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LOS CHICOS DE MI EDAD (NO ME SABEN TOCAR)


Rindou era un niño.

O al menos eso pensaban todos.

Con apenas dieciséis años él menor de los Haitani seguía conservando actitudes infantiles, mimadas, caprichosas y hasta fantasiosas que lo llevaban a lucir más pequeño de lo que realmente era.

Nadie podía refutarle nada, porque Rindou sabía como usar su carácter encantador para ganarse a las personas. El niño siempre estaba sonriendo con amabilidad y moviendo sus largas pestañas de arriba a abajo con una mirada inocente para escapar de cualquier situación.

Y aunque no pudieran culpar a Rin por su infantil actitud, si sabían a quien más culpar.

Ran Haitani. Su hermano mayor.

Cuando Ran tenía cinco años, había recibido la noticia de que tendría un hermanito menor, y desde ese día, aún sin conocerlo y estando lejos de su nacimiento, ese bebé se convirtió en el centro de su adoración.

Apenas cargo a Rindou, con dos semanas de nacido y los ojitos púrpura llenos de lagrimas, prometió cuidarlo y amarlo como nadie jamás podría.

Y hasta el día de hoy mantenía su promesa.

Le enseño todo lo que podía enseñarle y lo adoro como la cosa más preciosa en su mundo; aún con la diferencia de edad siempre encontró tiempo para pasar al lado de su hermanito y cuidarlo de todo mal que pudiera acecharlo.

Muchas veces trataron de separarlos, argumentando que Rindou necesitaba conocer el mundo tal como era y no dentro de la burbuja que Ran le estaba creando. Obviamente el mayor de los Haitani jamás lo permitió y cuando cumplió los veinte años, con ayuda de un par de contactos, logró quitarle la custodia de sus hermanito a sus padres y llevárselo a vivir a su elegante departamento donde luciría aún más bonito.

Todos sabían que la actitud mimada, infantil y caprichosa de Rindou se debía a que su hermano mayor siempre estaba ahí para consentirlo en cada una de sus peticiones, sin importar cuál desquiciada sonara, si Rin lo quería, entonces lo obtendría.

Pero, aunque la mayoría podía sacar rápidas conclusiones sobre ambos hermanos y suponer cosas que al fin de cuentas no importaría si fueran erróneas, la verdad era que se debería de ser muy listo para descubrir el mayor secreto de aquella controvertida dupla.

Un secreto que se mantenía oculto en forma de marcas bajo la ropa de Rindou y rasguños en la espalda de Ran.

Porque aunque pareciera un niño, Rindou Haitani de inocente no tenía nada...

— ¡Ran! —grito, arrojándose a los brazos de su hermano apenas lo vio cruzar la puerta.

El hombre, capturando el delgado cuerpo para evitar que cayera, sonrió y besó la cabecita rubia del menor.

— Que linda bienvenida.

— ¡Te extrañe mucho!

— ¿En serio?

— Si, te envié muchos mensajes recordándotelo.

— Lo siento, precioso, se me terminó la batería.

— ¡Pero ya no importa, porque ya estas aquí!

Ran sonrió por la emoción infantil brillando en los ojitos del menor; sabía que Rindou se aburría mucho al estar solo en el penthouse, pero nunca se terminaba de acostumbrar a su actitud de cachorro emocionado cuando lo veía llegar de un largo día de trabajo.

— ¿Como te fue en el colegio? —preguntó, después de dejar su maletín en el mueble más cercano a la puerta, deshacerse de los zapatos, él sacó y la corbata y tomar asiento en el sofá blanco justo delante del gran ventanal de la sala mientras desabrochaba algunos botones de su camisa.

— Muy bien. Volví a ser la nota más alta en biología.

— ¿En serio? Si sigues así, creo que te ganarás un premio — tomó con sus delgados y largos dedos el mentón del menor, sintiéndolo temblar bajo su toque y observando un nuevo brillo aparecer en sus ojos—, pero ya nos encargaremos de eso después.

