Final.
EPÍLOGO
🖤| Blair Myers.
🗓️: 15 de diciembre del 2023.
«No, no puedo salir, tengo que ayudarlo. Tengo que salvarlo».
Me repito con remordimiento en lo más profundo de mi corazón, todo me parece ahora cosa de locos. Cosas que me hacen sentir como si estuviera soñando en una horrible pesadilla exigiendo salir de aquí.
Tuve que ponerme de rodillas y abajarme a la altura correcta para poder revisar si Aedus muestra alguna señal de reacción, no siento pulso en su muñeca o en el cuello.
No hay respuesta.
No pude evitar romper en llanto enterrando con desesperación mis dedos en mi cabello rizado, conforme los sollozos aumentaban, poco a poco mis dedos se perdían rastro en mi cabello.
Respiro profundamente buscando calmarme, sé que estar parada haciendo nada no ayuda en lo absoluto a buscar solución. Pero he roto una promesa que pensé que tendría para mi misma; que mi especie no fuera un obstáculo para no hacerle daño, y menos hasta este extremo.
Con las manos temblorosas me puse de pie, limpio las lágrimas de mis mejillas que ya están húmedas gracias a ello.
Al voltearme en dirección a la puerta, no pude evitar el respingo del susto, mamá aparece con una sonrisa de entusiasmo y emoción que para nada encaja con el ambiente y la situación que me encuentro.
Su sonrisa se borró al instante.
—Cariño, ¿qué...?
—F... fue sin querer, no quería hacerlo, yo...
Ni siquiera estoy segura si de verdad no quería hacerlo.
Me tiembla demasiado la voz, de repente, siento que por las piernas temblorosas del miedo y la tristeza voy a perderme a mi misma en llanto de nuevo. Mamá no se quedó parada observándome liberar mis lágrimas rota en sollozos, de inmediato se acercó a darme apoyo en un abrazo.
Cierro los ojos y aún veo la escena, mirando a Aeduso no, aún siento ese dolor acompañándome. Cada cosa que estoy haciendo me hace sentir culpable, necesito dejar de llorar, eso no ayuda en traerlo de vuelta.
Mi cabeza me duele, no paro de repetirme en la mente la misma maldita pregunta, «¿Lo amo?»_ es como sí esto fuera el golpe para dejarme completamente en duda todo lo que hubo.
Me separé de mamá para intentar chequear si su herida se sana, nada. Solo tenemos esperanza de que la sangre lo ayude a recuperar energía.
—Quítate el collar, Blair. Creo que... tiene algo —ella se acerca de inmediato haciéndome voltear.
Espera un momento.
¿Y si el villano ya no es Alicia?
¿Mis propios padres? Esto es...
Frunzo el ceño quitándomelo yo misma, me alejo un paso de mamá con una mueca seria. Ella comprende de inmediato qué intención tengo ahora así que no tardó en reaccionar sorprendida con las cejas alzadas y los labios entreabiertos.
—Blair... no es eso. Recuerda que solo te lo enseñé, no tengo idea de lo que sea que creas.
—¿Sabes muy bien, no?
—Cariño, si quisiera hacerte algo no fuera a disculparme contigo...
—Tú y papá... son cazadores, los cazadores acaban con los vampiros.
—No acabaría con alguien que le importe tanto a mi hija como él —Mamá sacude la cabeza manteniéndose al márgen. Se ve cómo está por casi levantar las manos, se lo tomó tan a sorpresa como si estuviera amenazandola con un arma, cosa que no es así.
No soy ni seré así.
Trato de quitarme el collar, pero es más complicado que en realidad es. El pequeño broche se atascó al parecer porque no quería nada.
—Déjame...
—No —mascullé sin dejarla terminar.
Me contuve en no soltar una palabrota después de dos intentos de desabrocharlo, en ninguno tuve éxito.
