Capítulo VII
Baek Mike
Mierda. Mierda. Mierda. La mano me dolía como los mil demonios. Maldito Khalan. No podía estarse quietecito un día sin meterse en algún jaleo. Tenía que ir a enfrentarse a aquellos tipos que se metieron con su hermana y encima me había llamado a mi para que le salvara el culo después de ver que él solo no podía con ellos. Les había partido la cara a tres tipos y creía que había perdido la mano de lo que me dolía. Luego me había tocado salir corriendo de allí al reconocer a uno de los paparazzis que siempre estaba detrás de mi. Al llegar al piso ni siquiera sabía que me había reventado los nudillos hasta que ella lo notó. Pensaba que el dolor solo era pasajero.
Ella. Hee Sun. ¿Cómo podía no saber quien era? Nueve millones de seguidores en Youtube y no sabía quien era. Era de locos. Pero en cierta manera era una alivio no tener que escucharla chillar como al resto de crías en la escuela.
Eran las tres de la mañana y yo todavía estaba dando vueltas en la cama. Los gritos de Sun me habían despertado y ya no había podido volver a dormir. Era una chica extraña. No solo no sabía quien era sino que tenía el descaro de contestarme de malas maneras. Se alejaba de todos y solo la había visto con un chico en todo el día. Bueno, no sería un problema si solo se mantenía apartada de mi.
Al final no se en que momento me quedé dormido pero la alarma no paraba de sonar cuando conseguí abrir los ojos. Eran las siete de la mañana y yo no quería levantarme de la cama. Sentía la mano hinchada e ir a esa academia era lo que menos me apetecía hoy. Pero tenía que ir. Le di un golpe al despertador con la mano buena y este se cayó al suelo apagándose por completo.
—Mierda —lo recogí del suelo y lo dejé encima del escritorio, dónde todavía seguían las dos cajas que había traído, para intentar arreglarlo cuando volviera de la escuela.
Esas dos cajas eran lo único que llevaba en el coche de mis padres cuando todo pasó. Cuando casi morí. Y mi estómago me lo recuerda cada día. Recordar el accidente todavía hacía que me doliera la cicatriz. La única cicatriz que me recordaba que estaba solo en una capital donde mucha gente me conocía pero donde yo no conocía a nadie salvo a Khalan y a mi manager.
Me puse el uniforme sin atar la corbata y dejando los tres primeros botones de la camisa sin abotonar. Cogí la mochila y salí de mi habitación. El piso olía a café recién hecho y creo que nada me apetecía más que tomarme una buena taza bien cargada de ese líquido amargo.
Me acerqué arrastrando los pies hasta la cocina y vi a Sun cocinando con su uniforme ya puesto y sin ninguna arruga en este, mientras que mis pantalones era un nido de ellas. Estaba preparando huevos y bacon y a mi me rugió el estómago en respuesta al exquisito aroma que impregnaba el aire. Sun se percató de que mi estómago pedía comida y se dio la vuelta para mirarme. Su cara estaba pálida y había unas ligeras ojeras debajo de sus grandes ojos negros. No la había vuelto a oír gritar en toda la noche pero parecía que no había dormido mucho.
Se sirvió la comida en un plato y con la otra mano cogió una taza de café y se fue a la mesa sin decirme nada.
—¿No hay huevos y bacon para mí? —le pregunté mientras la seguía con la mirada en todos los movimientos que hacía.
—No. Si quieres huevos y bacon te los haces tu solito. Da gracias que por lo menos te he dejado café.
Se puso a comer sin prestarme el más mínimo indice de atención. ¿Era enserio? ¿Sólo se había preparado el desayuno para ella sola? ¿Me estaba vacilando o en serio no me conocía? Me hice el desayuno con lo que había en la nevera y me serví una taza de café. Me senté enfrente de ella. Ni siquiera levantó la vista de su teléfono para mirarme una sola vez. Estaba hablando con alguien que tampoco la ponía de muy buen humor por la fuerza que empleaba en pulsar las teclas al escribir.
Al final dejó el teléfono con fuerza encima de la mesa y entonces se dignó a mirarme.
