|| Capítulo 7 ||
7- CAPÍTULO:
"OTRA VEZ, DE REGRESO"
Maratón 1/3
⏰| Blair Myers.
Ya ha pasado una semana.
Mis vacaciones ya se fueron y ya era hora de entrar en acción —claramente mi acción es entrar a la universidad ya—. A mis padres siempre les dió igual el hecho de que quería estudiar mi carrera en Londres, y no me quedó de otra que seguir aquí en la cárcel apodada "Estados Unidos".
Si digo que no he pasado días estresantes con mi nuevo dormitorio y que tuve una mala experiencia con todo, estaría mintiendo.
Estoy en la facultad más popular de Washington, no quedaría de otra que luchar con ladronzuelos que quieran quitar mi reserva.
Finalicé de ordenar mi escritorio por completo, tengo de color blanco absolutamente todo.
Sonreí orgullosa del resultado con todo organizado, hasta que justo recibo una llamada de la chica de la recepción, Laura.
Apreté los labios dejando escapar un suspiro que lo dice todo, llamadas así para algo bueno no es muy probable. Así que contesté y me llevé el celular al oído.
Saludé esperando que alguien se conectara, y mientras esperaba, coloqué en agua unas rosas blancas que mandó mi abuela y las dejé en el florero.
—¡Blair! ¿Qué tal te va organizándote? —preguntó algo entusiasmada.
—Normal, como a todos —comenté con simpleza, ella bufó por poco a reírse. Eso hizo que yo esbozara lentamente una pequeña sonrisita encantadora y la dejara soltar la sopa.
—Bien, supongo que eso es... agradable —carraspea—. Mira umm, seguro no te parecerá novedad ya que en nuestra última visita viste lo full de ocupada que estaba...
—¿Nueva compañera o, compañero...? —intenté adivinar su conclusión con una mueca preocupante.
—Efectivamente. Te avisé un día antes por si acaso pero ni viste mi mensaje ni respondiste mis llamadas, así que supuse que estarías súper ocupada.
Pensé por un segundo de mi vida que seguro duraría más con el cuarto vacío, pero no, tenía que venir una compañera...
Pero, debería de dejar de sentirme de esa manera, es mi compañera o mi compañero, y sería egoísta de mi parte pensar de este modo.
—Está bien, no pasa nada —le aseguré asintiendo con mi cabeza a pesar de que ni me está mirando.
—Mmm, de acuerdo.
Y ahí solo estaba explicándome de reglas entre compañera y compañera, le quería preguntar cómo es ella o él pero mejor me lo dejé para mi misma de sorpresa.
Me tiré en mi cama ya totalmente cómoda y libre de cualquier quehacer. Ahí fue cuando pude prestar más atención.
—Oh, ya ella está aquí de hecho —me avisó y comenzó a charlar con ella. No podía oír la voz de la chica, así que solo me tocaba oír a la secretaria.
Termino de mirar la barra de notificaciones, hasta que me llama ella misma.
—¡Blair! Pensé en colgarte porque ya solo estoy acá ocupada y te llamaba para notificarte esto. Pero, creo que necesitaré tu ayuda para que la guíes al dormitorio, aún no se ubica y no tengo mucho tiempo acá para salir y guiarla.
Rodeo los ojos vagamente y asentí en un suspiro.
—¡Bien, dile que iré en un momento!
Me levanté toda perezosa, y unos minutos después estaba parada en el mostrador con unos jeans ajustados y una camiseta holgada. Mi cabello suelto no estaba del todo arreglado ya qué hay cabellitos rebeldes.
Al llegar, a quien vi primero fue a Laura bostezando mientras comía unos Takis, me sonrió al verme, no me molestó para nada corresponderle la sonrisa.
Había ignorado por completo el hecho de qué hay una buena fila de personas, unas que otras desesperadas con los brazos cruzados, y otras bien cómodas en sus sillas durmiendo, comiendo o... revisando sus celulares.
—Ella se fue al baño de un pronto, tuve que exigirle que se quedara para terminar con esto pero...
—Las necesidades son primero —le guiñé un ojo, no sé qué pensaba en ese entonces ¿Qué acaso ella se iba a calmar con eso?
Ni siquiera quería mirar su reacción, solo esperaba a que viniera quien sea con quien tenga que compartir mi dormitorio y regresar a dormir en mi jaula en paz.
