|| Capítulo 29 ||
29- CAPÍTULO
"¿HAY CONFIANZA?"
⛈️| Blair Myers.
🗓️: 15 de diciembre del 2023.
Él asintió con la cabeza lentamente como reacción, aún así quería dejarle en claro cómo tendría que ser esto, no puedo estar indecisa queriendo algo y después deshacerme de ello como una basura.
—No quiero romperle el corazón a nadie, y... No he dejado de pensar en ti, pero es mejor ir despacio. Creo que está empezando mi desarrollo y no quiero...
—Blair, estás pálida —Aedus dejó de quedarse perdido en mis gestos y mientras sacudía su cabeza coloca su mano en mi frente para poder ver si quizás tenía fiebre—. Mierda.
—¿Pero cómo? —fruncí el ceño acariciando mis manos, empecé a parpadear más rápido en cuanto su mano se aleja de mi frente.
—¿Estás comiendo bien? Quizá la palidez es de eso.
—No, estoy comiendo, un poco —dije de inmediato, rodeó los ojos y acto seguido empezó a alejarse hasta alcanzar la salida de la cueva.
—Tienes que comer.
—¿Me quieres obligar o qué? —enarqué una ceja acompañándolo al lado.
—Si es necesario, sí —me mira a los ojos en lo que abre la puerta de piloto, entramos al mismo tiempo al coche.
Durante el silencio, me abroché el cinturón y traté de distraerme en el celular. Cosa que era difícil cuando siento que me falta algo por decir, por su protección no dijo nada sobre el anterior tema.
—Sobre lo anterior, no me romperás el corazón —añade después de considerarlo un buen rato—, sé que no eres así. Estás asustada de lo que sea capaz de hacerte cambiar este desarrollo.
Lo miré de inmediato, para nada sorprendida ya que no es la primera vez que Aedus llega con la respuesta justo al momento.
»Y no pasa nada lo que sea que quieras, sabes que lo voy a respetar. Lo único que sí quizás me costará respetar es que ya no me quieras permitir que te ayude en lo que necesites.
—Oh, claro, papá —bromeé a pesar de mi serenidad.
—Pensaba que ibas a decir algo más... interesante.
—Ya quisieras tú que yo que te diga papi —esbocé una sonrisa por primera vez en esta madrugada. Ya me puedo confirmar a mi misma que extrañaba esto.
—Jamás dije eso —elevó una comisura de sus labios tratando de imitarme, eso hizo que mi sonrisa aumentara un poco más.
Ver tantos árboles en la carretera por minutos me ayudaba a conciliar el sueño que había perdido. Me acomodé mejor en el asiento aprovechando lo que falta para llegar a la facultad, al encontrar mi posición deseada, cerré los ojos.
El asiento bajó un poco, supuse que Aedus presionó la palanca despacio para que no me molestara.
Me quedé completamente dormida, y esta vez por suerte no tuve ninguna pesadilla preocupante, sin embargo. La siesta no duró mucho en cuanto percibí estar en los brazos de alguien.
Quería abrir los ojos como primer instinto, pero no lo hice. Sabía que se trataba de él cargándome, me acomodé más hasta que el olor tan característico de su ropa inunda mis fosas nasales.
Tuve un deja vú_ de aquella vez que fingí quedarme dormida la primera noche en la que lo conocí, acomodé mejor la cabeza en su pecho. Ya estamos llegando al dormitorio, me aburrí de tener los ojos cerrados esperando a quedarme dormida.
—Sabía que estabas despierta, desde que te cargué tú corazón latía muy rápido —murmuró el aludido, teníamos contacto visual, el mío se enfocaba más en sus ojos azules, tenía las pupilas dilatadas.
—¿Tanto te gusta cargarme? No es la primera vez.
—Esta vez quería aprovechar las oportunidades —sonreí ante el comentario.
El ascensor se abrió, iba a decir algo pero justo tenía que venir una parejita de posiblemente ebrios debido al olor a alcohol que llevaban encima. Aedus sin pensarlo se fue hasta encontrar el dormitorio en todo el pasillo.
Tenía que quedarme en silencio, ver sus pupilas dilatadas me parecía lo más magnífico del mundo.
Nunca he visto algo así la verdad, a pesar de que estoy rodeada de universitarios medio drogados los fines de semana.
—Tus pupilas, están dilatadas —susurré al fin apartando la mirada.
No sé cómo pero, después de muchos días al fin he podido sacarle a Aedus la sonrisa más linda que he visto en mi vida, verlo de ese modo me hace ignorar por completo el hecho de que es un amargado con todo el mundo.
Decidí bajarme de sus brazos, ya no me gustaba mucho el sentirme como una princesa en apuros. Él seguía de pie contemplándome, podía sentir su mirada a pesar de estar de espaldas a él tratando de abrir la puerta.
