27- CAPÍTULO
"CAZADORES DE DEMONIOS"
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🤯| Blair Myers.
🗓️: 1 de diciembre del 2023
Lo primero que desenfoca mi vista es a una mujer de estatura baja y piel morena. Tan pronto como notó que despertaba, se alarmó y fue a llamar a quien seguramente era la doctora. No creía que alguien estuviera aquí por ahora; mis padres quizás me visitarán más tarde.
Miré hacia los lados contemplando este nuevo ambiente, y me hace sentir rara, parece como si esta es mi primera vez aquí, cosa que no es así.
En cuánto vi que la enfermera se había retirado, abrí la boca para decir algo, al notar tarde mi atraso para hacer una pregunta de por qué estoy aquí mejor me la guardé.
Quizá caí en un coma parecido al de la chica a la que le robó a Zuri el collar para ir a Ainstream, y me estuvieron cuidando aquí.
Quería levantarme, pero al girar mi cabeza en dirección al suelo para motivarme, me percaté de tener unos cables por mi antebrazo, eso me hizo apartar la mirada con un suspiro.
Pero no me quitó las motivaciones de ponerme de pie y al menos ir al baño, tenía unas desesperadas ganas de ir a hacer pis, puse una mueca de dolor cuando mis pies pisaron el suelo.
Me dolía bastante la cabeza, avancé hasta alcanzar el baño agarrando el soporte del suero, y cuando la luz me pegó directo en la cara sentí que podía tirar cualquier cosa para tapar la maldita ventana.
Al cerrar la puerta escuché voces, así que me mantuve en silencio para oír.
—¿Dónde está? —murmuró una voz femenina.
—¡Oh, vaya! —se lamentó la otra, de seguro era la enfermera que salió cuando desperté.
Para notificar mi presencia en el cuarto bajé la palanca y me acerqué al espejo antes de que me quieran sacar de aquí. Escuché unos pasos y de pronto alguien tocó la puerta.
—Estoy en el baño —contesté con la voz ronca, me aclaré la garganta.
Aún estaba de pie contemplando mi aspecto, unos rizos desordenados —que es raro que yo los vea bonitos a pesar de tener un buen tiempo en cama—, ojeras feas y los labios resecos.
Miré mis manos, y mis uñas se veían... muy claras, eso me hizo fruncir el ceño y luego observar la de los pies. Le resté importancia y volví a la realidad abriendo la puerta.
Al abrirla tengo de frente a una doctora un poco más baja que yo, tiene una placa en su hombro con el apellido de Abrams.
—¿Doctora Abrams? Qué apelli...
—Señorita Myers, ¿cómo puede usted darnos este susto? —preguntó la doctora con enfado.
—¡Vale, disculpe... pero yo no grito! —exclamé alzando mis cejas con mi mano agarrando el soporte del suero.
La mentira más grande del mundo.
Al menos en este estado.
Ella sacude su cabeza implorando paciencia, luego se hace a un lado para permitirme pasar, eso hice ignorándola y llevándome a mi lado el soporte. El sonido de las ruedas hace eco en todo el dormitorio.
—Vengo a hacerle un chequeo —me avisó la doctora apretando los labios en cuanto me senté en la cama dejando donde estaba el soporte—. Su madre está en la cafetería para visitarla.
Mi vista se levantó, me llamó la atención de inmediato en cuanto habló de mi madre. Me trajo automáticamente a mi realidad, recordando de nuevo que no soy una humana.
—Necesito ver a mi madre de inmediato, doctora —bajé la cabeza observando a la nada— ¿Pueden traerla en lo que me chequean?
—Claro.
No se molestó en murmurar algo a la enfermera sobre traer a mi mamá en cuanto dejó una bandeja en el dormitorio.
El chequeo fue rápido, chequeos de mis ritmos cardíacos y otros sobre si desperté con algún problema o todo está en orden, por suerte así fue.
Mientras la doctora me cambiaba la bolsa de suero por una nueva, me llegó a la mente en donde pueden estar los chicos...
Y claro, Aedus.
—¿Dónde están mis amigos? Ellos venían conmigo en el bosque y luego desperté aquí —una pésima actuación de mi parte, quizás debí de actuar más sorprendida y no como si esto me lo esperaba.
—Me he enterado que los demás despertaron hace rato igual que usted, pero hay uno que sigue inconsciente.
—¿Quién? —fruncí el ceño de inmediato, alertada.
—Desconozco —apretó los labios lamentada—, pero podrá visitarlos cuando le indiquen.
