Capítulo 40: "Lealtad inquebrantable"
Ciudad Llermmy
Más de 20 soldados del ejército de la capitana número 5 habían sucumbido ante el poder del misterioso hombre de cabello verde, quien con un fuego devastador les causaba quemaduras tan letales que en algunos casos lo único que quedaba eran las cenizas. Pero eso sí, cada ataque que Laikemen realizaba lo hacía con mucho cuidado de no lastimar a las personas que estaban escondidas en la zona. Por su parte, los soldados atacaban con sus armas de fuego especiales que llevaban sujetadas en sus brazos, así como también con bombas de corto alcance, pero nada funcionaba; teniendo a su favor la habilidad de volar y del fuego, era prácticamente inalcanzable para ellos.
—¡¿Eso es todo lo que tienen?! ¡Vamos, basuras, hagan algo mejor! —hacía comentarios de esta clase cada que podía, le encantaba ver cómo se irritaban cada vez que él hablaba.
—¡Si eso es lo que quieres, eso te daremos! —respondió molesto el líder del escuadrón —¡ataque z! —indicó a sus soldados.
Sus hombres siguieron la indicación y se formaron en tríos; en cada grupo se formó un gran escudo, producto de la unión de los 3 escudos altamente tecnológicos de los integrantes, que con solo acercarlos y oprimir un botón se fusionaron, por lo tanto, uno de los soldados se encargaba de proteger a los demás moviendo el escudo, mientras que los otros dos disparaban por los laterales sus armas de fuego.
Al mismo tiempo, otros soldados se formaron en dúos; uno de los integrantes lanzaba directamente a Laikemen un tipo de bomba que explotaba de inmediato, mientras que el otro lanzaba por el piso otro tipo de artefacto, que curiosamente no hizo nada al ser arrojado.
Laikemen esquivaba todo con gran facilidad, se sentía uno con el aire, y cuando alguna bala casi lo alcanzaba, con una capa de fuego rodeando su cuerpo la detenía.
—¡¿No me digan que esa era su mejor formación?! —estalló en burlas.
Pero él no se había dado cuenta que los artefactos que habían lanzado por el piso no habían hecho nada, pensaba que al igual que las bombas, ya habían estallado.
El hombre se acercó más hacia los soldados, volando a unos cuatro metros de la superficie y sin percatarse, se hallaba justo encima de una docena de estos artefactos alargados y de pequeño tamaño.
—¡Ahora! —pronunció Saído.
Cada uno de los soldados que estaban en pareja y que habían lanzado dicho elemento de desconocido accionar, oprimieron un botón en un pequeño control, haciendo que desde abajo de Laikemen se dispararan proyectiles que en el trayecto se dividieron en dos. El sujeto de melena verde al verse sorprendido por esa acción, aumentó su velocidad de vuelo, alejándose rápidamente del lugar, pero no se libraría tan fácil; pues los proyectiles de forma alargada lo seguían por donde fuera que él pasara.
—¡Estas cosas me persiguen sin parar! —siguió volando por unos minutos más, esperando que en algún momento estallaran o simplemente dejaran de perseguirlo, pero eso no ocurrió.
Laikemen no sabía que la única forma en que se detendrían era en el momento en que hicieran contacto con él.
—Bien, así ganaremos algo de tiempo para que la señorita alcance a llegar —murmuró el líder.
Cansado de que esas cosas lo siguieran por donde fuese que él pasara, se detuvo de forma repentina sobre la superficie, retirado de cualquier casa o presencia humana, y a los pocos segundos que lo hizo, los artefactos lo alcanzaron y lo último que los soldados vieron fue una secuencia de veinticuatro explosiones que retumbaban con ferocidad, logrando incluso, hacer vibrar las edificaciones cercanas.
En cuestión de segundos todo se llenó de humo y polvo.
Las personas que miraban desde las ventanas tenían el corazón a mil, se preguntaban cómo se encontraba aquel hombre que luchaba contra las fuerzas de la capitana, deseaban que no estuviera muerto, ya que parecía ser su última esperanza para ser libres del yugo de la número 5.
