Prólogo
Ella no pensó que esto sucedería.
Porque, por supuesto, sabía que esto era su culpa.
Era su culpa que todos estuvieran aquí. No debería haber dicho ese tonto deseo en voz alta. Fue algo egoísta y estúpido, pero... simplemente quería que todo terminara.
Quería volver a ser libre.
Odiaba estar encerrada en esa habitación todo el tiempo sin posibilidades de salir. Solo le daban esa oportunidad cuando las puertas que la mantenían a salvo eran destruidas.
Querían protegerla, ella lo entendía, pero aun así, el dolor y la soledad no desaparecerían.
Así que fue ahora, mientras es abrazada por sus hermanos mayores y protegida por cientos de guardias que entregarían su vida por ella y sus hermanos, que las lágrimas cayeron lentamente de sus ojos, para luego romper a llorar como si no lo hubiera hecho en años.
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Todos los ojos del lugar observaban a la enorme sirena que lloraba y gritaba con desconsuelo.
Algunos, por no decir la mayoría, querían gritarle que se callara, sin embargo, no eran estúpidos, la mocosa estaba rodeada por varios hombres (aunque "hombre" no era la palabra correcta), que lanzaban miradas de muerte a todo aquel que se atreviera a mirar de forma rara a la Princesa Sirena.
Los que no querían callarla, le daban miradas de comprensión, después de todo, muchos aquí querían lanzar a la mierda todo (su orgullo incluido) y llorar de terror por todas las personas peligrosas reunidas aquí.
Nadie sabía qué estaba pasando.
Ni la marina, ni los piratas y mucho menos los civiles lograban comprender cómo habían llegado aquí.
En un momento estaban tranquilamente ocupándose de sus asuntos y al otro empezaban a caer al suelo inconsciente. Sin importar el género, la clase social o la raza, todos tuvieron el mismo destino.
Solo un hombre aguantó lo suficiente para ver al mar volverse loco.
El hermoso cielo azul se volvió gris, las olas se agitaron de tal forma que pensó que la presión rompería la madera de su barco, el viento fue tan salvaje que podría cortar cualquier cosa que se cruzara en su camino. Los rayos que caían del cielo parecían lluvia, los tornados se formaron en segundos y las gotas de agua bien podrían ser ácido.
Estaba casi seguro de que era el fin del mundo y se lamentó de no haber disfrutado lo suficiente con sus hijos. Lo último que pudo escuchar antes de que una enorme ola los engullera a él y a su familia fue...
"Cometieron un grave error"
Luego de eso, todo fue oscuridad.
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Edward Newgate, conocido como el "Hombre más fuerte del Mundo" el famoso pirata apodado Shirohige, fue el último en caer inconsciente y el primero en despertar.
Lo primero que hizo al levantarse fue buscar a sus preciados hijos con haki, una vez estuvo seguro de que todos se encontraban a salvo, (inconscientes, pero a salvo) logró tranquilizarse, pero no lo suficiente.
Todos sus sentidos estaban en alerta, debía estar preparado para cualquier cosa que sucediera a continuación e impedir a toda costa que lastimaran a su tripulación.
Cuando las personas comenzaran a despertar, todo se volvería un caos, pero eso no le preocupaba, no. Edward podía lidiar con el caos, estaba acostumbrado a él, lo que lo preocupaba en realidad era la razón por la que los trajeron aquí.
Su familia fue arrastrada con tanta facilidad que lo asustó.
Si, lo asustó.
Las personas eran crédulas, eso fue algo que aprendió con el tiempo. Muchos creían fervientemente que era invencible, que no tenía miedo a nada, pero eso era una tontería, él era un ser humano y todo humano le tiene miedo a algo.
Podías enfrentar esos temores y seguir adelante o dejar que te consuman y te frenen.
Edward no estaba en la segunda categoría. Siempre superaba sus miedos, por su familia y por sí mismo, y eso no cambiaría ahora.
Lo que sea que los haya traído aquí, porque estaba seguro de que ningún humano o Akuma no Mi podía lograr esto, debía ser temido.
Recordó brevemente lo que sucedió antes de quedar inconsciente.
