La chica que perdió la batalla final
Antes de que leas: la historia no calificó a la final de su concurso, por lo que dura más de las 1500 palabras reglamentarias. En concreto son unas 2700. Espero que no sea un problema para ti y que puedas disfrutarla de todos modos. ¡Un agradecimiento a todos los lectores de Jarabelle por su apoyo!
Jaraniss había oído todo a través de sus máquinas. Arrojó sus cascos y cogió la barra metálica de las que guardaba por ahí entre los trebejos. Después echó a correr y entró al espejo. Apareció en la alcoba del castillo y continuó su camino hasta el sótano.
—¡Jarabert! —gritaba ella, en tanto tumbaba las cosas a su paso—. ¡Aguante!
Al tiempo, Jarabelle había aparecido en un campo muy precioso. Las margaritas que reposaban bajo sus pies le resultaron muy familiares. Conocía muy bien aquel prado. Se trataba del mismo que se repetía en sueños. Ella estaba por ahí, lo sabía muy bien, así que dio un buen trago y avanzó, todavía sosteniendo el lápiz como si fuese un cuchillo.
—¿Dónde está esa maldita granuja? La mataré.
Luego de dejar atrás unos árboles y una colina, Jarabelle divisó el mismo lago donde se columpiaba la malvada jovencita. Allí estaba de nuevo aquel roble, y bajo su sombra una figurita bien conocida realizaba un vaivén en el aire. Pensó por un momento que sería muy fácil sorprenderla por detrás, pero la niña que se divertía ahí era un demonio.
—Me has vuelto a encontrar, Jarabelle —dijo, con la voz de una pequeña de doce años. Y aunque le hablaba, Andy no volteó el rostro ni una sola vez—. Te extrañé mucho. ¿Quieres jugar conmigo como siempre?
—Deja en paz a mis amigos. ¡Deja al universo en paz!
—Es muy tarde para eso, querida. —Se reía—. Todas las dimensiones han comenzado a destruirse a sí mismas desde hace mucho tiempo.
—¡Mientes! Tu parte buena dijo que dirías algo así.
—¿Mi parte buena? No hay una parte buena, tontita. Esa persona con la que tu crees haber hablado no es más que un lado más de mí. Soy una sola. Estoy entera.
—Detén tu horrible plan o te mataré.
—Eres tan buena, Jarabelle. Llegas hasta aquí tan solo para negociar.
La verdad era que le provocaba contrariedad la apariencia de Andy.
—De todos modos ocurrirá —añadió—. Puedes verlo tú misma.
La superficie del agua dejó de reflejar el cielo y dibujó ahora la imagen de un sótano. Reconoció el sitio. De allí venía. Pero eso no era todo, Jaraniss estaba allí, enfrentándose a un monstruo al que enseguida consiguió destruir con un palo. Pronto la viajera se colocó el cuerpo del padre en sus hombros y decidió continuar. Y a través de los ventanucos, una neblina negra empezó a esparcirse.
«¡No! ¡Esa neblina los matará!»
En la visión, Jaraniss también notaba una perturbación a su alrededor. Al parecer había empezado un terremoto. Así como andaba, a esa velocidad, no lo iban a lograr.
—¿Ves? No podrán salir de allí. Para cuando lleguen al dormitorio, la oscuridad habría consumido esa realidad, además de la que utilizaron ustedes como base de operaciones. Todos los mundos se destruirán inevitablemente, incluyendo este en el que estamos tú y yo. —La niña volteó a verla por fin. Su rostro lucía dulce y benigno—. ¿Recuerdas, Jarabelle, esa canción que oías a través del espejo? Era una señal de tu destino. Es una lástima que nunca hubieras podido conocer a los Rolling Stones. Son una banda magnífica.
—¡No lo permitiré!
Andy notó el lápiz en sus manos y dejó de reír. La otra cogía el tótem cual crucifijo.
«Entonces, la villana con apariencia de niña —narraba Jarabelle en su mente— decidió detenerse por las buenas. Abrió un portal y se largó para siempre a otra dimensión.»
Una luz de color ámbar, como la que la sometía a ella antes, atrapó esta vez a Andy y la levantó por los aires. La pequeña gritaba como si sufriera algún daño, pero enseguida dejó de hacerlo y comenzó a burlarse. De un manotazo se deshizo de la luz y continuó flotando. Sus extremidades formaban una estrella. Se asemejaba a una entidad divina.
—Es inútil. Si yo misma te dije que esa cosa podía matarme, ¡te mentí!
