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Capítulo 42: "Rey supremo"


Planeta Catten, región Camlest. 

En medio de la atmosfera de color violeta claro que envolvía al planeta, debido a la estrella que le proporcionaba la luz, se alzaba en los aires una imponente edificación que a lo que más se podía asemejar era a un castillo, de cientos de metros de largo y ancho. Este tenía una forma muy extraña, que de base constaba de una enorme cápsula ovalada, que conectaba metros más arriba por medio de túneles negros con otras tres capsulas de un tamaño similar, ubicadas de forma horizontal. Y más elevadas a estas construcciones se hallaban cuatro torres de forma pentagonal conectadas entre sí por más túneles oscuros, formando así un triángulo al conectar con la torre del fondo. Y aún más arriba, estando sobre los cuatro túneles que conectaban con las figuras pentagonales, se encontraba una última torre, que tenía la forma de una corona de seis picos, que se alzaba con imponencia sobre toda la superficie, no había formación natural o creación de vida inteligente más elevada que esta estructura.

Alrededor de todo el castillo había varios satélites de forma ovalada, así como centenares de armas que desde cada esquina o torre no dejaban de moverse, vigilando todo a su alrededor. La forma en que se podía llegar desde la superficie a la exótica edificación era subir por medio de cualquiera de los cien platillos que volaban desde la tierra hasta la base de la primera cápsula, siguiendo un recorrido en forma triangular.

En cada túnel y puerta de la imponente construcción se observaban a varios soldados custodiándola, uniformados con una impresionante armadura dorada con negro, que aunque se veía muy ceñida al cuerpo, era muy cómoda, permitiendo a los soldados moverse sin problema.

En la cúspide del castillo, justo en medio de la torre con forma de corona, se hallaba una gran sala con varias sillas, dejando en medio una pasarela de color dorado y bordes rojos, la cual continuaba su camino hasta alzarse sobre unas escaleras negras relucientes, conduciendo finalmente a tres majestuosas sillas doradas con incrustaciones de piedras preciosas en sus reposabrazos y espaldares. Varias enredaderas de flores azules y negras adornaban los bordes, así como varias espinas rojas que sobresalían del espaldar hacia adelante, como si se tratase de un conjunto de costillas que protegían a quien se sentase en estas. 

Entre las tres esplendorosas sillas, había una que sobresalía, era la que se situaba en medio, y lo hacía porque era la única que flotaba a un metro de distancia del suelo. En ella reposaba el rey del planeta Catten, mientras que las otras dos le pertenecían a la reina y a la princesa.

Todo el recinto se encontraba vacío, solo estaba el rey sentado en su imponente asiento, observando una pantalla que flotaba al frente suyo. De repente escuchó el llamado de uno de sus guardias tras la gigante puerta que daba entrada a la sala real, informando la presencia de un sujeto que quería verlo, se trataba de uno de sus asistentes. El rey de inmediato autorizó su entrada, enderezando su cabeza, haciendo a un lado la pequeña pantalla, dejando ver unos ojos completamente blancos, pero que al ver a su sirviente de inmediato cambiaron a verdes.

Xer Rykkx —el hombre de baja estatura y piel grisácea inclinó su cabeza al saludarlo —Lure fax xuz yirx Xer tarm xum fax zuxet. Ru limyn warz ducyzmi—. Comentó en el idioma xioxanno, aquel que fue impuesto por el rey hace años atrás en todo el planeta. Mientras decía aquella información en ningún momento el hombre se atrevió a conectar miradas con el rey.

(Su majestad) (El señor Lure requiere de su presencia en la sala de control. Me comenta que es importante)

Bynz —entonó con suavidad el gobernante, y enseguida bajó levitando de su asiento real, y con un paso firme y sostenido se dirigió hacia dicha sala en donde lo necesitaban.

(Bien)

El rey era un sujeto de mediana estatura, midiendo un metro con sesenta y ocho centímetros, tenía un cuerpo musculoso pero nada exagerado, más bien estilizado, de piel clara y un largo cabello que era cubierto por una gran capa negra y dorada con capucha. Asimismo, en cada brazo portaba con elegancia dos brazaletes de color dorado con rojo, que realzaban sus músculos, en estos se apreciaban símbolos referentes a la realeza y a su raza. Por supuesto que tenía una majestuosa corona, pero no la usaba con regularidad, pues le molestaba cargar cosas innecesarias en su cabeza.

