20. El Gran Maestre Árnor
Sentado en una silla de madera de bella factura, cuyo respaldo se encontraba ricamente decorado mediante labrados que evocaban motivos florales, Árnor terminó de colocarse la prótesis que sustituía su pierna derecha. Se trataba de un cilindro de oscura madera de ébano que había sido ahuecado, de modo que el tercio de caña que el Maestre había podido salvar encajaba en su interior. La parte interna se encontraba forrada con varias piezas de cuero que ejercían una importante función amortiguadora, además de que hacían que la pierna se adaptara perfectamente a la prótesis. Después de tanto tiempo, y aún siento el cruel hormigueo en los dedos. ¿Porqué demonios hay días en los que duele tanto? ¡No tengo pierna, para qué demonios necesito sentirla? ¿Es que no tengo suficiente con el recuerdo del asqueroso licántropo mordiéndola y quebrando sus huesos? Ódeon, mi querido amigo, tu hacha se llevó la carne y el hueso, pero parece que no pudo desgajar su esencia de mi alma. Ódeon...¿Qué ha sido de ti y tus hombres? Hace ya más de un año y medio...Wíglaf, Timor, Hýglac, Bénner, Aiman, Niall...podría recitar la lista completa sin olvidar a ninguno de vosotros.
Ató las correas de cuero que sujetaban la pierna de madera al muslo, y observó su negra superficie cubierta de figuras labradas con habilidad. La luna llena iluminaba las caras de varios Nocturnos que se retorcían de dolor. En la parte posterior, otro de los seres de la noche había sido decapitado, y su cabeza distaba medio palmo de donde se hallaba su cuerpo inerte. Acarició la parte inferior, que mostraba la punta de una pica atravesando el cráneo de otro de los enemigos a los que llevaba combatiendo prácticamente toda su vida.
Se puso el parche que cubría la oquedad donde debería haber un globo ocular, pero que también el Lobohombre se encargó de vaciar, se levantó y caminó hacia la larga mesa que ocupaba el centro del salón de reuniones. Los primeros pasos eran siempre incómodos. La piel de la pierna se había endurecido mucho con los años, pero era inevitable que de vez en cuando la presión ejercida sobre ella produjera una más que dolorosa llaga. Cuando llegó ante la mesa, desplegó un enorme y detallado mapa que había sido dibujado sobre un gran lienzo. Toda la frontera norte de la república se encontraba fielmente reproducida a escala. La Cordillera Gris parecía elevarse sobre el lienzo, y los profundos valles que recorrían su vertiente sur se asemejaban a surcos dotados de volumen. Las cuevas donde los Cazadores Negros guardaban víveres y descansaban durante las largas jornadas de control de presencia de Nocturnos, se encontraban señalizadas mediante cruces de color rojo. Los torreones donde las ciudades estado establecían sus guarniciones se encontraban estratégicamente diseminados a lo largo de la frontera, bastante más al norte que las poblaciones de cierta entidad. Las pequeñas aldeas, junto a los caminos que conducían a las mismas, eran resaltadas mediante vivos colores, ya que eran generalmente el objetivo de los ataques de los seres de lo oscuro. En el mapa también se encontraban detalladas las minas de metal, las canteras, las vías de acceso a las cumbres desde las que se podía observar un amplio perímetro, las rutas de montaña, los ríos y las fuentes de agua, los refugios de los pastores, y los puntos de encuentro de los Cazadores.
Cuando se disponía a desplegar el final del mapa, sintió el temblor en los dedos de la mano. Apoyó la palma sobre la mesa y los miró con resignación, vio cómo temblaban y se elevaban, suavemente al inicio, y con más fuerza a medida que el temblor ascendía a través del antebrazo. Ocurrió lo mismo en el otro brazo, y los codos comenzaron a balancearse rápidamente de un lado a otro. Cerró los ojos, ya que los párpados del que estaba vacío lo hacían por acto reflejo. Parecía que esta vez venía un ataque de los fuertes. Los bíceps y los tríceps comenzaron a convulsionar, los pectorales se contrajeron en un doloroso trismus, y el calambre ascendió hasta las ramas de la mandíbula. Respiró de forma entrecortada, tratando de inhalar aire tan profundamente como podía, intentando calmarse. Era consciente de que los temblores cesarían en breve, y aunque se daban con una frecuencia e intensidad cada vez mayor, probablemente no volvería a sufrirlos hasta bien entrada la noche.
