Capítulo 37: "KXY01"
Ciudad Leffor
El poderoso ejército de la gran capital estaba luchando inútilmente con todas sus fuerzas contra la última amenaza que hacía horas había llegado al país. Y es que, aunque tenían todo el ahínco del mundo en una situación en donde el miedo gobernaba, todo lo que hacían no daba resultado alguno contra estos seres. Tenían la desgracia de haber recibido a uno de los capitanes con una de las tropas más poderosas y mejor equipadas que hasta ese momento había tocado la Tierra. Las armaduras que portaban eran tan resistentes que prácticamente ningún ataque de las fuerzas humanas era efectivo; solo los cañones tenían una pequeña oportunidad de causar daño, pero al ser tan lentos en ataque, los militares quedaban expuestos con facilidad; sucumbiendo ante armas que disparaban una especie de rayos paralizantes que los hacían desvanecer al instante. No morían, simplemente quedaban inmóviles.
Al ataque realizado por las tropas alienígenas, se sumó la aparición de un extraño cristal color violeta que cubrió por completo la ciudad, como si se tratase de un caparazón translúcido que no permitía que nada ni nadie escapara del lugar por más que se insistiera en romperlo.
La gente estaba en un completo pánico; una parte enloquecía corriendo de calle en calle tratando de salvarse, mientras que la otra hacía lo posible por esconderse lo mejor que podía.
—No ganaremos... —Musitó el presidente de la nación, viendo con desconcierto lo poderoso que era el enemigo.
—Sí, es inevitable nuestra derrota —el ministro de defensa confirmó lo que decía su jefe.
En ese momento, llegó corriendo a ellos uno de los militares con un rostro de terror que se podía observar desde lejos.
—¡Señor presidente, la última línea ha sido sobrepasada! ¡Ya vienen camino al palacio! —informó lo desastroso que había resultado el enfrentamiento.
La docena de militares que acompañaban al presidente, junto con el alcalde de la ciudad y el ministro de defensa, se helaron de tan solo pensar que ellos ahora serían los siguientes en caer.
—¡Debe haber algo que podamos hacer! —manifestó el alcalde mayor —¡aunque sea escapar!
—No, eso será inútil —dijo con seguridad el jefe de la nación —solo queda una opción.
Los presentes quedaron con la incógnita al no comprender a qué se refería con esa "opción".
Sin darles oportunidad de preguntarle, el presidente comenzó su recorrido hacia la nave del nuevo capitán. Los demás, sin tener otra opción, lo siguieron confundidos. En su trayecto se encontraron con un grupo de soldados enemigos, obstruyendo su paso.
—Déjenme pasar, necesito hablar con su líder, con su capitán —comentó el presidente con firmeza.
Los soldados y el grupo que acompañaban al jefe de la nación estaban ciertamente asombrados por lo dicho.
—¡¿Pero qué dice?! —Exclamó exaltado el ministro.
—¡Así como escuchaste! ¡Necesito hablar con el capitán! —Insistió.
—¿Y qué asuntos un pobre humano de avanzada edad tiene que hablar con nuestro glorioso capitán? —Interrogó uno de los soldados con desdén.
—¡Desgraciado! ¡Respeta a nuestro presidente! —Solicitó furioso uno de los guardias, quien disparó una flecha al soldado; pero esta solo se quebró al hacer contacto con la armadura que lo protegía.
El sujeto soltó una carcajada burlona ante tal ataque tan endeble e ineficaz.
—¡Te mostraré un arma de verdad! —en bien dijo eso, apretó un botón que tenía en su palma derecha de la mano y de una de sus armas salió disparada una centella que rápidamente llegó al guardia y lo electrocutó en cuestión de segundos, dejándolo en el piso sin energías, pero no al punto de quitarle la vida.
Todos estaban conmocionados.
De acuerdo con lo que sabían, las armas de los demás soldados de los capitanes que habían llegado no eran así. Si bien eran letales, no tenían esa facultad de inmovilizar a las personas.
—Por favor, solo quiero hablar con su capitán... Eso es todo —volvió a insistir el hombre entrado en edad, casi como rogando —soy el presidente de este país, y como líder me gustaría negociar con el suyo.
La comitiva que acompañaba al jefe de estado no estaba de acuerdo con esa idea, les parecía una locura... No obstante, también era verdad que no había mucho más que pudiesen hacer en esas circunstancias tan desalentadoras.
