CAPÍTULO 05
Los hombres hacen la guerra
Mar Hestárlico.
Agosto 02, 1621.
En medio del mar, el príncipe Lorian y el príncipe Myron navegaban con rumbo a las tres islas en busca de la princesa Elora, hermana de Lorian. Los dos príncipes eran grandes amigos desde la infancia y compartían la misma pasión por las aventuras.
Mientras observaban el horizonte, Lorian se acercó a Myron y le susurró al oído que estaba ansioso por encontrarse con su hermana. Myron sonrió y le aseguró que juntos lograrían encontrarla y traerla de vuelta al reino sana y salva.
Poco después, en un momento de emoción y complicidad, Lorian tomó la mano de Myron y lo llevó hacia la cubierta del barco. Sin que nadie los viera, se miraron a los ojos y se dieron un tierno beso. Sabían que debían mantener su relación en secreto, ya que en su reino la homosexualidad era mal vista.
Finalmente, después de varios días de travesía, llegaron a las tres islas y comenzaron la búsqueda de la princesa Elora.
Castillo de Hawkwater - Reino de Althárian.
El príncipe Melion se encontraba concentrado practicando con su violín en el gran salón del castillo, dejándose llevar por la melodía que iba creando con cada movimiento de su arco. Sin embargo, su tranquilidad se vio interrumpida cuando el rey Delion entró bruscamente al salón, con una mirada de furia en sus ojos.
─¡Melion! ¿Cómo te atreves a esconderme que tienes otro hijo bastardo? ─exclamó el rey, sin siquiera darle tiempo al príncipe a reaccionar.
El príncipe Melion se quedó boquiabierto, sin poder creer lo que acababa de escuchar. No tenía idea de tener otro hijo, pero decidió actuar con cinismo, como si aquella noticia no le importara en lo más mínimo.
─Padre, sinceramente no sé de qué me estás hablando. Si eso es cierto, no tengo idea de quién pueda ser la madre de ese supuesto hijo bastardo ─respondió Melion con calma fingida.
El rey Delion frunció el ceño, mirando fijamente a su hijo con desconfianza. Pero en ese momento, la puerta se abrió y entró Lady Jade, la noble hija de Lord Newbery, buen amigo del rey. Conocida por su pasión por las obras de arte y su interés en el príncipe Melion.
─¡Mi querido, príncipe Melion! Me alegra tanto verte practicando con tu violín ─saludó Lady Jade con una sonrisa radiante mientras se acercaba al príncipe.
El rey Delion aprovechó la oportunidad para retirarse del salón, dejando a Melion a solas con Lady Jade. El príncipe agradeció en silencio la intervención de la noble, quien siempre parecía aparecer en los momentos más oportunos.
─Querida, Lady Jade, siempre es un placer tener tu visita. ¿A qué debo el honor de tu presencia en mi humilde morada? ─inquirió Melion con galantería.
Lady Jade se acercó al príncipe, con una mirada intensa en sus ojos cafés y brillantes. Parecía tener algo importante que quería discutir con él.
─He vuelto para hablarte sobre las obras de arte que tanto te apasionan. He descubierto una colección realmente espectacular que creo que te encantaría ver ─comentó Lady Jade con entusiasmo.
Melion se sintió intrigado por las palabras de Lady Jade y asintió con interés. Siempre había admirado el gusto y conocimiento de la noble en el arte, y siempre estaba dispuesto a dejarse sorprender por sus descubrimientos.
─¡Por supuesto, Lady Jade! Será un honor acompañarte a ver esa colección de obras de arte. ¿Cuándo podemos ir a visitarla? ─preguntó Melion con emoción.
Lady Jade le sonrió con aprobación, complacida por la respuesta del príncipe. Juntos comenzaron a planear su próxima visita a la colección de arte, dejando de lado momentáneamente la discusión con el rey Delion y el misterioso hijo bastardo.