Cuando terminó, había sudado de tal forma que tuvo que desprenderse del jubón de lino y secarse mediante varios paños. Te haces viejo, Árnor. Pero, ¿de qué podrías quejarte? Deberías haber muerto hace casi treinta años, considera un regalo el tiempo que te quede. Miró al espejo que se encontraba colgado a unos pasos y se vio a sí mismo. Su aspecto no era precisamente el de un hombre débil o enfermo. ¿Cómo quieres acabar esto, Árnor? Conoces el final al que esta enfermedad te conduce de forma irremisible. No, no acabará así. Decidirás el modo cuando llegue la hora, y en ese momento no te temblará el pulso. Hasta entonces, servirás a tus compañeros del mismo modo en que ellos te sirven a ti.
La suerte quiso que ninguno de los convocados llegara antes de que estuviera vestido de nuevo. La puerta se abrió para dejar pasar a Úthrich y Réynor, quienes lo saludaron de forma amistosa y comenzaron a desplegar sobre la mesa varios pequeños mapas repletos de indicaciones y figuras geométricas. Después los pusieron sobre el mapa grande, de forma que cubrían justo la parte que representaba la zona común.
─ Bienvenido, Úthrich. Has tenido desesperado a Réynor, apenas lo hemos visto, debe haber estado ocupado con la obtención de aceites esenciales y el envío de los perfumes a los compradores ─ expuso Árnor no sin cierta ironía.
─ Oh, sí, lo veo hasta más delgado.
─ Es que he comenzado a entrenar de nuevo, Árnor ─ respondió Réynor.
Úthrich terminó de desplegar una parte del pequeño mapa que había traído, y que en su extremo oriental representaba el Páramo Ardiente. Dibujada de forma detallada, la Torre de Fuego se alzaba amenazante hacia la Cordillera Gris.
─ ¿Qué tal te encuentras, amigo? ─ preguntó Árnor al Cazador de la melena de color de fuego.
─ Viajar al sur me sienta bien, Árnor. Necesitaba alejarme un tiempo de la pelea, las últimas incursiones de los Nocturnos fueron muy duras.
─ Deberías aprender a compartir ciertas responsabilidades con tus hombres, Úthrich ─ intervino el anciano Réynor ─. No puedes cargar siempre con el peso del sacrificio de los que han sido mordidos. Fui como tú una vez, y casi me cuesta la cordura. Ákhram o Skéyndor podrían compartir tu carga.
Úthrich sonrió mientras negaba con la cabeza.
─ Solamente necesitaba un descanso, amigos, os prometo que me encuentro mucho mejor. Agradezco de veras vuestra preocupación, y en mi fuero interno soy consciente de que vuestro consejo está cargado de la sabiduría que os aporta la larga experiencia que poseéis en este tipo de lides, pero no soy capaz de hacer pasar por esto a algunos de mis mejores amigos. Vuestra alma posee, al igual que la mía, las cicatrices que dejaron las profundas heridas creadas por los momentos en que debemos sacrificar a las personas que no hemos sido capaces de proteger a tiempo, y sé que me comprendéis perfectamente cuando os digo que aún me siento lo suficientemente fuerte como para retrasar el traspaso de parte de esa carga a mis compañeros. Mi grupo tiene suficiente con soportar a un depresivo pesado, ¿no creéis?
Después Úthrich miró a Árnor y realizó la pregunta cuya respuesta conocía, pero que la esperanza le hacía creer que quizá podría haber cambiado.
─ Supongo que ya habría sido informado de haber sucedido algo pero, ¿se ha sabido algo del ejército de Cádlaw y Gladius?