—¿Así qué, de esto se trata ahora? ¿Decirnos cumplidos? —dijo cerrando la puerta, me tiré en la cama acomodándome de inmediato. No sé de dónde sacaré las horas restantes para dormir.
—¿Te agrada? —logré gesticular con vagueza.
—Lo que sea que venga de ti, me hace sentir mucho más que agrado —confesó tirándose a la cama conmigo, que esté cerca mío me llamó por completo la atención. Me volteé quedando frente suyo, Aedus acomodó varios mechones de mi cabello detrás de la oreja con tal de poder ver mi torso mejor.
Permanecimos en silencio mirándonos fijamente, quería decir algo para empezar a hablar un poco, quizá eso me ayudaba a conciliar el sueño interrumpido del coche.
Me remojé los labios ya con los ojos cerrados, me vino a la mente aquello que me había mencionado en la cueva sobre ver sus recuerdos.
—Vendré a tu habitación después de clases, quiero ver tus recuerdos —hablé en un tono perezoso, acto seguido me acerqué con mucha torpeza a la almohada, haciendo tambalear la cama, no me gusta dormir sin ella.
De acuerdo, eso sonó un poco raro, pero el sueño no me permitía darme cuenta de ello.
Lo último que pude sentir antes de quedarme dormida era un beso corto y delicado de Aedus en la frente, sonreiría si estuviese lo más consciente del mundo sobre ello.
Dormí dos horas más, en total supongo que serían cuatro horas, seguro podré aguantarlo durante todo el día. Así que no me preocupé.
Al abrir los ojos, lo primero que ellos captan es el perfil de Aedus, no es novedad que se vea tan activo.
—Te iba a despertar pero parece que tienes tú propia alarma mental —intentó bromear, sin embargo, me da penita que no tenga mejor humor que yo.
A veces.
—¿Qué hora es?
—Falta media hora para entrar a la primera clase —su vestimenta del día de hoy llama mucho la atención.
Una camiseta negra y un poco holgada, muy simple todo, zapatos y unos tenis del mismo color. A pesar de ser demasiado simple, no admitiré el hecho de que no he dejado de mirarlo.
—Buen día, por cierto —aparté la mirada colocándome de pie, fui al baño para no salir como recién despierta por todo el pasillo.
Lo más que pude hacer fue peinarme y lavarme la cara. No tenía las agallas de pedirle su cepillo prestado, y él lo sabía debido a las miradas breves que le dedicaba al cepillo. Detesto continuar la mañana con mal olor en la boca.
—Puedes usarlo, Blair. No pasa nada malo, después de todo, en la cueva pasó algo más emocionante que utilizar el cepillo del otro —Al parecer ya le encontré hobby a este chico, hacerme sonrojar y enojarme es uno de ellos.
—Te voy a pedir que me cepilles los dientes como castigo.
—¿Eso no sería un premio? —esbozó una sonrisa medio divertida dejando a un lado lo que estaba leyendo.
—¿De qué es? —hablé antes de llevarme el cepillo a la boca y empezar a cepillar.
—Seguía buscando sobre los cazadores de vampiros, no sé. Con las esperanzas de que se me ocurra algo mediante esta porquería —lo último fue en voz baja, supuse que para el mismo—. De todos modos, conseguí un cazarrecompensas en Alemania.
—¿Qué? —fruncí el ceño escupiendo la pasta de dientes, terminé del cepillado y me sequé con la toalla—. ¿Cazarrecompensas? ¿Estás volviendo a tu época o qué?
—Posiblemente, linda.
Rodeé los ojos mirándome en el espejo, bien. Me veía un poco... presentable, nada más faltaba ir a por la ropa.
Observé la hora en el reloj, como tenía tiempo para hablar con Aedus, me senté en el borde de la cama mirándolo con los labios apretados.
—Blair, hago esto porque es lo que quieres. Conseguir a alguien que me pueda traer algo de información es mejor que ir yo a Alemania.
—¿Por qué?
—Él es humano, podrá conseguir lo que necesitamos sin levantar ni una sospecha, un vampiro en Alemania para estos tiempos es carne para leones. Además, tengo que arreglar las cosas contigo, no quería dejarte sola.
Un suspiro profundo sale de mi boca, con la misma paciencia me llevé un puño a la mandíbula para sostener mi cabeza de ahí.
—Perdón, es solo qué...
—No tienes porqué pedirme disculpas. Puedes preguntarme cualquier cosa si te sientes mal o en duda con algo, estás en tu derecho —aclaró de inmediato, su mano hizo roce con la mía, noté como la acarició un poco. Pensé que le iba a dar un beso como antes lo hacía, pero se limitó a hacer solo ese contacto físico—. Estás tarde, ¿te llevo o prefieres ir sola?