Mierda, de pronto mi corazón empezó a latir un poco más rápido de lo normal, tenía miedo de que sea por algo malo que permanezca inconsciente.
Era uno de los chicos, y me preocupa, no quería pensar que se trataba de Aedus aunque mi cerebro me forzaba a pensar que seguro era él. Tenía que salir a acabar con la duda.
Justo entra la enfermera con mi madre detrás, mi corazón permanece acelerado por un rato hasta que me quedé paralizada.
Unas lágrimas empiezan a deslizarse por sus mejillas en cuanto corre a abrazarme. No le seguí el abrazo, solo empecé a llorar igual, esta vez escondiendo mi cabeza en su hombro.
—¡Blair, mi amor! ¿Por qué? ¿Por qué haces las cosas y no me haces caso? ¡Te lo advertí! —me susurró separándose, mis ojos lentamente empiezan a llenarse de lágrimas contenidas al verla.
—¿Y por qué no mejor me dices por qué me has estado mintiendo y ocultándome las verdades? —susurré limpiando con brusquedad una lágrima que se resbaló lentamente por mi mejilla.
—¿De... de qué hablas? —empezó a titubear con ganas de mirar a la doctora y a la enfermera, que ambas de inmediato decidieron salir para dejarnos a solas.
En cuanto mis ojos se quedaron fijos en la doctora y la enfermera saliendo del dormitorio hasta desaparecer de mi vista, volví de regreso a mirar a mi madre, su ceño está arrugado.
Ella quiso intentar confundirme, pero no lo logró, no soy la única que sabe de esto.
—Ya no hay nadie a parte de nosotras dos, así que habla —dije entredientes como súplica, pero mamá aún seguía negando su cabeza.
Hasta que cuando pensé que seguiría intentando mentir, se rindió bajando la cabeza. Y sollozó rompiendo en un llanto.
—Blair, lo siento, lo siento tanto... —susurró limpiándose las lágrimas al tomar la valentía de mirarme a los ojos, colocó una de sus manos en mi mejilla.
Yo permanecí quieta, no sabía cómo reaccionar. Estaba llorando pidiéndome disculpas, no siguió mintiéndome, quizás iba a soltar la sopa.
Pero sin saber el motivo de por qué lo hizo no puedo perdonarla, estoy más que perdida.
»Pensaba que podía arreglarlo —todavía no empezaba a explicarme desde el principio, por mi reacción poco significante decidió empezar a hacerlo—. Al principio nuestro deber iba a ser decírtelo, pero luego estaban las mudanzas, cambios de vida para nosotros.
»Y todo se sentía tan tranquilo, ¿sabes el alivio que sentíamos yo y tú padre de tener que lidiar solo con problemas humanos? —se limpió las lágrimas de sus mejillas con delicadeza—. Después no quisimos eso para ti y tratamos de buscar una solución para que puedas ser humana, pensábamos que había una pero... no la hay.
—Espera, espera —sacudí mi cabeza con incredulidad—. ¿Cómo qué mudanzas, cambios de vida?
Repetí lo que dijo remarcando cada palabra, estaba cansada. No quiero pensar que oiré algo más que podría dar un golpe de nuevo y cambiar la forma en la que miraba mi vida hace unas horas.
Mamá entreabrió sus labios, pensando en las palabras que dirá, pero más se concentraba en la mueca que llevaba en mi rostro en aquel momento. Después de entenderme, la cerró al fin reaccionando.
—Cuando estaba embarazada de ti, vivía en Alemania con tú padre. Queríamos intentar averiguar cómo sería vivir la vida como verdaderos seres humanos... —mi madre da un gran suspiro, la notaba como alguien que se sacaba un gran peso de encima, no tuvo la oportunidad de organizar perfectamente lo que quería decir así que repitió de nuevo–: Queríamos intentar averiguar una mejor calidad de vida tanto a ti como a tú hermano, así que volvimos a Estados Unidos, vivimos un tiempo con tú abuela hasta conseguir un buen empleo, y ya el resto es historia.
—Mamá... —contesté de inmediato con la voz temblorosa luego de mirarla con las cejas agachadas, ya podía imaginarme una película resumida con lo que me ha contado.
—Ven aquí, Blair —susurró casi extendiendo sus brazos para abrazarme, pero yo me alejé sacudiendo mi cabeza.