Árnor negó con la cabeza.
─ Nada. Esfumado. El ejército parece haber sido tragado por la tierra. Varios hombres avanzaron durante una jornada y media a través del valle del Exes, y no encontraron ni rastro del posible paso de vuelta de alguno de sus integrantes. Les ordené que no fueran más allá.
Réynor tomó asiento en el tresillo que ocupaba el lado derecho del que ocuparía Árnor una vez comenzara la reunión. Se meció la barba y expulsó aire a través de la nariz antes de tomar la palabra.
─ Diez mil hombres no desaparecen a no ser que se topen con al menos otros diez mil, caballeros. No hay tormenta, avalancha o epidemia que evite la vuelta de un buen número de supervivientes. Lo único que sabemos del norte es que es el lugar del que provienen los Nocturnos y sus Lobohombres. No creo que haga tan buen tiempo, ni que sea el lugar de residencia de miles de bellas Amazonas, como para provocar la deserción de diez mil hombres, entre ellos cincuenta de los mejores Cazadores Negros.
Élenthal, acompañado por diez Cazadores veteranos, entró en la sala y se incorporó a la conversación en cuanto todos ellos tomaron asiento.
─ Ha pasado casi un año desde que partieron, debemos asumir que probablemente hemos perdido a nuestros compañeros.
─ Las ciudades estado se encuentran reorganizando sus ejércitos ─ expuso Cóllum, un fornido Cazador de unos cuarenta y cinco años que había acudido desde las tierras del oeste ─ ¿Cuál es la respuesta que debemos esperar de aquellos que han sido capaces de destruir un ejército como el que fue enviado al norte?
─ No debemos especular, amigo Cóllum ─ respondió otro de los presentes, que en este caso representaba a los Cazadores que se encargaban del cuidado del segundo cuadrante del oeste de la Cordillera Gris ─. No sabemos lo que les ha podido ocurrir. Si es cierto que han sido vencidos, lo más probable es que también el ejército enemigo haya sufrido cuantiosas bajas.
El murmullo de varias voces rompió el orden en el que se estaba manteniendo la conversación, por lo que el Gran Maestre tuvo que intervenir.
─ Calma, señores ─ la grave voz de Árnor hizo callar a quienes hablaban en un volumen cada vez más alto con aquellos que les rodeaban ─. La prudencia nos obliga a cambiar nuestras rutinas. Es cierto que nada se sabe de lo que ha sido de los hombres que acudieron al norte, pero Réynor está en lo cierto cuando dice que solamente existe una razón por la que ningún superviviente ha vuelto para contarnos lo ocurrido, y esta consiste en que el ejército probablemente haya sufrido una derrota aplastante. Debemos apostar hombres en los puestos de altura de forma permanente y reforzar las líneas de comunicación entre los grupos de Cazadores que rondan la frontera, los puestos de guardia, y nuestros principales centros. Sé que las incursiones masivas de Nocturnos pertenecen a historias reflejadas en textos de una antigüedad que los hace difícilmente creíbles, escritos de forma que probablemente exageran los números en aras de engrandecer las vidas y actos de reyes y señores feudales, pero no podemos arriesgarnos a ser cogidos por sorpresa. Debemos tener la seguridad de poder congregar a una gran cantidad de hombres ante el paso de un posible contingente enemigo en un tiempo lo suficientemente corto. Deberíamos poder entorpecer, si no detener, su avance hasta la llegada de refuerzos de los ejércitos de las ciudades estado. La mayoría de Cazadores en activo se dirigirá al norte durante las siguientes semanas, y reforzaremos las líneas de suministro. Durante los siguientes días intentaré obtener más recursos de la Asamblea de Ancianos de Ciudad Oniria, esos viejos rácanos no se dejan rascar el bolsillo fácilmente, pero trataré de convencerles de que la prudencia aconseja tomar medidas preventivas. Después viajaré al resto de ciudades cuyas tierras lindan con las de la Tierra del Cielo Gris. Os pido que hagáis lo mismo en vuestras respectivas zonas de influencia. Réynor lleva varias semanas desarrollando un plan de acción, del que os informará al finalizar esta reunión. Ahora, creo que es momento de escuchar a Úthrich.