Mi primer instinto al oír desde lejos una puerta cerrarse fue girar mi cabeza para ver de donde provenía el ruido, y... era ella.
¿Qué era lo extraño? Bueno, qué con quién COMPARTO dormitorio resulta ser Adele.
Este tipo de acoso de ella hacía mí, me sentía como si tuviera un maldito chichón irritante en la cabeza, mis oídos y mi nariz arderían en llamas de furia, no sé qué hacer con esta chica.
Caminé a pasos firmes, elevando mis labios en una una sonrisa gentil y forzada.
Adele en cambio, se cruzó de brazos, su traviesa sonrisa me restriega en la cara lo satisfecha que se siente haber hecho esto. Cosa que me puede hacer perder la paciencia.
Que ella esté persiguiéndome no solo me trae problemas a mí, sino a mis padres, ya me advirtieron en cuanto estaba con ellos ayer en la casa que jamás me mezcle con nadie de Texas, son personas peligrosas.
—¿Qué se supone qué haces aquí Adele?
Su vestimenta es la que podría llamar la atención de cualquiera, unos vaqueros y un top con un escote no muy tapado. La mejor de todas para este tipo de cosas, quizá necesitaría su armario.
—¿No te había mencionado que mis padres son de Washington por lo cuál... terminé de crecer aquí? —pregunta todavía manteniendo su intención traviesa.
—Nunca, porque no me interesa —dije entredientes en voz baja, cuando por accidente mi mirada se encuentra con la de Laura, la suavicé y para asegurarle que todo estaba bien, sonreí un poco.
Pobre de ella, está mirándonos de vez en cuando como si le encantara que estemos socializándonos —créanme, no es fácil lidiar con compañeras de cuarto que se llevan fatal—, cuando en realidad. Es lo contrario.
—¿No crees que te estás alterando demasiado Blair? —ella frunce un poco el ceño, una perfecta actuación de alguien que cree que está preocupado.
—Es que ya te dije que no quiero que te involucres conmigo, me puedes meter en problemas.
—¿Ah sí? ¿Quién? ¿Tú madre? —corto con tijeras el tono amigable a cambio de uno más serio— ¿Entonces por qué ella te manda a una universidad donde de paso tiene la facultad más popular de esta?
—¡Pues yo que sé! —me encogí de hombros analizando eso justo ahora—. Además... mis padres que iban a saber que ustedes terminarían aquí.
Adele rodea los ojos, y mientras sacudió su cabeza decepcionada, se fue a recibir su llave.
La perseguí hasta llegar al mostrador y cuando le dan su llave, agradece y... se retira.
Obvio, yo la seguí.
—¿Tus hermanos están aquí?
Negó con la cabeza.
—Aedus, Arthur y yo, los demás no están a la edad de hospedarse en facultades de universidades.
Oh vaya, lo qué nos faltaba.
Siempre la vida me trae desgracias, y estos dos muchachos acosándome son las primeras.
Al menos no están todos y están mis favoritos, jeje.
Y los mencionas como si fuesen personajes del k-drama que me vi en el televisor la semana pasada.
Aparté la mirada, al llegar al ascensor, ambas nos quedamos paradas esperando a que baje. Y mejor, presioné el botón para que este baje.
—¿Quieres saber dónde se hospeda él? —pregunta ella rompiendo el silencio. Solo que al parecer no se siente incómoda con esta charla como yo.
—¿Qué? ¿Bromeas? ¿A mi qué? No quiero volver a mezclarme con él. Se nota que ni le agrado.
Claro.
—Él es así de duro con los demás, no le gusta... conocer personas nuevas —se encogió de hombros en lo que masticaba una barra de chocolate la cuál no me interesa de donde la sacó.
—Ah.
—Ujum.
Bien, silencio incómodo.
Al llegar al tercer piso, el ascensor se abre después de unos tortuosos segundos, salí de inmediato dejando por detrás a Adele, la aludida no tardó nada en alcanzarme para insistir en una charla.
—Creo que tienes muchas preguntas, Myers.
—Sí. Y espero que no estés lista para desviarlas todas.
Le dediqué una mirada retadora, ella me ignora y entra mirando a su alrededor.
Estaba ocupada cerrando la puerta hasta que ella se baja de cuclillas en la habitación del balcón como para recoger algo, escucho un sonido de piezas. Al verla una parte de su trasero agachada, no podía evitarlo y tenía que reaccionar rápido si es que se trataba de que arma un plan malévolo.
