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|| Capítulo 15 ||

15- CAPÍTULO
"UNA NUEVA IDENTIDAD"

🎭| Blair Myers.

Todos miramos a Gabriel con esa pequeña complicidad, solo que discreta (obviamente) como para que el chico pensara que somos unos simples brujos o licántropos en busca de un hogar dulce.

—Venimos a enterarnos ahora —contestó Arthur, en un tono firme y seguro de sí mismo. Me alegro que sea un buen mentiroso.

Estaríamos fritos, ¿por qué ellos tienen a una bruja si se supone que debemos de protegernos de quedar encerrados o expulsados?

—Bien, pues me alegro que ya estén enterados. Así que quédense en alerta, vendrán guardias por horarios y también vendrán aquí a unas preguntas, y ellos estarán al tanto de lo que pase.

Guardias.

Bueno, un poco de vigilancia si que tienen.

Gabriel conversó con ellos, y era mucho mejor que lo hiciera, me pondría un poco de los nervios si me tocara fingir en improvisación, y así nadie me creería, me resulta más fácil si tengo algo improvisado antes de mentir.

Comí callada, alejada de la charla y de vez en cuando observé a mi mejor amiga, que estaba mirando un punto fijo con los brazos cruzados.

—De acuerdo, gracias por el aviso Gabriel —le replica Arthur cordialmente y en cuanto el otro se retira, suspiró algo agotado cerrando la puerta— comenzaremos hoy con el plan, pero no vamos a salir todos, solo... tres.

Nos mira a todos entrecerrando los ojos, como si no se fiara de algo, se queda un poco dudoso por su cara, y al final sonríe de repente con tanta amabilidad que me podría dar miedo por dentro.

Yo mejor ni hambre tengo ya.

Definitivamente.

—Creo que es momento de escoger a los más cuestionables para así avanzar con esto del compañerismo ¿Qué les parece? —junta sus manos en un aplauso haciendo que Harper tire un respingo.

—Me parece una mierda, deja de actuar como un psicópata y quizás me convence más —contesta esta con un poco de asco a la comida.

¿La única descarada en reírse? Sí, yo, y me detuve al instante con la risa seca antes de que las caras juzgativas de todos me desanimen.

—De acuerdo, señora-desagrado. Blair, tú te quedas aquí, eres la menos cuestionable, Adele, serás la niñera, yo, Zuri y Adam nos vamos.

—¡Ni siquiera he terminado! —se indignó el último con patatas en la boca, lo miré con un poco de nostalgia ya que me recuerda a Maxibú y lo mucho que lo extraño.

Bajé la cabeza, enredada en mis pensamientos hasta enterarme de que al parecer tendremos al señorito basura y a la casi psicópata de Adele que me envía cajas de mis raras pertenencias.

Esto no es del todo bonito.

Para nada.

Al menos estará Harper, que me cae un poco más mejor, la pobre la tratan como un fantasma aquí.

Y después de tanta vuelta con Adam, ya se fueron, estoy aquí, sola, con tres personas con las que confié para terminar dentro de un bosque raro.

Me levanto de mi asiento haciendo ruido con la silla de metal un poco abandonada, y me alejo para practicar un poco con las armas.

Justo cuando pensé que el señor Basura, o el Ardus, estaba durmiendo arriba, en realidad estaba recargando armas, estará en precaución, y le entiendo, en cualquier momento querrá alguien venir a por nosotros, me dijeron que tuviera cuenta, y aquí estoy. Que por suerte no estoy llena de expectativas de aquí.

—¿Qué se te apetece? —habló de repente en medio del silencio incómodo, pero con pocas ganas.

—Si tanto detestas hablar conmigo, ¿por qué lo haces?

Se encoge de hombros.

—Tengo que llevarme neutral contigo por las buenas o por el idioma Arturo.

Sonreí medio maliciosa-divertida por el Arturo, no dejo de pensar en el Arturo de la Barrera en Teresa.

Agarré una arma que estaba a su lado y la recargué, me tardé un montón en averiguar cómo se hace, hasta que él suspiró y se me acercó a ayudarme.