Ninguno de los presentes contradijo al Gran maestre, y se giraron para atender a la exposición de Úthrich. Este se irguió y comenzó a hablar mientras señalaba con un fino puntero los lugares que había resaltado en la parte del mapa que había desplegado sobre la mesa.
─ He tratado de reunir datos sobre una de las preocupaciones que bastantes de vosotros habéis expresado durante los últimos meses. Los informes que habéis enviado nos han alertado de un incremento de actividad de la Mano Roja, o como lo llamáis los del oeste, la Mano Sangrienta.
El Cazador que se sentaba ante Úthtrich llevaba el pelo rapado, exceptuando un largo penacho que colgaba hacia su espalda desde debajo de la coronilla, y llevaba tanto los párpados como los labios pintados de color negro. Ese, junto a un carácter algo anárquico en el modo de vestir y de luchar era distintivo de los Cabezas Calvas, encargados de proteger la zona más occidental de la frontera, aquella que pertenecía a Puerto Ámbar. Elevó ligeramente la mano, a lo que Árnor respondió cediéndole la palabra.
─ La actividad de ese maldito licántropo ha crecido sensiblemente en la zona más alejada del mar. Quizá no sería tan preocupante, si el caso no se repitiera tanto en el centro oeste como en el este. Yo mismo acudí, hace apenas diez lunas llenas, a una aldea que había sido atacada por él. Tuve la ocasión de reunirme con la chamán, que había sobrevivido al ocultarse en el interior de un depósito de agua. Según su testimonio, Mano Sangrienta acudió acompañado por unos quince o veinte Nocturnos. Atacaron el poblado, matando a tantos cuantos les hicieron frente. Su descripción coincide con la que se ha recibido en la mayoría de los lugares en los que han quedado supervivientes. Se dice que es más grande que cualquier otro Lobohombre, y que a diferencia de estos, es él quien dirige a los Nocturnos.
─ Me he enfrentado a unos cuantos, Serpiente─ respondió Cóllum desde el otro extremo de la mesa, y el Cabeza Calva le dejó hablar ─. Son animales, lobos con el aspecto y el tamaño de un ser humano muy grande, cubiertos de pelo y dotados de una gran capacidad de expulsar babas a su alrededor. No me creo esas historias que dicen que es capaz de hablar, ni siquiera creo que sea más inteligente que cualquier perro que rondará las calles de la ciudad esta noche.
─ No eres el único que ha matado a algunas de esas bestias, Cóllum ─ respondió Serpiente con serenidad ─. Coincido contigo en la descripción que has hecho de ellas, pero los testimonios que hablan de un comportamiento extraño en un Lobohombre un tanto peculiar son demasiado frecuentes. Todos ellos hablan de algo que he podido comprobar con mis propios ojos. La Mano Sangrienta, o bien los Nocturnos, atan a las personas más influyentes de los núcleos que atacan a un poste o bien a un árbol, y tras destrozar sus costillas les extraen el corazón. Después, el licántropo deja la huella de su mano, pintada con la sangre de sus víctimas, en un lugar visible como las puertas de las casas. No he oído que mantenga una conversación, sino que únicamente emite rugidos que se parecen demasiado a frases cortas como moriréis todos o violaré a vuestras hijas.
─ Paparruchas ─ insistió Cóllum agitando una mano con desdén.