—¿Qué estabas hacien...
Jadeé de sorpresa e indignada al contemplar el desastre qué hay de un charco de agua, pétalos, y un florero roto. ¡Ese florero era hermoso, y me lo había regalado mi abuela! Que alguien me lo hubiese roto, me rompe el corazón así como ver estas piezas en el suelo.
—¡¿Fuiste tú?! —chillé agarrando la flor de inmediato y busqué un vaso con agua, por suerte la caída no tuvo mucho rato y mi flor pudo alimentarse un poco de los rayos de sol.
Aún así, no tengo florero, es lo que me tiene más triste:
Adele lleva sus manos al aire en son de paz.
—¡Calma mami, que apenas llego! —ella niega con la cabeza poniéndose de pie— Si hubiera sido yo pudieras escuchar el ruido de el florero rompiéndose —se defiende con obviedad ayudando a tirar a la basura los pedazos.
—Bien, es cierto.
—Seguro es alguien que tiene complejos de gorila o de gigante —susurró apretando los labios.
—Seguro.
—... O quizás es alguien a quién le importa un bledo lo que le pasó al florero —habla una voz masculina bien familiar, me volteo justo en dirección donde proviene la voz, y veo que se trata del Ardus sentado en la hamaca bien cómodo leyendo de sus poéticos libros.
—Maldito —mascullé para mi misma en voz baja recogiendo las cosas.
—Así me dicen, seguro estoy poseído por satán —me dedica una sonrisa amable la cuál desvanece de inmediato.
—¡Definitivamente necesito que se vayan de regreso a Texas!
—Estábamos huyendo, Blair, Texas es un peligro ahora mismo —Adele frunce el ceño esta vez más seria.
—¡Oh, qué casualidad! —expresé irónicamente cuando se pone de pie Aedus— Y el mejor lugar para esconderse es Washington, una facultad unida a una universidad, ¿no?
—Por eso es que no me gustan los mortales —murmura en voz baja ayudando a Adele subir sus maletas.
—¿Y tú qué? ¿Acaso eres el inigualable Dios Griego? —enarqué una ceja deslocada.
—Sí —esa respuesta sin duda es falsa, ya reconocí el sarcasmo.
Adele se contuvo una sonrisa de la risa y subió las maletas a la cama.
—Blair mira, te prometemos que no te causaremos ningún problema aquí. Venimos solo a resolver los nuestros. Así que, mil disculpas por lo del florero, mi hermano en forma de disculpa te... comparará flores y uno nuevo —ella sonrió apretando los labios y le agarra la mano a su hermano.
Mientras Adele iba pidiéndome disculpas, miraba al aludido poco a poco incrédula, sus ojos estaban más abiertos y activos con cada palabra que decía sobre él.
—Qu...
Veo que Adele lo interrumpe haciendo algo con el agarre, no sé el que. Pero de lo que me aseguré es que haya observado al Ardus con la peor mirada que podría existir.
Él igual me la devolvió por unos segundos como si fuera un reto de quién mire peor.
Él gana.
—De acuerdo. Disculpa aceptada, me lo tiene que comprar exactamente igual.
Tengo un pequeño plan, a Zuri le agradará seguro.
Agarré mi gorra blanca de Tommy Hilfiger y me la coloqué con brusquedad, al igual que unos zapatos más cómodos.
—Bien, vámonos —escuché que dijo él con pereza.
—Yo... recogeré el desastre de este dormitorio por ti —me aseguró ella antes de que saliéramos.
La ignoré y me adelanté dejando atrás a Ardus para que cierre el solo la puerta, tantas molestias deberían servir para algo.
Cuando ya me alcanzó, me llevé las manos a los bolsillos contando cuantas losas del suelo mármol estoy pisando cómo entretenimiento, ya que sospecho una charla callada o llena de peleas.
—Que te quede claro que contigo no gasto más de 20 dólares —advirtió rompiendo el silencio incómodo qué hay en el ambiente.
—No necesito de tu dinero.
—De acuerdo, entonces...
—Pero quiero ver que hagas un acto de disculpas —sonreí gélida observándolo de arriba abajo, luego, ambos nos detuvimos.
Alzó las cejas, incrédulo.
—¿Hablas en serio?
