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|| Capítulo 30 ||

30- CAPÍTULO
"CUMPLEAÑOS DE BLAIR"

🖤| Blair Myers.

🗓️: 15 de diciembre del 2023.

Me miré en el espejo del probador por unos segundos con algo de nostalgia.

Traté de fingir desde que me desperté que estoy emocionada de que hoy sea mi cumpleaños. No me emociona, no me pone triste porque lo siento como el día más normal del mundo, pero aún así el hecho de que me estoy desarrollando mentalmente para ser una cazadora en un futuro no me hace sentir emocionada lo de cumplir dieciocho.

Esbocé una sonrisa forzada contemplándome en el espejo, mamá quería comprarme uno para que lo usara durante tooodo el día. Sí, esto ya se siente una tortura y apenas son las once de la mañana.

Estaba volteándome para que mamá viera con sus propios ojos, pero un susurro proveniente del espejo me llamó tanto la atención que giré la cabeza para ver de qué se trataba.

Por un segundo, no había oído nada ni volví a escuchar la voz.

Pero como dije al principio, por un segundo.

—Cierra los ojos, Blair —empezó a insistir aquella voz femenina, parecía fácil de obedecer. Por suerte no caí tan fácil y los mantuve abiertos girándome en dirección a mamá.

—¿Blair? —volvió a llamarme mamá haciéndome caer de regreso a la realidad.

—Estoy aquí, no es nada —le aseguré sacudiendo la cabeza de inmediato.

—Si te pasa algo... —comenzó poniéndose de pie, tiene el ceño fruncido.

—No me pasa nada —enfaticé cada palabra con una sonrisa para que no se preocupara, fui adentro a quitarme el vestido. Ella misma dijo que hoy es el día en el que estaremos pasándola bien en cada momento.

Mientras me iba bajando las mangas, se me dió por verme en el espejo, me arrepentí de hacerlo en cuanto al bajarlo por completo dejando a la vista mi ropa interior, este me reflejó a mi con marcas oscuras en los muslos.

Fruncí el ceño, al subir la mirada hasta mi rostro volvió otra vez la voz, desde que regresó ahora las marcas están en mi cuello y cerca de mi busto, asustada, me revisé a ver si es cierto.

—Mierda —susurré, ahora no son solo marcas, también mordeduras, poco a poco la molestia y el dolor de ellas me tenía incómoda, demasiado.

Otra vez las voces, me veía obligada a mí misma el tener que cerrar los ojos para ver de qué se trataba.

Pensé que vería todo negro como es obvio, pero no, automáticamente parecía como si tuviese los ojos abiertos, puedo ver que en el espejo aparece de golpe Alicia a punto de salir del espejo como un portal.

Lo que más pudo salir del espejo era su aspecto de gato, ella volvió a entrar sin problemas con su aspecto normal. Me dedicó una sonrisa de satisfacción al verme de arriba abajo.

—Qué divertido es no solo meterse con hombres —murmuró para ella sola observando mi cuerpo, con asco empecé a cambiarme con rapidez.

¿Qué?

No me sorprende de parte de la reina del infierno pero aún así me da asco que haya soltado ese comentario. Está claro que mi odio por ella jamás va a desvanecer.

—Te daré más asco después de tus dieciocho, querida —Se sentó con satisfacción en su tocador desde el otro lado del espejo.

—¿Por qué te da tanto deseo que me vaya a convertir en una cazadora? ¿Crees que no puedo matarte?

—Sueñas muy lejos, me gustaría ver cómo matas a tu amado vampiro.

—Veo que también alguien sueña muy lejos.

Alicia soltó una carcajada entredientes al oír mi supuesto chiste, permanecí con el ceño fruncido, los puños se me apretaban con tanta fuerza que al parecer estaba lastimándome con las uñas sin darme cuenta.

—Ya quisieras que esté soñando lejos cuando en realidad eso está muy cerca. Solo que tú pobre mamá quiere distraerte, por un buen punto supongo, una cazadora en desarrollo con sufrimiento dentro no es una buena combinación... —habló con voz juguetona, su tono me causaba demasiado dolor de cabeza. Necesitaba callarla.

—¿Qué es lo que quieres de mí ahora? —Una sonrisa más aparece en su rostro sin humanidad.

Alicia se mantuvo en silencio por unos segundos, sus intenciones parecían como si se preparara para algo, salió tan pronto del espejo como si fuese una puerta abierta en la que puedes cruzar de un lado a otro sin problemas.