─ He realizado un estudio de la relación existente entre los supuestos ataques de la Mano Roja ─ intervino Úthrich, evitando que la tensión entre los dos hombres fuera a más ─. No sé si se trata siempre del mismo licántropo o no, pero está claro que hay coincidencias en el comportamiento de los atacantes. En primer lugar, el número de supervivientes es menor de lo habitual, y la crueldad de algunas de las muertes también supera la norma. La extracción de los corazones y la marca de la mano en las puertas también es un factor común en muchos de los ataques, así como el hecho de que la mayoría de personas a las que se llevan vivas son mujeres jóvenes, muchas de ellas encintas. Otro hecho curioso, es que el rapto de jóvenes en esa zona ha aumentado incluso en ataques en los que, en principio, la Mano roja no ha mostrado su presencia.
Úthrich señaló con el puntero las marcas y figuras geométricas que había realizado en el mapa.
─ He marcado con puntos de colores cada uno de los poblados que han sufrido un ataque de estas características en los últimos veinte años. Los puntos de color rojo indican que el ataque ha sucedido en los últimos diez meses, y que la Mano Roja ha sido vista por los testigos. Los azules indican que ha habido rapto de mujeres jóvenes, pero la Mano no ha sido vista. En veinte años, la Mano Roja ha sido vista en un total de cincuenta y cuatro ocasiones. De ellas, dieciocho han ocurrido en los últimos diez meses. Los raptos de mujeres en los que la presencia de la Mano no ha sido detectada también han aumentado un sesenta por ciento. Así pues, el hecho de que su número total ha aumentado considerablemente es objetivamente contrastable. El patrón de localización de los ataques resulta bastante anárquico, hasta que analizamos lo ocurrido en los últimos meses. He realizado líneas que unen estos puntos de factura reciente, y aunque la zona de acción es muy amplia, se puede ver que adquiere la forma de un arco. Ahora viene lo curioso. Veréis, se suele poder localizar la procedencia de los ataques de los asaltantes de caminos o de barcos de piratas en el mar, tratando el arco que se forma al marcar sus ataques sobre un mapa como parte de una circunferencia, y localizando de ese modo su centro. De hecho, es algo de uso común por parte de la guardia de muchas ciudades. En el caso de los ataques de la Mano roja, el centro de la circunferencia debería situarse más allá de la Cordillera Gris, en el lugar de procedencia de los atacantes. En cambio, como podéis observar, en este caso el centro se sitúa entre el Valle del Tejo, el de Huelgot y las Colinas de Barro. O sea, en nuestras propias tierras.
─ Hemos tenido casos en los que grupos reducidos de Nocturnos han establecido pequeñas bases en oquedades desconocidas por los Cazadores Negros ─ Expuso Élenthal mientras observaba meticulosamente el mapa de Úthrich ─, pero esto corresponde a una escala mucho mayor. Llevamos tiempo patrullando la zona con una frecuencia mayor de lo habitual, y aún así en la inmensa mayoría de las ocasiones las incursiones han ocurrido cuando nos encontrábamos a unas cuantas millas de distancia. Al igual que Úthrich, no soy de los que creen en las casualidades. Es más que posible que hayan establecido una guarida en la zona, y de algún modo han sido capaces de controlar nuestros movimientos.
Se volvió a escuchar un bufido desde el lado que ocupaba Cóllum.
─ Oh, no nos precipitemos, compañeros. No sé muy bien qué es lo que pretendéis insinuar. O sea, ¿la Mano vive en nuestras tierras, o algo por el estilo? ¿O es que alguien le da cobijo? Tantas líneas, ángulos extraños, tantos puntos en el mapa me vuelven loco, Úthrich.
─ Eres un cenizo, Cóllum ─ respondió Élenthal ─. Menos mal que es el Martillo Negro, y no tú, quien capitanea a los Cazadores Negros en las tierras del este. No sé por qué insiste en enviarte a la reunión del Consejo.
Cóllum rió con desgana.
─ Intento ser realista, amigos, no os sintáis ofendidos. Ya sabéis que el Martillo no tiene excesiva don de gentes, prefiere dedicarse a matar Nocturnos en las montañas y dejar la diplomacia a los que somos más versados en la palabra.