—Desde que me levanté de esa maldita cama fue tan obvio ver que tu personalidad era la típica de chico antipático, egoísta, engreído, e irritante. No sé cómo tú familia te soporta.
Él soltó una pequeña risita en lo que caminaba y pulsa el botón de abajo para que el ascensor suba más rápido.
—Parece que ves muchas cosas de esas de clichés de chico malo y chica dulce. Asco.
—¿Y a ti qué?
—Que te crees que las personas en el mundo somos como tus películas, Blair —confesó en un tono más relajado volteándose.
Cambiando de tema por uno que requiere explicaciones...
—Me llegó tú paquete. No sé por qué hasta me enviaste una camiseta de tú ropa —me revisé las uñas mientras cambiaba del tema.
Nos quedamos en silencio unos segundos ya que salían varias personas del ascensor, cuando entramos y este se cerró fue cuando por fin él abrió el pico.
—No quiero que la ropa de mi hermana huela a humana curiosa que se quedó en el cuarto de huéspedes. Además, Adele ni la necesitaba y fue la que dijo que según yo la mandé.
Él se cree que caeré en ese cuento que parece mentira, no me costó nada en percatarme de ello. Hago un asentimiento tranquilo y educado con la cabeza como respuesta.
—De acuerdo.
—Mientes.
—No.
—Sí.
—¡No!
—Ajá —y gira su cabeza al frente esperando que se abra el ascensor.
Justo ahí salimos, cuando estaba por pasar al mostrador de Laura, ya se veía con menos gente que antes, me sorprendió ver cómo atendía tan rápido.
Le dediqué una corta sonrisa.
—¡Vaya que ya te la estás pasando de maravilla con Aedus! —sonríe entusiasmada.
Aedus le dedica una de esas sonrisas tan carismáticas que jamás me ha dado en mi vida.
—Mucho gusto. Sí, la roomie de mi hermana es un encanto, como no conocerla antes.
Aparté la mirada entreteniéndome con algo más divertido, quizás el ver la regadera automática de las plantas de la universidad.
No te rías conciencia.
Cuanta falsedad en un minuto.
—Les va a fascinar más, a parte de ser una buena recomendada roomie. ¡También es una cerebrito!
—¡Wow, qué envidia! Pero de estas que no hacen daño —y continúa con su maldito sarcasmo robándole risas encantadoras a Laura, que mejor me dan ganas querer golpearle que de reírme.
—Bueno, se nos hace tarde, tenemos que irnos —admití sonriendo de forma educada y disimulada y me lo jalé con brusquedad del brazo.
Salimos de la universidad, él al parecer tenía su coche listo, así que lo seguí hasta allá.
Cuando ya un coche llama, al primero que vi que tocaba bocina dos veces, era uno de color blanco. En el baúl, atrás, tenía una capa de polvo y alguien había dibujado un corazón en él junto a una "A".
Niego lentamente con la cabeza a poco de reírme por aquella estupidez. La ignoré y me subí en el asiento de atrás, el de copiloto es más peligroso si estoy en el coche de él.
Por cierto, él ya se había subido antes, solo que estaba estirándose como si estuviera bien atareado, quería preguntarle si podía conducir, con otra intención de prevención claro.
—Puedo conducir por ti si es que te ves tan cansado.
—Quería estirarme solamente —responde confuso arrugando sus cejas como la ropa lavada de mi lavadora.
Me encogí de hombros y quito el seguro del coche antes que él sin darse cuenta, ni siquiera lo había activado.
Contemplo desde la ventana la linda vista del atardecer en lo que llegábamos, hubo un rato en el que me sentía tan aburrida que quería contar cuántos árboles había visto.
Hasta que me desconcentré de pronto, porque mi cerebro empezó a darse cuenta de lo rápido que iba conduciendo Aedus. Me asustó demasiado.
Me podría dar un mareo, había comido poco hoy concentrada más en limpiar todo el dormitorio.
—¿Podrías... dejar de ir como si estuviéramos en Fast And Furious? —fruncí el ceño colocándome el cinturón de seguridad inmediatamente.
—No. Me gusta sentirme como si estuviera en lo que sea que acabas de decir.
Me indigné, perdón, me pareció indignante que no sepa que es Fast And Furious.
—¡Qué estrés contigo! ¡Siempre me llevas la contraria para todo!