—No pasa nada, nos veremos aquí después de clase —le aseguré apretando los labios con una sonrisa desanimada, de repente se me dió por sobrepensar. Utilizar esa frase lo podrá agarrar como pura indirecta de que no confío del todo en él.
Me dolía demasiado la cabeza al verlo a los ojos, fruncí un poco el ceño volteándome. No le presté atención a lo que sea que haya dicho para despedirse de mí.
Al mirarlo por última vez, en el reflejo de sus ojos tuve una visión extraña. Como si mi vista se enfocara tanto en el azul tan llamativo de sus ojos que me ha extraído un recuerdo en él.
Era de día, el cielo estaba tan azul como el que ya había visto anteriormente, al bajar la cabeza. Observé de inmediato a Aedus, se veía igual de joven que ahora.
Solo que con un aspecto más, terrorífico.
Había sangre en sus manos y en la ropa, había tirado al suelo un corazón de una niña. Una niña que con tan solo poder verla transmitía esas vibras de inocencia en su rostro, quería salir de aquí en cuanto le tiró el corazón en la cara como una basura.
¿Qué es lo que acabé de ver? Un alivio para mi fue que lo que sea que haya visto en sus ojos ya se haya ido. Aedus iba a acercarse a mí con los labios entreabiertos, pero lo más que pude hacer era salir huyendo a pasos rápidos de aquel pasillo.
No me salían las palabras, se iba a preocupar. Pero lo último que quería era que esa visión me llevara a hacer algo o a provocar a cometer un error. Aún recuerdo la pesadilla que tuve.
No quería ni voltearme en cuánto presioné el botón del ascensor para que cerrara. Cerré los ojos, tratando de esquivar la visión que acabé de ver.
Ese no es él, tanta maldad en su rostro. No voy a negar que de seguro ha matado, pero la forma en la que lo hace ahí está fuera del Aedus que conozco.
Tiene que ser una manipulación.
Ahora sí que piensas un poquito mejor.
Muy cruel de tú parte.
No he tenido un buen día de clases la verdad.
Durante el receso tenía el puño de mi mano clavado en la mejilla apoyando parte de mi cara, estaba distraída jugando con el tenedor tratando de ignorar lo que tanto me tenía distraída en clases; aquella visión.
Mi mente era un video de una hora recopilando cada detalle de lo que vi, como si eso me traería una solución a mis asuntos. Enrollé los espaguetis en el tenedor y me los llevé a la boca con poco esfuerzo.
De pronto por acostumbrarme a ver por mucho rato el rincón que me hunde en mis pensamientos, se me hizo raro el hecho de que estoy rodeada de muchos universitarios en esta cafetería. Y a pesar de eso, pude distinguir con mucha facilidad a Zuri y Aedus, están hablando.
Ella tiene su bandeja roja con la comida en la mano, en cambio Aedus, está con las manos vacías. Logró hacer contacto visual conmigo, no pasaron ni cinco segundos y aparté la mirada.
No me gustaron los espaguetis, pudieron haber quedado mejor la verdad. Con una mueca eché el plato a un lado y mejor opté por comerme los brócolis.
No sé si es porque soy descendiente latina o qué, porque es un milagro que a una estadounidense le gusten tanto los brócolis como yo. De pequeña los comía bastante.
Zuri se me acercó y se sentó enfrente mío con la bandeja de comida, creo que su bandeja es la más seca de toda la cafetería. Frutas secas, panes tostados con manteca de maní. Y la bebida tenía un color raro.
—¿Acaso es una dieta lo que llevas ahí? —enarqué una ceja, le robé una porción de la barra de mantequilla de maní. Ella rodea los ojos arrancándole una mordida al pan—. No te juzgo, se ve apetecible.
Lo último se me escapó decir con la boca llena, me remojé los labios observando a Zuri, aún sigue callada con la comida en la boca.
—De acuerdo, rarita de los rincones ¿Cómo estás? —es su saludo después de terminar de tragar el pedazo de pan.
—Más o menos, madrugué. Han pasado muchas señales estos días de que se aproxima mi desarrollo —intenté resumir lo más que pude con ella. Zuri asintió lentamente comiendo—. No sabes disimular, Aedus te pidió que me preguntaras cómo estoy. ¿Cierto?
—¿Eres una bruja o qué? Dime lo que quieres que le diga, soy inútil para estas cosas de novio-barra-mejor amiga —me sorprendió la rapidez en la que se terminó su desayuno. Un suspiro relajado sale de su boca, acto seguido, alcanzó la bebida rara que tenía como la cereza del pastel para el desayuno.
—No lo sé... no quiero preocuparlo.
