas menos mi libreta de partituras y un bolígrafo. Con ellos en las manos me subí al escenario y me acerqué al piano. No sabía tocar demasiado el piano, solo unas notas sueltas, pero en esos momentos me gustaría haberlo aprendido a tocar cuando era pequeña para poder tratar de sacar alguna melodía.

Toqué algunas de las blancas teclas haciendo que sonaran notas al azar. Entre nota y nota, acabé pensando en mi madre. A ella le encantaba tocar todo tipo de instrumentos. Cuando era pequeña, siempre que veíamos a alguien en la calle tocando algún instrumento, me confesaba en un susurro las ganas que tenía de pedírselo prestado y tocar ella algo. Dejé que el sonido de las teclas se fuera disolviendo en el aire y abrí la libreta por las últimas páginas. Sabía que estaría allí porque yo misma la había metido para llevarla siempre conmigo. La partitura de mamá doblada. La coloqué en el atril del piano revisando todas las notas, no podría tocar toda la canción ni aunque lo intentara. Se necesitaban años de experiencia para tocar toda una pieza musical sin equivocarse en ninguna nota y yo no quería destrozar musicalmente algo que mamá me había regalado.

Empecé a cantar cada palabra escrita en el papel mientras tocaba las notas que si sabía. Cualquiera que lo escuchara diría que solo estaba jugando con el piano, pero no podía hacer otra cosa. Si solo supiera tocar cada nota...El chirriar de la puerta llamó mi atención. Mike estaba parado en ella mirándome como si supiera que en cuanto todos se hubieran ido esto era exactamente lo que iba a hacer. Avanzó hasta mi con precaución, viendo si quería que se acercara o no. Sin decir nada se sentó conmigo en el piano. No me miró a mí, sino a la partitura que reposaba en el piano. No estaba segura si quería que viera lo que mi madre había escrito para mí, pero a la vez sabía que él era una de las personas con quien quería compartirlo. Tenía una mezcla de sentimientos en el corazón que hacía que se me nublara la mente.

Mike atrapó mis dedos entre sus manos. Los colocó como si estos formaran parte de su mano también y guió mis dedos por las teclas del piano. Miraba constantemente la partitura para que nuestras manos tocaran las notas correctas, nunca había pensado que podría tocar el piano de esta forma. Era extraño, no era yo la que tocaba al cien por ciento la melodía, pero, a la vez, era yo quien la tocaba. Volví a repasar la letra de arriba a abajo cuando acabamos la canción y le pedí a Mike que volviéramos a tocarla. Necesitaba cantar, sentir en mi garganta y palpar en mi boca, cada palabra que mamá había escrito para mí.

—Perdona que entre sin llamar, no es esta la hora y menos el lugar. Tenía que contarte que en el cielo no se está tan mal —las primeras palabras ya se habían clavado hondo en mi pecho—. Mañana ni te acordaras, tan solo fue un sueño te repetirás y en forma de respuesta pasara una estrella fugaz. Y cuando me marche estará mi vida en la tierra en paz —desde luego que no lo estaba, había dejado un gran vacío dentro de mi—. Yo solo quería despedirme, darte un beso y verte una vez más.

Mi voz se empezó a romper y Mike debió darse cuenta porque ralentizó el ritmo de la canción para que pudiera recomponerme y seguir cantando, pero negué con la cabeza. Quería cantar la canción de mi madre tal y como la había escrito, aunque mi voz se rompiera o evaporara en el transcurso de ella. 

—Promete que serás feliz, te ponías tan guapa al reír, y así, solo así, quiero recordarte —mamá. Cuanto lamentaba que lo último que hubiera visto de su hija fuera esa faceta oscura y sin sentimientos que ya no reía ni era todo lo feliz que le gustaría volver a serlo—. Así, como antes, así, adelante. Así, vida mía mejor será así. Ahora debes descansar, deja que te arrope como años atrás. ¿Recuerdas cuando entonces te cantaba antes de ir a acostar? —¿cómo podría olvidar su dulce voz retumbando en mis oídos mientras caía profundamente dormida? Me habría encantado grabar aquella canción que me cantaba para poder volver a escucharla de nuevo antes de ir a dormir—. Tan solo me dejan venir dentro de tus sueños para verte a ti y es que aquella triste noche no te di ni un adiós al partir —ojalá hubiera sido de noche porque aquella tarde pensaba ir a visitarla y contarle todo lo que había ocurrido, incluso podría haberle presentado a Mike, pero el cáncer me ganó la carrera y no dejó ni darle un último beso antes de que se la llevara.