Los soldados lo estaban pensando, cuando en ese momento llegó el líder del escuadrón del capitán: un sujeto alto, de piel rojiza, con protuberancias en formas de picos alrededor de su cuerpo, con 1 ojo adicional en cada hombro, y que a diferencia de los demás soldados, no tenía una armadura que lo cubría completamente, sino por sectores.
—¿Qué está pasando aquí? ¿Quiénes son estos humanos? ¿Y por qué están perdiendo el tiempo? ¡Ya empezó la segunda fase! —Pidió una explicación a su ejército con una áspera voz.
Los individuos en cuestión se notaron nerviosos, pero uno de ellos no dudó contestar:
—Este humano, dice ser el líder de este país, y quiere hablar con su alteza el capitán número 6 —señaló con una de sus armas al hombre.
El líder del escuadrón —llamado Kunner—, se dirigió al grupo de humanos, poniéndose de frente al presidente.
—¿Desea hablar con su alteza? Bien, lo llevaré —afirmó sin mayor problema —sígame —indicó con autoridad.
El presidente lo dudó por un instante, pero aun así avanzó con paso firme tras Kunner. Cuando lo hizo, escuchó un ruido electrizante a sus espaldas, dándose cuenta que acababan de neutralizar con aquellos extraños rayos a su comitiva.
Se sentía impotente... Quería defender a los suyos, pero no tenía oportunidad alguna. Solo se limitó a seguir al extraño ser.
Caminaron por unos cuantos minutos hasta que llegaron al lugar donde estaba la nave espacial de forma ovalada. Allí esperaron hasta que el capitán 6 emergió del suelo, lugar en donde estaba enterrada la primera nave que había llegado, la cual tenía una extraña forma helicoidal que media alrededor de 500 metros de larga y 30 de ancho.
—Listo, ya quedó preparada la máquina extractora... —Comentó al ver a su líder de escuadrón, pero al notar que había un hombre junto a él se extrañó, frunciendo el ceño—. ¿Quién es ese?
—Su alteza —saludó con reverencia —este hombre se hace llamar como el presidente de esta nación y quiere hablar con usted.
El número 6 lo observó con detenimiento, con sus ojos color violeta intenso. Su mirada no decía nada bueno, solo desprendía maldad y ego.
—Por lo que veo solo es otra basura común y corriente, ¡quítalo de mi vista! —ordenó.
El líder iba a hacer lo dicho, pero el presidente intercedió de inmediato:
—¡Por favor, escúchame! ¡ Lleguemos a un acuerdo! ¡¿Quieres al hombre más fuerte de la ciudad?! ¡Perfecto, eso haremos, con mis tropas te ayudaré a buscarlo, solo dime las características y lo haré! —propuso con desespero —lo único que pido es que no mates a nadie... Por favor...
Kunner lo sujetó con fuerza y se disponía a retirar al hombre, cuando la voz del número 6 se hizo presente.
—¿Un acuerdo? ¿El hombre más fuerte? ¿Qué no mate a nadie? —Susurró detenidamente —me pregunto, ¿cómo un asqueroso ser inferior como tú se atreve a hablarme y a ponerme condiciones? ¡A mí, el poderoso capitán número 6, príncipe del planeta Catten! —Protestó con furia.
—Únicamente trato de llegar a un acuerdo en el que mi gente no resulte masacrada y tú puedas cumplir con tu propósito... Piénsalo por favor, cumpliré mi palabra. Ya me di cuenta que es imposible derrotar a tu ejército, y peor aún, derrotarte a ti... —intentó convencerlo.
—¡Mira, energúmeno! ¡Si todavía no te he matado es porque reconozco tu valía por atreverse a hablarme de frente con tanta confianza, pero será mejor que te calles ahora mismo! —advirtió con rudeza, haciendo que su touzer se manifestara, brillándole el cabello de un color violeta intenso, tanto que se podían ver pequeñas centellas brotando de este.
—¡Por favor! ¡Es que no entiendo! ¿Qué ganan con acabar con toda una ciudad cuando solo buscan a un hombre en específico? ¡¿Qué ganan?! ¡Creo que pueden lograr su objetivo sin llegar a ese punto tan atroz, y por eso me propongo a ayudarles para que lo hagan lo más pronto posible y no nos molesten más! —agregó el presidente con agitación, sin importarle que el capitán se molestara por volver a hablar.