Rindou suspiro tembloroso, sabiendo que la promesa se cumpliría. Pestañeó un par de veces para despejar sus pensamientos y después recordó algo importante que debía de entregar.

— Ah, por cierto, necesito que firmes el permiso para la excursión del viernes al festival de la playa.

— ¿Iras con tu grupo?

— Si, recogeremos vegetación de la playa para una práctica de laboratorio y después nos dejarán disfrutar del festival.

Rápidamente, Rindou tomó su mochila y sacó una carpeta donde solía guardar todos los papeles que no tenían lugar en sus cuadernos, para después rebuscar un poco y sacar la circular correspondiente.

— ¿Solo debo de firmar?

— Sip.

— Hmm... ¿por qué no me convences de hacerlo? No creo poder firmar mi consentimiento si no tengo razones para hacerlo.

En los labios del menor se formó una sonrisita. Bajo del sillón y gateó por el piso hasta quedar entre las piernas del mayor, llevando directamente sus manos al cinturón del pantalón para deshacerse de él.

Ran intento guardar el papel nuevamente en su lugar para que no terminara sucio o roto, pero antes de poder hacerlo, de la misma carpeta cayo una hoja rosa dobla en una peculiar forma de corazón.

Ganándose toda su atención, el mayor tomó el mentón del rubio con un par de dedos para obligarlo a regresar sus ojos a él.

— ¿Que es esto, bebé?

— ¿Eh?... Oh, es una carta.

— ¿Tuya?

— Si, me la dieron hoy.

— ¿Quién?

— Un chico de mi grupo... ¿o era una chica?

— ¿Recibes muchas de estas?

— A veces —se encogió de hombros, sin entender a donde iba esa conversación. En su opinión, tenían asuntos más importantes que resolver.

— Son confesiones, ¿no?

— Si, la mayoría.

— ¿Y las respondes?

— ¿Eso importa?

— Bueno, mi hermanito tiene a media escuela detrás de él, tengo derecho a interesarme un poco.

— No exageres, solo son unas cuantas personas; además, no he salido con ninguno.

— ¿En serio?

— Si

— ¿Por qué?

— Porque no me gustan.

— Debe de haber alguien que llame tu atención, ¿no?

— No, nadie.

— No te creo.

Rindou frunció el ceño ofendido. ¿Estaba dudando de él?

— ¡Habló en serio, Ran!

— Por favor, debe de haber aunque sea una persona, de otro salón o de otro curso, que llame tu atención.

El puchero de molestia se acentuó más en los labios del contrario quien se incorporó y se sentó en el regazo del mayor.

— No me gusta nadie.

— Mentiroso —acusó, rodeando la delgada cintura con sus dos manos.

— ¡En serio! Todos en la escuela están fuera de mis estándares.

— Wow, entonces debes de tener estándares muy altos como para sacar a todos de tu lista.

— No son estándares altos, solo es un requisito que ninguno cumple.

— ¿Y ese es...?

— Que sean mayores —contestó con simpleza, causando una sonrisa en Ran.

— A mi hermanito le gustan mayores... nunca te imagine como ese tipo de persona.

Una de las manos del mayor se infiltró bajo su camisa, acariciando la suave piel y subiendo lentamente hasta su bonito y rosado objetivo, mientras la otra bajaba hasta el glúteo para acariciar y juguetear a su gusto.

— Deberían gustarte los chicos de tu edad.

— Son aburridos —contestó, ahogando un jadeo cuando la mano bajo su camisa comenzó a torturar su pequeño botón rosa—. Ellos no saben como me gusta divertirme.

— ¿Con una polla en tu boca?

— Bueno, estoy seguro que la mitad de ellos no han recibido una buena felacion.

— Y en eso tu eres un experto, precioso —subió una de sus manos a sus labios para obligarle a abrir la boca y acariciar su lengua con uno de sus dedos—. Nadie pensaría que sabes hacer maravillas con esa boquita tan linda que tienes.

— ¿Lo vez? Los chicos de mi edad no son divertidos.