De repente, nuestros pulgares hicieron un tacto, uno cálido y suave, y es estúpido pero a la vez sorprendente como unos simples pulgares dejan un muy corto y cálido contacto entre dos personas.

Solo yo levanté la cabeza, él se veía que quería hacerlo, y solo hizo una pausa y me entregó la arma "disimulando" que no sintió nada.

—De nada.

—Gracias —dije yo, después de todo, y suspiré apuntando desde esa distancia como él me enseñó.

No sé ni por qué, pero desde que me coloqué en la posición que él me enseñó, no paré de pensar en lo qué pasó ayer mientras me enseñaba, es otra cosa estúpida, así que solo la saqué de la mente.

Disparé, y sonreí algo orgullosa al ver que estaba casi en el centro.

—El pulgar —hasta que el amargado este viene con algo negativo para dejar de cantar victoria.

—Disparé bien.

—¿Tú sabes más que yo entonces? —levanta la cabeza finalmente, solo que esta vez enarcó una ceja. No parecía enfadado en su pregunta, pero sí algo divertido.

—No, pero lo importante es que haya disparado bien.

—También importa como te coloques... la mira. No siempre un tiro sale perfecto, Blair, y no siempre para disparar el contrincante te va a regalar cinco segunditos para que puedas apuntar en la dirección que buscas.

Lo miré por unos segundos, fijamente, con los labios algo entreabiertos.

—Tú ganas.

—Es obvio que gano —se coloca de pie, observé fijamente a una sonrisa burlona mal escondida, y antes de hablar, la borra—, lo qué pasa contigo es que te gusta ganarme en algún momento como si fuese competencia.

Fruncí el ceño lentamente mirando como me deja de espaldas, con su fea y ridícula espalda.

La espalda no tiene la culpa de lo tuyo ¿eh?

—Y a mi qué me importa, ¿en serio crees que me voy a dedicar a ganarte? —solté una risa burlona sacudiendo mi cabeza—, maldito ego que tienes, Hall.

Avancé dejando la arma a un lado, estaba un poco enojada que llegué solo al punto de empujarle el hombro a propósito para salir pronto del exterior.

Él creo que se quedó ahí quieto o quizás salió segundos después de que yo salí, ni idea, no me importa, solo fui a la cocina por un vaso con agua hasta darme cuenta que se fue la electricidad, y el sol está por esconderse.

Suspiré apretando los labios, y me dedico a terminarme el vaso de agua, hasta que alguien abre la nevera y hace que tire un respingo.

Era Adele, les prometo que mi corazón aceleraba un montón del susto, esta cierra la nevera y empieza a tomar una bebida verde y rara, respiré agitadamente hasta que ella de pronto soltó una risita rara.

—¿Qué pasó? Pero... ¿por qué te asustas si solo abrí la nevera?

—¿Por qué eres tan rara? —pregunté con una mueca esta vez más seria, ya aguanté dos escenas raras en un mes, y otra más, sin duda no.

—Supongo que obtuve ese don con los antojos de mi mamá, en serio. ¿Te puedes creer que se tomó baba de caracol en una píldora antes de mi parto porque según eso controlaba los dolores de la contra...

—Está bien —solté una risita nerviosa y aparté la mirada algo incomoda. Pensé en algo de la nada, y sin considerar en si guárdamelo o no, lo dije—, y supongo que tus padres no tienen el mismo temperamento que tú hermano.

—¿Aedus? Uff, ese salió a mis tíos, todos buenos y encantadores al principio pero cuando viví con ellos fue la peor pesadilla.

Empecé a reírme y me senté en la barra lista para oír la historia, Adele hizo lo mismo, se me vino a la mente incluso que quizás este se convertirá en el único momento en el que podrá caerme bien Adele, hasta que veo como entra unas galletas saladas a la batida verde, quería vomitar.

—¿De qué es eso?

—Según, es de las hojas de los árboles, son saborizadas. Me la regaló Gabriel, así que ya sabes, para conseguir regalitos tienes que ser amiguita de los chicos de aquí.