El océano se volvió loco, ni en todos sus años por el Nuevo Mundo había visto algo así. Todos sabían que en el Grand Line debías estar preparado para cualquier cosa, pero esto era demasiado incluso para el Grand Line.
Lo que más le inquietaba era lo que escuchó antes de que la ola se tragara su barco.
¿Cuál fue el error? ¿Qué fue lo que causó que esta fuerza desconocida los trajera aquí?
¿Con qué objetivo lo hizo?
No había respuesta a sus preguntas y por como estaba la situación no creía tenerlas pronto. Decidió que era mejor dirigir su atención al lugar, así al menos tendría algo de información.
La estancia era enorme, había cientos, no, miles de personas aquí. Una simple sala oscura que no parecía tener fin o un comienzo, tan alta que un Oars podría estar de pie tranquilamente y tan ancha que nadie necesitaría empujarse por espacio. Aunque, si Edward miraba con más detenimiento, las paredes y techos parecían imposibles de tocar, demasiado lejos pero tan cercanas a la vez
Eso era ilógico por muchas razones.
Sin embargo, lo ilógico lo acompañaba día a día, así que lo ignoró.
Ahora bien, "la sala" no parecía tener distinción a ninguna especie o estatus social; todos y cada una de las personas aquí yacían dormidas en el suelo cubierto de... agua.
¿Cómo no se dio cuenta de eso antes?
Estaba regada por todo el suelo, no había ni un solo lugar o espacio en el que el líquido no estuviera. Estaba seguro de que el agua no le llegaría ni a los tobillos a un niño de cinco años, sin embargo, era agua al fin y al cabo.
Maldijo internamente. No se sentía exactamente débil comparado a como se sentiría si estuviera en el mar, pero un rápido intento de usar sus habilidades de Akuma no mi le hizo entender que no podía usar su Gura Gura.
Edward ni siquiera iba a empezar a preguntarse cómo podía afectarlo el agua si sus zapatos impedían que el líquido lo tocara.
Si la situación ya era muy grave, esto solo lo empeoró.
La incertidumbre estaba presente, el hecho de no saber era inquietante. Lo peor de todo era que sus hijos estaban involucrados en esto. Shirohige no temía por su vida, claro que no. La muerte estaba de último lugar en su lista de problemas, lo que verdaderamente lo asustaba era la seguridad de su familia.
"Los piratas protegen sus tesoros" Era un dicho muy conocido en los mares.
Él era un pirata y su mayor tesoro era su familia.
El ruido del agua moviéndose lo alertó. Tomó su arma (que afortunadamente conservaba) y se preparó para lo que fuera que viniera a continuación.
A unos cuantos metros a la izquierda, una de las personas inconscientes comenzaba a despertar, a pesar de la negrura del lugar pudo distinguir con facilidad la llameante cabellera roja del hombre y con su haki no le fue difícil saber de quién se trataba.
Esperó a que el mocoso recobrara completamente sus sentidos y se diera cuenta de la desafortunada situación.
Su reacción no fue muy diferente a la suya. El chico se levantó de inmediato, listo para pelear si era necesario, buscando a sus nakamas y tratando de averiguar qué rayos pasaba.
-Mocoso pelirrojo -su voz sonó firme, pero cautelosa, las palabras resonaron con eco por todo la sala.
Shanks lo observó estoicamente, le sostuvo la mirada durante unos segundos antes de romper el silencio.
-Shirohige, ¿sabes lo que está pasando?
-Sé lo mismo que tú, chico -respondió amargamente.
El pelirrojo asintió, su mirada recorrió toda la sala y frunció el ceño, Edward no tuvo que esforzarse mucho para saber qué pensaba.
-Esto se volverá un campo de guerra cuando comiencen a despertar -dijo Shanks cada vez más serio. Shirohige solo escuchó en silencio-. Hay civiles y niños inocentes, lo que sea que nos trajo aquí podría haber encontrado maneras menos creativas de asesinarnos a todos.
-No quiero matarlos -respondió una voz suave como algodón.
Edward y Shanks se tensaron, preparados para atacar.