El C6, cansado de oírlo, extendió unas cuantas hebras de su cabello hasta el hombre y lo comenzó a ahorcar con estas. Su cabello era tan resistente como una roca y poseía una fuerza descomunal, ni siquiera sus manos o piernas le igualaban en fuerza.
—Te diré algo, humano asqueroso. Primero; aunque ustedes son inferiores como especie, sabemos que unidos pueden llegar a ser problemáticos, por eso los vamos eliminando sin dudar, para evitar cualquier problema a futuro, segundo; yo no estoy buscando al hombre más fuerte de la ciudad, ese plan te hubiese funcionado con cualquiera de los capitanes que han llegado antes que yo, pero conmigo no es así, yo tengo otra misión —explicó con un tono de voz siniestro e intimidante.
Luego, las hebras de cabello soltaron al presidente del cuello, permitiéndole respirar con desespero. El pobre anciano casi fallece en ese momento.
—Ya que dices ser el presidente de este país, te mostraré lo que le pasará a tu gente, ¡tendrás el honor de verlo junto a mi, sin ser parte de ello! —Mencionó con una sonrisa maquiavélica.
Sin darle tiempo ni siquiera de resoplar, el C6 volvió a sujetar al hombre con unas cuantas hebras de cabello, las cuales parecían tener vida propia por la forma en que se movían con tanta naturalidad. Esta vez lo sujetó de sus manos, haciendo que lo siguiera, mientras subía las escaleras de la nave que permanecía anclada en la superficie como una enorme araña.
Una vez entraron, el presidente pudo sentir que la temperatura era menor que en el exterior y que la luz era muy tenue, dificultando ver con claridad las cosas a su alrededor.
—Bien, ¡presta atención, humano asqueroso! —pronunció el capitán, arrojando al hombre al suelo con su cabello, provocándole heridas en su rostro por la fuerza con la que lo lanzó.
El hombre se incorporó con dificultad, tratando de soportar el dolor que recorría su cuerpo y a su vez, de controlar el miedo que lo carcomía lentamente como una enfermedad terminal.
—Como pudiste ver, a esta ciudad llegaron dos naves; una de ellas se sumergió en la tierra, mientras que la otra, en donde estamos, se encuentra sobre la superficie —comenzó a hablar el número 6 —y esto es porque la primera de estas, es diferente al resto, con una función más allá que la de transportar personal —añadió con misterio.
El mandatario observó cómo en un instante, frente a él, se iluminó una enorme pantalla dividida en varios recuadros, mostrando imágenes en tiempo real de lo que pasaba en la ciudad, pero también del interior de la nave que reposaba en las profundidades de la tierra.
—Como dije, mi misión no es encontrar al hombre más fuerte, dado que ya está identificado y sabemos que no se encuentra en este lugar, además, eso le corresponde a otros capitanes —explicó con un rígido semblante—. La KXY01 (Kaez Xiox Yor 01) traducido a su idioma como "Nave de renacimiento Xiox 01" es la razón por la que estoy aquí, me encargaré de cuidarla y nutrirla... —al escuchar esa última palabra el rostro del presidente se transformó en uno lleno de confusión y terror.
—Así es, ¡nutrirla! —Recalcó—. ¡Y así funciona! —Enseguida dio la orden a sus soldados a través del comunicador de iniciar la segunda fase del Plan Tierra.
A través de uno de los recuadros de la enorme pantalla, el jefe de la nación vio cómo uno de los hombres del capitán bajó con fuerza una palanca al interior de la KXY01, dando inicio al funcionamiento de la misma, generando un espeluznante sonido cual molesto zumbido de abeja, que a pesar de estar enterrada, era percibido en el exterior. Y lo más perturbador vino segundos después, cuando de la extraña máquina se expulsaron cientos de mangueras blancas de un material flexible, como si se tratasen de tentáculos, que perforaron la superficie y succionaban con gran rapidez a las personas que se encontraban inmovilizadas por los rayos de las armas de los soldados del capitán.
—¿Qué-é de-demonios es eso?... —preguntó con estupefacción el presidente, retrocediendo lentamente casi que paralizado por lo que veía; sus dedos temblaban y su ojos se abrían cada vez más, dando la impresión que en algún momento se le saldrían de la órbita.