Estaba helada, no podía moverme como si le tuviese miedo, mis manos sudaron, por fuera intentaba abrir los ojos para alejar lo que sea que esté pasando, pero no puedo. Al igual que mis manos tiemblan en la especie de sueño que estoy viviendo, me están temblando las piernas ahora en este momento.

—Venator felix erit, dum quinque cruentus intrabit —hace un símbolo con su otra mano, ya que la otra sentí como me la agarraba dejando las palmas de mis manos abiertas al aire libre.

Una ola de escalofríos invadía mi espalda, me asusté hasta tal punto que desde que tenía permitido abrir los ojos, lo hice. Las facciones de mi rostro dejaron de suavizarse, arrugué las cejas, tenía tanta furia cargada... pensamientos de culpa por haberme quedado quieta sin defenderme o saber que era lo que intentaba hacer.

Sentí que me hizo algo, que me haya dicho unas raras palabras en un idioma raro no es nada casual en ella.

Las ganas de romper el maldito espejo que tenía enfrente eran inmensas, las risas de la bruja se escuchaban como un eco. Lo primero que hice fue dejarme caer con cuidado al suelo en sollozos.

Mamá de inmediato decidió entrar, podía entenderla, duré mucho rato sola, de seguro me llamó y yo nunca respondía. Y como ya había escuchado uno de los sollozos que dejé escapar, vino de inmediato a ser mi paño de lágrimas.

—Ella... vino...

—¿Alicia? —Asentí con la cabeza como respuesta.

Al caer en los brazos de ella en un abrazo, escondí mi cara en su hombro. Me acarició la espalda con tal de calmarme, pero nada me aliviaría.

—Ey, ¿en serio vas a permitir que una maldita te quiera hacer sentir mal? —me limpió las lágrimas con delicadeza sin dejar de mirarme—. Cuál sea la estupidez que te dijo, no puedes ni vas a satisfacerla.

—Ella es muy poderosa mamá, va a seguir atormentándome —fruncí el ceño en murmullos, no tenía ganas de armar escenas o algo así.

—¿Dónde está la Blair que me decía unos días atrás que podrá con esto y que me dijo que nada podrá ser una carga para ella? Las palabras tienen poder, no manifiestes lo que acabas de decir —me advirtió con amenaza de enterrar en mi pecho el dedo índice con el que me apunta, dejó de hacerlo para acariciar mis húmedas mejillas.

Mi única reacción fue asentir con la cabeza, mamá me dejó un beso corto en la frente, se sacudió los jeans que traía puestos ya que se puso de rodillas frente a mí.

No me había percatado de que estábamos en el suelo hasta ahora, es como si me sintiera de nuevo en ese pueblo. No me dignaba a mirar el espejo otra vez, agarré el vestido y salí de ahí observando a la nada.

Me limpié las lágrimas en cuanto alejé mis brazos de su cintura, tragué saliva tratando de remover el nudo que tenía en la garganta.

—¿Qué demonios quiere ahora?

—Solo... me tiene vigilada, no sé por qué. Me dijo unas palabras raras en un idioma raro... no podía abrir los ojos desde que me llamó en mi cabeza —le conté a mamá señalando y describiendo con mis  manos—. Y luego me dijo unas palabras en... un idioma raro no sé.

—Eso es latín, ella es una de las primeras brujas —suspiró alzando las cejas por un segundo—. En ese entonces cuando no hubo revolución hace miles de años, sus hechizos eran en latín, es algo un poco complejo de explicar para lo que tenemos que resolver ahora —sacudió la cabeza a lo último levantándose con prisa del suelo.

Por igual me puse de pie sin mucho esfuerzo, con preocupación, recogí las cosas y fui de pronto a donde ella, hasta que salió del cambiador.

—Mamá, ¿dices que estoy hechizada entonces? —hablé tan bajo que tuve que acercarme demasiado a ella.

—Es muy probable, vámonos —disimuló con la mirada. Desde lejos hay una señora con cara de no tolerar su existencia que nos observa fijamente.

Unos pocos minutos, nos encontramos en el cajero pagando el vestido, esperé a que mamá estuviera libre para poder hablarle. Pasé la lengua por mi labio inferior mientras.

—Este está bonito —levanté un poco el vestido que tenía en la mano para que sepa a qué me refería. Ella me dedicó una sonrisa sin ánimos.

