11. Tómmund
Edith le dio el nombre de su rival sin demasiado entusiasmo.
─ Vülkar, El Cangrejo.
─ ¿Bien o mal?
Edith arqueó las cejas, apretó los labios y elevó los hombros mientras espiraba el aire que contuvo en los pulmones durante unos segundos.
─ A otro le diría que bastante mal. A ti, no lo sé con seguridad, pero hay una parte buena. ¿Qué tal se te da luchar en el suelo? Por algo lo llaman Cangrejo...
─ No del todo mal. Un hombre de Ydon llamado Frein era muy bueno en suelo. Aprendí mucho con él. ¿Y cuál es la parte buena?
─ Una pelea con alguien como Vülkar es mucho menos lesiva que un combate que se libra a golpes. Diría que Tyra no quiere que te rompan, pero sí necesita ponerte a prueba. El Cangrejo te hará mucho daño, eso te lo puedo asegurar. Intenta no dejar que te agarre, o estarás perdido, ese hombre es muy bueno, y aguanta muy bien los golpes.
La llegada de Batool interrumpió la conversación. Había llegado la hora. Tómmund fue dirigido a la entrada de un pequeño túnel. Terminó de estirar los brazos, agitó el cuello y salió.
El ruido era ensordecedor. El ambiente, agobiante. Unas varas más adelante, Vülkar esperaba mirándolo fijamente. No se pavoneaba ni se dejaba distraer por los gritos de aliento que le dirigía la inmensa mayoría del público. Según lo vio, Tómmund comprendió que El Cangrejo era un luchador frío y cabal, paciente, y que no sería fácil hacerle perder la concentración.
No hubo presentaciones, las tubas sonaron y El Cangrejo comenzó a acercarse ligeramente flexionado, con los brazos semiextendidos y dirigidos al frente, las manos abiertas, lo iba a intentar coger. Los dos luchadores se acercaron, y Vülkar intentó alcanzar las piernas de Tómmund mediante varias patadas. Tómmund las esquivó, e intentó mostrarse dubitativo soltando dos patadas bajas sin exceso de convicción. El Cangrejo pareció entender que Tómmund se iba a mostrar bastante precavido en el ataque, por lo que avanzó con decisión a intentar atraparlo. Tómmund saltó hacia adelante a una velocidad que sorprendió a Vülkar, dio dos pasos antes de alzarse en el aire e impactó en su cabeza mediante una patada lateral.
El Cangrejo consiguió amortiguar parte del golpe al interponer el brazo entre el dorso del pie de Tómmund y su cabeza, pero se tambaleó ligeramente antes de adelantar los brazos y avanzar de nuevo hacia Tómmund con la intención de capturarlo. Tómmund no se precipitó, retrocedió unos pasos y se abrió en círculo. El Cangrejo volvió a avanzar con decisión, y el público rugió al ver que el golpe no parecía haberle afectado mucho. Trató de asir los brazos de Tómmund pero este le sorprendió con una serie de puñetazos entre los que tres dieron de lleno en su cara. Los recibió como quien recibe el impacto de una mosca en la frente, y volvió a acosar a Tómmund.
Tómmund trató de mantenerse lejos de su rival, mientras observaba su cambio de estrategia. Ahora Vülkar avanzaba y soltaba rápidos y certeros golpes de pierna que alcanzaban a Tómmund cuando este intentaba contraatacar. El Cangrejo consiguió agarrar tres veces la mano de Tómmund cuando este lo intentaba golpear, pero se le escurrió en otras tantas ocasiones. Tómmund lo golpeaba en las piernas, incluso acertó dos veces en su costado, pero era como si golpeara el tronco de un árbol. El inicio triunfal de la pelea parecía haber sido un espejismo, solamente había servido para poner a tono a su rival, que llevaba toda la iniciativa del combate.
Vülkar avanzaba hacia Tómmund sin cesar, persiguiéndolo hacia donde se moviera, parando o soportando los golpes con estoicismo y castigando a su vez las piernas de su joven adversario. Tómmund saltó para patearlo, pero Vülkar paró el golpe con el brazo y avanzó rápidamente para cogerlo de la cintura, derribarlo y caer sobre su joven adversario.
Tómmund, tumbado boca arriba y tratando de repeler a Vülkar con las piernas, sintió cómo El Cangrejo escalaba hacia su torso, muy pegado a él, agarrándolo de los brazos. Intentó girar pero Vülkar subió hasta presionarle el cuello con el antebrazo. Tómmund no podía quitárselo de encima, la pinza que hacía con las piernas era excesivamente fuerte. Cangrejo, buen apodo. Consiguió agarrar la mano de Vülkar y retorcerle la muñeca, obligándolo a apartarse. Tómmund saltó y se zafó de su oponente.
El Cangrejo volvió al ataque, la defensa muy cerrada, aguantando los golpes que cada vez lo alcanzaban más de refilón. Le había tomado la medida a Tómmund. Lo derribó otras dos veces, tiró de sus piernas, de sus brazos, le retorció el cuello, y lo golpeó múltiples veces en la cabeza.
Tómmund comenzó a sentirse algo cansado, y los golpes lo habían aturdido ligeramente. Trataba de alejarse del Cangrejo para poder tomar aire durante unos segundos, pero este no le daba cuartel, lo perseguía de cerca con constancia, tratando de agarrarlo y golpeándole las piernas. Vülkar no temía a sus brazos, Tómmund no era capaz de romper la defensa de su rival y alcanzarlo con claridad. Los golpes no surtían efecto, e irse al suelo no parecía lo más aconsejable.