—¿Le digo la verdad pero con pelos en la lengua? —fruncí el ceño para que me explicara a qué se refiere—. ¿Qué tuviste una visión de esas?
—Supongo que eso sería más fácil —murmuré jugueteando con la pulsera que tengo en una de las muñecas.
—¡Gracias por sacarme de un apuro! Ahora, tienes que contarme todo —su sonrisa dulce se borró, me da risa la forma en la que me mira. Parece que quiere intimidar pero no le sale.
Durante el receso le iba contando todo lo que iba pasando, supuse que quizás ella pudiera hacer algo al respecto. De repente dejé de prestarle atención a mi amiga.
Estábamos caminando en los pasillos de los casilleros, mis pasos se hacían más lentos en lo que iba surgiendo una idea en mi cerebrito. Volví a la realidad automáticamente para decírsela a Zuri.
—¿Y si averiguas cómo invocar a mi doppelgänger? —Demasiado impulsiva, me quería llevar las manos a la boca para sellarla durante todo el día.
—¿Estás loca? —Zuri me mira de inmediato alzando las cejas, hace una pausa observándome esperando a que me ría—. Blair, no está tan mal, pero podemos encontrar a otras personas. Tus padres por ejemplo, eso es menos peligroso que tener que llamar a una muerta, necesitas ver más cosas de terror.
—No sé si quiera algo con mis padres.
—Tarde o temprano van a buscarte, sabrán que vas a desarrollarte —me advirtió en susurro abriendo su casillero.
—Presiento que uno de ellos lo sabe y no se atreven a venir a visitarm.... —guardé silencio en cuanto desde lejos vi una mujer con las mismas características que mi madre. Al lado estaba Max.
Ah vaya.
Zuri dejó escapar de sus labios un silbido en cuanto se percata de que es mi madre, y con Max.
¿Por qué Max vendría con mi mamá? No entendí para nada que estaba pasando, si esperaba su visita ya que siempre lo hacía en la secundaria, pero jamás pensé que sería con mi mamá en estas circunstancias.
Ambos salen de la oficina un tiempo después, mamá es la primera que me encuentra con la mirada, aparté la mía organizando mi casillero.
El primero que llega a taparme los ojos para hacer una de sus payasadas pues es Max.
—Toc toc —lo escuché hablar por primera vez, las risitas de Zuri me parecieron contagiosas.
—¡No es así, actualízate! —le aseguré quitando sus manos de mis ojos—. Max.
Zuri estaba abrazándolo de espaldas, en cuanto se separó me acerqué para abrazarlo de igual manera. Cuando mi cabeza se asoma por su hombro, mis ojos de forma obligatoria se cruzan con los de mi madre.
Tiene unas gafas puestas, se las quitó dejando ver sus ojeras con un apretón de labios. Su cabello liso está amarrado en una coleta de caballo, al menos viste casual para la visita.
—¿Por qué viniste con mi mamá? —le dije en voz baja con el ceño fruncido, no es que no la quiera aquí, pero me dejó un poco intrigada.
—No pensé que lo de independizarse ya pasó hace mucho —susurró, dejamos de secretar hasta que ella se aclaró la garganta.
Max es más alto que las tres, así que no pude notar la presencia de mi madre hasta que se echó a un lado.
Tragué saliva, le hice un lento repaso con la mirada mientras, algo en mí tenía fe de que esto saldrá bien. Que quizá todo volverá a ser normal y que las disculpas de mamá puedan hacerme considerar en si darle una oportunidad, después de todo es mi madre.
—Blair, cariño... Sé que estás enfadada conmigo, pero estoy muy preocupada por ti, entiendo todo esto y puedo ayudarte. —poco a poco se va acercando a mi hasta agarrarme las manos, me plantó un cálido beso en los nudillos y me mira, sus labios estaban temblando. ¿Algo bien malo estará pasando o no es nada?—. Eres mi hija, y lo menos que quiero es que algo malo te pase.
Mis labios poco a poco de forma inconsciente se entreabrieron un poco, me había sorprendido lo tan sincera y preocupada que la sentía durante el abrazo. Como si acabara de compartir sus emociones conmigo.
Cerré los ojos sin separarnos del abrazo, la extrañé. Lo admito, me sentía perdida con todo esto sin ella, pero mi enojo lo ignoraba por completo.
Al separarme, ella me plantó un beso en la frente como de costumbre, Zuri y Max hicieron seña de irse para dejarnos un momento a solas, y esta aceptó.
—He pedido permiso para que puedas salir conmigo, dije que tenía que llevarte yo al médico —me avisa luego de que la siguiera hasta la salida de la universidad.
Escuché perfectamente lo que dijo pero, mi atención visual se la llevaba Aedus, me di cuenta de que estaba mirándome desde lejos con las manos en los bolsillos.