—Me mentiste otra vez, con Chris —no la estaba acusando, eso es lo que ella hizo, respiré profundo recuperando postura para no llegar a alterarme—. Lo seguiste haciendo una y otra vez durante más de quince años, en vez de habérmelo dicho, y no me digas que es una maldita excusa de que era pequeña para entenderlo. Ya es muy tarde, demasiado. En unas dos semanas entraré a una parte de mi vida que me acompañará por mucho tiempo y que no sé si estoy lista para llevarlo encima.
—Mi amor, por favor... —susurró en súplica agarrando mi mano, la mantuve quieta sin intenciones de querer aceptar su afecto—. Entiéndeme. Yo lo hacía porque no quería que...
—No te importaba que fuera a buscar a tú hijo mayor que no sabías de él de seguro, solo te importó que no me enterara de todas las mentiras que llevaron tú y mi padre —al soltar aquellas palabras, sentí una presión en el pecho. Una sensación de enojo terrible, quería quitar su mano de encima mío, no quería volver a verla jamás hasta que pueda organizar un poco todas estas noticias—. Vete de la habitación por favor, mamá.
—Blair...
—Por favor —imploré en voz baja con la cabeza hacia abajo, estaba tratando de acomodar el desastre que de seguro había en mi cabello. Quizá estaba igual o peor que toda esta situación.
Mamá al ver mi rechazo cuando quité su mano de encima mío, sentí su mirada de querer romper en llanto en frente mío. Como si su corazón se partiera en mil pedazos como un vaso de vidrio cae al suelo.
No quería perdonarla, no ahora, ya ni sé si confiar en mis padres.
Hasta mi abuela.
Cuando ella sale del dormitorio asintiendo lentamente con la cabeza, esperé a que el sonido de la puerta cerrándose me aliviara un poco y me dejara con la libertad de poder auto-desahogarme.
Enterré los dedos en mi cabello de nuevo con desesperación, estos se deslizaron por mi cuero cabelludo poco a poco mientras lágrimas bajaban por mis mejillas en silencio. Bajé más la cabeza hasta poder dejar de llorar, poder pensar tranquila.
Un rato después, el hambre comenzaba a distraerme. Necesitaba comer algo, apenas tenía una botella de agua en el estómago, así que llamé a la enfermera por el teléfono que ofrecía el dormitorio que pagaron mis padres para que me quedara durante el estado de coma.
La enfermera llega con algo de comer, ni siquiera sabía qué pedir. Solo le dije que trajera lo que quisieran, me daba más que igual la verdad.
Esbocé una sonrisa como agradecimiento cuando veo que ya han traído el carrito de comida, en cuanto ella sale. Decidí detenerla para preguntarle de nuevo por los chicos.
—Oiga, ¿ya mis amigos están despiertos? ¿Los que vinieron conmigo?
—Todos, pero nos ha faltado uno. La doctora quiere averiguar si quizá fue alguna especie de insecto que los ha picado como para tener este tipo de reacciones graves y sospechosas —me informó sosteniendo la puerta con el manubrio.
—De acuerdo —iba a mantenerme en silencio, pero mejor opté por preguntarle, mi plan era irme a escondidas—. Quiero saber el número del paciente Aedus Hall, por favor.
—Aedus Hall... —la enfermera susurró en voz baja tratando de recordar, cuando lo hizo levantó la cabeza de inmediato—. Él está en un estado un poco más delicado que los demás, según me contaron, tiene que ver con su cabeza o su cerebro. Algo así.
—¿Qué? —me puse de pie de inmediato, la enfermera al verme alterada no dudó en soltar la puerta y acercarse.
—Señorita Myers, cálmese... —empieza la enfermera con un tono pacifico a hacerme quedar sentada en la cama y continúa explicando lentamente—. Coma algo, veré que puedo hacer para ir a verlo tan pronto pueda, pero por su estado es mejor que mantenga la calma, por favor.
Suspiré apretando los labios mirando la puerta en cuanto me mandó a sentarme. Nunca he probado la comida de hospital, pero siento que por el aspecto de esta, no me va a gustar para nada.
Son unos sándwiches, pero solo tienen queso blanco y un jamón raro, parece de pavo. Y yo odio el jamón de pavo.
Eso me hizo tratar de hacer lo posible para que mi mueca no fuese tan notoria, y me llevé a la boca una mordida del pan, ya me confirmé por mi sola que esto no sabe del todo bien.
Volví a hacer esfuerzo en que la mueca que puse sea la mejor del mundo —cosa que no se logró—. La enfermera salió, y dijo que volvería cuando yo haya comido y con una buena noticia.