—Ese será entonces.

Pude sacar de mi mente por un buen rato las voces de Alicia en mi mente, no dejaba de atormentarme como si aquella bruja sufrida me inyectara un virus en el cerebro.

En el camino me sentía más tranquila y cómoda, no estaba rodeada de personas ni tenía el cerebro trabajando en pensar en todo lo malo que pueda encontrar. Observar el paisaje que nos acompaña durante todo el camino me alivió bastante.

Mamá durante todo ese rato se mantuvo en silencio conmigo, incluso al llegar a casa. Sabe que cuando estoy triste o desanimada me da un poco de espacio, porque entiende que será como siempre; recupero ánimo y me olvido un rato de las cosas.

—Espérame en el baño, te llevaré algo —me avisó mamá dejando las bolsas de compras en el sofá, fue con mucha prisa hacía la cocina.

Ya me estaba preocupando, ¿qué será lo que hizo Alicia?

Una bombilla se me encendió en la cabeza, se me ocurrió una idea y lo primero que hice fue accionar. Busqué mi celular y con el traductor traté de acosarme de una parte que se me había olvidado de toda la frase que dijo.

Hay un traductor en latín, que siempre da errores, pero estoy segura de que puedo tratar de descifrar algo si me acuerdo.

Pasé unos minutos analizando tratando de recordar, quería darme una cachetada como si eso ayudara. Pero me rendí, me ha hecho olvidar lo que sea que haya dicho.

De mi boca se escapa una palabrota del enojo, dejé el celular en la tapa del inodoro justo en el momento en que mamá entró al baño con un pequeño caldero de metal con una especie de té con hierbas dentro.

—¿Qué es? —vi como lo dejó con cuidado en el suelo y aproveché para mirarlo por un momento. Regresé a la tina y cerré la llave.

—Es una planta de los ancestros de tú padre, y aquí está la sal. Su olor es fuerte, puede acabar con lo que sea que te haya hechizado Alicia. ¿Sientes comezón?

—No.

—¿Dolor de cabeza?

—No.

—¿Fiebre..? —colocó su mano en mi frente, pero yo la agarré deteniéndola con un suspiro.

—Mamá, estoy bien.

—Ok, échalo en la tina al igual que el frasco entero de sal. Quédate ahí por un momento hasta que sientas que te puede marear el olor.

—¿Tengo que preocuparme del olor de esa cosa? —la miro, está apoyándose del marco de la puerta ahora.

—No mucho, es mejor preocuparnos de lo que sea que te haya hecho Alicia —me aseguró saliendo del baño.

Suspiré apretando los labios, no tardé nada en preparar el baño y quitarme la ropa para entrar en la tina. Las experiencias que pasé durante aquel baño eran igual o peor que las que mencionó mamá.

El olor del baño era fuerte, duré apenas cinco minutos dentro de la tina aguantando el olor. Cuando no pude más y sentí en riesgos de marearme, aproveché para salir de ahí en cuanto pude.

Con ropa puesta y el cabello un poco húmedo en las partes de abajo, busqué a mamá para avisarle que ya me di el baño. Me siento igual de relajada como cada vez que me baño, nada diferente.

— ...Nada diferente —repetí ese mismo pensar con mi mamá cuando me preguntó que cómo me sentía.

—Si te estabas por marear, eso es que te hizo efecto —pasó sus dedos por algunos rizitos sueltos de mi cabello, antes de hablar me dió un beso en la frente—. ¿Puedes preparar la mesa? Ya sirvo.

—Claro.

Ya estábamos comiendo todos en la mesa, y cuando me refiero a todos solo hablo de mi papá. No hablaba mucho conmigo pero se comportaba como estos padres cuando les dices que eres de una orientación sexual diferente a la que ellos se esperan, actuando como si lo respeta pero no faltan los comentarios incómodos al respecto.

La ausencia de mi hermano me hizo sentir incómoda en esta mesa, normalmente yo y él no hacíamos esto tan... callado. Suspiré recogiendo mi plato para limpiarlo como de costumbre.

Fui arriba a mi antigua habitación, tenía ganas de arreglarme un poco, me aliviará de seguro. Cuando estoy con mis amigos todo es diferente, la mayoría de las veces me hacen sentir tan feliz que me olvido de los problemas.