Perdí las ganas de hacer más intentos, no me queda de otra que quitarme esta pieza peligrosa cuando tenga más tiempo para hacerlo. Quién no puede esperarme es Aedus.
Tengo que buscar a los chicos, ellos sabrán cómo conseguir sangre humana, pero algo me dice que la peor idea que puedo hacer es sacrificar la vida de personas o de humanos para salvarlo.
Arthur ya está aquí arriba, al ver mi cara asustada y el respingón que di al encontrármelo solo pasó de mí como si estuviera desesperado por encontrar algo. O a alguien en específico.
Se queda paralizado dejando caer su mano del mango de la puerta al ver la escena.
Luego me observa a mí con esas ganas de forzarme a dar una explicación, sus facciones y la mirada seria solo alteran más situación, presiento ya que se va a enfadar y hará otra cosa que no sea apurarse en ayudarlo.
En un concurso de "las miradas que más me han asustado" él puede ser el ganador.
—¿Qué ha pasado? —sostuvo con sus manos la cabeza de Aedus en una posición cómoda para poder chequear si Aedus tiene pulso, con sus colmillos crea una herida en la muñeca con tanta prisa y le dio de su sangre a su hermano.
Me tiembla demasiado la voz, no tengo la capacidad completa para poder hablar, y está mal, soy una cobarde. Cometí un error que será difícil de perdonar de parte de él hacia mí.
Sí me perdona es porque me ama, y eso es lo que lo hace aún peor, no puede amar a alguien que puede ser una amenaza para él. Lo hace y será lo que más me romperá el alma en todo lo que está pasando.
—No reacciona —susurró Arthur en cuanto le brinda su sangre, Aedus aún permanece inconsciente.
Estoy a punto de querer romper en llanto de nuevo, pero lo disimulo tratando de voltearme, llorar no soluciona nada. Habrá que buscar otro tipo de ayuda.
»Sí me dicen ustedes dos que es lo qué pasa, están solucionando algo —masculla Arthur poniéndose de pie de inmediato hasta acercarse a nosotras.
—¡Ella no puede hablar! —hace mamá un intento pésimo de querer defenderme.
—¡Sí-sí.... Sí puedo! —espeto mirándola, aún me tiembla la voz, poco a poco mi mirada se encuentra con los ojos de Arthur, su expresión me amenaza con mejor contarle—. Yo... perdí el control no sé en qué estaba pensando y...
—¿Fuiste tú? —El silencio dejó mucho que decir en toda la habitación, Arthur empieza a decepcionarse, se puede notar más claro que el agua como su expresión termina de apagarse—. Blair, pensé que...
—Arthur de verdad, esto no fue...
—No, no quiero nada de eso. Olvídate, desvincúlate de esto. Yo me voy a encargar —remarcó las últimas palabras cargando a su hermana.
Eso no.
Mi ceño se frunció de inmediato, traté de alcanzarlo pero siento una mano detenerme agarrándome en la muñeca, suspiro al ver a mamá a los ojos.
—Mamá te pido de favor que me dejes tranquila por un momento a solas.
Zuri abre la puerta entrando con mucha prisa al recibir el llamado de emergencia de Arthur, al verme a mí me dedicó esa típica mirada de consuelo.
Cosa que no necesito ahora, mucho arruiné para merecerme un abrazo.
Salieron de la casa hasta llegar a la terraza ya que se necesita la presencia al menos casi completa de la naturaleza para cualquier ritual que tenga que hacer, Max y mamá se quedaron adentro en mi dormitorio limpiando la sangre oscura de él embarrada en el suelo.
En cambio yo, he perdido el control de mis emociones, mi respiración se hace cada vez más agitada en la sala a solas. Sin nadie mirándome, empecé a sollozar notando como las lágrimas caían tan de pronto de mi mentón permitiéndome liberar toda esa descarga.