Ella cumplió con su parte, porque cuando me acabé el pan y solo estaba tomando un vaso de agua, se apareció cerrando la puerta de mi dormitorio.
—Venga conmigo a ver al chico —me hace una seña de asentimiento con la cabeza para que la siga, me levanté de la cama de inmediato y con el vaso la alcancé hasta la salida.
La enfermera y yo anduvimos por un pasillo hasta el fondo, miraba a los lados como si jamás hubiese visto el exterior, las personas. Y el rayo de luz del sol.
—Gracias por la ayuda, no todas las enfermeras tienen... empatía —esta hace un intento de sonrisa como respuesta, en cuanto llegamos al dormitorio, ella antes de entrar me mira;
—¿Es su novio? —pregunta como si nada señalándolo, yo asentí con algo de pena por dentro. No estaba del todo segura si ya estamos bien o no—. Con razón, puedo entenderla mejor.
—Las amistades también valen mucho, enfermera.
Ella se quedó callada por todo el momento, ya cuando pudo abrir la puerta. Lo primero que llega a mis fosas nasales es un olor a hospital intenso, y no me agradaba para nada.
Lo siguiente es ver a Aedus conectado a cables por todos lados, en las fosas nasales, por el brazo...
Y ni hablar de su aspecto, su piel siguió pálida como de costumbre, pero esta vez la veía como piel muerta. Tiene tonalidades medio moradas como moretones en todo su cuerpo, me acerqué de inmediato a él y empecé a acomodar su cabello, está todo despeinado.
Sus labios estaban resecos y pálidos, a pesar de tener el peor ánimo del mundo —una parte de ello tenía que ver con él—, no dejaré de pensar en verlo en este aspecto.
Quizá necesita sangre, yo no tengo como darle.
—¿Qué le detectaron?
—Les dije que el suero no lo alimentaba lo suficiente, cosa que no me creyeron y continuaron en ello. Al final siguen en duda, ya sabes. La opinión de los enfermeros no vale mucho para los doctores.
Eso me hizo soltar un suspiro dramático, dejé el cabello de Aedus tranquilo para dejar de torturarme con las preocupaciones, tenía que ir en busca de sangre.
El único que podía ayudarme era Arthur.
—Creo que usted es más doctora que la doctora Abrams —ella me dedicó una pequeña sonrisa aguantando las ganas de reírse— ¿El gemelo está despierto, enfermera?
—¿El paciente Arthur Hall? Sí, junto a la tercera hermana y un familiar extra, acompáñeme y la dejaré con ellos. Tengo que atender a muchos pacientes después de usted de seguro.
—De acuerdo, muchas gracias —sonreí un poco y avancé casi dejándola esperar un poco, no quería que se desesperara.
Ver el aspecto de Aedus me hacía actuar como si un montón de voces en mi cabeza gritaran que me quedara con él. Pero tengo que dejarlo solo, y buscar una solución a esto.
Me fui con la enfermera al dormitorio de Arthur, está a tres habitaciones de la de Aedus. En cuanto la chica me deja, le agradezco con la mirada observándola hasta que se vaya, abro la puerta y la cierro al instante.
Se escuchaban voces de los chicos, que se detuvieron en cuanto llegué, les dediqué una sonrisa corta. Estaba Adele y Adam.
No quería ni imaginarme que Zuri de seguro estaba buscándome y yo aquí con estos.
—¡Blair! —Adam se puso de pie y junto a Adele, ambos me abrazaron, cerré los ojos escuchando sus suspiros de forma aliviada. Recibir un abrazo como estos me calmó bastante.
—¿Cómo estás? —pregunta Adele alejándose, se veía seria, cosa que es raro que ella me de abrazos. Tiene intolerancia a ellos.
—Algo... bien, hablé con mi madre pero... Eso ya no quiero hablar de ello.
Y menos con ellos, prefiero mejor hablarlo con Zuri, podrá entenderme mejor, no vaya a ser que ahora estos me cuenten cosas de como conocían a mis padres y a mi madre de consuelo.
—Entendemos —contestó Arthur con un apretón de labios, se veía algo serio—. Me alegra, te ves hasta mejor que Adam.
Adam levanta una ceja observándonos de un lado a otro, ya era mi turno apretar los labios como única reacción.
Se me hacía raro que no preguntaban nada sobre los demás, ni de Zuri, quizá tendré que meter el tema. Quería sonar amable, pero estoy algo apresurada.
—Espero que estén bien, vine para asegurarme que todos lo estén pero, Aedus...