Cuando el humo se esfumó y el polvo regresó al piso, Saído y sus soldados quedaron con una expresión de incredulidad retratada en sus rostros, y no era solo porque estaba vivo, eso ya era algo que podían suponer que pasaría, lo que los dejó sin palabras fue ver como una capa de tierra lo protegía, formando un tipo de cascarón que se iba deshaciendo como arena entre las manos.
—¡Ese sujeto, ti-tiene otra habilidad! ¡Tiene tres habilidades! —habló atónito uno de los soldados.
—¡Esto es una locura! ¡No solo es el fuego y volar, también la tierra! —agregó otro de los hombres, temblándole las piernas.
—¡No lo puedo creer! ¡Supera a la señorita Karel! ¡La supera! —afirmó uno más del escuadrón, casi como si lo que viera fuese algo sacado de un sueño.
—¡Cállense, montón de idiotas! —ordenó con severidad su líder —¡es obvio que ese sujeto no supera a la señorita! ¡Sí, es poderoso y pareciera que está fuera del alcance de nuestra capitana, pero hay algo raro en él! ¡Algo que no cuadra! —estableció Saído, mirando fijamente como la tierra terminaba de caer, dejando ver que su ataque no había hecho nada.
—No sé a qué se refiere, mi señor... Pero con solo saber que ese sujeto tiene tres tipos de Krwozz (habilidades a base de touzer) ya supera a la señorita, que solo cuenta con dos —agregó el soldado.
—¡Que te calles, te digo! ¿Acaso dudas del poder de nuestra líder? ¿Quieres que le comente lo que piensas? —le cuestionó con rudeza —¡Yo confío en la señorita, y sé que ella es superior a este aparecido! ¡Pero por ahora, debemos mantenerlo a raya, por lo tanto prepárense para atacar nuevamente! —ordenó con un rugido.
Sus soldados, aunque presos del miedo, obedecieron y apuntaron al hombre con las miras de sus armas de fuego.
—La verdad es que no quería revelar mi tercera krwoz tan rápido, deseaba dejarla como una sorpresa para más adelante... Pero ni al caso, me obligaron a utilizarla... —comentó no muy animado.
«Si lo dice en serio, yo tengo razón, ese sujeto no es superior a la señorita, así él tenga tres habilidades... Alguien con ese nivel de poder no debería haberse visto en apuros ante un ataque de esa clase... Sin embargo, es muy superior a nosotros y si la señorita no llega a tiempo podría acabar con todos...» reflexionaba Saído, mirando fijamente cada característica física resaltable de Laikemen.
—Pero ya que me hicieron utilizar otro de mis poderes, ¿por qué no mostrarles en primera fila algo de lo que puedo hacer? —dijo, finalizando con una sonrisa de labios cerrados.
—¡Disparen! —Saído se dirigió a sus hombres una vez más.
Antes de que alguno de ellos pudiese ejecutar un disparo, Laikemen tocó el suelo con una mano y la tierra en donde estaban los soldados se abrió, formándose una profunda y gran grieta, por donde cayeron varios de ellos. El líder del escuadrón por poco y también se va a ese profundo hueco, gracias a sus buenos reflejos saltó hacia un lado, escapando por apenas centímetros.
—Y ahora... ¡El toque final! —mencionó Laikemen, haciendo que la tierra nuevamente se cerrara, aplastando con brutalidad a los más de 15 soldados que habían caído en la gran grieta.
Lo último que se escuchó de esos pobres sujetos fueron gritos de lamento que se desprendían de lo más profundo de sus entrañas...
Saído estaba devastado, en menos de un parpadeo había perdido a varios de sus soldados... Si seguía la situación de esta forma, en menos de nada todo el ejército de la capitana caería.
—¡Maldición! ¡Rodéenlo! —Ordenó nuevamente.
No obstante, los pocos soldados que todavía quedaban junto a Saído, ya no querían seguir luchando, veían imposible ganarle a un tipo como él.
—Se-señor, lo mejor es huir de aquí... Ese hombre nos va a matar... —dijo uno de ellos con la voz temblorosa.