Por cada pasillo y lugar por donde pasaba, todos los soldados y demás personal le dedicaban una reverencia, inclinando sus cabezas con sumo respeto, permaneciendo así, sin moverse y en silencio, al menos unos 10 segundos. Nadie le dedicaba una mirada directa a sus penetrantes ojos verdes oscuros como esmeraldas, y no era para menos; después de todo se trataba del ser más poderoso de todo el planeta, el máximo gobernante de todo lo existente, y no menos importante, el mismísimo capitán supremo, líder de la organización que reunía a las diez razas más poderosas e influyentes, la cual se encargaba de mantener el orden en el planeta y de explorar el universo.

Llegado al lugar, una puerta se abrió, desplegándose hacia arriba, permitiendo el acceso del rey a una enorme sala que tenía por todos lados pantallas, teclados, luces, antenas y micrófonos. Todos los presentes, unos veinte hombres y mujeres, se pusieron de pie y efectuaron una reverencia, agachando la cabeza y torso, mientras veían como su jefe se desplazaba hasta su silla, situada en medio de toda la sala. Pasados unos segundos, volvieron a sus posiciones y sitios de trabajo.

—Xer Rykkx... —Lure, el jefe de investigación de Catten, fue detenido por una seña del supremo.

—Idioma humano —recalcó.

Lure, era un sujeto de piel café, de alta estatura y sin cabello, vestía una capa blanca, con una insignia dorada en su lado derecho, acreditándolo como líder del campo investigativo.

Él se encontraba muy nervioso, le ofreció unas disculpas inclinando su cabeza y continuó con lo que le quería decir.:

—Su majestad... lo llamaba porque algo importante y muy extraño ha pasado —comenzó su intervención con un tono de misterio —el capitán 4 me notificó a través de un mensaje escrito que su nave detectó la señal de una aparente nave espacial entrando a la Tierra hace unas cuantas horas...

El rostro del investigador se llenó de temor al ver cambiar la expresión facial del rey, es como si un huracán hubiese barrido cualquier rastro de piedad en él, quedando únicamente la furia y crueldad en su ser.

—Continúa... —expresó con una voz profunda y cargada de emociones negativas, que tensó toda la sala.

Nadie se movía, sabían que esa actitud no indicaba nada bueno.

El hombre se tomó unos minutos para seguir con lo que tenía que decir. Tragó saliva y respiró profundo, preparándose para afrontar cualquiera que fuese la respuesta del supremo.

—Lo raro del asunto es que él intentó contactarse con aquella nave, pero no obtuvo resultado... Luego perdió la señal de la misma y no volvió a detectarla —el jefe de investigación soltó un resoplido, liberando parte de la tensión que atormentaba su cuerpo.

La mirada del supremo se agudizó, sus ojos parecieron oscurecerse más de lo normal, desbordando impaciencia.

—¿Eso te parece lo más raro? ¿Qué nadie se haya conectado a la señal del número 4? —preguntó con ironía, luego apretó el reposabrazos de su asiento —¡¿No te parece que lo más "raro" sea que llegue una nave espacial a la Tierra, cuando yo no he enviado a nadie más a ese lugar?!—. Su voz se tornó más siniestra y sus palabras pesaban como una roca de inmensas dimensiones —¡el último que autorice para viajar a ese planeta fue a Keir, el número 6! —agregó.

—Si, su majestad, eso lo sé... Por eso quería comentarle esto, alguien viajó sin su permiso... —comentó temeroso.

El supremo respiró profundamente y controló su temperamento.

—De casualidad, ¿esa nave no estará relacionada con el episodio que te comenté días atrás, cuando mi opaik (sentido natural) sintió por un leve segundo la presencia de una energía saliendo del planeta? —cuestionó, clavando sus ojos en su sirviente. 

—No lo sé, mi señor, pero es probable... —dijo entre dientes.

—¿O será que no lo investigaste como debía ser? Recuerdo que me dijiste que no me preocupara por nada, que todo estaba bajo control y que el sistema no detectó a ninguna nave salir... —comentó el supremo, abriendo y cerrando varias veces la palma de su mano derecha, creando pequeños destellos rojos.

Todos en la sala de control sentían un remolino de emociones que agitaban interiormente todas sus entrañas. El capitán supremo solía ser un hombre calmado, pero cuando algo le molestaba en gran manera, su touzer no demoraba en manifestarse, a través de pequeñas centellas de energía. Y su touzer no era cualquier cosa, básicamente podía ser detectado a cientos de metros alrededor de él, como una densa energía que perturbaba la calma.