Mantuvimos contacto visual por unos segundos, él fue el primero en apartar la mirada e irse, yo igual giré la cabeza.
—Respeto tú noviazgo con él, después de que me enteré lo he estado haciendo —comentó al ver que lo miraba a él. Su mirada aún permaneció en Aedus alejándose de espaldas a nosotras—. He intentado hablar con tú papá pero...
—Dejemos eso para después —le corté de inmediato apretando los labios—. ¿A dónde iremos?
—A casa, tranquila. Él no está ahí —me aclaró desde que la miré para asegurarme de que no esté bromeando.
Guardé silencio durante el camino, jamás hablé al menos de que ella quisiera preguntarme algo, por ejemplo: los estudios, mis respuestas no eran cortantes, pero si eran de estas cortas a las que les podías encontrar tema de charla o con que seguirle.
Después ella comenzó a hablarme cosas de su pasado, cosa que comencé a sentir raro el tema de charla en el buen sentido, jamás me habló de su pasado o de cómo era ella en la secundaria.
Cuando llegamos a la casa, salí del coche observándola de arriba abajo. Tenía un tiempo sin entrar ahí, por eso no ignoré el mismo diseño que tiene, no le han cambiado casi nada.
Mamá abre la puerta, fui la última en entrar así que la cerré. Tuve que buscarla con la mirada porque con tan solo dejar de mirarla un segundo ya la había perdido de vista.
No sé dónde está.
La encontré en la cocina, un rincón que tanto utilizaba yo para pintar en ese lado de la pared, ya no se nota porque cubrieron las paredes de la cocina con pintura beige. La vi casi igual, la terraza es lo único que cambió, el sofá un poco desorganizado cosa que no se ve mucho en mis padres, y la cocina no vi cambios en ella.
Mamá acerca su mano a un lugar del rincón, está un poco agachada, de repente, abrió un gran hueco de la pared cubierta de cemento con su mano. ¿Tenía una especie de pegamento en ellas?
—¿Por qué en el rincón donde pintaba las paredes? —inquirí con mucha curiosidad agachándome, me sentía como en Coraline y la puerta secreta.
—Estaba desde que eras bebé, iba a cambiarlo, pero como quiera jamás te diste cuenta del lugar. Aún así, es muy pesado mover los bloques de cemento.
—Eres muy astuta, mamá —fruncí el ceño curioseando el lugar desde aquí, no tenía ganas de entrar a ese pasadizo. Mamá fue la que entró agachada hasta querer bajar al suelo y optar por gatear.
—Espérame ahí, esto es muy estrecho —trató decir con esfuerzo al gatear, unos segundos después salió con una caja no muy grande de color celeste, tenía unos bordes de tela que parecían bordados de alguna tela de velo para novias.
Se veía muy antigua, el diseño antiguo y algunos lados oxidados eran la evidencia de ello, abrí la caja quitando una buena capa de tierra y sucio. Lo primero que veo es un collar muy brillante con una piedra parecida a un rubí. Se veía como nueva, la agarré pasando mi dedo pulgar por ella.
Estaba muy largo como para colocárselo, mamá lo sacó dejando en la mesa lo demás para enseñarme que la piedra se puede abrir, dentro tenía un papelito muy envuelto que al abrirlo tenía un mapa.
—¿Este mapa es...? —fruncí el ceño agarrando el mapa, ella tenía el collar en sus manos.
—Un lugar en Alemania que solo los sobrenaturales pueden ver su verdadera apariencia, los humanos lo ven como una carretera abandonada. He ido ahí, es el lugar donde los cazadores se ocultan... —la miré parpadeando lento, mamá frunció el ceño, parecía que se estaba preparando para decir algo—. Tenía muchos amigos ahí, la primera vez que vas no te sientes muy cómoda... Al principio te parece un ambiente... extraño.
—Entiendo —apreté los labios observando cada detalle del mapa, se supone que les hacen unos dibujos. Al parecer las casas son chozas de piedras o de madera y paja—. ¿No había mucha arquitectura en ese entonces?
—Hasta 1858 no hubo modernización en los hogares, era un lugar con poca economía o nada. Se escondían donde ellos quisieran, los vampiros sabían del lugar, pero está rodeado de todas las cosas que los hacen débiles —desde que mencionó sobre hacer débil a los vampiros, me llegó a la mente Aedus, bajé la mirada entregándole el mapa.
—Mamá... ¿Crees que mi cambio sería tan grande como para matar a Aedus? —la miré sentándome en las sillas del comedor, justo me quería sentar en la que estaba al lado de la caja de recuerdos, saqué algo más de ahí, son una especie de pastillas.