Abro los ojos como plato por lo primero, ¿las hojas saborizadas? ¿Cómo así? ¿Y desde cuando eso existe?

Me encanta el récord que puedo conseguir para hacer más de dos preguntas en un segundo. Asentí lentamente observando las losetas del suelo y tragué saliva lentamente.

—De acuerdo.

—Pues sí, como te iba diciendo. También Aedus cogió esa costumbre (no malpienses lo de coger por favor) era un amor hasta que se volvió mierda, ahora mejora, porque hasta da abrazos, algo que no le gusta porque tuvo un trauma.

—¿Un trauma? —arrugué las cejas, no sé por qué me está interesando esto si de quién hablamos, es la peor persona que he conocido.

—Sí, una vez duró en un abrazo durante media hora que se puso a llorar, entonces cada vez que abrazaba a alguien, se ponía a llorar de la nada. Así que dejamos de abrazarlo hasta que a los dieciocho lo superó —sonrió mirando a la nada comiendo de su bebida—. Estoy acostumbrada a reírme de las desgracias de los demás, y que me sentía culpable después de haberme reído cada vez que lloraba.

Ya su tono se iba transformando a uno nostálgico, yo evitaba no reírme por la seriedad en la que me lo cuenta mientras que la historia si es un poco graciosa después de todo.

—¿Tanto que les gusta hablar de mí o la testaruda te está interrogando? —entra el Ardus a la barra y se sienta, yo me bajé de inmediato ya que posiblemente pueda estar mirándome de espaldas.

Para Blair la espalda es equivalente a un culo.

Ya hoy te pasaste de confianzudo, conciencia.

Creo que se refiere a mí, y lo haga o no yo lo voy a ignorar, no pienso dejarme provocar por él, ya entendí por completo que no vale la pena discutir con irritantes.

—Nah, es buena onda, le conté lo de que no te gustaba que te abrazaran...

—¿En serio? Dime que no es una broma.

Suspiré ya que ya sabía que se venía una pelea de hermanos la cuál se me hace aburrido participar así que solo limpié el vaso y lo guardé donde estaba.

Que aburrimiento todo esto.

Hay un columpio sofá en el exterior, era de madera y estaba muy antiguo y casi roto, tenía algunas ramas y arbustos que solo sacudí y quité para poder sentarme y mecerme a pesar de que pronto todo estará oscuro y tendré que abrazar a alguien para no morirme del miedo.

Acomodé mi cabello rizado detrás de la oreja mientras mi música era el viento, los búhos y los sonidos de la naturaleza, de pronto, quería cerrar los ojos y solo relajarme, así que eso hice. Pensaba en algunas cosas un poco contrarias a lo que es relajarse y dormir, como por ejemplo por donde estarán estos chicos, ya que se han tardado.

Estaba a un paso de dormirme hasta que escucho un crack de una rama.

Los abrí de repente y no hay nadie, cuando me giro, estaba él, sentado a mi lado en una posición bien cómoda.

Otro respingo, agarré la mano en mi pecho solo sintiendo mi corazón latir bien rápido.

—¡¿Hasta cuando dejarán de asustarme?! —pregunté lo suficientemente alterada e indignada como para reaccionar de este modo.

—Perdón. Ya los chicos están aquí, quizás no te diste cuenta que te dormiste quince minutos, pero hablé con mi hermano y... creo que debo de disculparme contigo.

Awww.

¿Qué mierda se creía él?

Abro mi boca, algo sorprendida y aún indignada, y la cierro apartando la mirada, solo para evitar no ver su carita de angelito y chico bueno que tiene cuando es todo lo contrario.

—¿Crees? —repetí sin creérmelo— creo que quizás quisiste decir que debes de pedirme disculpas.

—Qué pesadez disculparse contigo —confiesa chasqueando la lengua.

Puse los ojos en blanco.

—Idiota.

—Mandona.

—Mandón.

—Ah, al fin tenemos algo en común —comentó en ironía, o sarcasmo, como sea que sea.

—Cállense la maldita boca, por favor —se asoma Arthur, con cara de mamá decepcionada de sus hijos, y apoya su hombro en el marco de la entrada para ir al exterior—. Aedus, pídele disculpas a Blair y acepta que actuaste mal, por favor.