Edith asistía al combate con preocupación. El público parecía tener claro el resultado, las apuestas corrían claramente a favor del Cangrejo. Entonces vio cómo Vülkar cogió a Tómmund, se situó a su espalda y se dejó caer al suelo. El Cangrejo se tumbó boca abajo con la espalda de Tómmund pegada a su pecho, su antebrazo presionándole el cuello, tirando hacia abajo de las piernas de su adversario usando las suyas propias, estirándolo tanto como podía y causándole un gran dolor. El combate estaba a punto de acabar, y Edith se giró para irse cuando comenzó a escuchar una tremenda ovación. Al volver a mirar a la pista, vio a Tómmund contornearse y agitarse como un cocodrilo, sacar las piernas de la pinza del Cangrejo y soltarse de la presa de sus brazos. Vio cómo los dos contendientes se erguían, y al Cangrejo asir de nuevo la muñeca de Tómmund. Este volteó el cuerpo retorciendo el brazo de Vülkar, levantó una pierna y golpeó la extremidad entre el codo y el hombro dejando caer todo el peso de su cuerpo.
Tómmund oyó crujir al hombro del Cangrejo, quien sin embargo le propinó una fuerte patada en el abdomen, obligándolo a soltarle el brazo. Vio cómo Vülkar pegaba el brazo al cuerpo, que de otra manera colgaría casi inerte, y comenzó a golpearlo en los lados y en la cara. El Cangrejo seguía esquivando la mayoría de los golpes, pero poco a poco comenzó a mostrar cierta incapacidad para seguir encajándolos.
Tómmund se detuvo y retrocedió varios pasos. El combate debería terminar ya, Vülkar no era capaz de protegerse. Tómmund podría destrozarlo si se negara a caer, pero nadie entraba en la arena para detener el combate. La mayoría del público rugía enfadado, insultando al Cangrejo, más que para dar ánimos a Tómmund. Corrió hacia Vülkar, saltó y le pegó un rodillazo en la cara, haciéndole trastabillar. ¡Cae, imbécil, tírate de una vez!
Vülkar cargó una vez más, esta vez casi tambaleándose, y Tómmund lo esquivó con facilidad. Ahora el público le insultaba a él, quería que masacrara al que le había hecho perder la mayoría de las apuestas, pero Tómmund esquivó una vez más la carrera desesperada y vacilante del Cangrejo.
El público seguía abucheándolos, quería que el combate finalizara, y cuanto más cruenta fuera la forma, mejor. Vülkar volvió a avanzar casi arrastrando los pies y con la defensa muy baja, y Tómmund volvió a golpear su cara mediante una patada lateral alta. El Cangrejo, tras intentar recuperar el equilibrio, cayó de lado y no se volvió a levantar.
Tómmund, extenuado, abandonó la pista entre aplausos, vítores, abucheos y amenazas, y volvió a la sala de calentamiento. Edith lo esperaba sonriente, aunque no se podía decir lo mismo de Batool. Este lo miró con seriedad, e hizo gestos para que lo siguieran. No parecía que a Tyra le hubiera gustado mucho el modo en que había terminado el combate.
No fueron dirigidos al palco, sino a un salón dotado de un elegante mobiliario. Tyra esperaba sentada ante una mesa, donde firmaba varios documentos. Batool hizo que Tómmund y Edith caminaran hasta que estuvieron ante su superior, y tuvieron que esperar un buen tiempo hasta que la propia Tyra se dignó a mirarlos y hablar.
─ Has peleado bien, chico, pero no es únicamente eso lo que se espera de un luchador en la arena. No eres consciente de que es el público quien convierte a alguien en un luchador respetable, la piedad es considerada como un signo de debilidad, los aburre, y hace caer las apuestas.
─ Creo que no quiero convertirme en un luchador respetable, señora.
Tyra lo miró de modo inexpresivo.
─ Comprendo que este medio te es desconocido, muchacho ─ seguidamente miró a Edith con el semblante serio ─. Algo que quizá te convendría comprobar la siguiente vez, Edith.
─ Tyra, yo...
Tyra hizo callar a Edith con un gesto seco de su mano, y volvió a dirigirse a Tómmund.
─ Dejarás de ser luchador, en cuanto repares las pérdidas que me has ocasionado.
Tómmund sintió que la sangre hinchaba y calentaba su frente, pero pudo contenerse y hablar con serenidad.
─ He vencido, señora. Si ha apostado por mí, habrá obtenido un buen beneficio. Quédese con mi parte, no me interesa seguir con este juego.
Batool avanzó para posicionarse justo al lado de Tómmund, pero volvió a retrasar su posición tras un gesto de Tyra.
─ Esto no es ningún juego, jovenzuelo. Tendré que entregar la mitad de mis ganancias de esta noche debido al comportamiento vergonzoso que ha mostrado en la arena uno de mis luchadores, para que sean devueltas a quienes apostaron en tu contra. Olvidas que, cuando entras ahí, te conviertes en mi representante, en una prolongación de mí misma, y si haces el ridículo soy yo quien también lo hace ─ firmó un par de documentos, lo miró a los ojos y finalizó su sentencia ─. Lucharás dentro de diez días, y te aseguro que no será tan fácil como hoy.
─ Te pagaré, pero no pienso volver a luchar por ti.
Tómmund no se dejó amedrentar, y abandonó la estancia ante la mirada amenazante de Batool. Tyra ni siquiera se dignó a mirarlo.
En las calles, Edith era incapaz de seguir el ritmo de Tómmund, y lo perdió entre el gentío.
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