Tenía escrito en una letra muy fea algo sobre tranquilizante, estaba rota la hoja pero por la mitad de letras que llevaba supe que decía que es un tranquilizante. Arrugué las cejas destapándolo.
¿Para qué o quién ella tiene un tranquilizante?
—Me gustaría decirte algo positivo cariño, pero no quiero ilusionarte o mentirte. Ningún cazador ha podido manipular su cerebro durante todos estos años, somos unos... esclavos —mamá cruzó los brazos después de abrir sus manos en un gesto cualquiera—. Pero siempre está la opción de no rendirse, y no quiero que tú la ignores.
Esbocé una media sonrisa que fue borrándose hasta apretar los labios y mostrarle el tranquilizante, ya me había mirado cuando sonreí así que al ver el tranquilizante se me acercó de inmediato.
—¿Los utilizabas? —inquirí tragando saliva cuando ella lo agarró.
—No pensé que lo había guardado... —susurró frunciendo el ceño, luego me miró—. Sí, los utilizaba, pero nada que ver, era porque sufría de un descontrol emocional durante mi desarrollo. He llegado a sentirme depresiva en algunos entonces, pero no me ayudaron, pensé que los había tirado....
—¿Cuántos años... tenías? —mi mirada se suavizó hasta sentir los ojos un poco aguados, por un momento me imaginé como de seguro pudo haberlo pasado.
—Tenía veintidós —tragó saliva dejando el frasco a un lado, desde ese entonces jamás lo miró, me dedicó un intento de sonrisa para luego enseñar algo—. No tenía apoyo en ese entonces, y esa es una de las razones por las que estaré contigo en esto.
—Quieres evitar que yo no sufra lo que tú sufriste, y lo entiendo —adiviné de inmediato lo que quería decirme, mamá coloca una mano encima de la mía y la acaricia. De pronto, sus ojos se llenan de lágrimas, las contuvo cuando cerró los ojos por unos segundos.
—Te guiaré en todo, corazón. Pero me tienes que contar si has tenido algún síntoma o algo. ¿Has teñido sueños raros... insomnio...?
—¿Estás nombrándolos todos para asustarme? —No puedo evitar tener sentido del humor en mis problemas, mamá sacude la cabeza con el ceño fruncido, por la mueca que hace se nota que quiere reírse.
—No te regaño porque no quiero verte triste o algo por el estilo —me advirtió observándome con fijeza, mamá sabía que le tocaba volver al tema así que bajó la mirada—. Pero eso significa que tú desarrollo está empezando Blair.
—No me sorprende mamá —ella frunce el ceño, ya sospecha que me he olvidado algo para decir—. Tuve una visión esta mañana de Aedus...
—Eso es más serio —me interrumpe abriendo más los ojos, se acomodó lista para escucharme.
—Lo miré a los ojos y... de repente era como si me teletransportara al pasado. Vi cómo mató a una niña y le tiró el corazón a la cara, me pareció algo tan... triste y desagradable que me asustara, no desagradable en el sentido de asco o algo así porque claro, estudio criminología —a lo último hablé tan rápido que no supe cómo no me trabé con las palabras.
—Cariño ya sé que estudias criminología —habló mamá en un tono tranquilo, me acomodó un mechón de mi cabello detrás de la oreja. Por debajo de la mesa no he dejado de mover las piernas.
—Era en el sentido de que... no sé, no parecía que era él... —Mis cuerdas vocales perdieron la fuerza para entonar las últimas palabras, la voz me temblaba.
—Está bien —me susurró mamá de inmediato empezando a abrazarme, sus dedos se pierden en mi cabello acariciándolo con delicadeza—. Cariño, todo eso tiene que ser una manipulación, cómo te dije antes, la mayoría de esas visiones son un engaño.
Respiré profundamente, la voz calmante de mamá me está ayudando a buscar calma, me sentí mal. No sé qué era, pero parecía como si la tristeza y el miedo que tenía por aquella visión se aumentara el doble hasta no poder reprimir más y querer estallar.
Sorbí la nariz limpiándome las lágrimas, al separarme de mamá volví a practicar lo mismo de antes, respiré profundo observando el suelo.
—Lo que no entiendo es —apreté los labios mientras analizaba cómo decir esto—. ¿Por qué estamos obligados a odiar a los vampiros?
—Jamás te dirán esto que te diré ahora pero... —ahora era el turno de mamá apretar los labios antes de lamentarse decir esto—. Pero es como los vampiros y la sangre, nuestro placer son las almas arrepentidas de los vampiros.
—¿Qué..?
—Empezamos a mirar a los vampiros de una forma más distinta, tuve un caso parecido al tuyo en el que... —ella hace una pausa tratando de prepararse para lo que sea que vaya a contarle. Por un momento pensé que iba a abandonarlo y no decirme nada, su cara parecía como si se tratara de algo vergonzoso.
