Alas
—Izuku.
No era normal que sea llamado en media madrugada.
—Abre, por favor.
No sabía si era sueño o una alucinación a medio despertar, pero la voz que le llamaba la conocía perfectamente.
—Ni en mis sueños puedo dejar de pensarte. —Susurró para sí mismo. Sacudió la cabeza, mientras se daba un par de palmadas en las mejillas. Ya mañana pensaría en ello.
—Izuku.
Abrió de nuevo los ojos ante la oscuridad que habitaba en su cuarto. La noche era símbolo de silencio y tranquilidad, más si estudiabas en la UA, pero, todo ese simbolismo se iría al tacho de basura debido a la voz rebosante de dolor y angustia de la persona que más quería, por lo menos en la academia.
Se levantó con apuro, ni siquiera se puso sus zapatos, se dirigió a la puerta y la abrió. No era un sueño o producto de su imaginación, Yui estaba afuera de su cuarto con los ojos un poco hinchados, signo de que había llorado por un buen tiempo. Esta, al verlo, se abalanzó contra él, abrazándolo, aunque al instante lo soltaría por el dolor repentino.
—Yui... —Agarró su mejilla con delicadeza.
—Ayúdame.
Izuku optó por jalarla hacia dentro de su habitación. Ni siquiera volteó a ver a los costados del pasillo para fijarse si había alguien que los mirase o si alguna cámara haya captado la presencia de la fémina. Él la conocía bien y agradeció al cielo la habilidad casi inhumana de pasar desapercibida sin quererlo que solo Yui podía tener.
—¿Qué pasó? —La inspeccionó de pies a cabeza sin encontrar nada fuera de lo normal. Quizás había tenido una pelea con su familia o amigos, quizá algún regaño o Vlad-sensei había conocido de la existencia de los tatuajes. Cualquiera que sea el problema, no dudaría en ayudarla.
—Esto. —Su sonrojo resaltaba por la luz de la luna, aunque no era evidente, Izuku pudo disfrutar una nueva faceta suya.
—¿Qué cosa? —No prestó atención por fijarse en su rostro.
—Me duele mucho. —Empezó a desabrochar los botones de la camisa que usaba para dormir.
—¿Ah?
Si dijera que esta sería la primera vez que veía a Yui con poca ropa, de seguro Michiko y Hideo se reirían hasta morir asfixiados. Izuku era espectador en primera fila cada vez que la pelinegra se quitaba la blusa o parte de ella cuando iban a tatuarse. Vio el abdomen definido y la espalda blanca de Yui decenas de veces, incluso, no hace mucho, ella corrió sin nada que le cubriera el pecho hacia él en aquel día donde Aizawa había descubierto su tatuaje de cinco puntos.
Ya tendría que estar acostumbrado al cuerpo de su amiga, pero, lo que estaba presenciando recaía en lo onírico.
—¡¿Qué haces?! —Contuvo el grito como pudo.
Fue hacia ella y empezó a abotonar la blusa a costa de la mirada molesta de Yui.
—Idiota. —Se alejó con un rostro que demostraba molestia.
—¿Estás bien? —Volvió a preguntar, pero esta vez más consciente de lo que pasaba.
—No. —Respondió con simpleza—. Duele. —Señaló su pecho derecho descubierto, el cual, una ala estaba pintada en él.
—Entiendo.
Raudamente, Izuku fue a sus cajones del escritorio. Buscaba un frasco es específico que ocultó de la vista de todos para no tener problemas. Solo Yui sabía que cosa era, ni siquiera Uraraka quién compartía el secreto con ellos.
—Aquí está. —Sacó la pomada y caminó hacia ella—. Toma, Yui. —Tomó su mano y puso el objeto en ella—. Es muy noche, te acompañaré hacia tu cuarto.
Estaba dispuesto a enfrentar los regaños de Aizawa, ya que, la situación lo ameritaba. Aunque, Yui tenía otros planes.