Camino de un lado a otro con rapidez llevándome una mano a la frente, pero no pude aguantar el seguir haciéndolo. Practiqué respiraciones profundas hasta alcanzar el baño y poder lavarme la cara, no sé qué están haciendo afuera, pero solo tengo que ver hasta asegurarme de que él estará bien.
Me miré por última vez en el espejo del baño al echarme agua en la cara, mis labios se entreabrieron al ver como el reflejo del espejo se iba distorsionando hasta poder ver de nuevo el rostro de Alicia.
Bufo observándola con cansancio, ella esboza una sonrisa forzada al poder verme con claridad.
—Si yo fuera tú estaría huyendo, Myers. Estás rodeada de traición, lastima que tu hermano fue más inteligente que tú al abandonarte a ti y a tú familia.
—Él no me abandonó —le aseguré con firmeza mascullando, mi ceño deja de fruncir poco a poco hasta tomar calma—. ¿Qué es lo que quieres ahora, Alicia?
—Para nada, estoy declarando mi victoria, porque la vida de Aedus está acabándose, solo que tú te fuerzas a creer que lo vas a recuperar. Vine en son de paz, pero también para advertirte una cosa.
Las últimas dos palabras sonaron tan marcadas que, pude notar sus ojos rojos cambiar de color con agresividad al tono más oscuro, hasta alcanzar el color negro. Bastó con eso para que un par de escenas se me vinieran a la cabeza como un recuerdo.
—Venator felix erit, dum quinque cruentus intrabit —hace un símbolo con su otra mano, ya que la otra sentí como me la agarraba dejando las palmas de mis manos abiertas al aire libre.
Una ola de escalofríos invadía mi espalda, me asusté hasta tal punto que desde que tenía permitido abrir los ojos, lo hice. Las facciones de mi rostro dejaron de suavizarse, arrugué las cejas, tenía tanta furia cargada... pensamientos de culpa por haberme quedado quieta sin defenderme o saber qué era lo que intentaba hacer.
Gracias a la magia de Alicia, no bastó con que me trajera ese recuerdo a la mente, pero se sintió con una vibra más escalofriante y terrible que la experiencia que tuve esa vez. Mi pecho subía y bajaba con desesperación al escuchar los susurros de ella en mi cabeza.
«Has cumplido con la profecía».
«Has cumplido con la profecía».
«Has cumplido con la profecía».
—Una cazadora que al fin terminará con su tormento, pero eso no pasará si no mata a Los cinco sangrientos —explicó con tanta delicadeza y satisfacción haciendo énfasis en cada palabra. Su sonrisa se aumenta mostrando tanta emoción y placer en mis expresiones asustadas—. Te aconsejo que huyas, porque si no fuera gracias a tú padre obsequiandote un arma letal para los vampiros... estaría tú novio con vida.
El reflejo de Alicia en el espejo se va desvaneciendo poco a poco, lo más que se puede escuchar de su presencia en el baño son sus carcajadas malévolas perderse en un interminable eco para mí.
Con desesperación salí del baño y subí las escaleras, no había nadie ni en mi dormitorio ni en la sala, estarán en el sótano y los chicos en el patio.
En mi cabeza no paraba de maldecir a mi papá con odio y repugnancia, no pensé que estaría trabajando para cierta clase de monstruosidad como lo es Alicia.
Sí estoy maldecida, necesito salir de la casa, no quiero ser el peligro de nadie. Fui capaz de matar a quien se supone que amaba, no pienso hacerlo ahora con su familia, sería algo que jamás me perdonaré aunque este poder esté creciendo en mí.
Con las lágrimas aguantadas, no queriendo aceptar si es cierta la muerte de Aedus, lo mejor que puedo hacer es irme de la casa, por el bien de ellos. Porque si llegan a encontrar un milagro y salvarlo, no merezco estar ahí para verlo o no debo estar ahí con él hasta que pueda.
Esta maldición se quedará conmigo hasta que los mate.
Y sí es así, me quedo con ella hasta que mi corazón deje de latir.
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