Jarabelle no se rindió.
«D-d-d... ¡De pronto apareció un portal por encima de ella y le cayó un edificio!»
Aquello sucedió. Andy había mirado hacia arriba antes de que una edificación colosal viniera de otro mundo para aplastarla. Como estaba muy cerca, el escombro se desmoronó muy cerca de Jarabelle y esta tuvo que correr hacia el otro extremo del campo. Huyó también de una nube piroclástica que, una vez se disipó, la silueta de la niña volvió a surgir.
—¿Eso es todo?
—¡Maldita!
Continuó corriendo, mientras murmuraba párrafos enteros de lo que parecía ser una novela de fantasía. El lápiz que cargaba junto al pecho volvió a encenderse con un destello pálido y esta vez todo se volvió más exagerado, incluso para Andy, cuyos ánimos comenzaban a desesperarse.
Ya parecía un combate de dos superheroínas. Jarabelle se había dado poderes a sí misma. Ambas desafiaban la gravedad y se miraban con mucha tensión, como un par de vaqueros en una película antigua.
Ahora, nuestra chica hizo un movimiento rápido con la diestra y de un lado apareció un tren que iba muy rápido. El poderoso vehículo atropelló a Andy, a quien incluso la había tomado por sorpresa. Sin embargo, Jarabelle no quiso dejarla descansar, pues se apresuró a lanzarle más y más ataques provenidos de realidades alternas. Cuando el tren le pasó por encima, le mandó un avión, y luego la golpeó con una montaña, y enseguida la atacó con un estadio entero repleto de aficionados, y con rocas, y con tornados, y olas del mar, y avalanchas... ¡Pero de todos los embates Andy resurgía una vez tras otra, intacta!
—Me estás cansando, Jarabelle —masculló aquella—. Este juego ya no es divertido.
Por ello, la niña voló hacia ella y le asestó un tremendo gancho izquierdo repleto de oscuridad, del que Jarabelle se recuperaba con ayuda del lápiz. Solo murmuraba más narraciones y se recuperaba lo más pronto que podía; pero el propio tótem, le había advertido la otra Andy, no era capaz de realizar sucesos que rompiesen la lógica, de modo que no podía destruirla con solo desearlo.
Para vengarse, Jarabelle se dirigió hacia su enemiga y la cogió el cuello de su vestidito. Entonces, la inercia las envió a través de decenas de mundos, en los que se dieron fieros puñetazos, patadas y rasguños. Asimismo se mordían y se tiraban del cabello. Atravesaron una quinta avenida repleta de emblemas nazis, una Rusia donde aún existía la Unión Soviética, una Lima, Perú en la que predominaba la arquitectura china o una España devastada por una bomba atómica. Hasta se ahorcaron en una Tierra donde los humanos que presenciaban la batalla eran de color morado, mientras que les hablaban en idiomas desconocidos.
Pero tras una hora o dos intentando matarse, se dieron cuenta de que no se provocaban daño alguno. Y Andy se molestaba de tantas zarandeadas que recibía por parte de su furiosa enemiga, por lo que sus ojos se iluminaron con un par de resplandores rojos y se la quitó de encima.
—¡Estoy harta! —Su voz se intercambió por una muy demoniaca—. Absorberé todos los mundos conmigo, y me alimentaré de ellos.
Jarabelle había caído sobre una calle nevada que pertenecía a una ciudad como realizada con dibujos animados. Ante ella, Andy se elevaba, haciéndose cada vez más gorda, convirtiéndose progresivamente en una bola llena de malignidad. Hubo rayos y truenos de por medio. Al final, Andy se volvió un ojo negro enorme del cual emanaba vapor oscuro y electricidad.
La ciudad animada se distorsionaba. De repente Jarabelle recordó algo.
—¡Sé que te escondes del dolor!
No obtuvo respuesta, pues aquel agujero negro seguía torciendo la realidad. Un viento muy fuerte agitaba su pelo. Había mucho ruido también.
—Tu amiga se suicidó, ¿cierto? —Esperó una respuesta. Nada—. Jarabert me lo dijo. Me dijo que tú tenías una amiga que se había quitado la vida. Esa persona te dejó destruida, y es por eso que estás tan triste...
—¡Cállate!
—Crees que es tu culpa, pero no es así.
—¡Basta!