— ¿Y solo buscas que sean divertidos?

— No... también deberían de ser inteligentes.

— ¿Cerebritos?

— No exactamente, solo necesito que sea lo suficientemente listo como para salirse con la suya mientras follamos.

— Cierto; teniendo en cuenta tu manía por follar en lugares inadecuados, no estaría de más que el sujeto tenga el suficiente cerebro para no ser atrapados.

— ¿Lo vez? Los chicos de mi edad no me van.

— Pero hay chicos inteligentes en tu colegio, y estoy seguro que al menos uno de ellos sabe divertirse.

Rindou abrazó al mayor por los hombros mientras las manos ajenas jugaban con el elástico de sus pantalones amenazando con bajarlos.

— Pero no me tratarían como lo hace un hombre mayor.

— ¿Cuál es la diferencia?

— Un chico de mi edad no me llevaría a cenar a bonitos restaurantes caros, tampoco me tendría bajo su escritorio chupándole la polla en un día de trabajo, ni me follaria en su deportivo cuando va a recogerme al colegio.

— Eso suena muy codicioso, amor. ¿Acaso te interesa el dinero?

— No realmente, pero a veces las cosas se vuelven más interesantes cuando el que me hace gemir es el dueño de la importante empresa Haitani.

— Mmm...si, estoy de acuerdo con eso.

— ¿Pero por qué me esfuerzo en decirte las diferencias si puedes mostrármelas por ti mismo?

Ran sonrió, complacido con esa actitud atrevida de su hermanito. El mocoso podía tener una cara de ángel, pero la forma desesperada en que pedía ser complacido decía todo lo contrario.

— Está bien, pequeño, te mostraré como un chico de tu edad jamás te va a saber tocar.

Rindou se emocionó casi de inmediato, lanzándose a Ran para besarlo entusiasmado y profundizando el beso apenas sintió las manos más grandes delinear su cintura. Por supuesto que el niño sabía jugar; su actitud inocente e infantil solo era una coartada para obtener beneficios de gente que se dejaba llevar por su apariencia, pero pocos sospechaban que más allá de la sonrisa bonita y la actitud caprichosa, Rindou Haitani podía ejemplificar la mismísima lujuria.

Sus caderas se comenzaron a mover sobre la entrepierna del mayor, buscando el mismo resultado de siempre mientras desabrochaba los botones de la camisa ajena, pasando una y otra vez las manos sobre el abdomen marcado.

— Pareces ansioso.

— Hace dos semanas que no me prestas atención.

— Bueno, tenía que pasar la semana de exámenes, así podía decidir si debía premiarte o castigarte.

— ¿Y que decidió Daddy?

El mayor sonrió.

Ese mocoso sí que sabía como jugar.

— Daddy aún no ha decidido, así que serás un buen niño y aceptarás lo que se se me de la gana hacerte, ¿entendido?

Rindou asintió, conteniendo un jadeo por la advertencia y los movimientos que Ran había comenzado a guiar en su cadera.

Definitivamente, los chicos de su edad jamás lo harían sentir así de satisfecho con unas pocas palabras y unos toques superficiales.

— Que buen niño eres —halago, acariciando cariñosamente su mejilla, antes de cargarlo y estamparlo contra el ventanal que tenían enfrente.

Se volvieron a besar desesperadamente, buscando quitarle el aliento al otro y marcarlo como su propiedad.

Ran sostuvo con una mano el peso del menor, agradeciendo que Rindou fuera realmente ligero y no hubiera problema con ello; mientras con la mano libre se deshacía de su cinturón y su pantalón. Después, bajo cuidadosamente al rubio, sin separar sus bocas ni un minuto e inclinándose y rodeándole la cintura para poder seguir con el beso.

Su bebé era un completo caprichoso, y si quería quedar sin oxígeno en un solo beso, entonces él no era nadie para negárselo.

Cuando se separaron, sonrió orgulloso por lo lindo que se veía agitado y casi desorientado; casi lamentándose por no tener su teléfono a la mano para tomarle una fotografía.