Él miró a su hermano por unos momentos, y después se fijó en mi por un segundo, apretó los labios, y de su boca al fin salió la palabra milagrosa:

—Perdón, Blair, por comportarme mal contigo, estuvo mal lo que hice y merezco más que tú disculpa, espero que puedas perdonarme por lo menos y... jamás vuelvo a cometer ese error.

A pesar del tono pesado en el que lo dijo y todo eso, no podía evitar que eran palabras milagrosas, y que al final que buen placer era oírlas en mis oídos como buena derrota.

—Acepto tus disculpas, Aedus, y también te pido perdón por actuar como la experta ahorita, no debí de portarme así contigo —yo en cambio si estaba de buenas con mi disculpa, pero solo era porque escuché sus palabras, ni aceptar sus disculpas hubiera querido en cualquier momento.

Claro.

Arthur sonríe esta vez más orgulloso que antes, sin duda parece la mamá del grupo, ambos lo miramos a él como para que ya se fuera, pero en cambio, nos contempló unos segundos y al final se acercó con una cámara.

—¡Ahora quiero que se den un abrazo!

—No —contestamos al mismo tiempo y de inmediato.

—Si no se abrazan que se den un beso, ¿verdad, Arthur? —comienza Adam con sus estúpidos consejos.

—Sí, me parece mejor entonces.

De inmediato me le tiro encima a abrazarlo, Aedus hace su buen esfuerzo de separarse de encima mío hasta que nos tiran una foto.

Genial, un recuerdo.

Nos separamos de inmediato, yo me sacudí la ropa, mientras que él solo se levantó para salir y entrar a la casa.

Que frío hace.

Ya dentro, empiezo a oír voces desde un cuarto, enarqué una ceja con algo de curiosidad, hasta que me encuentro con Harper, que se remoja los labios hasta que se detiene en cuanto me ve.

—¿Qué se te ofrece amiga de Aedus? —se chupa un dedo observándome de arriba abajo.

Eh, vale.

Sacudí mi cabeza en negación observando todo lo que trajeron.

—No soy su amiga, Harper, te quería preguntar que escucho mucho unas voces raras del fondo y no encuentro a Zuri —observé hacia los lados, hasta que Harper me hace detenerme.

—No, es una bruja, Adele y Zuri están con ella.

Arrugué las cejas, y sin decir nada más ni nada menos, avancé de inmediato hacía allá y efectivamente, desde la puerta de un sótano oscuro veo por primera vez una bruja de Ainstream.

Es hermosa, Dios, demasiado hermosa, su cabello es largo, quizás hasta los glúteos, negro y un poco sucio al igual que su piel pálida que brillaba un poco entre toda la oscuridad, como un color neón, llevaba una bata blanca y un collar azul con dorado muy hermoso.

Es la criatura más hermosa que he visto, es como ver a una hada, solo que sin la varita mágica y sin las alas.

Mi mirada estaba paralizada en ella, totalmente quieta observando cada articulación de palabras que hacia la pobre chica, hasta que tragué saliva y volví de la realidad.

—¿Lee, mi hermana? Responde, ¡por favor! —era lo último que podía oír que exclamó mi mejor amiga apresurada y agarrándole las manos a la bruja.

La brujita se quedó ahí parada, no quería hablar con nadie quizás, solo observaba a los lados, asustada.

Zuri comenzó a frustrarse cuando ella tomó la ley del
silencio, yo me acerqué de inmediato y me senté a su lado para calmarla.

—Zuri, tranquila, quizás está asustada, dejémosla un rato y quizás cuando tenga ánimos de hablar, te cuenta todo —le digo con suavidad colocándome de pie junto a ella.

Zuri asintió lentamente, Adele le dió dos palmaditas en el hombro como apoyo ya en la salida del cuarto, suspiré observando a la bruja por unos segundos, aún seguía paralizada y asustada, me dejó un poco de pena por dentro sinceramente.

—... Está bien, Zuri, yo la vigilo, puedes ir a comer —fue lo único que pude escuchar ya que no prestaba atención antes, Zuri aceptó sin problemas.