—¿Quieres ver lo que sigue? —interrogó el número 6 con una sonrisa retratada en el rostro —bueno, no se ni para qué pregunto, si tú no tienes más opción que hacer lo que se me dé la gana...
El capitán oprimió un botón de la nave y un nuevo recuadro se iluminó en la pantalla, mostrando otra de las instalaciones de la KXY01. En esta se observaban tres especies de compartimentos de gran tamaño y de forma ovalada, que por dentro, en el medio, tenía una cuchilla curvilínea de tres picos que giraba a una velocidad descomunal. Era en esos siniestros compartimentos en donde las personas iban a parar una vez eran succionadas por las mangueras; sus cuerpos se volvían partículas en menos de un abrir y cerrar de ojos. Una vez que la parte de triturado acababa, los restos pasaban a otra sección que cumplía la función de un colador, separando los restos indeseables como los restos de la ropa y demás elementos no orgánicos.
Posteriormente, la materia aprovechable pasaba a otra sección de forma rectangular en el cual un calor abrasador elevaba la temperatura tremendamente, al tiempo que la mezclaba con sustancias de extraña procedencia y utilidad, dando como resultado final un tipo de sustancia negra altamente espesa, pero a su vez luminosa que se transportaba por tubos hasta llegar otra sección en la cual se hallaban 10 cápsulas ovaladas de color verde, aproximadamente de unos 2 metros de altura; allí finalmente se depositaba, repartiéndose en igual cantidad en todos los recipientes.
Todo este proceso no tomaba más de 5 minutos.
El presidente no pudo aguantar más las ganas de vomitar tras ver el espeluznante destino que le esperaba a todos los habitantes de la ciudad.
—¡Qué maldito asco! ¡No más por haber ensuciado mi preciada nave tendrás ese mismo final que acabas de ver! Te pensaba dar un poco más de tiempo de vida, pero me has hecho cambiar de opinión —le notificó, frunciendo el ceño con ira —¡Kunner, has que este pobre pedazo de escoria se una con los demás humanos para nutrir a KXY01! —ordenó con un grito —y también que limpien la asquerosidad que esta basura derramó sobre mi nave ¡ahora mismo!
El líder del escuadrón aceptó la orden y sujetando al presidente de la camiseta lo arrastró por la nave hasta llegar a la puerta y desde allí, a unos 10 metros de altura, le disparó el rayo inmovilizante, cayendo como una piedra hasta el piso, acción por la cual murió inmediatamente. Pero Kunner no se percató de ello, hasta cuando una de las mangueras emergió de la tierra para absorber el cuerpo, pero se detuvo al notar que estaba muerto.
—Maldición... —Susurró el líder, quien volteó su rostro para ver que su capitán se había dado cuenta de lo ocurrido.
—¡Imbécil! ¡Ten más cuidado con el alimento de Kaez Xiox Yor! ¡Recuerda que necesitan ser absorbidos con vida para que nos sean útiles! —lo reprendió, con ese típico estado de enojo que lo caracterizaba y hacía tan difícil de soportar.
—¡Le ofrezco una disculpa, su alteza! ¡No volverá a pasar! —se disculpó inclinando su cuerpo.
El capitán simplemente se quedó en silencio y entró a su oficina, en la nave espacial, desde donde vigilaba a todos sus soldados, gracias a cámaras diminutas que estaban adheridas en las armaduras de su ejército. Igualmente, seguía paso a paso el proceso de KXY01.
«Esta ciudad, por ser la capital es grande, pero no será lo suficiente para alimentar por completo las cápsulas... Lo más probable es que necesite de otras 2 ciudades de igual tamaño para conseguir el nivel de energía esperado» analizaba el C6 «ay, Lexmix, espero que tu loca idea si de resultado, después de todo, el planeta Tierra si parece ser el lugar ideal para llevar a cabo tú plan» concluyó.
Los afilados y despiadados ojos violetas del capitán divisaban con atención como la segunda fase del Plan Tierra se iba llevando a cabo con éxito. Una fase que no se podía saber con exactitud si era igual o más despiadada que la primera. De lo que sí se podía estar seguro, es que la humanidad difícilmente podría tener un respiro mientras estos seres siguiesen arribando con tanta maldad y poder desmedido.
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