—Tendremos que repartirnos las tareas y los gastos de la casa de alguna manera —eso llamó mi atención y la miré con la taza de café a mitad camino hacia mi boca—. ¿No esperaras que lo pagué yo todo cuando tu también vives aquí no?
El dinero no suponía ningún problema cuando tus canciones circulaban por todo Internet y cada vídeo tenía mas de quince millones de visitas.
—De acuerdo —fue todo lo que le dije y ella se levantó de la mesa para meterse en su habitación.
Cuando llegué a Seul y ocurrió el accidente, mi manager decidió ocuparse de mi hasta que me recuperara por completo. Y cuando eso pasó decidió que lo mejor sería que viviera por mi cuenta, que me mezclara entre la gente y que fuera uno más de ellos. Pero eso era prácticamente imposible de cumplir cuando iba solo por la calle y a cada cinco pasos que daba alguien me reconocía y me pedía fotos y autógrafos. Por no hablar de los paparazzis que no dejaban de rondar a mi alrededor día y noche. Por suerte aún no habían descubierto donde estaba viviendo y me habían dejado un poco en paz. Aunque sabía que esta paz no iba a durar eternamente. Tarde o temprano se enterarían.
Al igual que se enteraron las noticias de mi accidente y mi posterior operación y las noticias no tardaron en difundirse por las redes sociales y convertirse en virales. Incluso hoy todavía había alguien que me daba sus condolencias y yo solo les sonreía para no largarme corriendo a casa, encerrarme y llorar cantando una de mis canciones. La muerte de mis padres no fue nada fácil y su perdida todavía seguía palpable dentro de mi.
El teléfono de Sun sonó sacándome de mis propios pensamientos. Cuando la canción de tono acabó de sonar, y ella no había salido de su cuarto ni siquiera para saber quien la llamaba, el timbre sonó. No esperé a que ella saliera para abrir la puerta. Se suponía que aquella también era ahora mi casa y por lo tanto tenía derecho a abrir yo mismo la puerta.
Cuando abrí había un chico con el mismo uniforme que yo (salvo por el color de la corbata), con el móvil en la mano y con cara de exasperado. Me sonaba haberlo visto el día anterior.
—Ya era ho... —se calló al ver que no era con quien él quería hablar— ¿Sun? —le abrí la puerta del todo y lo invité a entrar.
Al verlo de cerca recordé que era el chico con el que ella había estado en la cafetería el día anterior y que no había dejado de mirar hacia donde estábamos sentados Khalan y yo. Pasamos juntos al comedor y yo recogí mis platos. Cuando volví a la sala Sun ya había salido de su habitación y estaba hablando efusivamente con el chico. Me quedé mirándolos fijamente y entonces Sun me miró.
—Minho, mi compañero de piso Mike —nos presentó—. Mike, mi primo Minho —el chico me ofreció la mano en un saludo cordial y yo le estreché la mano.
—Bueno Sun, será mejor que nos vayamos ya o llegaremos tarde.
Ella asintió y fue a coger su mochila. Volvió con su primo y se encaminaron a la entrada de la casa. Entonces al notar que no les seguía Sun me miró.
—¿Vienes? —asentí. Cogí la mochila y guardé las llaves en mis pantalones.
No conocía a nadie en esta ciudad a parte de Khalan y no había vuelto a hablar con él desde la noche anterior, pero supuse que me estaría esperando en la escuela listo para contarme como había tenido la situación controlada anoche hasta que yo llegué. Le encantaba hacerse el machito aún cuando me había llamado llorando para que fuera a ayudarle. Solo a él se le ocurría meterse en una pelea solo contra tres tipos que le doblaban en tamaño. Solo esperaba que aquel paparazzi no me hubiera reconocido aún llevando la capucha de la chaqueta puesta.
En el camino a la escuela Minho no dejaba de hablar con Sun, pero ella no parecía estar por la conversación. Le contestaba con monosílabos y tenía la mirada perdida en algún lugar enfrente de ella. Al parecer era su carácter habitual. Incluso con su primo era tan cortante y directa al hablar. Sus movimientos eran algo torpes y se le notaba por la posición de su espalda que algo le pasaba. Algo ocultaba y yo no sabía si estaba dispuesto a saber que era.
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