— ¿Puedo ver que tienes ahí abajo o me harás esperar más? —preguntó, sin dejar de recorrerlo con la mirada.

El rubio no tardó en aceptar su petición y deshacerse de su pantalón, dejando ver su ropa interior negra con algunos corazoncitos de encaje en el elástico.

Ran sonrío, no porque fuera algo nuevo, sino porque sin importar que Rindou usara esa ropa normalmente, jamás se acostumbraba a lo bonito que le quedaba al niño que siempre lucia inocente.

— Ven aquí, precioso —lo atrajo hacia él otra vez, besándolo de nuevo pero esta vez de manera corta, para después llevar dos dedos a su boca.

Rindou aceptó felizmente los dígitos, sin romper la distancia con Ran y dejando sus labios casi juntos, siendo separados únicamente con los dedos follandole la boca.

Sintió los dígitos jugar con su lengua; los beso, lamió y chupó sin romper el contacto visual con el contrario; después, cuando sintió sus propia saliva escurrir por su mentón, supo que había hecho un buen trabajo.

Ran lo volvió a cargar, bajando desesperadamente su ropa interior y metiendo un dedo sin ningún aviso, tragando el gemido del menor con un beso desesperado y sintiendo el cuerpo más pequeño arquearse por sobre el cristal.

Cuando el mayor comenzó a prepararlo, Rindou dejó caer su cabeza sobre el ventanal mientras su espalda se curveaba sobre el mismo, suspirando tembloroso pero disfrutando de cada movimiento.

Ran empezó a marcarle el cuello, aspirando el olor de su jabón y su perfume y murmurándole uno que otro halago que hacía jadear al rubio.

Pronto, ambos dedos comenzaron a hacer su trabajo a la par, causando los gemidos del menor y la satisfacción del mayor por saber que podía provocarle ese tipo de reacciones sin el más mínimo esfuerzo.

— Dime, Rin ¿acaso un chico de tu edad puede hacerte sentir tan bien con solo un par de dedos?

Rindou tembló por el tono de voz ronco, pero inmediatamente después negó

— No... no, solo Daddy puede.

— Exacto, precioso.

Retiro los dedos y volvió a bajar al menor, sonriendo al ver sus piernas temblar y dándole la vuelta para que quedara de frente al ventanal.

— Daddy te va a enseñar que se siente estar con un hombre de verdad, pequeño.

Llevo la punta de su miembro a la entrada ansiosa y preparada. Sostuvo las caderas del menor cuando lo sintió temblar y comenzó lentamente con la penetración, besando el hombro pálido del contrario para relajarlo.

— Lo estás haciendo bien, bonito. Siempre haces sentir orgulloso a Daddy —le murmuro, acariciando suavemente sus caderas y entrando por completo en el menor.

— ¿D-Daddy se siente bien?

— Por supuesto que si —jadeó ronco, incapaz de creer lo increíble que se sentía el interior de Rindou aún cuando lo hubiera probado millones de veces— Eres perfecto amor.

El menor gimió, tal vez por el halago o por el movimiento que él mismo había hecho para comenzar las estocadas.

Ran siempre era atento con el, intentaba cuidarlo y procurar su bienestar aún sobre la calentura; pero no había mayor satisfacción para sus hormonas de adolescente que saber que podía soportar algo tan grande y sentirse tan lleno a la vez; así que por más tiempo que quisiera darle su hermano para acostumbrarse al tamaño, él quería sentirse en el cielo mientras lo follaban.

Siguió dando leves estocadas, impulsándose del ventanal y gimiendo agudo mientras Ran tomaba sus caderas para que no fuera tan brusco.

Cuando comenzó a notar la verdadera desesperación de Rindou por tener algo más fuerte, comenzó a moverse y enterrarse en el, sintiendo de manera instantánea al menor temblar y perder poco a poco la fuerza.