—¡¿Que estupideces dices?! ¡Te ordeno que pelees! —insistió Saído.
—¡Líder, no tiene caso hacer eso! ¡Moriremos! —estableció sin duda alguna, retrocediendo de espaldas.
Laikemen, observando el espectáculo tan lamentable que sucedía frente a él, soltó una carcajada, llevándose una mano a la cara.
—¡Así que este es el poderoso ejército de la capitana número 5! ¡Es un desastre! —luego sujetó su mentón con una mano —pero pensándolo bien, les daré una oportunidad de vivir, aquellos que dejen de pelear contra mi, y se quiten de mi camino, les perdonaré su patética vida, ¿qué les parece? —propuso, fijando sus ojos en los soldados —¡el que acepte mi trato, alce una mano, ahora!
—¡Nunca espere algo tan estúpido de tu parte! ¡Claramente nadie de nosotros hará algo...! —Saído no terminaba de hablar, cuando vio que tres de sus soldados alzaron la mano, luego se sumaron otros dos.
—Umm ¿Qué decías, gran líder? —Laikemen se burló de la bochornosa situación.
—¡Malditos cobardes, cuando llegue la señorita recibirán su merecido! ¡Buenos para nada! —sentenció con desprecio, y al instante se comunicó a través del leitter con más de sus soldados que se encontraban en otros puntos de la ciudad, solicitando apoyo.
—Ya que tocas el tema, ¿dónde está la número 5? ¿Ya le dijiste que la busco? ¿O acaso está escondida presa del miedo de tener que enfrentarme? —le preguntó con un aire de superioridad.
—¡Cierra la maldita boca! ¡La señorita no tiene tiempo que perder como para gastarlo con un idiota como tú! —replicó de inmediato con ira, y sin pensarlo más, se abalanzó hacia Laikemen, tratando de encestar algunos puños.
—¡Vaya! ¿El gran líder va a pelear solo? —comentó evadiendo los golpes con facilidad.
—¡Si es necesario, lo haré!
Saído continuó efectuando varios ataques sin éxito; no es que lo hiciera mal, simplemente su oponente era muy superior en todo aspecto.
—¡De acuerdo! ¡A pesar de que todos ustedes me provocan asco, debo admitir que reconozco tu valentía y te respeto por eso! —afirmó con un tono serio —¡Por ello, no utilizaré mis poderes contra ti, solo me limitaré a esto! —dijo rodeando sus manos de tierra, quedando totalmente cubiertas y altamente pesadas.
—¡No me tengas lástima, no la necesito! —exclamó Saído, frunciendo el ceño.
De esta manera, los dos hombres intercambiaban movimientos veloces de patadas y puños, sin que Laikemen utilizara sus habilidades. Se veía que era un combate muy reñido, pero cualquier golpe por lento o suave que el líder recibiera por las manos del peliverde, significaba un dolor tremendo. Llegó un punto en donde Saído no logró esquivar dos puñetazos directos al rostro, lo cual hizo que por poco perdiera la consciencia, quedando echado sobre la polvorienta calle.
—No peleas mal, pero nunca podrás ser un oponente digno para mí —declaró Laikemen.
El líder se levantaba con suma lentitud, sacudiendo la cabeza para volver en sí por completo.
—Ya se, por ser tan valiente, algo que no esperaba de ti, te perdonaré la vida, pero a cambio necesito que me des la ubicación de la C5, ¿qué dices?
Saído se molestó de sobremanera por dicha petición, disparándole con su arma de fuego, pero una pared de tierra se alzó ante él, deteniendo los proyectiles.
—¡Nunca! ¡Pero nunca traicionaría a la señorita Karel! ¡¿Entiendes?! —Le dejó en claro, terminándose de poner en pie.
Enseguida, el líder le arrojó dos bombas hacia la barrera de tierra, volándola en mil pedazos, creando una cortina de polvo, que le sirvió para acercarse a Laikemen y activar un tipo de arma parecida a una espada, a través de un tipo de dispositivo que tenía enrollado en su muñeca derecha, parecido a una pulsera, solo que era más pesada y hecha de un metal especial.