—¿Qué pasó Blair? ¿Qué tiene él? —la mirada de Arthur dejó de relajarse haciéndome quedar interrumpida.
—A nosotros no nos permiten visitar más gente, apenas fuimos a donde Arthur a ver si ustedes se reunían aquí, ya que como es la cabeza de este plan —Adele termina la frase remarcando las últimas palabras, miraba a su hermano con una ceja enarcada mientras cruzaba sus brazos.
— ...Aedus está inconsciente, como si le hiciera falta sangre, no sé cómo explicarlo —tenía que esperar a que Adele terminara de hablar para completar mi frase.
—¡Ey ey! ¡Cuidado si le haces sexo de sangre como en la serie esa loca de vampiros que vi! —ese comentario hizo que automáticamente mis mejillas se hayan ruborizado.
Pero no de estas vergüenzas en las que te puedes reír, mejor cerré los ojos de forma agotadora y bajé la cabeza para disimular.
Por primera vez me fijé en las vestimentas de Adam y Adele, nada más me había fijado en la de Arthur, pero los dos primos tienen batas de hospital. Quería hacer un gesto irónico al pensar que Adele se veía igual de atractiva con bata de hospital y unas ojeras de no dormir hace cien años.
—¿Qué demonios es eso? —Arthur hace una mueca de asco levantándose de la cama, estaba por caerse en una pérdida de equilibrio. Al recuperarse fue caminando de prisa hacia la ventana.
—Bueno, no sé cómo se llama pero... en resumen es eso —murmuró la aludida siguiendo con la mirada a su hermano.
—¿Por qué no estás con Zuri? —fruncí el ceño perdiendo lo que me quedaba de paciencia, oír las estupideces de Adele no es a lo que me quiero dedicar ahora.
—No ha despertado.
—¿Y Harper? —de repente se pregunta Adam observando a sus lados, como si la presencia de la rubia iba a aparecer mágicamente.
Parpadeé varias veces, tratando de analizar todo esto, creo que por ahora mi problema no es que haya pasado con Harper.
Sí no me equivoco, entró con nosotros la fantasma.
—¿Qué haces Arthur? —murmuré acercándome a él. Este me hace una seña de silencio.
Si tan solo adivinaras rápido no estarías preguntando, querida.
—Necesito vigilar que no haya muros en la costa, así puedo escaparme. ¿Sabes donde se hospeda él? —me mira de inmediato con el ceño fruncido.
Asentí con la cabeza tan solo una vez como para salir del dormitorio y llevarlos, a pasos rápidos, antes de que alguien se de cuenta.
Por suerte nadie lo hizo, y eso se debe a que la súper velocidad de estos chicos es el mejor amigo que tienen, aveces quisiera que ese fuera mi mejor amigo.
Los alcancé tan pronto como pude, cerré la puerta siendo la última y veo a los tres quedarse observando a su hermano. Adam parecía un doctor de lo mucho que se dedicaban a verlo.
Pensé que era muy notoria su sequedad por falta de sangre.
—Necesito conseguir una bata de doctor y armar un espectáculo de teatro sobre la chica que necesita auxilios de inmediato —Arthur se lleva su dedo índice a los labios toqueteando un poco el labio inferior, de tantas miradas que nos dedica, prefirió que Adele sea su mano derecha—. Ustedes dos, pueden quedarse con Aedus, será rápido.
Apreté los labios mirando de forma más relajada al aludido que sigue con los ojos cerrados, a pesar de yo verlo muy precioso, está en un mal estado qué hay que resolver con urgencia.
Los dos salieron del dormitorio, creando un silencio para nada relajado, me sentía preocupada. Sentía un pequeño e incómodo malestar en el pecho como ansiedad y desesperación.
Me llevé una uña a la boca con ganas de morderla, al final me contuve, mamá nunca me dejó acostumbrarme a estas cosas.
Un recuerdo de ella me hace suspirar y abrazarme a mi misma, noté la mirada en Adam fijamente en mí, traté de no darle mucha vuelta para pedirle que no lo haga más. Detesto que me miren mucho.
—Él te ama —rompió el silencio con esas tres simples palabras.
—Sí... eso creo —murmuré casi titubeando.
Sí Aedus te escuchara tendré que irme de tanta cursilería que voy a presenciar.
—Sí no quieres hablar, lo entenderé —aseguró dándome un codazo suave, me alivió un poco que hasta me hizo esbozar una sonrisa incluso.