Yo le agarré la mano y avanzamos las dos juntas.

—Gracias Adele —le susurré antes de irme, ella de respuesta solo entró al sótano.

Ya en la cocina, al parecer nos estaban esperando, arrugué las cejas separándome de mi mejor amiga para ir donde Arthur.

—¿Me estabas llamando? —pregunté, algo perdida, lo cuál él asiente con obviedad.

—Sí, entre tú y Aedus, como serán los que entrarán al centro del pueblo, ya puedan ir comenzando con el taco. Tenemos el hechizo.

Así decidió él llamar al plan identidad que se trata de que entre Aedus y yo tendremos que concordar para una historia creíble, nombres, apellidos, ya que con nuestra identidad normal no creo que se pueda ingresar. Le nombró taco porque es su comida favorita, y este fue su plan favorito.

—Yo espero que al final la dejes libre y no la lastimes —soltó Zuri de pronto, en un tono seco, y lo miró justo a él, no muy feliz.

—¿Por qué supones que la lastimaré? Solo la necesitamos para...

—Sí, lo sé, para este plan, pero ella tiene conocimiento de mi hermana, así que no la lastimes, le prometí eso, le prometí que estaría a salvo —cruza los brazos, preocupada.

Arthur se le acerca llegando a la cocina y suspira.

—Zuri, ella estará bien, yo no pienso hacerle daño, no podemos, y que yo recuerde ya se los había dicho.

Bien, supongo que problema resuelto en este día.

No, nos falta una cosa.

Ir al cuarto del señor Basura, ¿qué les parece?

No me agrada para nada lo de que tener que cambiar de identidad para esto, pero espero que la magia de esta chica pueda hacer que no tenga que hacer mucho cambio en mi cara, ya que no me apetece del todo eso.

Cierro la puerta ya dentro, y ahí estaba él. Leyendo un libro sentado, estaba tan centrado y tan tranquilo ahí sentado que me hace pensar «¿Por qué no puede ser así siempre? Hasta se ve sexy así tranquilo»

Pero en cambio es solo una pulga en la oreja de un pobre cachorro.

Claro, ¿y tú eres el cachorro?

¡Obvio, conciencia!

Ah...

Sacudí la cabeza por un segundo apartando aquel tema de mi mente y aclaré mi garganta haciendo notar mi presencia.

—Ya te vi.

—Se nota.

¿Y ahora qué? ¿Se supone que si estamos perdonados no deberíamos de estar bien?

Me senté en la cama, algo incomoda, y abracé mis piernas con estos calcetines, que no me sirven para nada, Adam fue el amable en prestármelos ya que los traía puestos el día que vinimos.

—Mira, estaba leyendo un libro sobre este pueblo como para conocer un poco de su cultura. Ya que pienso hacer que somos pareja.

Enarqué una ceja, perdida. ¿Por qué tenemos que hacer que somos pareja? Este chico definitivamente está mal de la cabeza.

—¿A qué se debe?

—Porque las parejas obtienen muchos beneficios en el pueblo y también los de apellidos de alta clase, probabilidades de empleo, cariño de los demás y etcétera —cierra el libro de golpe y se incorpora esta vez más cómodo.

Me subí en la cama tratando de no acercarme tanto a él, pensando en algo que tenía en mente hace mucho y se me olvidó.

—Pensé en quizás... podríamos ser hermanos y ya, no pareja.

Él enarca una ceja, con curiosidad y me observa fijamente buscando que esté segura de lo que digo o alguna reacción en mi cara.

—¿Te daría nervios que fingiéramos ser pareja? —fue  un murmuro tan directo, lo soltó con tanta simpleza que fruncí el ceño reaccionando mal de inmediato.

Sí, le da nervios.

—¿Estás delirando o qué? A mi que me importa que fuésemos pareja —crucé los brazos, y aparté la mirada.

—Claro —me mira fijamente con ese aire divertido que hace que quiera lanzarle una almohada encima.

Y bueno, creo que eso hice, ja.