Por otro lado, Raimond Ingenthron, caballero del reino de Auttenberg, viajó hacia el reino de Althárian con una misión importante en mente. Su corazón latía con fuerza mientras se acercaba al imponente castillo donde residía la princesa Margerie, la mujer de la que estaba enamorado desde que la vio por primera vez en un torneo de caballeros.
Al llegar al castillo, Raimond fue recibido con honores y se le concedió una audiencia con la princesa Margerie. Con paso seguro y mirada decidida, se presentó ante ella y le declaró su amor, ofreciéndole su mano y un ejército de 5000 hombres para luchar a su lado en contra del rey Bayron, el tirano que amenazaba la paz de los reinos vecinos.
La princesa Margerie escuchó atentamente las palabras de Raimond, pero su rostro se mantuvo impasible. Después de un momento de silencio tenso, finalmente habló con voz suave pero firme.
─Raimond, caballero valiente y noble, agradezco sinceramente tu ofrecimiento y tu lealtad. Sin embargo, debo rechazar tu propuesta de matrimonio.
Raimond frunció el ceño, confundido por la negativa de la princesa. ¿Qué podría haber cambiado su corazón de repente? ¿Acaso había algo que él no sabía?
─Princesa Margerie, ¿por qué me rechazas? ¿Acaso hay otro que ha robado tu corazón antes que yo? Por favor, dime la verdad ─suplicó Raimond con desesperación en su voz.
La princesa Margerie bajó la mirada por un instante antes de responder con calma.
─Es cierto que hay otra persona en mi corazón, pero esa no es la razón por la que te rechazo, Raimond. Eres un hombre valiente y honorable, pero mis sentimientos pertenecen a otro.
Raimond sintió un dolor punzante en su pecho al escuchar las palabras de la princesa. Sabía que no había esperanza para él, que su amor no sería correspondido. Aunque le dolía en lo más profundo de su ser, decidió aceptar la decisión de Margerie con dignidad.
─Entiendo, princesa Margerie. Aunque mi corazón esté roto, siempre lucharé a tu lado si alguna vez necesitas ayuda. Mi espada y mi lealtad estarán siempre a tu servicio ─dijo Raimond con tristeza en sus ojos.
La princesa Margerie asintió con gratitud y respeto hacia el caballero que había demostrado ser un verdadero caballero en palabras y acciones. Aunque su amor pertenecía a otro, apreciaba la valentía y la nobleza de Raimond.
Con el corazón pesado, Raimond se despidió de la princesa Margerie y emprendió el camino al pueblo en busca de un lugar donde quedarse a pasar la noche.
La princesa Margerie había decidido salir del castillo esa tarde para visitar a Baladdar, el plebeyo que llevaba sentado debajo de un árbol por 51 días seguidos, esperando el momento en que pudiera casarse con ella. A pesar de que él no era de noble cuna, la princesa había quedado prendida de su valentía y determinación al hacer tal sacrificio por amor.
Al acercarse al árbol, Margerie pudo ver a Baladdar sentado en el suelo, con una sonrisa en el rostro a pesar de la dureza de la tarea que se había impuesto. Sin embargo, cuando él la vio acercarse, su sonrisa se ensanchó aún más y un brillo de felicidad iluminó sus ojos.
─¡Margerie, qué honor recibir tu visita! ¿A qué debo el placer de tu compañía el día de hoy? ─dijo Baladdar con cortesía, poniéndose de pie para recibir a Margerie.
─Vengo a traerte algo de comida. Sé que llevas muchos días sin probar bocado y no puedo permitir que te debilites tanto por mi causa ─respondió la princesa, haciendo entrega de una cesta con frutas, pan y queso.
Baladdar agradeció el gesto y comenzó a comer con gusto, mientras Margerie se sentaba a su lado en el suelo, disfrutando de la brisa suave que soplaba a través de los árboles.
─¿Cómo te encuentras hoy? ¿El peso de mis días de ausencia ha sido muy duro para ti? ─preguntó la princesa, intentando parecer distante, pero sintiendo en su corazón un profundo afecto por el joven plebeyo.