—Créeme, eso me encanta —al fin, frena un poco porque estamos en el semáforo, ya frente al centro comercial.
Lo miré con el ceño fruncido, no por mucho ya que esta vez tenía náuseas, así que relajé mi cara y cerré los ojos luchando a poder aguantarme los 20 segundos para que el semáforo se hubiera puesto en verde.
Sentí que ya él le bajó a la velocidad haciéndome caso, y así fue. Me dejó en la primera entrada del centro.
—Sal a vomitar o a no sé que. Voy a parquear, y creo que no disfrutarás verme haciéndolo —me mira desde el retrovisor al igual que yo. Por poco pensé que sonreiría con esa burla de él, pero solo curvó un poco sus labios.
—Gracias —le espeté de mala gana y salí lo más rápido que podía.
Al estar afuera, me llevo una mano al frente y luego al pecho, no me había dado cuenta que tengo mal acomodada mi camiseta, así que la ajusté al igual que mis pantalones en lo que buscaba con la mirada donde había parqueado él su coche.
Y no, solo lo vi y ya está, con tan solo salir, corrí a vomitar en el basurero.
Ni sé cuál fue su reacción, solo sé que se tardo más de lo que pensé en venir a verme, guardando las llaves en el bolsillo.
—Te había traído una botella de agua —me la extiende ya al terminar, me llevé una mano a la frente con la respiración un poco desgastada.
—Ser... servilletas —tartamudeé tratando de recuperar el habla, creo que estuve sofocada.
Por suerte de su milagroso coche sacó un poco de toallas húmedas y unas servilletas, con ellas me sequé la frente y al rededor de mi boca por si acaso quedaba resto de vomito.
Él me hace una seña con los dedos para que venga a seguirlo, eso hice al mismo tiempo en que me llevaba a la boca la botella de agua, aunque no esté tan fría, necesitaba refrescarme la garganta.
Paseamos por unos minutos hasta llegar a una área en la que habían como más de cinco pasillos llenos de cosas para el hogar y la cocina. Y en el área de la cocina estaban los floreros.
Ninguno se parecía al que me había regalado mi abuela, si fuera más inmadura, haría un berrinche ahora mismo.
—Vaya que me debes más que mi florero, ninguno se parece al que me regaló mi abuela —mencioné en lo que caminaba junto a él.
El aludido bufó observando los floreros, y agarró uno sin mucho cuidado.
—Pero mira este, es... emm. Lindo, y se parece —me lo enseña por lo cual lo agarré echándole un vistazo.
Sí, lo admito, es lindo. Pero el diseño no me gusta, parece antiguo.
—Lo escogeré yo —lo rechacé devolviéndoselo, él lo devuelve sin problemas y con las manos agarradas detrás mío, me sigue.
Busqué uno que me llamaba la atención, ni me había fijado en los precios, hasta que él que quería costaba casi nueve dólares.
—¿Ese? —inquirió apuntándolo, yo asentí así que aprovechó para mirar el precio— De acuerdo, pues ese será.
Ahora, queda buscar las flores.
Al salir del pasillo de los floreros, una señora en la salida estaba apoyada del bastón, se le veía desanimada, eso me hizo sentir triste y preocupada, y quería preguntarle.
Me detuve, y como Ardus ni se había dado cuenta lo observé para ver hasta cuando se da cuenta que no estoy a su lado. Y vaya que con esto es una forma perfecta de darme cuenta que ni le importé, ya que continuó su ruta sin preguntarse por su acompañante.
Eso me enfadó un poco aunque no me sorprendiera, así que decidí quedarme y preguntarle a la señora que le pasaba.
—Señora... ¿Se encuentra bien?
Ella me mira, su pequeña sonrisa me da mucha ternura, parece que es muy mayor, y no hay que hacer nada para darse cuenta que tiene un mal pulso, ya que con el bastón se tambalea.
—No cariño, está bien. Es solo que... —creo que iba a decirme algo, pero lo descartó rápido— no sé en qué pasillo está el escurridor de platos y estoy descansando.
—Sí quiere la ayudo a buscarlo —le sugerí asintiendo un poco con mi cabeza.
—¿En serio? —sonreí asintiendo y enredé mi brazo del suyo así como lo hago con mi abuelita. Ambas acompañadas fuimos por los pasillos en busca de un escurridor de platos.