─ Oh, sí, versados en la palabra, claro ─ le respondió Réynor ─. A mí me parece perfecto que siempre muestres desacuerdo, Cóllum. Creo fervientemente que en todo equipo de trabajo debe existir un pesimista recalcitrante como tú, nos obliga al resto pulir nuestros argumentos y a matizar nuestro discurso. Eso sí, hazme el favor de sentarte al otro lado de la mesa durante la cena, no quiero escuchar que el tomillo no le va bien al guiso de conejo, que la cerveza debería estar algo menos fría o que los tenedores deberían tener cuatro púas en vez de tres.
─ Tres cuestiones sobre las que se podría debatir, por cierto ─ dijo Cóllum antes de que Árnor volviera a tomar la palabra.
El Gran Maestre se irguió para poder analizar el arco trazado por Úthrich con mejor perspectiva, y el resto de congregados guardó un respetuoso silencio.
─ Considero este asunto como de máxima prioridad ─ sentenció al fin ─. Élenthal, dentro de tres semanas partirás a la zona junto a Skéyndor, y llevarás contigo a tu nuevo aprendiz. Cubriréis un terreno muy amplio durante la quincena que invertiréis en busca de cualquier pista que pudiera ayudar a localizar posibles guaridas o zonas de tránsito frecuente que no deberían existir. Además, mandaré establecer un equipo de quince Cazadores de forma permanente en el Valle de Tejo. Es muy posible que el hecho de que los ataques se hayan dado siempre mientras estamos lejos de la zona no sea casual. No debemos descartar ninguna posibilidad, no sería la primera vez que los Nocturnos han conseguido comprar el apoyo de habitantes del norte. Úthrich diseñará un plan de acción más amplio. Ahora, pasemos a otro tipo de temas. ¿Quieres comenzar, Serpiente?
El Cabeza Calva asintió, esperó a que Árnor volviera a tomar asiento, y se puso en pie para comenzar su turno de palabra.
─ Quisiera pedir que la lista de candidatos para el campeonato de lucha de aprendices fuera ampliado en tres nombres, Gran Maestre Árnor, tenemos a tres muchachos que han demostrado la suficiente madurez como para participar.
─ Si ninguno de los presentes tiene inconvenientes, no veo por qué debería negarme a ello ─ respondió Árnor mientras miraba a los congregados. Cómo no, solamente Cóllum elevó el brazo para pedir turno de respuesta ─. Adelante, Cóllum.
─ También me gustaría pedir la incorporación de dos aprendices del oeste, uno de los cuales ha entrenado junto al propio Martillo Negro. Creo que, sin duda alguna, Rolfe será un firme candidato a la victoria.
Después Cóllum miró a Élenthal y le dirigió una sonrisa cargada de ironía.
─ Se dice que también tú vas a inscribir a tu concubina, Élenthal. ¿Le has enseñado a utilizar un arma, o peleará con el arpa que he oído sonar en los pasillos hace un rato?
El Gran Maestre sentía un afecto especial tanto por Élenthal como por Lenila. Conocía las circunstancias por las que Lenila fue escogida por Élenthal cuando era una niña de siete años, la veía entrenar con frecuencia y había sido testigo de su evolución, y el comentario lo disgustó profundamente.
─ No olvides, querido Cóllum, que el respeto por el resto de Cazadores Negros debe ser una constante en el comportamiento de todos nosotros. No permitiré este tipo de comportamientos dentro ni fuera de esta sala.
Cóllum asintió con la cabeza y pidió disculpas a los presentes de una forma escueta y no exenta de cierto cinismo. Curiosamente, era el propio Élenthal quien parecía el menos afectado por el pequeño ultraje del veterano Cazador de la frontera oeste.
─ Acepto tus disculpas, Cóllum. Y será mi propia hija la que responda a tus dudas durante el campeonato. Mientras, te recomiendo que durante el tiempo que queda entrenes bien a tus campeones, no vaya a ser que sean derrotados de forma vergonzosa por el arpa de Lenila.
─ Lo tomaré en cuenta, atacaré a Rolfe con un arpa cuando esté desprevenido para hacerle comprender el potencial de tu...hija.
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