Volví a cantar el estribillo ahogándome con las lágrimas que ya recorrían mis mejillas. A pesar de que Mike seguía la partitura no dejaba de mirarme cada vez que podía. ¿Qué imagen tan lamentable estaría viendo? Una chica rota, con las lágrimas pintándole las mejillas y los ojos rojos que cantaba rogándole a su madre que volviera con ella.

—Promete que serás feliz, te ponías tan guapa al reír, y así, sólo así, quiero recordarte. Así, como antes, así, adelante. Así, vida mía. Ahora te toca a ti, sólo a ti, seguir nuestro viaje —nuestro viaje, nuestro futuro. Ya no había ningún nuestro, ahora solo era mío por más que quisiera que no fuera así—. Se está haciendo tarde, tendré que marcharme. En unos segundos vas a despertar...

Quería despertar de esta pesadilla, quería volver cuatro años atrás y cambiar todo lo que ocurrió. Detener a mi padre antes de que se fuera, soplar las velas de mi decimosexto cumpleaños... Pero no había nada que pudiera hacer ya, no se podía cambiar nuestro pasado, pero podíamos cambiar nuestro presente y, a la vez, alterar nuestro futuro. Y mi presente me decía que estaba llorando a moco tendido frente al chico que hacía que mi corazón se acelerara con tan solo una sonrisa. Los último cuatro años habían sido oscuros y deprimentes, pero gracias a Mike todo se había vuelto más ligero y fácil de soportar. 

—Gracias... por todo lo que has hecho por mi hasta ahora —me acerqué a él y hundí mi cara, con los ojos cerrados, en su pecho. No tardó demasiado en reaccionar pues en un segundo mi cuerpo estaba siendo envuelto por sus grandes brazos haciendo que me sintiera protegida, como siempre me ocurría. Su olor me transportaba a un lugar que me tranquilizaba y me hacía sentirme como si estuviera en casa. 

Abrí los ojos al darme cuenta de esto último. Mike había sido tan solo mi compañero de piso hacía tres meses, pero gracias a él, y a su constante presencia a mi alrededor dejé de esconderme, había vuelto a mostrarme al mundo y había empezado a recordar todo aquello que creía olvidado. Mi casa había pasado a ser suya también y, por tanto, nuestra. Habíamos sido un conjunto mucho antes de haberme dado cuenta. Minho había pasado de ser solo mi primo a convertirse en su amigo y Khalan había dejado de ser solo su amigo para ser nuestro. Mi mundo había empezado a involucrar a Mike sin que yo fuera consciente de ello, y eso me hizo pensar que los brazos de Mike se habían convertido en mi nuevo hogar, no porque yo lo hubiera estado buscando sino porque me había ayudado a volver a vivir y, aquello que nos hace vivir, que nos hace ser más humanos, es lo que debemos conservar. Y yo quería conservar sus abrazos, sus miradas, sus sonrisas, todo él. Quería conservarlo en mi vida y que él fuera parte de esta.

Envolví mis brazos alrededor de su cintura apoyando mi oreja en su pecho, su corazón latía incluso más rápido que el mío cuando lo tenía a él cerca. Las lágrimas volvieron a brotar, pero esta vez se mezcló la tristeza con algo que hacía tiempo que no sentía, felicidad. Él me devolvía la felicidad, él era mi felicidad y acababa de darme cuenta de ello.

—Gracias —le volví a decir. Mike no dijo nada, simplemente hundió su cara en mi pelo dejando un beso en él.


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