─Mi amor por ti es más fuerte que cualquier cansancio, Margerie. Cada día que paso aquí sentado bajo este árbol es un recordatorio de la promesa que hice y de la esperanza de poder hacerte feliz junto a mí algún día ─respondió Baladdar con sinceridad, mirando a Margerie con ojos llenos de ternura.
La princesa sintió que su coraza se debilitaba ante las palabras de Baladdar, pero se obligó a mantener la compostura para no mostrar su verdadero sentir. Sin embargo, cuando él se acercó un poco más y le tomó la mano con suavidad, Margerie no pudo evitar ruborizarse y apartar la mirada.
─Baladdar, por favor, no pongas a prueba mi paciencia. Sabes que nuestra unión nunca será aceptada por el reino y que nuestras vidas correrían peligro si nos atreviéramos a desafiar las normas establecidas ─dijo la princesa con voz entrecortada, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con brotar de sus ojos.
─Pero mi amor por ti es más fuerte que cualquier obstáculo. Estoy dispuesto a renunciar a todo por estar a tu lado, aunque sea en la clandestinidad y en la oscuridad. Prometo amarte y protegerte hasta mi último aliento, Margerie ─declaró Baladdar con determinación, acariciando suavemente el rostro de la princesa, la cual se soltó en una carcajada.
─¿Vas a renunciar a todo por mí?
─¿Tiene eso algo de malo?
─No tienes nada a lo que renunciar, soy la única aquí que sale perdiendo.
─Si me levanto y me voy, tú conservarías todo lo que tienes y yo perdería.
─¿Qué perderías tú?
─¡A ti!
─A mí nunca me has tenido.
Baladdar observa la cesta con comida y aún más importante, el hecho de que en toda la conversación Margerie siga teniendo su mano junto a la suya.
─¿Estás segura? ─preguntó al señalar las manos de ambos con la mirada.
Margerie sintió que su corazón se llenaba de emoción y ternura por el valeroso plebeyo que había conquistado su alma.
Pueblo Taini - Reino de Althárian.
Yoriah Gottlieb era conocido como el dueño de la taberna más popular del lugar. Pero lo que pocos sabían era que también era un viejo amigo de la familia Winske. Antes de comenzar su jornada por la noche, Yoriah decidió hacer una visita especial a Sermiony, la madre de Baladdar.
─Buenas noches, Sermiony. ¿Cómo estás hoy?
─Oh, Yoriah. Gracias por venir. Baladdar lleva ya 51 días sentado fuera del palacio, esperando por Margerie. No sé qué hacer para que deje de hacer esta locura.
─No te preocupes, Sermiony. Baladdar es un joven valiente y apasionado. Estoy seguro de que encontrará la manera de conquistar el corazón de Margerie.
─Pero ¿Por qué está haciendo esto? ¿Por qué está dispuesto a sentarse fuera del palacio durante 100 días?
─Quizás Baladdar lo hace porque realmente ama a Margerie. A veces el amor nos lleva a hacer cosas que parecen locas para los demás.
─Tienes razón, Yoriah. Gracias por tus palabras de aliento. Espero que tengas una buena jornada de trabajo en la taberna esta noche.
─Gracias, Sermiony. Si necesitas algo, no dudes en llamarme. Estoy aquí para apoyarte en todo momento.
Yoriah se despidió de Sermiony, dejando un poco de luz y esperanza en su corazón. Mientras tanto, Baladdar seguía sentado fuera del palacio, esperando por el amor de su vida. Y en algún lugar del universo, la princesa Margerie sentía en su corazón la fuerza del amor de Baladdar, sin saber que su destino estaba a punto de cambiar para siempre.
A las afueras del pueblo por la playa, Adem se preparaba para salir en su bote a pescar. Estaba cansado y hambriento, pero sabía que necesitaba atrapar algo para poder cenar esa noche.