Ella me instaló una buena charla, su nombre era Aurelia, le dije que era hermoso, y era verdad. Llegamos al pasillo y aproveché para ayudarla a buscar un escurridor de su gusto.
—¿Por qué usted estaba sola en ese pasillo?
Por un lado es algo agotador caminar todo esto —pregunté preocupada mirándola.
Ella asintió.
—¡Ay querida! No sabes lo mucho que tengo que caminar aquí en esto tan grande, llego estropeada a la casa —asegura entrecerrando los ojos en los precios, como creo que se le dificulta leer que precio tiene cada cosa, la ayudé:
—Diez con noventa y nueve.
Ella pone una mueca de sorpresa y continúa explicándome.
—Me he peleado con mi hija y me dejó en esa esquina porque iba a buscar algo, pero no te preocupes, siempre le ha pesado esto de ayudarme —me asegura sacudiendo su cabeza restándole importancia.
—¿Qué dice? Yo no le haría eso jamás a mi abuela, me dolería mucho, cada vez que voy con la mía me da cosa porque siempre ha llegado a caerse en estos lugares.
La señora Aurelia apretó los labios y miró el escurridor del platos, su sonrisa no se desvaneció nunca así que supuse que le encantó.
—Este de color blanco es hermoso —lo contempló con sus ojos y caminó conmigo a la salida del pasillo.
Ambas miramos de repente detrás a Ardus, que me estaba llamando. Al darme cuenta de ello, no pensé que me concentraría tanto rato en verlo que, su ceño fruncido al ver algo muy sorprendente hizo que mirara en dirección a lo que se suponía que era.
Les prometo que me dolió bastante esta escena, y apenas tuve diez minutos que conocía a la señora Aurelia.
Había caído al suelo y un charco de sangre le rodeaba por completo y se expandía rápidamente, sus órganos estaban descubiertos y arrancados. Y sus ojos... parecían como si... se los arrancaron.
Estaba a poco de llorar con la mano en la boca. Aedus me había agarrado del hombro para alejarme del cadáver.
No sé por qué, pero sin darme cuenta me había acercado más a él con intenciones de querer abrazarlo como si me imaginara que era a mi abuela que le habían hecho semejante desgracia.
¿Cómo había pasado esto?
—Blair. No hay tiempo para abrazos. Tenemos que salir de aquí —me susurra en voz baja aprovechando que estoy cerca de él y empieza a salir del pasillo buscando ayuda.
—No —fruncí el ceño mirándolo con extrañeza. Que bueno que reaccioné al no abrazarlo ¿qué le pasa?— ¡Tenemos que llamar a una ambulancia!
—Te dije qué hay que salir de aquí —masculló en voz baja agarrándome de inmediato del brazo y me saca del pasillo por la salida más discreta.
Estaba apunto de abrir la boca y espetarle una palabrota hasta que perdí la cuenta de que el ambiente en el que nos encontrábamos era en dos
pasillos antes que en donde ocurrió la tragedia. No había nadie, y él... estaba tan cerca de mi que podía sentir su respiración descontrolada acariciar mi piel.
—Aleja... —y me hizo interrumpir tapándome la boca con su mano completamente fría, para que guarde silencio.
Me mira tan fijamente, que me hace pensar que esos ojos inofensivos quieren lanzarme cuchillas a los míos, y no lo culpo, no me he callado.
—¿No te das cuenta que si le decimos al guardia esto, terminaremos en prisión? No hay pruebas, Blair —susurra bien bajito cerca de mi oído asegurándose de que no lo escuche nadie más.
Cerré mis ojos mientras él me susurraba, su voz estaba por darme cosquillas en el oído.
Tragué saliva lentamente cuando se separa de mi oído, lo terminé empujando disimulando que estaba mirando algo en este pasillo.
Él muy maldito tenía razón, ¿qué pruebas íbamos a darle a un policía? Nos acusarían de locos.
—¡Mamá! Estoy aquí te pido... —escuché con atención creo que en el pasillo entra quien supongo que es su hija.
Lo que más me dolerá es lo que creo que vendrá.
En lo que fingía rebuscar el precio de algo con Aedus al lado, mis ojos se llenan de lágrimas, me caía bien apenas conociéndola... y no podía parar de imaginarme que sería si le pasara eso a mi abuela.
