44. Ýgrail
Bártok se apoyó sobre el murete de piedra hacia el que se acercó tambaleante. Estaba oscuro, no eran muchos los que podrían verlos ahí, en el borde de la zona ajardinada de un caserón desocupado. Se propuso dar otro trago a la garrafa de vidrio y comprobó con decepción que no quedaba ni gota de vino. Apuntó hacia los cinco hombres que trataban de rodearlo y la lanzó a sus pies con escasa fortuna. Se irguió y dio dos pasos mientras adelantaba la espada y golpeaba al aire. La incoordinación era cada vez mayor, no tardarían en caer sobre él y acuchillarlo tantas veces que los agujeros serían incontables.
─ ¡Vamos! ─ balbuceó ─ ¿No vais a atacarme?
─ Tenemos tiempo de sobra ─ respondió uno de los hombres mostrando una cínica sonrisa ─ ¿Quieres que te traigamos más vino?
─ ¡Oh, sí, gracias! ¡Uno bueno, un Blanco de Ámbar, o mejor, un buen vino viejo de Zenda!
Los cinco hombres se acercaron más, blandiendo sus cuchillos hacia Bártok. Lo habían localizado por pura suerte, solo y totalmente borracho, recostado bajo un árbol situado entre la maleza que cubría el suelo que años atrás había ocupado un bello jardín. No podían dejar pasar la oportunidad, la muerte de un capitán de la Guardia Roja daría alas a los levantamientos que habían comenzado a darse ya en varios puntos de la ciudad.
─ ¿Algún problema, caballeros? ─ la voz de Ýgrail Wólffger provino de las sombras, y su figura se hizo visible junto a la de una decena de Guardia Rojos armados hasta los dientes.
─ ¡Este hombre nos ha robado! ─ mintió uno de los hostigadores.
─ Bien, váyanse a sus casas, mañana mismo pasará a saldar sus deudas ─ respondió Ýgrail con ironía mientras echaba mano al pomo de su espada.
Los cinco hombres que habían tratado de acabar con la vida de Bártok no se lo tuvieron que pensar dos veces, y abandonaron el lugar escupiendo al suelo y dirigiendo amenazas entre dientes tanto hacia Bártok como hacia los recién llegados. Bártok se tambaleó y cayó hacia un costado, y se tuvo que ayudar de la espada para volver a ponerse en pie. Ýgrail se acercó a él y lo ayudó a sostenerse.
─ Emmilie se ha ido, Ýgrail, y se ha llevado también a la niña. Me ha dejado, maldita sea, me ha mandado a la mierda, ¿y sabes lo que te digo?
─ Ooojjj...apestas, Bártok. ¿Acaso has dormido en la caseta de un perro?
─ Lo tengo merecido ─ continuó Bártok entre sollozos ─. Me había avisado muchas veces, y lo de Úthrich...eso fue demasiado, Ýgrail, demasiado.
─ Eres un romántico, Bártok, casi tanto como yo. El problema es que además eres un iluso de mierda, igual que tu mujer, igual que montones de idiotas en esta ciudad también de mierda.
─...Mierda...─ repitió Bártok mientras trataba de golpear una piedra con la punta de su bota y fallaba por al menos un palmo ─. Eso es lo que valgo ahora, una mierda, una puta mierda, joder...Llévame a casa, amigo, mañana dirigiré una incursión a Bolsillo Roto, los cabrones han vuelto a atacar a un grupo de Guardias, se los han cargado a puñaladas...
Ýgrail lo asió con fuerza y lo llevó calle abajo, hacia el palacio de los Wólffger.
─ Me parece que estarás más seguro en mi casa. Estoy solo, mi padre y mi hermano acaban de cerrar ciertos negocios en el norte, y se han quedado a festejarlo junto a algunos viejos más. También tú y yo tenemos que hablar de negocios, no sois muchos los hombres en los que puedo confiar para la misión que me ha sido encomendada.
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