Eso mismo pasa cuando me pongo un poco bonita, me distrae incluso. Tuve el valor de poder verme en el espejo de mi tocador, tenía miedo que en el reflejo se apareciera aquella bruja a la que llaman reina en su pueblo. Quité con cuidado la pinza que amarraba mi cabello rizado.

Mi cabellera castaña oscura cae hasta por debajo de los hombros, está un poco esponjosa. Tiré la pinza a un lado, alcancé un atomizador y la crema para rizos, así puedo dejarlos bonitos.

Agarré un rímel, rubor y un labial rojo que tenía guardado, sentí que me faltaba colocar un poco de iluminador así que fui por él y me lo coloqué con tan poco esfuerzo que no se cómo me quedó tan bien.. Me miré en el espejo haciendo un intento de sonrisa para animarme.

Fui a por el vestido, unos pocos minutos después salí con el puesto mirándome al espejo. Sentí que fue lo que más complementó al arreglarme, mi sonrisa poco a poco fue transformándose en una verdadera.

Nunca lo mencioné pero, el vestido es de color rojo oscuro, está lleno de brillos y lentejuelas, tiene un escote de "V" nada exagerado, más bien perfecto para mi gusto.

Tiene una abertura elegante que permite lucir las piernas, es lo que le da el toque verdaderamente.

Me coloqué unas zapatillas bajas ya que no me animaba a usar unos tacones, al salir se me apareció en frente mi papá escondiendo sus labios para remojarlos. Es una mueca que reconozco como nervioso, me miró de arriba abajo con las cejas alzadas.

—¿Esta es mi hija? —intentó bromear, a pesar de la seriedad esbocé una sonrisa casi a punto de reírme.

—No lo sé papá, tal vez.

—Son tal para cuál  —No tardé en darme cuenta que se refirió a mamá, una sonrisa sale de sus labios dejando de contemplarme—, espero que la disfrutes. Quiero que te cuides y... vine a darte un regalo.

—No, papá, no era necesa... —me interrumpió en cuanto sacó de una pequeña bolsita negra el collar que mamá me había enseñado antes.

—Sé que tú mamá te lo había enseñado, era de tú abuela. Pero considero que debes de tenerlo tú, necesitas... algo que te haga sentir a salvo y segura.

—¿Qué quieres decir? —enarqué una ceja observando cómo lo levanta para que me volteé.

—Lo mandé a realizarle una limpieza de energía, me dijeron que el collar es tan fuerte que cualquier hechizo que pueda poseer lo hará muy útil y fuerte —me lo colocó con cuidado, la piedra—. Y pensé en ti, está hechizado permanentemente, te protegerá de cualquier energía oscura que quiera intentar manipular en tú mente.

Me volteé de inmediato mirando a mi papá con los ojos un poco escocidos, creo que este es el único regalo que me gustará en este día. Él se ha puesto nervioso, pero es porque en su cabeza de seguro cree que pienso algo malo.

»No digo que tengas alguna energía mala, cariño. Sino que... las almas de los demonios y las de los vampiros, a pesar de ser las más débiles, quieren ir a por los adolescentes que comienzan su desarrollo, es la etapa más débil y manipulativa para un cazador —añadió, no entendí mucho porque en algunos momentos hablaba rápido.

—Papá, entendí —las comisuras de mis labios se elevan en una verdadera y dulce sonrisa, acaricié la piedra brillante del collar, combina bien con el vestido.

—¿Vas a ver al... vampiro? —tragó saliva echándome un último vistazo con las manos en los bolsillos.

—Eh, no —contesté, un poco seca.

—¿Está todo bien con ustedes?

—Papá, no tienes que pretender que te agrada.

—No, no es eso. La última vez que hablamos de ese chico fue en una pelea, y aún así te brillaban los ojos cuando lo mencionabas.

Que bonito de su parte.

Silencio, conciencia.

Aquellas palabras me dejaron pensando demasiado, es preocupante que hasta papá preguntara por él y me dijera aquello. Tiene que ser serio el asunto cómo para hablarme de Aedus.

Tragué saliva pensando en él, no es que haya dejado de hacerlo, de hecho. No lo he hecho desde hace dos días, aunque es un récord para el tiempo que generalmente duro sin pensar en él.

Su último récord fueron quince minutos, y ahora mira.

—Mira, sí no quieres hablar de ello, no importa —replicó con simpleza, sin embargo. Sacudí la cabeza.

—No es nada malo —le aseguré con una leve sonrisa para que no se preocupara.