»Me había enamorado de un... vampiro, tenía la edad tuya, pero mi enamoramiento no duró casi nada durante mi desarrollo. Empecé a obsesionarme con todo lo que hacía hasta ver cómo acababa con la vida de alguien, por poco iba a morir en manos de ese vampiro ese día porque mi cerebro actuaba como un animal descontrolado por la comida.
No iba a repetir de nuevo el qué.
Entreabrí los labios lentamente escuchando cada cosa, cuando terminó es como si al fin pude recuperar el control de mi cuerpo que fue arrebatado por sus palabras. Me quedé paralizada mientras mamá hablaba.
Me limite muchas veces seguidas luego de haber alzado las cejas.
—Eso suena algo... tenebroso.
—No será tu caso —me aseguró mamá agarrándome la mano, pero yo alejé la mía, estaban tocando el timbre.
—Mamá, no me puedes decir eso luego de haber oído tú historia.
—Era tú primera visión y pudiste manejar tus pensamientos de la mejor forma. Me dijiste que pensaste después que él no podría ser capaz de hacerlo, eso es un comienzo —aseguró con una media sonrisa, en cuanto abrí la puerta para ver quién era, mis ojos observan a mis dos amigos favoritos parados.
Una estaba apoyándose de la pared con ayuda de su espalda mientras se mordía las uñas, él otro se rascó la cabeza al mirarme. Les dediqué un intento de sonrisa, pero creo que me salió sin ganas.
—Perdón por abandonarlos allá en la universidad.
—Para nada nos abandonaste, les dejamos su espacio y Zuri aprovechó para actualizarme. Y ahora que ya sé lo que está pasando vengo a darte un gran abrazo —como un robot automático, va a abrazarme después de avisarlo, esta vez mis comisuras se elevaron en una sonrisa dulce en cuanto lo recibí.
Mamá se estaba riendo por detrás, cerró la caja y me la entregó al separarme me volteé en dirección a ella, mi mirada baja hasta sus manos, está sosteniendo la caja. Fruncí el ceño a ver si agarré la indirecta.
—Guárdala bien, te la dejaré si quieres mirar más —susurró acariciándome la mejilla en cuanto mis manos quedaron ocupadas sosteniendo la caja—. Diviértete orazón, lo que más necesitas es olvidarte de las cosas malas por un momento, y práctica cada vez que te pase alguna visión a
Le dediqué una sonrisa de labios cerrados a mamá, aún sigue acariciando mi mejilla con tanto cariño que me dieron ganas de ponerme un poco sentimental.
De verdad que la extrañaba.
—No sé qué haría sin ti mamá.
—Quizá morir —bromeó haciendo a mis amigos reírse un poco, salí de la casa con los chicos y avanzamos hasta alcanzar el coche de Max.
—¡Cuídense mucho por favor! —dijo mamá desde la puerta de la casa, Zuri contestó por nosotros.
Entramos al coche, me quedé en el asiento trasero aún agarrando la caja, quería abrirla ahí mismo. Pero no me sentía cómoda, preferiría estar sola para poder concentrarme mejor.
Los chicos y yo nos la pasamos bien, por primera vez luego de unos buenos días he comido tanto como para acariciandome la barriga de lo lleno que estaba mi estómago.
Nos reímos mucho, me olvidé de todo lo malo que había pasado por un rato y se sintió increíble. Debería de hacer eso más seguido si estoy en advertencia de un colapso emocional.
Ya se hizo de noche, Max se ofreció a llevarnos a la facultad, desde que analicé a dónde vamos me acordé por completo que tenía que hacer unos deberes de ayer para entregarlos mañana.
—Ugh, la universidad está sobrevalorada —murmuré cruzando los brazos.
—Lo dice la estudiante responsable del aula —contestó Max luego de echar un silbido divertido.
—Detesto tener que madrugar, pero no quiero reprobar —por poco y hago un berrinche. Zuri me da dos palmaditas consoladoras en la cabeza.
—Llegaremos temprano, Blairy —se rió un poco recordando el apodo de Adele—. No vas a madrugar, es suficiente.
—Cuidado que te pareces a mi mamá —bromeé haciendo un intento de sonrisa, me llevé el puño de la mano a la mejilla para apoyarme la cabeza.
Cuando mis ojos al fin miraron la habitación de Zuri, quería dar un salto de emoción por dentro del alivio, al fin puedo acostarme en una cama.
Zuri cerró la puerta ya cuando estábamos dentro, fui corriendo a quitarme los zapatos y me tiré en la cama sin ni una pizca de cuidado.
Mi amiga sacude la cabeza en decepción.