Buscaron el origen de la voz sin éxito, ni siquiera el haki los ayudó, lo único que podían sentir era la gran cantidad de personas inconscientes. Sin embargo, había algo más, una extraña presencia, ajena y nueva para ellos, pero al mismo tiempo conocida.
Estaba por toda la sala. En el suelo, las paredes, el agua, incluso en el aire.
Y era demasiado familiar.
-¿Quién eres? -exigió Shirohige, al darse cuenta de que la búsqueda no servía de nada-. Muéstrate.
Hubo silencio durante unos largos y tortuosos segundos, hasta que finalmente la voz contestó.
-Yo soy yo.
Para Edward era muy difícil ser tomado por sorpresa y esa respuesta tan simple y estúpida definitivamente lo sorprendió. Después de otro par de segundos de silencio incrédulo, en los que Shanks y Edward se negaron a decir nada más, la voz volvió a hablar.
-Soy algo que ven todos los días -dijo con aburrimiento.
Shanks y Shirohige compartieron una breve mirada.
-¿Y eso qué...?
-Les agradecería -dijo interrumpiendo a Shanks. Su voz era tranquila, pero ambos notaban la amenaza implícita en su voz-, que midan muy bien sus palabras. Fueron los primeros en despertar porque yo quise que así fuera y así como les devolví la consciencia puedo volver a quitárselas.
Shanks y Shirohige eran piratas respetados y temidos por una razón. La mayoría les temía por su fuerza y algunos pocos, aquellos que los conocían y respetaban, tenían miedo de la enorme voluntad que poseían. La voluntad para no retroceder ante nada, ni nadie.
Pero ahora, esa increíble voluntad flaqueó.
Ambos piratas habían sobrevivido a muchas cosas; desde atravesar el Grand Line y el Nuevo Mundo incontables veces, hasta derrotar a adversarios mucho más fuertes que ellos. Y, aun así, el gran océano que los rodeaba nunca dejaba de sorprenderlos. No habían muerto todavía porque ninguno era lo suficientemente idiota para subestimar a sus enemigos y mucho menos los peligros del mar.
Así que los dos sabían cuando un enemigo era demasiado para ellos, sabían en qué momento retroceder.
Este era uno de esos momentos.
El pelirrojo y el que en un pasado fue rubio se miraron por una fracción de segundo.
Eso fue todo lo que se necesitó para que se dieran cuenta de que, aunque trabajaran juntos para vencer a esta presencia, no podrían ganar. Su mejor opción ahora era permanecer en silencio y buscar una solución en la que no terminaran irremediablemente muertos.
-Espero que entiendan por qué decidí despertarlos primero. Lo dejo en sus manos, confío en que lo manejarán.
Eso fue lo último que escucharon antes de que la presencia se fuera, no por completo, pero sin tener una idea de cómo se sentía fue casi imposible notarla.
Ni siquiera les dio tiempo de decir algo cuando las personas comenzaron a despertar.
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Caos era la perfecta definición de lo que sucedía en la sala.
Shirohige y Akagami no se equivocaron en sus predicciones, las reacciones de las personas al despertar fueron variadas.
Los civiles estaban, con justa razón, aterrorizados, lo primero que hicieron fue gritar y correr tratando de encontrar alguna cara conocida. Los piratas estaban divididos entre la confusión y la rabia, buscando una forma de salir de allí, empujando y, en algunos casos, atacando al que se cruzara en su camino.
La marina fue una situación muy confusa.
Parecían no poder decidir entre ir a atrapar a los piratas o tranquilizar a los civiles, al final solo pudieron hacer una cosa cuando los Tenryuubitos gritaron furiosos que querían toda la protección disponible.
Esto fue un paseo por el parque comparado con lo que pasó después.
Kaido y Big Mom, los Emperadores del Nuevo Mundo, no tomaron la situación con tranquilidad.
Ambos soltaron una oleada de Haki del Rey gigantesca que llegó a cada rincón de la sala, la mayoría de las personas terminó arrodillada o tirada en el suelo sin energías para moverse y, para sorpresa de algunos e indignación de los causantes, nadie terminó inconsciente.
-¡Kaido, Linlin! ¡Tranquilícense! -gritó Shirohige.