—Eres una versión más de mí. Jarabert creyó que mató a su padre por culpa de una travesura suya. Jaraniss se rebeló contra un gobierno autoritario y perdió a sus padres por esa decisión. Y yo me estrellé durante un accidente automovilístico... —Su voz se le cortó cuando recordó todo—. Ellos... discutieron conmigo. Yo me enfadé y perdí el control de la camioneta. Nos dimos contra un camión. Sobreviví y me culpé de ello durante muchos años. Me cerré a las personas, al exterior, ¡al mundo entero!
—¡Por favor! —gritaba Andy con dolor. Aquella masa de negrura se comprimía.
—Y tú también sufres de lo mismo. Porque tú eres yo. ¡Somos la misma persona!
El agujero negro emitió un desgarrador alarido y explotó. La onda expansiva tumbó a Jarabelle y la transportó a una última dimensión.
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Jarabelle se encontraba ahora en un despacho grande, tranquilo y con varios estantes de libros. Al fondo se reproducía música muy antigua en un fonógrafo.
Se levantó y estudió su entorno nuevo.
—¿Dónde estoy?
Ya no tenía el lápiz consigo.
—¿Qué es todo esto?
Caminó por la estancia y encontró dos libros en una mesa. Recogió uno que tenía una caratula de ciencia ficción.
«Eternalia 2101 —leyó—. Escrito por Andy & Jarabelle»
Detrás, en la contraportada, el sinopsis rezaba:
«Con tan solo dieciséis años, Jaraniss Overgray tuvo que unirse al Parlamento, pues los sabios dadores habían decidido que su inteligencia podía ser aprovechada por el gobierno...»
Dejó de leer y recogió la segunda novela.
«Redención y deber. —Volteó el libro y leyó el sinopsis—: Inglaterra, 1817. Jarabert Austen es un reverendo atormentado por la culpa. Cree que su vida carece de sentido por esta razón...»
Y a un lado, un manuscrito tenía un texto en la portada:
—«El amor siempre vuelve dos veces»
—Ese libro es sobre ti —dijo una mujer lánguida en su escritorio. Se había dado la vuelta en su silla giratoria.
—¿Qué?
—Todavía no lo termino. Está incompleto. Pero esa historia habla de ti. O, mejor dicho, es sobre nosotras. —Parecía que aquella persona había llorado mucho—. Me cansé de escribir tanta ficción absurda, que solo decidí narrar nuestra historia, la de una diseñadora gráfica que supera los traumas conociendo el amor. Claro, en tu historia el amor es un hombre. Lo hice hombre para venderla mejor. No es que las novelas de lesbianas no se vendan bien, pero...
—¿Qué es todo esto? ¿Por qué estoy aquí? ¿Quién diablos eres tú?
—¿No te has dado cuenta? Eres un personaje. Yo te he creado. Mi nombre es Andrea Saldívar, y soy una escritora y diseñadora gráfica, o lo solía ser, ya que ahora solo trabajo en una estúpida aseguradora.
—Andrea... ¿Andy?
—Bingo.
—¿Cómo es posible? —Jarabelle miraba sus propias manos—. ¿Soy un personaje literario?
—Lamentablemente sí. Pero no existes, sino que estás dentro de mi mente. En realidad estoy teniendo otro momento introspectivo. La verdad es que tú y los otros dos fueron los personajes que menos me han dejado en paz. Creé muchos mundos, pero nada como los de ustedes tres. Siempre hablan en mi cabeza, viven sus aventuras y... Es como dicen por ahí, que los personajes cobran vida y tú no puedes hacer nada en contra de ellos.
Jarabelle tomó su manuscrito. No sabía qué pensar. Andrea se levantó y se acercó.
—Debes tener muchas preguntas —le dijo—. Estos dos libros los autopubliqué en Amazon. Los ideó Mariana, por cierto. Ella los comenzó a escribir. Pero cuando tomó esa decisión... yo... no pude dejarlos inconclusos. Sus fanáticos estaban devastados, sobre todo yo. De modo que los quise concluir como creo que ella los hubiera querido, porque era su mayor sueño, tenerlos terminados. No obstante, nadie lo recibió bien. Los fanáticos me criticaron, la gente me odió en Twitter y casi me detienen por semejante locura. Comprendo mi error. Aun así, yo sé que Mariana hubiera querido verlos terminados y siendo disfrutados por los lectores.
—¿Y por qué se suicidó?
Andrea guardó silencio, caminó hasta el escritorio y, sin mirarla, habló.