—Es mucha historia, no me apetece recordarla —eso fue lo único que le dije, se merecería una explicación al menos como para que no piense que no merece que le cuente algo.
Quizás, entre todos ellos, Adam es mi favorito por cómo me he llevado con el durante todos estos meses, Adele está cerca, pero le faltaría ser menos idiota con mi amiga.
Pasaron los minutos y ya los dos chicos milagrosos habían llegado, uno con una bata de doctor muy elaborada, y la otra chupándose el dedo índice, había una gota de sangre que limpiar.
Eso me hizo tragar saliva y apartar la mirada, no dejaba de mirar esa escena. Y no del asco, sino como algo que me quiere convencer de que lo que Adele hizo está mal y que debería decírselo, pude crear una neblina mental escondiendo todos esos pensamientos malos con el hecho de que esto es para Aedus, si se tratara de él lo haría sin pensarlo.
No soy buena en ese tipo de cosas después de todo.
—Yo me tengo que ir, Zuri me espera, pero no podré traerla aquí ya que somos muchos. Solo aseguraba que él hubiese llegado —anunció la aludida caminando, pero mientras lo hacía su cabeza estaba en dirección a nosotros, muy centrada. Como no dijimos nada, abrió la puerta y se fue.
Iré a verla después de que esto termine, me sentiré aliviada cuando sepa que él va a estar bien.
Arthur sin más rodeos, como prueba deja caer una gota de sangre a los labios pálidos y secos de Aedus, observé ese lugar fijamente esperando algún acto de magia.
No hubo nada, dejó caer otra gota más cerca como para que pueda deslizarse y terminar muy cerca del interior de su boca.
Al fin Aedus se remojó los labios dando señales de vida, mis parpadeos se hacían más continuos que antes hasta que solté un suspiro relajante como de alivio.
De pronto me asusté, ya que él se levantó de repente y de forma muy brusca le quitó de la mano a Arthur la bolsa, él actuaba muy normal, como si ya estaba acostumbrado a esta faceta de Aedus.
En menos de treinta segundos ya la bolsa estaba vacía, con mucha agilidad logró tirarla a la basura y se remojó los labios saboreando cada gota.
—¿Hay más? —pregunta de inmediato.
—No, bestia —bromeó Adam ordenándole un poco el pelo, a pesar de estar desordenado y que los mechones apuntan muchas direcciones, se veía muy atractivo.
Ya deja tú educación, se dice "sexy".
De pronto, sus ojos oscuros y dilatados, se posan en mí, me miraba tan fijamente que sentí como si fuese capaz de hacer cualquier cosa conmigo. Puede llegar a ser hipnotizante a decir verdad.
Ver sus ojos me mantenía entretenida a tal punto de no decir nada, él fue el primero en hablarme:
—Blair, ¿qué pasó? —quizá había creado una mueca preocupante de forma inconsciente.
—Na-nada... —tartamudeé aclarándome la garganta.
Su reacción fue tragar saliva, le había echado una ojeada a su cuello ya que el movimiento en su garganta se veía completamente notorio.
Mi corazón deja de latir rápido cuando él mantiene su mirada fija en mí. Sus facciones fruncidas se habían relajado y ahora lo veía como si acabara de darle algún tipo de rechazo.
Suspiré apretando los labios mientras me ponía de pie, estaba a una esquina casi cayéndome de la cama. Acomodé un mechón detrás de la oreja y volví mi vista a él, para decirle.
—Me alegra que ya estés bien —los chicos estaban mirando la tensión que se había creado en esta supuesta charla. Después de la que teníamos allá en Ainstream, no sé si pueda sentirme más cómoda o algo por el estilo.
Pero no voy a negar que una parte dentro de mí le importa demasiado este chico, que quizás solo necesita asimilar estas cosas. Y asegurarme de que él no esté mintiendo.
Porque hay algo que Aedus perdió de mí, y es la confianza que tenía en él, es obvio que se ha esfumado.
—Gracias —murmuró, relajando su mirada poco a poco.
—Me tengo que ir, a ver a las demás. Dejé a Zuri sola.
No sé qué clase de amiga soy la verdad.
No eres una mala amiga, pregúntale a Zuri si quieres.
Arthur y Adam se quedaron sorprendidos por mi ida repentina sin siquiera decir un adiós, por lo menos. Aedus no hizo ningún gesto, pero sí puedo asegurarles que ha mirado cada parte de mi cuerpo y cada acción o movimiento que haga aún con esa cara medio inexpresiva.