El silencio que llegó con el grito fue increíble, después de todo, Shirohige no era cualquier persona. El hombre era básicamente una leyenda, una que nadie en su sano juicio querría desafiar.
-No creo que sea el momento o el lugar para esto -dijo mirando no solo a ellos dos, sino que también a los marines y piratas más problemáticos-. Lo último que quieren es que esto se vuelva una guerra.
Varias personas temblaron por la última declaración, alternando las miradas entre los tres Yonkou.
-¿Qué nos tranquilicemos? -siseó Big Mom, sonriendo a pesar de su mal humor. La tensión se sentía sin mucho problema, Sengoku, aunque no se le notara, estaba a punto de tener una crisis nerviosa-. Tú no me das órdenes Edward, que te quede claro. No estoy de humor para ver las caras de viejos compañeros, solo quiero saber, ¿por qué mierda mis hijos y yo estamos aquí?
-No tengo la respuesta a esa pregunta -suspiró el de bigote blanco-. Pero si sé una cosa, lo que nos trajo aquí, no es humano.
-¿Cómo estás tan seguro de eso, Shirohige? -preguntó el Almirante de Flota con seriedad.
El llanto de una niña impidió que el pirata respondiera.
Toda la atención fue hacia la sirena gigante de cabello color salmón y ojos azules. Los que nunca habían visto una sirena quedaron impresionados al verla. No solo era ella, había muchas, de distintos tamaños y formas, sin embargo, todas eran hermosas.
Dejando de lado a los pervertidos que se quedaron mirando embobados a las sirenas, había varias personas mirando a los gyojines con cierto grado de curiosidad y temor, uno en particular no parecía querer que lo miraran mucho por la mirada de odio que lanzaba a todos. Los nobles, por otra parte, miraron a los gyojin sin disimular su desagrado. Alejándose de ellos como si tuvieran una enfermedad contagiosa.
Edward reconoció con facilidad a la Princesa Sirena, la hija menor de Neptune. La chiquilla estaba atrayendo mucha atención y no de la buena. Los murmullos se propagaron por la habitación y antes de que alguien cometiera alguna idiotez decidió que era hora de dejar claras algunas cosas.
Chocó fuertemente su Bisento contra el suelo unas cuantas veces hasta que todos los ojos volvieron a él. Notó como el rey y sus hijos intentaban calmar a la pequeña, no había mucho progreso, pero era mejor que nada.
-Todos están confundidos, lo entiendo -habló el hombre-. Pero si comienzan a pelear por tonterías no vamos a llegar a ninguna parte. Esto va para todos, hay niños aquí, no quiero que vean como la sangre comienza a correr por este lugar.
El mensaje llegó fuerte y claro, sin embargo, por las miradas que le lanzaron al Yonkou, algunos no parecían felices con sus palabras.
-Vamos, Shirohige -alzó la voz un hombre pelirrojo. Varios retrocedieron atemorizados al ver que se estaban reuniendo monstruos en un solo lugar-. Estoy seguro de que más de uno se orinó encima al despertar aquí. Con lo que acabas de decir muchos se habrán cagado en los pantalones.
Un Vicealmirante con muchas canas, una cicatriz de media luna cerca del ojo y un poco robusto, soltó una fuerte carcajada en medio de todo el silencio que se creó después de las palabras de Shanks. Sus superiores lo reprendieron con la mirada, pero Garp siguió riendo hasta que estuvo satisfecho, además, por fin encontró las presencias que buscaba desde que recuperó la consciencia.
Ambos estaban ocultos detrás de Dadan: el mayor despierto y alerta; y el menor profundamente dormido. Dio gracias a los Mares por mantener a los dos a salvo y se dijo a sí mismo que recompensará a la vieja bruja por esto.
-No seas tan malo -continuó Shanks como si nunca lo hubieran interrumpido-. Mejor tomemos esto como una oportunidad, ¿les parece? -miró a todos a su alrededor sin detenerse en nadie demasiado tiempo-. Hay muchos rostros conocidos por aquí, familiares y viejos amigos, ¿por qué no mejor, en vez de intentar matarnos entre nosotros, buscamos a estas personas, los saludamos, nos ponemos al día con sus vidas y procuramos recordar los viejos tiempos? Es una idea mucho más agradable para mí.