Arlene, su hermana gemela, lo observaba desde lejos, fascinada por la forma en que su hermano se preparaba para la aventura. Decidió acercarse y preguntarle si podía acompañarlo.
─¿Puedo ir contigo a pescar?
─¡Claro que sí, Arlene! Será divertido tener compañía en esta tarde de pesca.
Los dos hermanos se adentraron en el mar, remando juntos en busca del lugar perfecto para pescar. Mientras tanto, Adem le enseñaba a su hermana los secretos de la pesca, compartiendo con ella sus conocimientos y su amor por la naturaleza.
─¡Mira, Adem! ¡Creo que he pescado algo!
Adem se acercó con una sonrisa y ayudó a su hermana a sacar el pez del agua. Era un hermoso pez dorado, lo suficientemente grande para que los dos pudieran cenar esa noche junto con su padre.
─¡Buen trabajo, Arlene! ¡Nos aseguramos la cena de esta noche!
Los dos hermanos regresaron al pueblo al atardecer, con su botín de pesca en mano. Se sentaron juntos alrededor de una fogata, compartiendo risas y cuentos mientras cocinaban el pez dorado a la parrilla.
─Gracias por llevarme a pescar, Adem. ¡Ha sido una tarde increíble!
─Gracias a ti, Arlene. Ha sido un placer compartir esta aventura contigo. ¡Que vengan muchas más tardes de pesca juntos! Pero que papá no se entere, me mata. ─Ambos reían al comer el pez.
─Nunca he entendido porque una mujer no puede hacer lo mismo que un hombre.
─Los hombres hacen la guerra, las mujeres, hacen más hombres para la guerra, así es como funciona.
Adem y Arlene disfrutaron de una deliciosa cena bajo las estrellas, fortaleciendo su vínculo como hermanos y creando recuerdos que perdurarían para siempre en sus corazones.
Treyson estaba de pie en el muelle, observando con melancolía el horizonte donde el sol se ocultaba lentamente. Su estadía en el reino de Althárian había llegado a su fin, y ahora debía regresar a su hogar en la distante Isla Niebla.
Suspiró profundamente, recordando la decepción que había sentido al ser rechazado por la princesa Margerie. A pesar de haberle entregado su corazón, ella había rechazado su amor, rompiendo así las ilusiones que había construido durante su estancia en el reino.
Pero Treyson no tenía tiempo para lamentos. Había decidido volver a casa y dejar atrás todo lo ocurrido en Althárian. Antes de partir, corrió hacia la posada donde había estado hospedado y se sentó a escribir una carta para su padre, que aún residía en Isla Niebla.
En la carta, Treyson relató sus experiencias en el reino de Althárian, desde los momentos de alegría hasta las desilusiones que había enfrentado. Le pidió a su padre que lo esperara en el puerto a su llegada, para poder abrazarlo y contarle todo lo ocurrido en su travesía.
Una vez terminada la carta, Treyson la selló con un beso y la entregó al mensajero que se encargaría de llevarla hasta Isla Niebla. Con el corazón lleno de esperanza, se dirigió hacia el barco que lo llevaría de regreso a casa, listo para enfrentar nuevas aventuras y desafíos en su camino de regreso.
Ciudad de Wolfein - Reino Thérgian.
Robin Eadem, un joven de 23 años, había llegado a casa después del trabajo, agotado y con un nudo en la garganta. Sabía que sería la última vez que vería a Juliette antes de que se fuera al palacio para servir a su hermana, Mabel, ahora reina de Thérgian. Robin siempre había estado enamorado de Juliette, pero nunca se había atrevido a confesarle sus sentimientos.
Al entrar a la casa, vio a su madre ayudando a Juliette a empacar sus cosas. El corazón de Robin latía con fuerza en su pecho mientras se acercaba a ella. Quería desesperadamente decirle lo que sentía, pero las palabras se quedaban atascadas en su garganta. Finalmente, se decidió y se acercó a Juliette, quien le miró con una sonrisa triste en los labios.