—Mi señor, yo-yo lo hice, pero el sistema no identificó la salida de ninguna nave o sujeto... indicaba absoluta normalidad, todas las naves se encontraban en su lugar, no había indicio de que hubiesen robado una de estas, o que algún capitán saliese sin autorización, me contacte con cada uno de ellos y todos sin excepción se encontraban en sus respectivas misiones... no sé a qué se debe esto... tiene que creerme, por favor —rogaba, ya casi con la voz quebrada y a punto de romper en una crisis nerviosa.  

El lugar se llenó de un silencio sepulcral.

—Tranquilo, todo se solucionará si me tienes por lo menos una idea de quién o quiénes pueden ser los implicados en este extraño suceso, y estoy seguro que lo tienes, ¿verdad? —el supremo forzó una sonrisa de labios cerrados.

Pero fue en ese momento en que Lure no pudo soportar más la presión y se tiró al suelo, con lágrimas saliendo de sus ojos como un río en creciente. 

—¡Mi señor, por favor! ¡Perdóneme!

—¡Dime, lo sabes, ¿verdad?! —insistió el rey.

—¡Eso quisiera, pero no tengo idea, lo más lógico es que sea uno de sus enemigos! —respondió en un mar de desesperación.

El supremo se levantó de su imponente silla y desde lo alto miró con desprecio a su sirviente.

—¿Ah, en serio? —dijo entre susurros —no se cómo has estado tanto tiempo liderando el equipo de investigación, se suponía que eras el mejor, pero ahora te ves como un completo inepto que me da respuestas de un niño... ¡¿acaso la edad atrofió tu cerebro?! —sus palabras eran severas y certeras, las cuales apuñalaban sin piedad el pecho del hombre. 

—¡Mi señor, es que no he podido encontrar ninguna pista! ¡Usted bien sabe que tiene miles de enemigos en todo el planeta, cualquiera podría haber sido!

—Sí, lo sé... ¡Pero de esos miles, ninguno tiene la tecnología ni medios para salir del planeta sin que yo me entere, y de hecho, a pesar de ser miles de detractores, ninguno tendría el coraje de hacer algo así, sabiendo las consecuencias de tal acto! —explicó el rey, empuñando sus manos.

—¡Mi rey, desde hace años se corre el rumor de una fuerza de rebeldes que se ha ido formando en las sombras para someter su reinado, ellos deben ser los responsables! —aseguró con contundencia el jefe de investigación.

Una onda de touzer fue expulsada con violencia desde el cuerpo del supremo, lanzando contra la pared a Lure y rompiendo varias pantallas de la sala, desprendiendo un grito de pánico de todos los presentes, quienes temblaban de pies a cabeza, sintiendo el gran poder que emanaba de su líder supremo.

—¡Silencio! —ordenó el rey con una mortal autoridad —es obvio que si no fue algún capitán quien salió del planeta, fue uno de mis enemigos, pero necesito saber con precisión quién fue, o dónde estaba escondido, de igual manera, el cómo consiguió una de nuestras naves—. Recalcó con furia, desprendiendo más destellos de luz roja por todo su cuerpo, cegando por un instante a sus sirvientes, debido a la potencia de aquella luz de touzer.

—Yo-yo quisiera darle toda esa información, en verdad quisiera, mi señor, pero no la tengo, no he podido hacerlo... deme más tiempo y lo haré —replicó como pudo, mientras se retorcía cual gusano en el suelo por el intenso dolor que recorría cada célula de su cuerpo por tal impacto.

—Ese es el problema —comentó el supremo, sentándose de nuevo en su silla —que no hay tiempo y ya te he dado un plazo más que suficiente para arrojar resultados, y no me refiero solo a este incidente de la nave, sino de todo lo demás: ¿para cuándo información de la verdadera función de los anillos verdes? ¿Por qué el sujeto que buscamos en la Tierra no tiene todas las características estipuladas? ¿Dónde se encuentra la tal oposición a mi reinado? ¿Quiénes son y a qué razas pertenecen? ¿Hay traidores en mis filas? —el supremo llenó de preguntas a Lure.  

El hombre sentía que su vida peligraba con cada palabra que salía de la boca del rey. Buscaba en lo más profundo de su mente la forma en responderle y que esta le garantizara salir de la engorrosa situación en que se hallaba.

Pero no lograba pensar en nada inteligente, toda su mente estaba en blanco, el miedo lo poseía como a una marioneta, dejándolo inmóvil. 

—Ves, a eso me refiero, no me estás dando nada de valor últimamente —dictaminó con frialdad.