Ojalá poder decirle por qué parece que lo he dejado atrás, ya no hablo de él o ya no se me nota lo enamorada que me tiene él. Pero mi conciencia me implora que no se lo diga, siempre la loca tiene la razón.

Vengo de ti, ¿sabías?

Suspiré profundamente saliendo del pasillo, escuché de parte de papá algo sobre desearme suerte, le había dicho que gracias y terminé de bajar las escaleras hasta encontrarme con mamá.

Estaba en la terraza de la casa con una copa de vino, mirando el cielo, por la cara que llevaba parecía como si reflexionara de la vida. Conociéndola, sentí que quería llorar.

—¿Está todo bien? —le pregunté por si acaso pasaba algo. Ella sacudió la cabeza en rechazo.

—Todo bien cariño. ¿Ya los chicos dijeron que vendrían? —me dedicó una sonrisa de labios cerrados enrollando un mechón de mis rizos.

Asentí con la cabeza echándole una última mirada a la pantalla del celular, Max al parecer es el chofer. Escogieron a la persona no indicada, cada vez que ese chico pisa una fiesta, al salir no entres a su coche con él conduciendo, puedes acabar sin vida de diferentes formas.

El mensaje de Zuri anunciando que ya estaban llegando me alivió un poco, sé que ellos respetan por completo el hecho de que no quiero multitudes ni personas con las que jamás me he topado en toda mi vida. Así que no me preocupa si vienen con multitud o no.

Mamá me dejó un beso en la frente como despedida, de mi papá no lo había notado pero se fue en cuanto me dejó su regalo de cumpleaños.

—Vendré en un rato, tengo que recoger el pastel de esta muñeca —me acomodó un poco el cabello por última vez hasta dejar sus manos en mis hombros—. Pásala bien, si quieres salir a divertirte, hazlo. No te castigues por no querer estar bien.

Esa última frase se repitió en mi cabeza durante un largo rato, todavía estaba grabada en mi mente y mamá ya sacó el coche del garaje.

Suspiré pasándome una mano por la frente, analizando cómo será mi día.

Una pijamada en casa de mis padres, creo que pasaremos un rato un poco incómodo. Mamá insistió en que sea aquí, como sé que es mi mentora, es mejor tenerla cerca que de lejos.

Organicé un poco la mesa con algo de snacks_ por suerte aquí en la casa hay de todo un poco, nachos, galletas, gomitas ácidas... Todo de los gustos de mi padre, me encantaba comer cosas chatarra al igual que él, solo que se controla mucho más que yo.

Actualmente como a veces tengo un descontrol alimenticio —si es que se puede llamar así—, nada más como comida chatarra cuando estoy comiendo bien.

No pasaron ni quince minutos y ya estaban tocando la puerta. Zuri y Max cada año que es mi cumpleaños y me tocan la puerta tienen alguna travesura que hacer, al parecer creen dos cosas:

1. Que jamás les haré una saboteada con la tradición que se ha creado.

2. Que cada 15 de diciembre tocarán el timbre de la puerta de mi casa con alguna sorpresa extraña  como si la noche de Halloween no fuese suficiente.

Les abrí la puerta con el cambio de humor más raro del mundo, pasé de estar aburrida y desanimada a estar algo emocionada y curiosa de saber que se inventaran ahora.

Abrí la puerta, pero no había nadie, no sé por qué esa clase de tontería me hizo soltar una pequeña risita. Salí a averiguar si han parqueado el coche a dos o tres casas de aquí para confirmar que son ellos.

Pero de repente sentí alguien detrás de mí, no sé cómo tuve los grandes reflejos de voltearme por el instinto del susto.

—¡No vuelvas a..! —me detuve en cuanto mis ojos se toparon con Zuri, vestida de Taylor Swift—. ¿Zuri... Swift?

De verdad que tus amigos se inventan unas cosas...

Ni me lo digas, si me quedé paralizada del susto, así mismo están mis expresiones faciales.

Boquiabierta.

—No, Taylor Swift —corrigió orgullosa.

Reaccioné cerrando la boca, no dije nada al respecto, pero mi desánimo estaba muy mal disimulado, parpadeé varias veces seguidas mirando su look.

Creo que tenía uno de los últimos looks de Taylor cuando se vió en una alfombra de esas luego de las críticas de Kim Kardashian y Kanye West hacía ella, el del top sin mangas de color naranja.