Caminé por los pasillos para poder preguntarle a alguien sobre dónde estará el dormitorio de Zuri, tenía mis manos en los bolsillos, ya que me congelaban bastante del frío. El clima aquí en este hospital sin duda me parece diferente al del exterior, debe de haber aire acondicionado ocultado en este lugar.
— ...Gracias —le había agradecido a la secretaria con una media sonrisa, ya que me dijo dónde está el dormitorio de Zuri sin problemas.
Pero al voltearme dejé de caminar, ya que tenía enfrente a nada más ni nada menos que a mi padre.
No me esperaba para nada el hecho de que vino aquí, ni tampoco siento que es el mejor momento para que me visite, lo contemplé quieta. Apenas podía pestañear, quería que me tragara la tierra y me escupiera en otro pasillo donde no me encontrara.
Detrás de él estaba mi madre, ella me observaba con preocupación, con tristeza...
—Yo... había dicho que quería estar sola —traté de sonar menos enfadada y más educada.
—Blair, así no se solucionan las cosas —al parecer mi papá ignoró el hecho de que no saludé o algo por el estilo—. Hay mucho que necesitamos hablar contigo, y sé que es duro para ti entender todo esto pero huir no es la op...
—¡No estoy huyendo! No confundas eso con necesitar un espacio, papá —murmuré explicándole lentamente.
—Te hemos dado suficiente espacio, llegué y tú madre me dijo que te diera espacio. Y lo acepté hasta que fui a buscarte —mi papá se acerca aún más hasta quedar a una distancia considerable—, tú necesitas nuestra ayuda. Sé que la necesitabas y la merecías desde un principio, y fue nuestra culpa no haberlo hecho, es algo de lo que tú mamá y yo pedimos muchas disculpas.
Suspiré, agotada.
Me dejan con demasiada curiosidad, y a parte de ello. Necesito poder entender mejor todo esto de quién soy ahora, porque se supone que no soy o no seré un humano, y eso es lo que me tiene asustada, no sé si podré manejar esto o me van a pasar cosas malas.
Necesitaba el apoyo y la enseñanza de mis padres, quizá con eso estaría más preparada para tener dieciocho años.
Abrí la boca para decir algo, pero de repente mi mamá alzó las cejas, y los ojos de mi papá se dirigieron a alguien detrás de mí.
—Oh vaya... —susurró mamá pasando su mirada de él a quién sea que está detrás mío.
—¿Qué hace él aquí? —pregunta papá alterado, por poco y no iba a entender que era lo que decía.
—Papá, él solo me acompañó al bosque y me ayudó —intenté calmarlo soltando un suspiro profundo.
—¿Ayudarte? ¿Este imbécil? Sal de ahí, cobarde —mamá lo agarró del brazo fuertemente para evitar que fuera a hacer un escándalo. Pero lo conozco, no es de hacer escándalos a menos de que se altere demasiado.
Aedus permanecía en el mismo lugar sereno, no había expresiones claras en su rostro, contemplaba a mi padre como una mosca cualquiera que no dura nada en desaparecer de tú vista. Papá se detuvo cuando quedó en frente de él, estaba por empujarme cuando me planté enfrente para evitarlo.
Estaba de espaldas a mi padre ahora y Aedus tenía su mirada fija en mí, de vez en cuando miraba por un momento a mi padre en los pocos segundos que se mantuvieron frente a frente.
Traté de disimular mi mirada de querer regañarle y preguntar qué hacía aquí y por qué me seguía. Mamá luego se acerca suspirando ante la escena y noté cómo evitaba no mirarme mucho.
—Señor Myers —murmuró el aludido observándolo de arriba abajo, sus manos permanecían en los bolsillos, no se movía para nada.
—Sea lo que sea que planeas con mí hija te quiero lejos de ella, Hall.
—¿Va a acusarme así como me hizo con su esposa? —Aedus solo se giró un poco en dirección a mi madre, su ceño se arrugó al ser nombrada.
—Aedus, por favor —por la reacción de mi papá ante ese comentario provocador, le supliqué que se fuera con tan solo mirarlo. Él por fin me hace contacto visual, y después de entender, sus ojos vuelven de regreso hacia mi padre, y da unos pasos hacia atrás dando por hecho que se va a retirar.
—Blair... —abrió la boca para decir algo, pero parece que se arrepintió en cuanto la cerró apretando los labios.
Acto seguido se voltea por completo y empieza a caminar a pasos lentos, observé cómo se alejaba de nosotros hasta desaparecer, y cuando lo hizo, no me quedaba más remedio que verle la cara a mis padres.