-Déjate de estupideces, Akagami -gruñó Kaido-. Si vuelvo a escuchar más mierda salir de tu boca, tu cabello no será lo único rojo para presumir.
La sonrisa intacta de Shanks vaciló por un segundo, luego se volvió más tensa.
-Hablo muy en serio, Kaido -replicó el chico-. Justo ahora, eso es lo mejor que podemos hacer. No hay puertas, ni ventanas y mucho menos una salida. Si quieres llegar a una de las paredes para destruirla, adelante, ya lo intenté y no pude hacerle nada. El suelo tampoco es una opción, parece ser mucho más duro que el Kairoseki. Así que, dime, Kaido, si lo que digo son estupideces, entonces, ¿qué crees que debemos hacer?
Ambos hombres se sostuvieron la mirada por varios segundos que parecieron eternos para los espectadores.
-Por muy interesante y divertida que sea su conversación, lamentablemente tengo que interrumpirla antes de que decidan llevarla a mayores -dijo el vicealmirante que se reía hace unos minutos. Muchos lo reconocieron, los marines y civiles se alegraron de que el Héroe de la Marina interviniera en la discusión, los piratas retrocedieron asustados sin ganas de tener algo que ver con el anciano.
-Garp -Kaido no se inmutó ante la presencia del marine-, no te metas en esto, el mocoso cree que puede burlarse de mí y salir intacto después de eso. Si quieres protegerlo luego de hacer algo así, significa que eres un...
-¿Quién dijo que quiero defender a ese bastardo? -interrumpió Garp, ofendido. El pirata le dio una mirada de muerte, causando que más personas retrocedieran por temor a estar en el rango de ira del hombre. ¿No se suponía que debía intentar calmar al Yonkou? Entonces, ¿qué hacía?
-No te confundas, pirata -continuó Garp, casi escupiendo la última palabra-. No estoy defiendo a ese imbécil -señaló con la quijada al pelirrojo, que le miró totalmente indignado-, solo quiero evitar que personas inocentes terminen involucradas en su ridícula discusión.
-¡Garp! -reprendió Sengoku. El almirante sudó frío, esto no podía salirse de control, no con los Dragones Celestiales tan cerca. Ellos no dudarán en dar la orden de aniquilar todo lo que se moviera, inocente o no.
-Maldito... -Kaido estaba rojo de ira. Ya tenía suficiente de esta mierda, iba a matar a Garp y luego iría por el otro infeliz. No permitiría que se burlaran de él, nadie lo subestimaba de esa forma y vivía para contarlo.
Garp, sintiendo las intenciones del oni, se preparó para recibir el puño del hombre con Haki de Armadura, sin embargo, el golpe nunca llegó. La sala quedó en un silencio incrédulo. Incluso los Almirantes y el Gorosei no podían creer lo que pasó.
El agua, que anteriormente se encontraba tranquila en el suelo, tenía sujeto con fuerza al moreno con cuernos. Sus brazos, piernas, torso y cuello estaban rodeados con firmeza por tentáculos de agua.
Para el ojo humano normal fue imposible ver qué sucedió, para los veteranos del nuevo mundo, por otra parte, fue una historia diferente. Antes de que el puño lograra impactar a su objetivo, el agua en el piso se agitó un poco, para luego elevarse a una velocidad impresionante rodeando el cuerpo de Kaido con fluidez, el líquido se aferró fuertemente a sus extremidades, impidiendo que el hombre se moviera un centímetro.
El afectado no podía creerlo, nadie había logrado paralizarlo de esta forma antes y mucho menos vivir para contarlo. Una sonrisa emocionada apareció en su rostro, dejando a los que lo rodeaban perturbados. A Kaido no le importó, solo quería saber quién fue el causante de tal hazaña. Sus ojos, que eran lo único que podía mover, recorrieron la sala buscando al responsable.
Luego de medio minuto perdió la paciencia, estaba a punto de gritar y exigir respuestas cuando toda el agua del lugar comenzó a moverse incontrolablemente, como si fuera un terremoto, sin embargo, el suelo no se movió ni un poco.