Amaba ese estilo, era 2019 y todavía le recordaba de eso a mi amiga.

—Blair, perdón... No fue mi intención asustarte, íbamos a aparecer detrás de ti cantándote feliz cumpleaños, pero te noté asustada cuando saliste —sus palabras comenzaron a tener más seriedad con forme iba disculpándose.

Sacudí la cabeza restándole importancia.

—Da igual, ¿por qué te vestiste de Taylor? —fruncí el ceño, las comisuras de mis labios están tentadas a elevarse, sin duda admiro su creatividad.

—Estamos vestidos de las cosas que te gustan, y como Taylor es la que está más guapa de todas ellas, decidí vestirme de eso. No querrás ver de qué está vestido Max.

De seguro de Aedus, aunque ya ese es confuso si forma parte de las cosas que te gustan o no.

Esbocé una sonrisa rindiéndome por completo, entré a la casa viendo cómo Max no despegó su brazo rodeado en mi cuello ni un segundo.

—Tienes que dar tú primera tequila. ¡Ya verás como los problemas se van como el inhalar droga! —comenta ya dentro, no podía apoyarlo pero si reírme al respecto

—Creo qué el que dió su primer trago eres tú, Max —bromeó Zuri con fastidio rodeando los ojos.

—¿Cómo es que sabes que la droga se inhala? ¿La has probado? —Me encanta hacer este tipo de preguntas conflictivas, la reacción de Max es como exactamente me imaginaba.

Zuri y yo nos reímos a carcajadas de él, tomamos asiento en el gran sofá de la sala disfrutando de la cara de Max, si las miradas mataran, la suya me estuviera traspasando un cuchillo por la garganta quizás.

¿De dónde sacas esos pensamientos perturbadores? Jamás hablas así.

No lo sé, supongo que da igual.

Entreabrí los labios en cuanto veo en el espejo desde lejos como me he dañado en labial embarrándome en el mentón por accidente con el dorso de la mano. Apreté los labios.

—Vengo ahora —les señalé mis labios, ambos asintieron un poco distraídos en la comida.

Al subir las escaleras, sentí la presencia de alguien aquí, como si mi cerebro tuviera la necesidad de revisar las habitaciones por si acaso.

La puerta de mis padres estaba semi abierta, la abrí un poco y noté que no hay nadie.

Hice lo mismo con las demás 4 habitaciones hasta llegar a la mía en cuanto entré y cerré la puerta por accidente —la quería dejar semicerrada—. Lo primero que vi entre tantas cosas qué hay en mi antigua habitación fue la alta figura masculina que jamás pensé que vería hoy. Sus ojos azules fijos en mí me obligaban a mantener el contacto visual.

Lo miré de arriba abajo, llevaba una camisa blanca con algunos botones de arriba desabotonados. Suspiré cerrando los ojos, del alivio.

—Aedus, ¿qué haces aquí?

—Llegué y me hablas como si te implorara todos los días —murmuró con una risita sarcástica. El tono de voz... creo que está ebrio.

¿Los vampiros se pueden poner ebrios?

Creo que el alcohol es difícil que les pueda hacer mucho efecto.

Fruncí el ceño sentándome en la cama al lado de él y se tiró en el pequeño sofá que tenía al lado de esta, cuando tuvo la oportunidad de mirarme desde ese asiento. No dejó de mirarme tanto a los ojos como a todo mi cuerpo.

—¿Desde cuándo estás tomando? —pregunté con el ceño fruncido.

—Desde esta madrugada —respondió rápido—. Se supone que yo pregunté primero, puedo preguntar, ¿no?

Poco a poco entreabrí los labios, buscando qué decir de ello, pero tomé de decisión no hablar del tema. Mucho menos si está ebrio. Suspiré acomodándome más, hasta quedar cerca de él como para acomodar un poco su cabello.

—Extrañaba estas caricias, Blair... ¿No lo sabías? —Eso es lo más sobrio que  ha dicho en todo el rato, apreté los labios con algo de tristeza por dentro.

Lo he lastimado, lo he lastimado.

Y si me limito a hacer esto, lo seguiré lastimando, dejé de acomodar el cabello poco a poco alejando mi mano, pero él quería agarrarla, para darle un beso corto en el dorso.

—Y las seguiré extrañando tanto cómo a ti. —continuó bajando mi mano, la solté en cuanto relajó el agarre con la mirada enfocada en el césped del jardín desde la ventana.

