Capítulo 70
POV Narrador
El inicio de noviembre trajo con él el frío que Keiko adoraba, aunque a los chicos no le hacía gracia ya que el frío traía con él las lluvias. Es por eso que en los últimos días después de los entrenamientos se repetía la misma situación en la casa de Keiko y Bokuto. Mientras ella estaba en el sofá con su pijama mientras rellenaba algunos documentos y preparaba las dietas, Bokuto estaba en el gimnasio de la casa, o haciendo cualquier cosa con el objetivo de no estar quieto.
Aprovechando que el viernes no había llovido, después del entrenamiento mientras que Bokuto y Atsumu decidieron ir a correr, Keiko decidió ir a hacer unas compras andando ya que la tienda donde iba a ir estaba cerca del edificio.
Al terminar de realizar la compra, miró su teléfono por si había recibido algún mensaje, pero al no ser así, se lo volvió a guardar en el bolsillo delantero del pantalón, pero justo cuando iba a volver a su vivienda, un pequeño gato negro usos sus piernas de escudo.
—Hola gatito —miró a la bola de pelo —¿qué te ocurre? —con cuidado bajó sus manos para poderlo coger y se sorprendió ya que este aceptó que la castaña lo cogiera en brazos e incluso cuando se levantó con el gato en los brazos, este se refugió en sus brazos, Keiko al ver que el felino tenía un collar miró la medalla que colgaba de él y se sorprendió ya que el nombre junto al parecido que tenía el gato con cierta persona, se le fue imposible no acordarse de él—.
—¿¡Dónde mierda se ha metido el gato!? —al escuchar una voz acercándose a ella, miró hacia arriba y se encontró con una chica de aproximadamente dieciséis años con el cabello de color negro y dos mechones de color rosa en la parte delantera de su cabello —oh ahí está, ¿me lo puedes dar?
—¿Es tu gato? —no sabía porqué pero, algo le decía que esa persona no era la dueña del felino—.
—Claro que es mío.
—¿Cómo se llama?
—¿Por qué mierda lo preguntas? ¡Dame al gato!
—Lo siento pero no te creo, no voy a dártelo —decidió mantenerse en silencio pero aun así le dejó claro su pensamiento—.
—Vete a la mierda puta vieja —gritó antes de irse del lugar, la castaña solo suspiró cansada—.
—Vaya mierda de educación que tienen los jóvenes de ahora —volvió su atención al gato que ahora mantenía la mirada en ella —tranquilo gatito ya se ha ido —acarició suavemente la cabeza del felino y este cerró los ojos disfrutando del roce, debido a que levantó un poco la cabeza para acercarse más a la mano de la castaña, esta se percató de una pequeña herido que tenía en su cuello —oh pequeño, voy a llevarte al veterinario para que te cure.
Tras un suave maullido, la castaña sonrió y mientras sostenía al felino con un solo brazo, con el otro tomó su teléfono y comenzó a buscar al veterinario más cercano, al encontrarlo y memorizar la dirección guardó su teléfono, se acomodó el bolso de tela con las compras en su hombro y tras volver a sostener al felino con los dos brazos se dirigió al lugar. Al llegar, habló con la recepcionista y esta reconoció al felino debido a que era uno de los animales que iba al lugar y le dijo que llamaría a su dueña mientras le curaban las heridas al gato, Keiko aunque estaba feliz al enterarse, prefirió quedarse con él hasta que la dueña llegara a recoger a su mascota.
Unos minutos después, pasaron con la veterinaria quien comenzó a curar las heridas del felino tanto en el cuello como en la pata delantera derecha, al terminar la veterinaria acompañó a Keiko quien había cogido al felino, a una sala donde esperar a los dueños del gato donde al sentarse esta comenzó a acariciarlo.
—Sabes, me recuerdas a... —la voz de otra persona la interrumpió haciendo que Keiko mirase a esa persona—.
—¡Kuro! —al escucharla el gato maulló mientras la joven se acercaba —muchísimas gracias por encontrarlo, estaba muy preocupada —dijo mientras acariciaba la cabeza de su gato—.
—Oh, no tienes que agradecerme nada —Keiko se sorprendió del parecido que ella tenía con la dueña del felino—.
—Se te dan muy bien los gatos —cogió a su mascota entre brazos —¿tienes gatos?
—No, pero he tenido anteriormente, se me dan bien —mientras decía eso Keiko recordaba perfectamente como alguno de los comportamientos que sus amigos habían tenido podrían perfectamente encajar con los gatos—.
Al ver a esa joven abrazando a su gato a la castaña le fue imposible no sonreír, poco después todos salieron del lugar mientras la pequeña no paraba de darle las gracias a Keiko.
—Ya te lo he dicho no tienes que agradecerme nada, es un gato muy bueno —dijo mientras acariciaba la cabeza del gato—.
—Si, adiós, dile adiós Kuro —dijo cogiéndole la pata izquierda del felino para despedir a Keiko, quien tras despedirse de ambos volvió a dirigirse a su casa—.
En el camino una leve sonrisa se formó en el rostro de la castaña, aunque todavía seguía algo sorprendida ya que la primera chica que se encontró le recordó a Nyoko y la segunda le recordó a ella misma y como olvidar el parecido del gato con Kuroo, volvió a mirar su teléfono en el camino a su casa, lo único que tenía era un mensaje de Bokuto diciéndole que ya estaba en casa, esta le dijo que iba para allá y volvió a guardarse el teléfono para seguir su camino. Ya en la misma calle de su edificio volvió a recordar lo ocurrido con el felino ocasionándole una pequeña risa.
—De todos los nombres que había de gatos, tenía que llamarse... —se calló al ver a cierto pelinegro delante suya —Kuroo-san.
—Kei... —cuando la castaña se percató el mayor la estaba abrazando escondiendo su cabeza en el espacio entre el cuello y el hombro de la mayor —ayúdame...
Continuará...
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