─Juliette, necesito decirte algo antes de que te vayas ─balbuceó Robin, luchando contra sus propias emociones. Juliette le miró con curiosidad, esperando a escuchar lo que tenía que decirle─. Yo... yo estoy enamorado de ti.
Robin confesó lo que sentía con la esperanza de que Juliette correspondiera sus sentimientos. Pero en lugar de eso, Juliette le dio un abrazo y le dijo con dulzura.
─Robin, eres un gran amigo para mí, pero mi corazón ya pertenece a otro. ─Ella solo le había mentido, no había nadie más, pero a dónde iba él no podía ir y era más sencillo romperle el corazón que darle falsas esperanzas.
Robin sintió cómo su mundo se desmoronaba a su alrededor. Había arriesgado todo por confesarle su amor a Juliette, pero ahora se sentía más solo que nunca. Con un nudo en la garganta, vio a Juliette partir hacia el palacio, donde serviría a Mabel por el resto de sus días.
A pesar del dolor en su corazón, Robin decidió no rendirse. Sabía que aún quedaban aventuras por vivir y que el destino le tenía guardada una sorpresa. Con determinación en sus ojos, se prometió a sí mismo que encontraría la forma de estar con Juliette algún día.
Fortaleza de Redgold - Reino Thérgian.
Juliette había llegado al palacio para ser la criada de su mejor amiga, Mabel, ahora reina de Thérgian. Mabel la recibió en el gran salón junto a la princesa Ilena.
─Juliette, ¡Qué alegría verte! Estoy tan feliz de que estés aquí.
─Yo también estoy emocionada de estar a tu lado, Mabel.
─Perdona, ¿a quién te refieres como tu igual? ─expresó la princesa Ilena con molestia.
─A Mabel, mi mejor amiga ─respondió Juliette.
─¡Ella es la reina, y tú eres solo una criada! Deberías mostrarnos respeto y actuar de acuerdo a tu posición.
─Ilena, por favor, no seas tan dura con Juliette. Ella es mi amiga y la trato como tal. ─Intervino Mabel al trato que Ilena le daba a Juliette.
─Disculpa, majestad. Me retiro a mi habitación.
Ilena se fue caminando por la puerta del gran salón dejando solas a Juliette y Mabel junto a los guardias que custodiaban el lugar.
─No te preocupes, Juliette. Ilena puede ser un poco arrogante a veces. Es la esposa del príncipe Bunta, hijo mayor del rey Bayron.
─Entiendo, Mabel. Gracias por explicármelo.
─Ahora que soy reina, hay ciertas reglas que debes seguir. No puedes tutear a la princesa Ilena, ni al rey, ni sus hijos, y odio decirlo, pero tampoco a mí. Así que, por favor, trátalos con respeto.
─Lo entiendo. Haré todo lo posible por actuar de manera acorde a tu posición.
Mabel abrazó a Juliette y juntas comenzaron una emocionante aventura en el palacio de Thérgian, donde Juliette aprendería a moverse en un mundo de protocolos y etiquetas, siempre manteniendo la amistad y el cariño que las unía.
Esa misma noche el rey Bayron, mandó a llamar a Norton Laviolette, su jefe de espías más confiable, al salón del trono. Lord Norton, joven de 25 años, era un hombre de rostro inexpresivo y mirada penetrante, llegó rápidamente al encuentro con su majestad, preparado para recibir las instrucciones que le fueran dadas.
Una vez dentro del majestuoso salón del trono, el rey Bayron le hizo una petición extraña y misteriosa a Lord Norton. Le pidió que investigara la vida de su nueva esposa, la reina Mabel, quien había llegado al castillo recientemente y sobre la cual se sabía muy poco en realidad.
Lord Norton, experto en el arte de la investigación y el sigilo, asintió con solemnidad y se comprometió a descubrir todos los secretos que rodeaban a la enigmática reina Mabel. Con paso ligero y mente aguda, se embarcó en su misión, dispuesto a descubrir la verdad detrás de la recién llegada a la corte.
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