—Creo que voy a cambiar de opinión... Tu lealtad a la capitana ya no me parece admirable, sino patética y lamentable, por eso... —el hombre fue sorprendido por dicha arma de filo, que por poco y se entierra en su abdomen, solo la logró esquivar al ver un pequeño destello del metal.
—¡¡Que cierres la maldita boca!! —Saído volvió a atacar con el arma cortopunzante, llamada zurr-03, la cual solo la tenían los líderes de los escuadrones de algunos capitanes. Pero el hombre de cabello verde marino detenía sus ataques colocando sus puños de tierra, como si fueran un escudo.
De un momento a otro, ya no solo era una hoja puntiaguda, sino tres, que emergieron a los lados de la principal, aumentando su rango de ataque. En un momento dado, los movimientos que el líder hacía con zurr-03 eran tan seguidos que obligaron a su oponente a retroceder, dando un gran salto, y de inmediato Saído intentó aprovechar esa fugaz pérdida de visión que tuvo su contrincante sobre su arma, por lo que oprimió un botón que esta tenía y las tres hojas puntiagudas se desprendieron del mango, y se expulsaron por los aires con velocidad hacia Laikemen.
El peliverde en bien alzó su mirada casi que no supo qué hacer; las tres hojas metálicas estaban a pocos centímetros de él, así que en un rápido reflejo solo logró detener 2 de estas con sus puños de tierra, dejando que la tercera le hiciera un corte en una pierna, que a pesar de no ser tan profundo, fue muy doloroso. Una vez finalizado el ataque, las tres hojas cortopunzantes regresaron al mango del arma.
—¡Maldito! ¡Me la pagar...! —ni siquiera pudo terminar de hablar cuando Saído lanzó tres tipos de bombas al tiempo: una de humo para nublarle la visión, una de explosión inmediata y otra de persecución. Adicionalmente, disparó incontables veces sus armas de fuego.
Todo el lugar en donde estaba Laikemen se transformó en destrucción. Solo reinaba el fuego, el polvo y el humo.
«Estoy logrando retenerlo por unos minutos más, pero estoy seguro que tras recibir estos ataques ya no se limitará en usar sus habilidades y ahí estaré perdido... Por favor, señorita, llega a tiempo...» eran los pensamientos del líder del escuadrón de la C5.
Todavía no desaparecía el humo ni el polvo por completo para ver el estado en que se encontraba Laikemen, cuando hacia los lados de Saído se formaron dos paredes de tierra que se empezaron a comprimir, querían aplastarlo.
—¡Ahg...! ¡¿Luego que no utilizarías tus poderes?! —le cuestionó, mientras que cruzando de forma horizontal su arma de metal en medio de las paredes, intentaba frenar el aterrador ataque.
Una vez toda la contaminación desapareció, se observó como la tierra protegía en forma de esfera a Laikemen, luego se desmoronó y mostró que solo había sido alcanzado por una bala en un brazo.
—Ese trato solo se daba en caso de que tú no utilizaras ningún arma o elemento tecnológico para pelear, es decir, solo cuerpo a cuerpo, pero cambiaste las reglas, así que ya no puedo obligar a contenerme —le contestó, sacándose la bala que se le había incrustado en el brazo, el dolor era horrible y la sangre rojiza no dejaba de salir.
—¡No hubiese utilizado mis elementos de combate sino fuera por esos puños de tierra que creaste, eso era trampa! —replicó al tiempo que trataba de estirar sus brazos hacia los lados para detener las paredes que se seguían comprimiendo, quitándole más y más espacio.
—¡Ya cállate! ¡Me has hartado! ¡Si no me dices la ubicación de la C5 ahora mismo te mataré como a una mosca! —dictaminó con un serio semblante.
—Y-yo nunca traicionaré a la señorita... ¡Nunca! —sus brazos continuaban acercándose más y más a su cuerpo, ya no tenía prácticamente espacio, y en cada parte de su cuerpo se sentía la enorme presión de las paredes.
—¡Deja de obedecer como una mascota y coopera, que tú maldita vida está en juego! —Laikemen ya estaba muy enojado por la lealtad y firmeza que demostraba el líder.
