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9 - Un millar de Pones

Poco a poco la claridad comenzaba a hacerle frente a las noche; ya cantaban los primeros pájaros de la mañana, y los chicos se iban levantando uno por uno.

Una vez despiertos, continuaron su viaje. A medida que avanzaban el camino se hacía más tortuoso y estrecho; hasta que llegaron a una casa antigua, en ruinas, y, por lo que aparentaba, abandonada: las ventanas estaban selladas por tablones de madera, el techo lo tenía lleno de pequeñas plantas trepadoras que se entrelazaban entre sí.

La puerta de la casa estaba entreabierta, y los cinco magos pasaron con un profundo sentimiento de desconfianza con aquella casa. El pasillo de la entrada era estrecho, de tal forma que los cinco magos tuvieron que pasar de uno en uno; a medida que entraban la casa se hacía más ancha y más acomodable, en una de sus salas había todo un banquete, el cual se situaba encima de una mesa de color gris perla, los cubiertos eran de oro haciendo una combinación de colores espectacular.

Era un banquete estupendo, había un cerdo en medio de la mesa con una manzana en la boca, el agua que había en las copas se transformaron en refrescos, y los platos soportaban el peso de manjares apetitosos. Cada uno iba a lo suyo, las manos de todos los huéspedes rondaban por todas partes en busca de comida y sus bocas no paraban de masticar, produciendo un chasquido de dientes.

Cada vez quedaba menos comida: al cerdo se le veían los huesos, la manzana que lo había acompañado durante el banquete había desaparecido; en los platos sólo quedaban los desperdicios de los chicos. Cuando acabaron de comer se fueron en busca de los dormitorios, ya se les había quitado todo el miedo que sentían hacia aquella lujosa casa.

-¡Genial!, justo lo que necesitaba: una estupenda cama para echar la siesta- se alegró Mike.

-Nosotras nos vamos al otro dormitorio- sugirió Susan.

Las chicas salieron y se fueron a otro mientras los chicos se tiraban en la cama, suspirando, y aliviados por poder descansar a gusto, se arroparon e intentaron dormir.

Cuando se despertaron, todo era más tranquilo, los chicos fueron los primeros en levantarse y ellos mismos llamaron a las chicas. Una vez todos preparados, dieron otra vuelta por lo que ya se tendría que denominar mansión, unos pasillos más delante de los dormitorios había una piscina llena de agua, tenía unas dimensiones espectaculares; y estaba acompañada por un trampolín de 3 metros de altura, otro de 6 metros y un último que alcanzaba los 12 metros. A la derecha de la sala había situado junto a una ventana, un taburete que tenía posados encima ocho bañadores para ambos sexos y de diferentes tallas. Se fueron a los cuartos de baño, y allí se cambiaron de ropa para lanzarse a la piscina.

-¡Yujuuuu!- SPLASH- ¡Qué chuli!, Mike tienes que tirarte- gritó Peter emocionado después de haber saltado desde el trampolín de 12 metros.

Todo estaba tranquilo y alegre hasta que se empezaron a oír unos revoloteos provenientes del exterior de la mansión. Parecían moscas o insectos voladores que formaban una nube blanca, ya que iban volando muy unidos y eran de ese color.

Cuando llegaron a la sala donde se encontraba la piscina cubierta, los cinco magos abrieron las bocas de par en par. Eran hadas.

Estos seres eran diminutos, del tamaño de la palma de la mano, y tenían cuatro alas colocadas en la espalda de las hadas. También llevaban un escudo y una lanza, la cual daba mucho de que hablar. Una de ellas avanzó, y dirigiéndose a los chicos dijo:

-Vais por buen camino, somos pones, las hadas más diminutas que existen en el mundo mágico de este planeta. Os decía que ibais bien encaminados porque esta es la casa que me dijo Ceferino que os serviría de descanso

-Pero... ¿él sabe que vamos en su búsqueda?- preguntó Mike.

-Sí- contestó el Pone que iba en cabeza- pero no puede volver hasta que vosotros vayáis a salvarle porque está encerrado en una de las mazmorras de Palermo.

-Pero... ¿Es que hay más de una?- preguntó Micki.

-Sí, hay 101 mazmorras y en cada una de ellas hay 10 celdas. Espero que os vaya bien, no os confiéis mucho, yo os he podido dar una ayuda, pero el bosque está lleno de seres nunca vistos, y de trampas ocultas que son difíciles, muy difíciles de superar. Ha llegado la hora de largarse; la casa desaparecerá, nosotros también, y vosotros tenéis que seguir vuestro camino.

-¡Un momento!. ¿Cómo vamos a superar esos obstáculos?- preguntó Susan.

-Eso, tenéis que averiguarlo vosotros, y recordad, no os fiéis de nada, o, de casi nada- contestó el que, por lo visto, era el jefe de los Pones.

En un abrir y cerrar de ojos habían pasado de estar en una piscina cubierta con todos los avances mágicos que uno pudiera imaginar, a un bosque tétrico, solitario y sombrío.

Después de un baño en una piscina, no había excusa para caminar un poco, pero a medida que avanzaban los minutos el paseo se hacía más agotador, poco a poco los chicos comenzaban a cansarse, luego tuvieron que cruzar el espeso fango que les cortaba el camino. Una vez pasada la planicie fangosa, empezó a llover, y maldiciendo su suerte, los cinco se sentaron bajo un árbol esperando a que se pasara la tormenta; ignorando el peligro que suponía aquella acción.

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