Se sentía bien hacerlo por primera vez, por fin. Pensé que mi momento de satisfacción iba a durar hasta que recibo la almohada en una velocidad increíble en mi cara.

No podía ni siquiera reaccionar para esquivarla de lo tan rápido, abrí la boca ofendida, y esta vez le pegué con ella.

—Ya. Ya. Ya. Tú ganas —me devuelve la almohada en vez de pegarme con ella, yo la tiré donde estaba y me incorporé más cómoda en la cama—. Pensemos en cómo nos llamaremos, por lo menos.

Lo consideré por un momento, y pensé en un nombre lindo, de repente se me vino a la mente un nombre que mamá iba a colocarle a Chris si él hubiera sido niña.

—Elina.

Aedus se me quedó mirando fijamente, parpadeé lentamente igual haciendo contacto visual, me preocupaba un poco que no dijera nada y se quedara embobado en mí.

Enarqué una ceja para acabar con el silencio y el sacudió su cabeza lentamente.

—Zane.

De repente, el nombre comenzó a resonar en mi mente miles de veces, creo que así se pudo sentir con mi nombre, es que es, hermoso.

Ambos nombres son perfectos, no sé por qué a ninguno de nosotros nos quisieron nombrar así.

Me aclaré la garganta, incorporándome de nuevo, él lo capta y se pasa una mano por el cabello.

—Apellido, Edwards —por mi cara, él enarca una ceja, sin comprender—. ¿Qué? Es un apellido humilde, y además, pega con los nombres.

—No me gusta.

—¿Por el crepúsculo ese?

Sonreí medio divertida a punto de reírme, negué lentamente con la cabeza pensando en Edward Cullen de la saga, su apellido simplemente es algo hermoso.

Pero nada original escogerlo, ¿quién no conoce Crepúsculo?

—¿No te gusta Edward Cullen?

—Me agrada, pobrecito. No le salen bien los planes de esconder su identidad, y eso de que brilla en el sol, no le encuentro ningún sentido —se acuesta mirando el techo.

Yo también lo hice, sin percatarme de que estuviera cerca de él, ni siquiera podía evitar no esbozar una sonrisa al oírlo.

—Su piel es delicada, o algo así —murmuré mirando el techo.

—Ya veo, tengo al lado una fan de Crepúsculo —comenta apartando la mirada hacia la ventana, comencé a reírme por el tono e igual lo hice.

Por primera vez no estamos llevando bien, y por primera vez supongo que puedo instalar una charla con él.

—Creo que ya puedo encontrar ese lado tuyo —dije yo esta vez, en medio del corto silencio que había donde el viento fresco era el que nos acompañaba.

—¿Cuál lado?

—En el que eres más amable y en el que puedo llevarme mejor —me acomodé casi levantándome, ya sentada, él todavía en ese tiempo no había dicho nada.

Estaba mirándome mejor dicho, como si pensara en algo, y tenía ganas de saber en qué tanto pensaba, ya que cada vez que se me queda mirando fijamente es para eso.

—Puedo seguir mostrando ese lado para ti entonces.

Silencio, no sabía que decir, permanecí callada esta vez tocándome a mi mirarlo fijamente y pensar. ¿Por qué quiere mostrar ese lado conmigo ahora? Si solo hice un comentario de Crepúsculo.

Tú siempre dañas los momentos.

Me aclaré la garganta, dejando de mirarlo, él igual apartó la mirada y solo observó el libro recordando el tema que deberíamos de estar hablando.

—Entonces, Elina y Zane Edwards —dije yo, mientras miraba el techo como si fuese lo más interesante.

Y no, no lo es, solo es blanco por todos lados. Él asintió.

—Al menos de que quieres que seamos los tíos perdidos de los Cullen.

Evité no reírme, ya que es un insípido chiste, y me acomodé un mechón de mi cabello detrás de la oreja.

La charla ya no era tan divertida ya que pensábamos en nuestros orígenes, teníamos que idearnosla en todo, ya que no se sabe cuando lleguen a hacernos una pregunta como por ejemplo, nuestros padres.