Las palmas de sus manos y su mejilla fueron a dar al cristal, agradeciendo no llevar lentes que hicieran incómoda la posición. Su espalda se arqueó y su parte inferior se levantó, dándole un mejor ángulo al dueño de su placer.

Ran siguió embistiéndolo con más fuerza, mordiéndose el labio por la bonita escena que tenía frente a él y sintiendo que no duraría mucho si el rubio seguía gimiendo su nombre de esa forma tan caliente.

— Ran... mierda... Ran me llenas tanto.

Vio sus pálidas piernas temblar y antes de que cayera al suelo llevó una de sus manos al delgado estómago para darle un mejor soporte. Pero su movimiento pareció ser contraproducente, porque al sentir aquel bulto que sobresalía de su abdomen con cada estocada que daba, no pudo evitar aumentar la fuerza y velocidad con la que lo penetraba.

— Vamos amor, se que estás cerca —le murmuro, inclinándose sobre él con una mano en su abdomen y otra en su cuello.

— D-Daddy... oh, Daddy....

— Dime bebé, ¿los chicos de tu edad te follarian tan bien con esta vista? ¿Los chicos de tu edad sabrían tocarte como Daddy lo hace?

— No... ah, no... ellos no...

Rindou apenas tenía la fuerza suficiente para mantenerse de pie, su cerebro no era capaz de formular una oración coherente mientras su cuerpo se sentía cerca del clímax por todo el placer.

Ran tampoco se encontraba en mejores condiciones. El interior del menor era tan delicioso que le sorprendía durar tanto, cada vez que tocaba su punto dulce Rindou gemía de una forma exquisita y con solo ver su cuerpo totalmente a su disposición pudo haber llegado al orgasmo.

Aún así, no pudieron elegir mejor momento para llegar al clímax, porque justo cuando Rindou rogó porque lo besara, Ran cumplió su orden y se enterró en él lo más profundo que pudo, mientras reclamaba sus labios y sentía al menor deshacerse en sus brazos tocando con las puntas de sus dedos el orgasmo.

Gracias al millón de sensaciones que esa escena lo hizo experimentar Ran no tardó mucho en seguirlo, llenándolo con su esperma y sintiendo al menor gemir sobre sus labios por el líquido caliente que ahora lo llenaba.

— Dame un minuto... no te muevas —pidió el rubio, recargando la frente en el cristal e intentando estabilizar su respiración.

El mayor no se quejó; también necesitaba tomar un poco de aire después de todo lo sucedido.

Se tomaron unos minutos, con el menor suspirando tembloroso al sentir el líquido caer por sus glúteos y Ran esparciendo besos pequeños por su cuerpo. 

Cuando Rindou pareció al fin listo para sostenerse por sí mismo, pudieron separarse y estabilizarse, para luego ir al baño y meterse en la bañera cansados y satisfechos.

Claro que con una persona como el hermano menor de los Haitani, el concepto de "baño" estaba muy distorsionado.

— ¿Entonces... no te gusta nadie? —preguntó Ran, echando la cabeza hacía atrás y cerrando los ojos mientras presionaba la cintura ajena.

— No... —murmuró Rindou, gimiendo bajito mientras seguía montando lentamente el miembro.

Solo en la mente de Rindou Haitani tenía sentido descansar del sexo rudo con sexo suave.

— ¿Por qué? —le preguntó, aún sabiendo su respuesta.

Llevo una mano a la mejilla sonrojada del rubio y la acaricio sin importar que se llenara de pequeñas burbujas y jabón. Rindou, como un pequeño gato, se restregó en busca de caricias. 

— Bueno.... —sonrió— los chicos de mi edad no me sabe tocar.


—FIN—

Estoy cansada de esta vida llamada "tener muchas ideas y no saber escribir smut"

Intente que quedara lo mejor posible, perdón por no lograrlo. 

Gracias a mi editora hermosa que acepta corregir mis relatos incestuosos a las tres de la madrugada y gracias a todos los que se tomaron el tiempo de leer este intento barato de contenido Hot, se les quiere mucho 🤍

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