—Tú. —Le devolvió el frasco.
—¿Qué?
—Vamos a tu cama. —Agarró la mano del pecoso.
Si bien le dolía en primera instancia, un pensamiento alcanzó su mente cuando vio a Izuku abrirle la puerta. Algo dentro de su cuerpo despertó de repente. No era la primera vez que los dos se quedaban solos en esa habitación, incluso, había dormido ahí, en la cama, un par de veces por la tarde, pero, esta vez quería llegar un poco más lejos.
O eso es lo que pensaba hasta que Izuku se posicionó atrás de ella sobrea cama. Sentados y pegados, demasiado.
—¿E-Estás segura de que quieres que lo haga? —El chico, por más bueno que sea, era un adolescente con las hormonas a mil.
Había momentos donde su amiga le llamaba la atención de una forma para nada inocente. Tenía sus momentos de hombre con mucha testosterona. Hubo un par de veces donde estuvo a punto de besarla y hacer de todo en la cama, cuando Yui usó un short apretado y una blusa sin mangas. Por eso prefería el invierno, ella usaría ropa más larga, haciendo que esas sensaciones se fueran, aunque no del todo.
—Sí. —La oscuridad tapaba su cara enrojecida.
Izuku llevó sus manos a los pechos de Yui.
—Solo es la parte derecha. —Yui procedió a corregir, cosa que sorprendió a Izuku y sacó su mano de ahí al instante, pero, fue detenido por la misma—. No dije que pares.
Él no era tonto para no darse cuenta de las intenciones, casi, ocultas. Si seguía así, la situación se descontrolaría.
—Mírame. —Volvió a sacar de sus pensamientos a Izuku. Este la miró a los ojos y supo entender que es lo que ella quería, que complementaba lo que él deseaba—. N-No te limites.
Y con una gran respiración, que fue lo único que se escuchó en la habitación por lo menos en un minuto, Izuku procedió a ser dominado por su instinto.
—No viniste solo por la crema, ¿no? —Seguía masajeando los pechos de Yui, mientras besaba y mordía el cuello de la misma.
Ella podía ser muy callada, pero a la hora de gemir, soltaba pequeños gritos que encendían más y más al pecoso.
—¿Nos detenemos? —Izuku preguntó. Pero la verdad era otra: empezó a quitarse el polo y parte de su short.
—T-Te mataré si lo haces. —Concisa y habladora, bueno, más de lo normal. Así se portaba Yui cuando la calentura se salía de control.
Izuku, con movimientos hábiles, invadió la zona inferior de la chica, generando que la misma se contrajera en su lugar, estirase sus piernas y cuello. Daban bocanadas de aire, buscando los labios del otro.
—¿Te h-he dicho q-que los tatuajes te hacen ver más candente? —El intento de piropo de Izuku hizo que surja una pequeña risa en el lugar. Yui sonrió sin igual, le gustaba Izuku, no había duda y la prueba es que aceptaría que el hiciera lo que quiera con su cuerpo durante toda la noche.
—Y tú eres más grande de lo que aparentas. —Sintió cómo algo caliente y duro se pegaba contra su espalda. No era tonta para no saber que era.
—¿Pe-Perdón? —Izuku se avergonzó.
Yui volteó a verlo, ya con el cuerpo totalmente desnudo.
—Idiota. —Y procedió a besarlo una vez más.
Podría ser una noche de invierno, pero, en la cama, ambos estaban calientes. Las sábanas blancas adoptaron diferentes colores, quedando como prueba de que ambos se entregaron al otro sin alguna objeción. Incluso, los gritos ahogados y como repetían sus nombres sin temor de ser encontrados en esa situación tan compremetedora.
Cuando llegó la mañana, el silencio hablaba por sí solo. Emociones, sentimientos, sensaciones que eran transmitidas por tan solo una mirada.