—Aedus... yo... —me interrumpí a mi misma hasta notar algo, el pantalón negro no me dejaba distinguir que en la parte casi más baja de la camisa había una gota no muy pequeña de sangre, con razón sus labios estaban rojizos—. ¿Qué es eso?

Él miró hacia abajo en su ropa justo donde quería apuntar, verlo cerrar los ojos para contener el decir una palabrota me hace estar en alerta de inmediato.

—Yo... lo arruiné literalmente. Se me salió de las manos el control y... —se interrumpió a sí mismo con tal de poder ver mi reacción.

Tenía los labios entreabiertos, tratando de que los pensamientos me permitieran hablar o reaccionar de manera adecuada. Lo único que me llega a la mente es el recuerdo de cómo me ocultaba las cosas, la visión que tuve cuando salí de su dormitorio en la mañana.

Apreté los puños, aún helada tratando de controlar mi impulsividad. Él tuvo intenciones de acercarse dando un paso pero me alejé agarrando un alicate de una gaveta cualquiera.

—Blair...

—Aléjate.

—Es complicado soltar algo a lo que ya eres adicto, Blair.

—¿No planeabas decírmelo hasta que me diera cuenta? —fruncí el ceño a punto de mascullar de mala gana la pregunta.

—Me hubiera cambiado de camisa, ¿no crees? —murmuró con una mano levantada, a pesar de mirarme a mí, de vez en cuando le prestaba atención al alicate.

Comprendí muy tarde que buscaba como quitarme mi único método de defensa, en un movimiento rápido me agarró de la muñeca, pero nuestros reflejos compiten. Creía que tenía que ver con mi desarrollo.

Forcejeé entendiendo mal sus intenciones, buscaba defenderme mientras que él —de la forma no muy recomendable—, buscaba calmarme. Todo empeoró en cuanto me hizo girar de un tropiezo hasta que mi espalda chocó con su pecho. Todo lo vi con intenciones de que quería lastimarme, era como si ya no lo reconociera, todos esos pensamientos me comenzaban a dar malas ideas de él.

Para poder librarme de su agarre cometí un grave error, clavé el alicate con fuerza cerca de su cadera, donde tenía más facilidad hacerlo.

En cuánto el objeto afilado se entierra en su piel tiñendo automáticamente toda esa área en la camisa de color rojo carmesí, Aedus me agarró la mano por última vez buscándola, no quería soltarlo, era tan suave el agarre que solo alejé mi mano con forme iba analizando que es lo que acabé de hacer.

El impulso.

¿Cómo es que me llevó a hacer esto?

Él cae al sofá de un tropiezo, las pupilas de sus ojos empiezan a dilatarse demasiado hasta que quede el más mínimo rastro de aquellas hermosas motas azules eléctricas.

Mi mirada define por completo el significado del miedo, me agaché sin importarme si me raspé las rodillas y empecé a revisarlo, no está sangrando demasiado. Tuve que interrumpirme ya que el collar me ardía.

Fruncí el ceño levantando la cabeza en dirección al espejo de mi armario, no quería pensar que tenía que ver con el collar de Zuri.

Sentí como si acabara de atrapar algo, aún con el ceño fruncido lo agarré con cuidado, no podía tenerlo en las palmas de mis manos por mucho rato debido a cómo ardía.

Lo solté tragando saliva, una lágrima estaba a punto de caer de mi mentón, la limpié de inmediato y me puse de pie para buscar ayuda. Él no sé por que pero no está reaccionando, tengo que buscar ayuda y no quedarme aquí como si nada.

Narración Omnisciente

A través del espejo, la reina observaba cada cosa, cada movimiento... podía ver todo desde ahí a pesar de la forma del espejo. Tenía una copa en el tocador lista para llenarla de sangre cuya procedencia es demasiado dudosa debido al carmesí fuerte que resaltaba en la copa transparente.

Miró a su esclava, Maryland, ella por igual llenó la copa de la botella por obligación de su reina. Ambas hicieron un brindis.

—Salud —dijo la reina con tanta suavidad al chocar las copas en cuanto el arma que Blair tenía en su mano terminó clavada en la cadera de Aedus.

Maryland fingió una sonrisa de labios cerrados mientras se llevaba la bebida a la boca, Alicia dejó el vaso en la mesa para reírse a carcajadas de cómo se iba sintiendo Blair conforme el cuerpo de Aedus iba cayendo al suelo.