Ya había planeado con Aedus hacer que nuestros padres son cercanos a los abuelos Roberts, son muy queridos en Ainstream, los que le siguen, no creo.

Aceptamos, y ya era hora de hablar sobre de la relación fingida que tenemos, tenía preguntas por hacer. Creo que esto es lo único que nos falta.

—Si somos pareja, ¿no hay besos ni agarraderas de mano, cierto?

Él se me queda mirando y alza las cejas, con algo de ironía.

—No hay besos, es obvio.

—Pues tú cara no lo parece.

Enarcó una ceja, quería juzgarme con la mirada. Creo que ya es hora de simplemente irme y fingir que no dije eso.

Volví a tirarme en la cama abrazando una almohada y cerré los ojos, no pienso quedarme a dormir aquí ni loca, pero me relaja mucho tener los ojos cerrados.

—Te vas a quedar dormida —intentó advertirme el señor Basura.

—Shhh... —lo interrumpí desde que lo dijo y me acomodé más—, sigue hablando ¿qué decías?

—Que te vas a quedar dormida.

Suspiré frustrada y me incorporé como respuesta, sentí como él se colocó de pie y se fue.

Una parte de mí quería abrir los ojos con curiosidad y ver que iba a hacer, así que solo abrí uno con discreción y me tapé un poco con la almohada.

Lo cerré de inmediato, se estaba aprovechando que tenía los ojos cerrados para cambiarse rápido de camiseta.

Creo sentir mis mejillas calentarse, así que mejor me tapo la cara con la almohada para disimular que no acabo de ver nada.

Siento un peso en un lado de la cama lo cual me notifica que él ya se tiró, de pronto, algo me dijo que apretara más la almohada, y creo que no disimulé para nada.

—Quítate la almohada de la cara Blair, que pude verte husmeando desde el espejo.

Cagaste, hermana.

Mejor hacerme la dormida, ¿qué crees?

Como me quedé más tiesa como un palo, él decidió apartarme la almohada, era obvio que mejor seguiré haciéndome la dormida.

—Despierta o te doy cosquillas.

Abrí los ojos, rendida y dejé la almohada a un lado.

Detesto las cosquillas, quien me da cosquillas, al final termina con una patada en cualquier lado, no me gusta, es la peor forma de molestarme.

—Yo no estaba mirando nada.

—¿El espejo es mágico entonces, querida? —pregunta con algo de ironía, rodeo los ojos, apartando la mirada.

—A ver, algo me dijo que abrieras los ojos —aclaré intentado calmarlo.

—Sí, la perversidad te lo dijo a ver si encuentras algo.

Te crees payaso, ¿eh?

Lo miré mal, fijamente, él en cambio tiene esa cara malvada y orgullosa de «sé lo pervertida que eres, a mi no engañes» que se convirtió en otra de las cosas que detesto.

—Además, ¿por qué no te cambias en el baño?

—Estabas con los ojos cerrados, y era breve, en ese entonces te imaginé lo suficientemente inocente para mantener los ojos cerrados por tres segundos —murmura algo cansado, abriendo las sábanas.

De pronto, me quedo mirando su camiseta, está holgada, y es de la ropa de la persona que vivía aquí, era una pareja de casados o de hermanos al parecer, y nos estamos dividiendo la ropa de ambos, ya que como somos cuatro chicas y tres chicos...

Yo no me coloco mucha ropa, apenas tengo puesta la camiseta con la que vine al pueblo con unos pantalones de la chica, holgados pero apretados en la cintura.

—No sé como puedes colocarte ropa de personas muertas, es un poco...

—¿Raro por lo de todo eso de los fantasmas y almas? —asentí rápidamente, él esboza una sonrisa arropándose con la sábana—. Bueno, mientras ellos no reclamen su ropa dejando tirar cosas por ahí y embrujando la casa, yo les cuidaré sus cosas.

¿Por qué siento que él se puede llevar bien con los fantasmas?

Sacudí mi cabeza por un segundo y me coloco de pie.

—Me iré a dormir, buenas noches, Aedus.

—Buenas noches, Myers.

Me sorprende que pueda decirme Myers sin decir el cantante ese.

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