Lo primero que hizo Yui al despertar fue acercarse más a Izuku, quien ya estaba despierto mucho antes. Los dos comenzaron a abrazarse, sin querer soltarse. La noche había sido larga y llevaron los mimos y cariños hasta la mañana. Incluso, Yui no le importaba dejar algunas marcas moradas en el cuello de su amado. Por su lado, Izuku comparaba sus tatuajes con los de ella, encontrando la diferencia de tamaño y algunas variaciones de color, pero, le gustaba lo que veía.
—¿Qué somos? —La pelinegra preguntó de repente, volteando a verlo.
Izuku iba a contestar de inmediato, aunque, todavía había duda en el corazón del joven. Una cadena que faltaba por romper, que lo ataba a estancarse para que no diera ese paso que tanto necesitaba.
—Yo... —Izuku apretó la mandíbula en señal de resignación.
Aún no podía decir que la amaba completamente, pero, que ella sea una de las personas más importantes de su vida era un hecho innegable. Así que, ante esto, esperaría un poco más, no forzar más las cosas y dejar que todo fluya.
—Debo irme. —Yui interrumpió el mar de pensamientos que Izuku tenía.
—E-Está bien. —Sonrió.
Yui no le importó esto. Se levantó desnuda ante la mirada de Izuku, quien abrió los ojos hasta más no poder. Dio algunos pasos y se agachó, levantando la ropa con la que llegó a la habitación. Izuku, por su lado, se preguntaba si Yui se tomaría mal si él la asaltara y la llevara de nuevo a la cama a pesar de no haber respondido a su pregunta anterior.
Recapacitó al instante, sintiéndose mal consigo mismo, creyendo ser de lo peor que hay. Pero, dentro de su catarsis, pensamientos que iban en contra de su moral aumentaban por cada paso que Yui daba. Y como no evitar tener pensamientos lujuriosos si ella poseía un trasero redondo que lo hipnotizaba cada vez que rebotaba, además de combinar a la perfección con los tatuajes que la envolvían en todo su lado derecho.
—Oh, espera. —Sacudió la cabeza, debía dejar de pensar en eso. Agarró el pantalón corto que estaba en el suelo para ponérselo.
—¿Qué? —Respondió secamente. Izuku se levantó y fue hacia su armario.
—Hace frío afuera. —Sacó una de sus polera rojas con capucha—. Abrígate. —Ofreció su abrigo, a lo que ella rechazó tajantemente—. Yui, soy un idiota, lo admito, pero... —Por Izuku, a pesar de estar molesta con él, siempre sería condescendiente a su lado—. Gracias.
—Cállate. —Podría estar abrigada con la gran polera, pero seguía manteniendo el orgullo en alto, o lo intentaba.
Quería estar furiosa con el peliverde, mandarlo al diablo por no tener claro sus sentimientos después de coger en la noche anterior, pero, no podía hacerlo, más bien, no quería. Tal vez ella era la que se estaba apresurando, la que iba muy rápido en eso de ya consolidar una relación, complicando así un poco más la vida de Izuku.
—Me voy. —Dio media vuelta y se apresuró a recoger su ropa restante, aunque si fuera por ella, saldría solo con la gran polera, que la cubría hasta un poco más arriba de la rodilla. De igual forma, sus amigas de salón, Izuku y, algunas veces, Uraraka serían las únicas personas en notarla. Además, sería una experiencia nueva—. Ad-.
Yui podía declarar ser la persona que conocía a la perfección a Izuku. Gustos, aspiraciones, pasatiempos, la ubicación de sus tatuajes, incluso, cada parte de su cuerpo. Aún sabiendo todo esto, nunca esperó que este fuera tan atrevido en un momento así.
—L-Lo siento. —Apresuró a disculparse—. Vi-i el tatuaje de corazón en tu t-tr-tra... Tú m-me entiendes. —Parecía que su mano tenía consciencia propia—. No me pude resistir.