El collar estaba brillando y se podía ver cómo absorbía alguna especie de energía, solo la reina tiene conocimiento de que se trata.

Pero de repente una ola de humo negro inunda en todo el dormitorio, ese olor a muerto hace que Alicia se volteé alarmada, ella pudo reconocer de inmediato de quién se trata.

Su madre Lilith aparece furiosa en proyección astral, Alicia suspiró con cansancio observando de arriba abajo a su madre lentamente. Alicia al lado de la reina del infierno se nota demasiado inferior, ella y su esclava hacen una reverencia colocándose de rodillas.

—Ponte de pie, Alicia —Al escuchar su nombre en vez del acostumbrado "hija" hace que Alicia trague saliva, no se espera nada bueno cuando se trata de Lilith asustada.

El ruido de la cachetada era tan fuerte que resonaba en toda la habitación, la fuerza de Lilith llegó tan extrema que Darkness se agarró la mejilla notando en sus dedos una pequeña gota de sangre negra.

Tuvo la valentía de mirar a su madre a los ojos a pesar de lo anterior, Lilith permaneció furiosa aún así.

—¿Qué clase de estúpidez hiciste? En primer lugar, no te ordené que la criada esa lo matara a él. ¡Te ordené, porque eras tú en quién yo confiaba! ¡Da bastante vergüenza que quién hizo esto sea mi hija! —vociferó la reina del infierno haciendo romper espejos, ventanas, y el viento azotar.

—Mis grandes disculpas, madre.

Lilith frunció el ceño poco a poco la analizaba de arriba abajo, como si buscara calma para tratar de darle otro chance. Una corta sonrisa se forma en sus labios, pero no tarda nada en borrarse.

—Al menos fuiste un poco creativa en que sea ella quién lo matara, a ver si él sufre más. No estuvo tan mal después de todo, pero pierdes tú tiempo —remarcó las últimas palabras desatando el enojo que se guardó por un momento mientras observaba por el espejo con grietas la habitación de Blair donde ha ocurrido la escena—. Esa chica está... perdida en amor por él, no tengo tiempo para lidiar con niñas fantasiosas que creen en cuentos de hadas. Espero que tú tampoco.

—Para nada madre, solo quería ver más sufrimiento a mi alrededor...

—Oh cariño, sé que eso te divierte —acomodó un mechón del cabello azabache ondulado de Alicia detrás de la oreja con delicadeza, limpió las pequeñas gotas de sangre de su mejilla recuperándose debido a la cachetada de Lilith—. A pesar de que hasta tomaste un buen esfuerzo en manipular al pobre infeliz de Austin Myers para que le entregara a la niña el atrapa-almas, no vuelvas a hacer esa pobre jugada.

La reina Lilith se llevó el dedo a la boca limpiándolo de la sangre de su propia hija, Maryland trataba de no hacer ninguna mueca de miedo arrodillada en el suelo. No tenía la orden de ponerse de pie, y ya sabía lo que le esperaba si desobedecía a la misma reina del infierno.

—Acaba con Los cinco sangrientos, ya sabes qué pasará si no lo logras.

—Sí, madre —murmuró Alicia bajando la mirada aguantando la respiración, sus hombros no se relajaron hasta que la ola de humo de Lilith volviera a cubrir tanto su cuerpo hasta que ella pudiera perderse en ella.

Alicia tenía por seguro por un momento que había cumplido una parte de su misión.

Pero al ver el fracaso, se veía obligada a hacer hasta lo peor para ganarse el lugar con su madre. Ahora tendrá sin duda que jugar los mismos juegos que juegan Los cinco sangrientos como para poder traer sus almas junto a su cuerpo al infierno.

Ella comenzó a pegar el grito más alto que todos en el castillo se han alarmado, espejos y ventanas terminan de romperse, el suelo tiembla y en el cielo empieza a estrellarse un tornado, Maryland trata de agarrar equilibrio por el temblor que la furia y desesperación de Alicia hace causar.

El espejo del tocador donde Alicia vigila a Blair termina de romperse, en un pedazo se puede ver como la piedra del collar de Blair no deja de brillar debido al control que Alicia le ha comenzado a dar.

Sus ojos se ponen negros mientras con sus manos empieza a unir las piezas del espejo arreglándolo en menos de un minuto. Poco a poco va guardando calma y dejando de gritar al notar que el atrapa-almas está absorbiendo el alma de Aedus.

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