—¿Qué demonios fue eso papá? ¿Por qué le...?
—Hija, ese tipo es un maldito asesino. ¿Qué haces tú mezclándote con él? —masculló en voz baja tratando de tener discreción.
—Al menos él pudo ayudarme a darme más respuestas de mi pasado, y de paso, se preocupó más por mi hermano que ustedes —no podía morderme la lengua o algo así, el enfado me obligó a soltar esto, es la verdad, y si quieren ofenderse que lo hagan.
Es más, dejé de cruzar los brazos y me fui de aquella área, donde están las máquinas expendedoras. Ahí pasó toda esa mierda de lo que se supone que era una charla, no tengo tiempo para escuchar a mis padres ofenderse con lo que dije, así que solo me fui.
Escuché como me llamaban por detrás y me pedían que regresara, pero ya estoy cansada, no iba a voltearme, y no iba a volver a escucharlos hasta asegurarme de qué de verdad no me dará un nudo en el pecho cada vez que vuelva a oír la voz de mis padres.
Cuando estaba segura de que no me encontrarán, agarré uno de los asientos de este pasillo para la zona de invitados que esperan afuera, solo habían dos personas en este pasillo a distancias muy lejanas y en asientos diferentes.
Me llevé las manos a la cara para luego poder sacar un poco del peso que tenía encima llorando, lo hice lo más silencioso que pude aún llevándome las manos a la cara. Quizá no esté llorando por lo mismo, cuando lo hago solo pienso en mi hermano y en la razón que tenía, como lo traté aquella vez que fui a verlo.
Pero de repente me asusté limpiándome las mejillas llenas de lágrimas, se me había sentado alguien al lado. Cuando giro la cabeza, se trata de Aedus.
Otra vez.
—¿Q-qué haces aquí...? —Quería maldecirme a mi misma por haber tartamudeado y hacer más obvio el hecho de que estaba llorando, pero la torpeza me ganó en este punto.
—Te vi en este pasillo mientras daba una vuelta para evitar no cruzarme con tus padres o contigo, pero al final te encontré sola y temblando —murmuró apoyando sus codos a las rodillas con tal de poder bajar la cabeza a mi altura.
Cuando subí la cabeza, él después hace lo mismo pero esta vez apoya la espalda en el espaldar de la silla, contemplándome.
Quería decir algo sobre que se vaya, pero ahora mismo no quiero estar sola, quiero obligarme a mí misma de que sí, pero no es así. Mi única reacción es bufar irónicamente en lo que observaba al frente.
Pensé que esto no iba a pasar, pero otra vez me permití llorar en frente de él, más lágrimas se resbalan una tras otra por mis mejillas hasta caer rápido y empapar un poco mi ropa. Él suelta un suspiro y procede de inmediato a limpiarme las lágrimas con el dedo pulgar.
—Ven aquí, ven... —susurró recostando mi cabeza en su hombro, me permitió acercarme un poco para rodear su brazo en un abrazo, sorbí la nariz nuevamente tratando de calmarme.
—Chris tenía razón, con mis padres, todo este tiempo Aedus —susurré cerrando los ojos, permitiéndome sentir el frío de su cuerpo, tendría que aliviarme lo cálido. Pero estar con él me ha aliviado un poco.
—Mira, quizá en ciertas partes él tenía razón...
—Ellos son los que deben y pueden ayudarme en esta situación. Pronto es mí cumpleaños y...
—Trece de diciembre —asentí una con la cabeza esbozando una sonrisa triste, no pensé que se acordaba de mi cumpleaños—. Pero si en algún momento esta actitud que tienen no piensa cambiar, sabes que yo estaré contigo, te voy a ayudar en lo que sea que necesites, al igual que los chicos.
Tragué saliva al oír lo último, estaba un poco más centrada en jugar y acariciar la mano que tengo de él a mi lado, siento su mirada fija en mí, y a la vez tentada a querer levantar la cabeza y confirmar que me está mirando, pero en vez de esto sigo en la misma posición.
—Quiero pedirte disculpas, Blair, desde mucho antes merecías saber la verdad. Y yo...
—No hablemos más de eso —le coloqué mi dedo índice cerca de sus labios para que se detenga, ya no quiero saber de ese tema.
Averiguaré si Alicia hizo algo con su mente y es cierto que en algún punto logró un buen sabotaje para llegar a odiar a Aedus.
Pero eso es algo que no pienso decírselo a Aedus.
Por ahora.
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