—Por la se-señorita Karel yo vivo... Por ella yo pe-peleo... Solo por ella... Y si tengo que morir para servirle lo haré con g-gusto... —susurró con esfuerzo, pues era tanta la fuerza que tenía que hacer para frenar la técnica de aquel sujeto que ya la voz le salía entrecortada y agitada.
—Bien —dijo Laikemen, quien sacó de uno de sus bolsillos una pequeña pastilla de color verde, la cual ingirió con prisa.
Saído pudo notar como las heridas que él le había hecho con sus armas se sanaron, cicatrizándose en un abrir y cerrar de ojos.
—¿Q-qué es es-eso? —se preguntaba el líder con desconcierto.
—Como veo que no piensas decirme en dónde está la capitana, tendré que hacerlo a mi manera... Ya no te necesito... ¡muere! —Laikemen hizo aumentar la presión de las paredes, borrando cualquier espacio que aún le quedara a Saído entre sus manos y su cuerpo.
—¡Ahg... No puedo más! ¡Lo siento...! ¡Señorita Karel! —se daba por vencido, no había nada más que pudiese hacer, su momento de morir había llegado.
Cuando las paredes de tierra ya iban a dar su último movimiento para aplastar y reducir a pedazos a Saído, un temblor acompañado de una enorme grieta se hizo presente en el lugar en donde estaba el líder y de allí emergió una enorme serpiente que destrozó con un cabezazo las dos paredes.
Saído y Laikemen estaban boquiabiertos, ya que ninguno esperaba su llegada en ese momento; el primero de estos cayó de rodillas y respiraba muy agitado por todo el esfuerzo que había tenido que hacer para lograr vivir.
La enorme serpilant abrió sus mandíbulas, dándole salida a la número 5, quien caminando con estilo se posó al lado de Saído, tendiéndole una mano, ante tal gesto de la capitana él trató de negarse, pero ella insistió y no le quedó de otra más que aceptar su ayuda.
—No sé quién eres, pero una cosa es segura —comenzó a hablar la capitana con el ceño fruncido y los ojos rojos más afiliados que nunca, mostrándole una mirada asesina —te romperé cada uno de tus huesos y lo que quede de ti se lo daré de comida a mis serpilants ¡¿entendido?! —sentenció con furor. El solo hecho de observar la condición tan deplorable en cómo estaba su líder, le generaba unas ganas tremendas de matar de la forma más cruel posible a ese hombre.
Ahora que por fin había llegado la capitana número 5 al lugar de la batalla, el verdadero enfrentamiento estaba por iniciar. Dos seres con grandes poderes se medirían en un duelo a muerte en donde tendrían que dar todo de sí mismos para salir victoriosos. Por un lado estaba Karel, la capitana número 5, poseedora de 2 poderosas habilidades, y por el otro lado se encontraba Laikemen, un hombre del que todavía no se tenía mayor información, solo que retaba a los capitanes con osadía y que era poseedor de tres increíbles poderes.
¿Quién saldría vencedor?
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Información complementaria:
-Krwoz: traducido al idioma común de la Tierra como "habilidad a base de touzer", es como es denominado de forma general el poder con el que cuentan los capitanes y en sí, cualquier ser que tiene poderes sobrenaturales, existiendo muchos tipos de este. Se especifica que es a base de touzer (energía especial), para señalar que no cualquiera lo posee.
-Zurr03: Es un arma de filo especial y de alta tecnología con la que solo cuentan los líderes de ciertos capitanes. Consta de una hoja de metal de gran grosor de doble filo, igual a una espada humana, solo que tiene la particularidad de portarse como una pulsera, la cual al ser activada por medio de un botón se transforma en dicho elemento. Igualmente, tiene la facultad de formar dos hojas filosas más a sus lados. Y como si no fuera poco, puede hacer que las puntas se disparen por los aires como una flecha, y que luego regresen a anclarse al mango del arma, siendo efectiva en combate de corto y medio alcance. En su nombre tiene el 03 debido a que es el tercer modelo que se ha hecho.
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