—¡Mi señor! ¡ya se, debería investigar en todos los lectss (sectores ordinarios) para dar con el paradero de sus detractores, estoy seguro que ahí se deben esconder en medio de todos los intouzerss (seres sin touzer)! —ideó en medio de una carrera contrarreloj para salvar su vida.

El supremo pareció escucharlo y pensar en ello por un momento. 

—¡Es más, si deja de enviar a los capitanes a la Tierra, podría reforzar la seguridad en todos los sectores y hacer más fácil la búsqueda de los rebeldes...! —el ánimo con el que hablaba cesó, ya que la mirada del supremo cambió: ahora el iris de sus ojos se dividía en dos colores; rojo y blanco. 

—¿Acaso tú, me estás diciendo que lo que he estado haciendo es incorrecto? ¿Me estás diciendo que hacer? ¡¿Tú, un ser del nivel más bajo?!

—N-no mi-mi señor... no es así, yo-yo so... —de un momento a otro, el investigador dejó de moverse y de hablar. Todo su ser estaba paralizado.

El capitán supremo alzó su mano derecha, y con su dedo índice señaló a su sirviente.

—No necesito estar rodeado de incompetentes —afirmó con un tono de voz siniestro.

El hombre intentaba con un agobiante desespero escapar de aquel lugar en donde gastó gran parte de su vida, mas su cuerpo no recuperaba la movilidad, es como si fuese una simple marioneta a espera del próximo movimiento de su creador.

—Agradezco el tiempo por el que me fuiste útil, pero hay que saber reconocer cuándo es momento para dar un paso al costado y yo con placer te ayudaré con ello.

Sin previo aviso, una línea roja —como del grosor de un hilo—, se comenzó a propagar desde los pies del hombre, hasta llegar a su cabeza, cubriendo así todo su cuerpo, y después vino lo peor: en cada segmento por donde pasaba la línea, se comenzó a abrir la carne y enseguida los huesos de Lure. Piernas, brazos, torso, cabeza, cuello, mejor dicho... todo él se dividió en pedazos y se derrumbó como una simple torre de papel. Ensangrentando de gris todo el piso de la sala.

Los demás asistentes, que miraban la escena con gran impresión, trataban de controlar sus ganas de correr y gritar, sabían que cualquiera de esas acciones los hacía merecedores de ese mismo trágico final. 

—Bien, con la despedida de Lure, alguien más tendrá que tomar su lugar —el color de sus ojos volvieron a su natural verde oscuro —quien lo hará, será Daínara, quien se encontraba en el segundo puesto más importante del departamento de investigación, tan solo detrás de Lure. Denle la bienvenida—. Mencionó el supremo, ordenando a los guardias abrir la puerta.

Una mujer de cabello ondulado naranja, ojos cafés y un elegante cuerpo, se hizo presente en la entrada. Portaba un vestido negro que le daba por encima de las rodillas, agregándole mucho estilo y sensualidad.  

—Con su permiso, su majestad —entonó la mujer, entrando a la sala de control, y de inmediato se percató del cruel destino que tuvo Lure, su ex compañero y jefe, pero esto no cambió su expresión de calma.

—Daínara, eres oficialmente la nueva jefa de investigación de Catten, tienes a tu disposición a más de 500 hombres y mujeres para tus deberes. Ya sabes que no debes decepcionarme, de lo contrario ya conoces el final que te espera, ¿verdad? —advirtió, dirigiendo su mirada al cuerpo mutilado del investigador.

—Sí, mi señor, pero no tiene nada de qué preocuparse, yo le daré prontos resultados —afirmó —de hecho, ya tengo algunas pistas sobre aquellos que pretenden ir en contra de su reinado, pero necesito confirmar la información.

—Eso suena bien, esperaré con ansias ese informe —replicó con cierto asombro el rey —aparte de eso, necesito que te contactes con los capitanes de la élite para asignarles nuevas labores.

—¡¿De la élite?! —preguntó Daínara con sobresalto —entiendo... eso haré, mi señor. 

—Ah, y no se te olvide retirar la basura del lugar —hizo referencia al cuerpo de Lure.

Una vez dicho esto, el supremo se levantó de su silla y se marchó de la sala, caminando con calma por los pasillos de su mansión aunque internamente un remolino de pensamientos lo abatían con fiereza, y no era para menos, sus enemigos ya habían dado el primer paso, yendo en contra de uno de sus capitanes, mientras que él ni siquiera sabía con seguridad de quienes se trataban aquellos que osaban con retarlo.  

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