—Menuda niña estoy criando.
No dije nada, ya que me llegó a la mente las palabras de mamá... y esa vez que lastimé a Adele por llevarme de mi enojo, hice algo muy distinto a lo que es mi personalidad.
Me remojé los labios, decidiéndome por completo, me giré quedando de lado a la cama y observé a Zuri:
—¿Puedo quedarme a dormir en tú habitación? —soné más tímida de lo que me esperaba, esta asintió con una mueca de indiferencia.
—Me parece bien la verdad.
—Gracias, no sé si Adele se sentirá cómoda durmiendo con una casi cazadora después de lo que le hice.
En el camino estaba contándoles a los chicos algunas cosas, no todo porque no me pareció muy necesario tener que acordarme de todo lo malo y contarlo.
—Sabes que ella es anti-vida, ¿no?
—Pues no.
—Pues ahora lo sabes —imitó mi tono desordenándome el pelo, me puse de pie haciendo una mueca fea y procedí a colocarme los zapatos.
—Iré a buscar mi pijama y toda esa mierda —murmuré, esas fueron mis últimas palabras antes de salir del dormitorio y no terminar de escuchar lo que dijo Zuri por haber cerrado la puerta.
Avancé hasta el ascensor y le di al botón donde se encontraba mi piso, no tardó tanto en llevarme a él.
Saqué las llaves de mi bolsillo, con mucha pereza abrí la puerta con cuidado esperando por dentro que no esté Aedus, me lo presentía.
—Oye, no quiero sonar negativa pero no creo que eso ayude a que ella... —Mis sospechas eran ciertas, empecé a oír la voz de él hablando sobre algo con Adele. Pero ambos se interrumpieron desde que se escuchó el sonido de la puerta abrirse.
Cerré la puerta, haciendo eco en todo el ambiente silencioso, hasta el pasillo estaba igual de callado, avancé con algo de vergüenza hasta alcanzar mi dormitorio y agarré el primer pijama que vi.
Sentía los ojos de Aedus clavados en mí, o los de ambos, y esa sensación me tenía incómoda y nerviosa. Y es la sensación más mala del mundo, no importa las circunstancias o lo que sea, sentirse incómodo y nervioso, apesta.
Era momento de buscar el cable de mi celular, estaba descargado, a mi hombro le faltaba poco para que chocara con él de Aedus, que efectivamente al echarle un vistazo breve, me aseguré de que si me estaba mirando.
Apreté los labios de espaldas, no podía actuar así. Quizá tendría que disculparme al menos, pero una parte de mi no tenía el valor de hacerlo.
Adele se había bajado de la cama, tenía una toalla en la mano, de seguro se daría una ducha, así que estábamos los dos.
—Perdón, por huir así esta mañana.
Silencio.
Él me contempló de arriba abajo en silencio, lentamente, mi pecho subía y bajaba de manera rápida, por suerte no era tan
notorio.
Pero tarde o temprano se dará cuenta.
—Blair... —tenía la boca abierta con ganas de decir algo, pero se lo contenía demasiado. Apretó los labios acompañado de un asentimiento.
—Estaba con mamá, me estará ayudando con esto —mencioné para no preocuparlo, él parpadea como un somnoliento en lo que me escucha.
—Espero que pueda ayudarte, es mejor que estés con ella.
—¿A qué te refieres? —fruncí un poco el ceño.
¿No será qué..?
No, no estaba celoso, así no es él, Aedus es más de querer proteger a los que ama, y creo que en esa parte cuento yo.
—Te sentirás más a salvo con ella.
—Sabes que contigo también me siento a salvo.
¿Por qué estás mintiendo? Ambas sabemos que no es así.
Te estás volviendo medio malvada, ¿no crees?
Tragué saliva, por el silencio que acababa de crear. ¿Qué estará pensando? Por qué me mira así.
Bajó la mirada hasta el suelo, y unos segundos después asintió con la cabeza, esperaba que dijera algo, sus reacciones no son muy entendibles. Ahora trata de hablar lo menos posible y reaccionar más.
Efectivamente se limitó a asentir con la cabeza.
Tragué saliva agarrando la ropa, fui al otro baño de un pronto a agarrar el cepillo de dientes y salí del dormitorio sin mirar a nadie.
—Buenas noches —me detuve al escuchar su voz cerca mío, eso me hizo voltearme para confirmar que sí está cerca.
Se encontró en la salida del pequeño pasillo que le queda a la puerta, me limité a mirarlo con fijeza, no lo suficiente como para caer una visión de nuevo. Aún no entiendo por qué mirarlo tanto trae visiones.
Sin duda ser cazadora jamás irá conmigo, todo lo que me gusta hacer debe de estar prohibido aquí de seguro.
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