Cierro los ojos evadiendo de mi mente pensamientos tristes —ya que debo de continuar disimulando—, y traté de ignorar los sollozos y gritos que ya se podían escuchar de aquella chica que perdió a su madre y no tuvo el chance de poder pedirle una disculpa.
Fuimos a la entrada del pasillo y la chica estaba gritando abrazando a su madre sin importarle la sangre que estaba tocando.
—¡Ayuda... porfavor! —dijo ella entre sollozos abrazando a su madre.
Yo aún no podía creerme que murió de la nada ¿Cómo es que era posible? Nosotros no teníamos prueba que otra al menos que estén las cámaras grabando.
Nosotros salimos de la escena justo cuando el lugar se llenó de personas, policías, forenses, y enfermeros que se llevarían a Aurelia.
—¿Qué haremos ahora?
—Nos harán preguntas, tienes que decir que no sabes ni has sentido nada —justo cuando quería reclamar me agarra de la muñeca y me lleva "casualmente" al siguiente pasillo.
Ni siquiera tenía ánimos de querer fingir buena una sorpresa, se lo dejé a él el papel de actuación, si me preguntan, solo responderé y ya está.
—Porfavor ayúdenme... —susurró ella en voz baja, su voz estaba quebrada y llena de tristeza.
Esta vez hice un gesto sincero y miré a Aedus.
—Quédate aquí con ella, buscaré ayuda —me aseguró y se va caminando de inmediato.
Me agaché frente a ella, no podía evitarlo y... una lagrima se resbala por mi mejilla. No podía dejar de sentir que sería si estuviera en los zapatos de ella, es como si estuviera viendo una de esas películas tristes en las que el perrito muere al final de esta.
—¿La... la conocías? —tartamudeó sorbiendo su nariz, yo sonreí lentamente sacudiendo mi cabeza.
—No, pero no podría imaginarme cómo sería si le hubiera pasado a mi abuela —me limpié las lágrimas y volví a mirarla—. Estoy segura de que... era un amor de persona.
—No tuve tiempo de pedirle disculpas, era mi madre —admitió, por suerte la noté más calmada que antes.
—Estarás bien, ella te cuidará desde donde esté, ya sea ahora mismo mirándote o en tú corazón —le aseguré intentando ayudarla a darle más calma.
—Gracias... creo que, eres mi pésame favorito aunque no te conozca —ambas por poco nos reímos—. Les quiero pedir disculpas a usted y a su novio, yo... no quería dejarla sola...
—Esa disculpa es innecesaria, estamos para ayudar.
Justo llega ayuda, pero no pensábamos que acabaría separándonos a amabas y a las personas que se iban acumulando en el pasillo. No sé cómo tan pronto este se había llenado de forenses, enfermeros, policías, el área estaba lleno de escándalo de voces, murmullos y sirenas de ambulancia.
Habían personas que continuaron su compra como si nada hubiera pasado, y eso hicimos nosotros cuando fuimos interrogados, nos habían calificado como sospechosos hasta que al final respondimos preguntas "honestas" y nos dejaron ir.
Ya en el carro, no hablamos hasta que Aedus me había comprado en vez de una pues un ramo de flores, había hecho un tipo de "broma" sobre que me las compró para que su hermana y yo estuviéramos satisfechas y no lo jodieran más durante unas buenas semanas.
El camino fue tenso, pero a la vez quería hacerle preguntas a él. Y como no tenía que hacer a parte de hundirme en mis pensamientos, eso hice.
—¿No sabes que podría haber pasado?
—No...
Dejé de hablar por un momento y pasé saliva por mi garganta.
—Si le dijimos a la policía la "verdad" —remarqué la palabra con intención de que era entre comillas—, ¿Qué pasarán si encuentran las cámaras de seguridad?
—No se verá todo, solo se verá cuando te encontraste con la señora. En el pasillo donde... pasó y en donde estábamos tú y yo era en el fondo, y no habían cámaras, me di cuenta y por eso hice este plan.
Bien, no es muy tonto después del todo.
Empecé a oler una de la rosa que había arrancado para jugar con ella durante el camino.
Esta definitivamente fue una noche extraña.
Cada vez que llegan estos raritos, traen una mala vibra, ya no quiero que Adele se hospede allí.
Y menos junto a mí.
——— • ———
Nota de la autora:
Sorry si este capítulo les pareció más largo que los otros, ya saben #drama jeje.
Atte:
Sahmy o Sam, no c.
<3
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