—Si eres tú, no hay problema por mí. —Yui respondió al instante, mirando fijamente la mano que seguía apretando su trasero y que solo hace segundos la había nalgueado.
Por otra parte, algo se encendió dentro de él, una llama que incendiada su corazón y consumía toda duda habida. Lágrimas amenazaron por escapar, había sido conmovido a tal punto de verse patético frente a ella.
Una ola de emociones lo asfixió hasta soltar de una vez las palabras que tenía que decir. Ya no más dudas en su resolución.
—¡Yui! —La rodeó con sus brazos—. Perdón, en serio, lo siento mucho. —Daba pequeños besos en la frente—. Perdón por ser un tarado, por dudar en mis sentimientos hacia ti. —La sostuvo de las mejillas con mucha delicadeza. Ella pudo ver el rostro de arrepentimiento de su amante—. Por favor, sé mi novia, no quiero perderte, no quiero que te vayas. Quédate a mi lado p-.
Y tal como Izuku lo hizo antes, Yui respondió con acción, dejándolo, en primera instancia, perplejo. Ella clavó sus labios contra los de él, algo inexperto y confuso, pero con la capacidad de ir más allá que mil palabras o cualquier verso romántico.
—Gr-Gracias. —Izuku dijo. Sus labios se mantenían a centímetros—. Te quiero mucho, Yui. —Daba pequeños besos, se notaba lo emocionado que estaba con aquella sensación—. Gracias por ser mi novia, gracias por hacerme feliz. —Volvieron a besarse, pero esta vez parecía diferente.
Yui besaba con vehemencia, al igual que en la noche. No quería soltarlo, al fin encontró la persona, el espacio y momento oportuno para derramar sin arrepentimientos el vaso de cristal donde se almacenaban sus sentimientos.
Fue entonces donde Yui empezó a sacarse la polera, mientras que Izuku la llevaba hacia la cama aún parados los dos.
—Quédate todo el d-.
El ambiente, construido a base de meses de amistad, tatuajes y una noche de pasión, se rompió cuando la puerta de la habitación fue abierta de un golpe por parte de una castaña que sonreía con incredulidad, ajena a lo que pasaba en el cuarto.
Ambos trataron de disimular: Yui dejando de realizar su acción e Izuku abrazándola contra su propio pecho.
—¡Deku-kun! —La susodicha entró al cuarto sin permiso—. ¡Iida-kun no quiere prestarme sus apuntes de matemáticas! ¡Tú podrías... Oh, por la santa mierda! —La sonrisa muy característica de ella fue borrada plenamente al ver la escena que se desarrollaba en la habitación. Antes de siquiera pensar en la probabilidad de que fuera un sueño de su subconsciente telenovelesco, la mirada seria y fría de Yui, que ni siquiera se atrevería a soñar en sus peores pesadillas, alertaron que había interrumpido el momento del climax y que, por lo tanto, debía pagar por ello.
—Buenos días. —Era la señal de Yui para decir que se fuera antes de manchar las paredes con sangre.
—¡Pe-Perdón! —Se inclinó noventa grados—. ¡No vi nada, adiós! —Cerró la puerta con fuerza, llamando la atención de varios que pasaban por ahí.
No sabían que es lo que vio en el cuarto de Midoriya, pero sí que Mina y Hagakure harían lo imposible, hasta el punto de llegar a ser molestas, para que Uraraka les cuente. Y por qué mentir, si ellos también querían saber, pero existía un mínimo de respeto hacia la privacidad del pecoso.
—La voy a matar. —Dijo Yui, mientras pegaba su cabeza en el pecho de Izuku.
—Créeme que también quiero. —Respondió. Puso su mentón sobre la cabeza de Yui, aprovechando su altura—. Yo también...
Ese día ambos ganaron una relación que iba más allá de la amistad, pero, posiblemente, iban a perder a una buena amiga en el proceso.
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