Los gritos de terror no tardaron en aparecer, la falsa calma de antes se esfumó como si nunca hubiera existido, presas del pánico varios corrieron sin dirección, atropellando a quien se cruzara en el camino. El llanto afligido de los niños se escuchó acompañado de los gritos desesperados de los padres, intentando encontrar a sus hijos extraviados.
El temor a lo desconocido sacaba lo peor de cada persona y algunos mal intencionados aprovecharon la confusión para robar a los inocentes, si alguien se lastimaba en el proceso, al final, no había nadie a quien culpar. Los marines que no se dejaron llevar por los nervios se dividieron en dos grupos, uno tratando de impedir que los criminales causaran más desorden y el otro calmando lo mejor que podían a las personas.
El Ejército Revolucionario, guiados por Monkey D. Dragon, auxilió a los civiles alterados, ya sin importarles pasar desapercibido por el gobierno, la prioridad ahora era ayudar, si esto les traía consecuencias negativas, se ocuparían después.
Los grupos grandes, como la banda de Shirohige o los encargados de proteger a los Tenryuubitos, se quedaron juntos sin separarse de sus compañeros. No era el momento y el lugar para alejarse de la seguridad de rostros conocidos.
Por más que Sengoku intentó mantener el orden, no le fue posible, su voz fue mitigada por los gritos de las personas angustiadas que intentaban ponerse a salvo.
Desde que despertó aquí, la preocupación no hizo más que aumentar, sobre todo porque pudo sentir (no necesariamente ver), a todas las presencias poderosas que jamás creyó ver reunidas en un solo lugar. Tener a los Tenryuubitos aquí fue con diferencia lo más preocupante (si ignoraba que el gorosei también estaba allí, escondido en algún lugar). No quería ni imaginar lo que pasaría si alguien se atrevía a tocarles un pelo, tenían un número grande de enemigos que no desaprovecharían la oportunidad de vengarse, así que las probabilidades de que intentaran acercarse para matar a uno fueron muy altas.
Ahora, no es que Sengoku los apreciara, de hecho, eran la peor clase de escoria que había visto en su vida. Sin embargo, sus opiniones personales no cambiarían nada, este era su trabajo, su deber estaba por encima de su moral, no estaba orgulloso de eso, pero no podía hacer mucho al respecto. Por eso aceptó este puesto en primer lugar, para tratar de cambiar, aunque sea un poco este mundo podrido, donde personas como Rosinante...
No, esa línea de pensamiento no llevaría a nada.
En este momento, Sengoku no estaba protegiendo a los nobles y figuras importantes como las reglas lo dictaban, ellos estaban más que protegidos con los tres almirantes y vicealmirantes a su alrededor. No, el marine estaba junto a Garp atrapando (noqueando) a los piratas, ayudando y calmando a los civiles, mientras intentaba que su voz se escuchara en medio de todo el caos.
Si no hacían algo pronto las personas empezarían a morir.
Eso fue un pensamiento ingenuo, se burló internamente el marine con amargura, lo más probable es que ya hubiera varios muertos en el suelo. Tragando saliva, Sengoku golpeó al idiota más cercano, si lograban salir de aquí, presentaría su carta de renuncia a penas pisara Marineford.
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Ok, los que estuvieron aquí desde el principio notarán los cambios, los que no, pues no ha pasado nada.
Borré y cambié muchas cosas, dividí el capítulo 1 en dos porque eran casi 11000 palabras. He quitado como 2000 palabras del original porque algunos párrafos eran innecesarios.
En serio, esta historia fue muy vergonzosa, no se por qué les gustó. La única razón por la que no la borro es por lo terca que soy a abandonar historias (y por lo "famosa" que se volvió) así que no la voy a dejar, dejen de preguntarme al respecto.
Lo que más me duele de esto es que, al editar, los comentarios seguro ya no están, pero son sacrificios que estoy dispuesta a hacer.
La razón por la que decidí editar todo desde el inicio fue porque mi escritora favorita de One Piece me amenazó con leer esto, no tuve otra opción. Starryaah, eres una molestia, espero que estes feliz.
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