—Una editorial nos engañó. Nunca fuimos muy suertudas en el mundo editorial, ¿sabes? Yo había estudiado diseño con la idea de aprender sobre cómo se hacían las maquetaciones y las portadas. Quería dar lo mejor de mí para aportar a nuestra relación, y allí es donde después me metí en esto del diseño editorial, por cuenta propia. Encontré más tarde una editorial que me pareció lo mejor. Mariana confiaba en mí, desde luego, por lo que, a pesar de su recelo hacia esa empresa, me hizo caso. Yo estaba más o menos desesperada por cumplir nuestro sueño. Le dije que era la buena, que con ella conseguiríamos publicar. Pero esos malvados nos mintieron. Nos cobraron mucho dinero, le dieron nuestros borradores a otras personas que más tarde nos plagiaron, y se quedaron los derechos, sin nosotras poderlos denunciar. Ya no teníamos para pagarnos unos abogados ni nada parecido. —La escritora sollozó. Se dio la vuelta—. ¡Mariana ya había tenido muchos problemas con su familia! Ella... Esa estafa que nos hicieron fue la gota que derramó el vaso. Sufrió aún más con esta decepción, ¡y entonces fue cuando eligió dejarme sola!
Jarabelle veía el suelo.
—¡Esa egoísta me abandonó! Éramos como Thelma y Louise, como Calle y Poché... ¿Por qué no me compartiría esas ideas que tuvo? No pude hacer nada por ayudarla, por salvarla de pensar así. —Se limpió las lágrimas—. Aunque yo escribía sus historias de ustedes para terminarlas y cumplir su visión de manera póstuma, había veces en que las detestaba. Quise borrarlas e intenté hacerlo. Sin embargo, ustedes nunca dejaron de luchar contra mis arrebatos de depresión. Son invencibles, en especial tú. —Y la miró. Jarabelle lo notó y mantuvieron el contacto visual—. Tú, que eres la que más se parece a ella, la que tiene su seudónimo, la que hasta conserva su personalidad a pesar de que lleves mi historia. Se parecen tanto. Te escribí pensando en Mariana. —Acunó su rostro en las manos y el personaje literario se sintió incómodo—. Llevas su nombre, su cara, sus frases...
Jarabelle se alejó.
—Stardust hubiera sido tu apellido, pero no he decidido ponértelo aún. Aunque, ese es en realidad el de Mariana. El apellido falso, quiero decir. Mariana en realidad se apellidaba Valdés. Se hacía llamar Jarabelle Stardust en Wattpad, donde nos conocimos. ¿Te gusta? Creo que podrías llamarte así y...
—Te equivocas, Andy, no soy ella.
—Lo sé. Les cambié el nombre a los otros personajes, traté de que fueran similares a ella.
—¿Ahora ves por qué te rechazaron los lectores? Lo que haces no está bien, aunque para ti sea con buenas intenciones.
—Lo sé. Por eso me alejé de la autopublicación. No volveré a escribir. Siempre destruyo todo lo que toco.
Hubo un silencio que las apartó un poco.
—¿Por qué no comienzas otra historia, una original? —le preguntó Jarabelle.
—¿Una original?
—Sí, Andy, una donde yo y las otras dos versiones seamos personajes nuevos. Hicimos un gran equipo peleando contra tu dolor, ¿sabes? Fue... fue divertido. Los extraño. Podríamos volver a existir, ¿no es así?
—No lo había pensado. —Andrea reflexionaba.
—Escucha, sé que Mariana no podrá volver. Y siento mucho lo que sucedió entre ustedes. Pero debes continuar. Debes seguir adelante. Apuesto a que eso es lo que Mariana hubiera querido. —Tomó a la escritora de los hombros y esta la miró—. Tienes que liberarte de ese dolor. Si algo he aprendido en las pocas páginas que me has dado es que nadie tiene la culpa de las tragedias que nos han ocurrido. Hay cosas que no podemos controlar, como lo es la propia muerte. Al final, no la podremos evitar jamás. Tienes que dejarla ir, Andrea, tienes que dejarme ir, mejor dicho.
—Mariana...
—Por favor, déjame ir para que tú seas libre. Dame una nueva historia. Métenos en una nueva novela que le guste al público. Pienso que sería divertido reencarnar en algo lleno de ciencia ficción para entretener a las personas, ¿no?
Andrea abrazó a Jarabelle, creyendo que volvía a hablar con su novia, y le agradeció un último encuentro. Comprendía bien lo que pedía la protagonista de su libro. De pronto, el cuerpo de Jarabelle se convirtió en una luz que su propia cabeza absorbió. En sus manos ya solo quedaba la sensación de que había sostenido un peso.
Y no se despidió de ella, sino que le dijo:
—Te veré algún día.
FIN
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