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Capítulo 73


La llegada a la estación de policía fue silenciosa. Ninguno de los presentes se encontraban anímicamente preparados para la persona que encontrarían allí, pero no les quedaba  más remedio que obedecer si deseaban conocer la verdad y qué de una vez por todas supieran quien habían sido.

Y aunque los ánimos se encontraban por los sueños. La ansiedad de conocer al culpable prevalece en cada de uno de ellos, aunque en unos más que en otros por lo que cada que se acercaban al encuentro su nivel de ansiedad aumentaba.

—Buenos días señor oficial, somos los hermanos Gutiérrez.

—Ah si, yo hablé con ustedes. Permítanme, y llamo al jefe.

El oficial sale disparado dejándolos solos. En la oficina de Robert, ambos amigos se encontraban charlando sobre el sospechoso. Alejandro se encontraba ojeando el expediente de la persona que había incendiado el negocio

—Su nombre es Macario Lara, un pandillero de baja categoría que tiene varias anotaciones por diferentes delitos... Hasta el momento habían sido menores. A entrado y salido de la carcel desde antes de cumplir la mayoría de edad. Lo pudimos reconocer gracias a las diferentes cámaras que hay en la zona. El tipo no fue nada discreto. Al parecer quería que lo reconocieran.

—Pero yo no entiendo —dice, tirando a la mesa el expediente de personaje.— ¿Qué tienen en común este patotero con los hermanos Gutiérrez?

—No lo sé, no a querido hablar desde que lo capturamos. El tipo sabe que tiene sus derechos, así que lo único que pide a cambio es verlos.

Alejandro alza una ceja, incrédulo.

—¿Y tú lo vas a dejar? ¿A los dos?.

—Por supuesto, no a querido hablar y dijo que hablaría solo si estos están presentes. ¿Qué más querías que hiciera? Si quiero resolver este caso debo al menos intentarlo por esta vía. Además, ¡Despreocúpate! Tu amada estará bien habrá un policía allí dentro.

Alejandro no lo miró muy convencido. Sin embargo, confiaba en su amigo por lo que no tuvo más remedio que aceptar.

—Eso espero y quiero estar presente en el interrogatorio.

—Vamos, sabes que eso no se puede hacer —comenta soltando un bostezo debido al agotamiento.

—¡Vamos! Eres el jefe, si que se puede hacer —gruñe malhumorado cruzando sus brazos de forma infantil.—quiero estar presente, ¡Y quiero! que ese hombre este encerrado de por vida. 

—Disculpe jefe —habla el policía, interrumpiendo su conversación no sin antes tomar la puerta.—los hermanos Gutiérrez ya se encuentran aquí.

—¡Quiero estar presente! —insiste Alejandro, colocándose de pie al mismo tiempo que lo hacía Robert.

Ambos intercambiaron miradas midiendo el grado de irritabilidad del otro. Era una lucha silenciosa que prometía alargar la situación sin ceder ni un poco a sus palabras y aunque Alejandro se caracteriza por se una persona paciente y persistente; Robert podía volver añicos su resistencia.

Así que Alejandro no pensaba alargar esa situación. No cuando solo unas cuantas paredes lo separaban de su amada y de la posibilidad de verla por segunda vez en menos de dos horas, además de conocer la verdad. Aunque la verdad doliera si su familia se encontraba implicada. Jugo el juego que a su amigo le gustaba jugar,  hizo su mejor esfuerzo por verse miserable. Incluso junto sus manos y las mantuvo unidas.

—¡Vamos hermano! Sabes que esto es más importante para mi de lo que es para ti. Te prometo que no haré ni diré absolutamente nada, calladito me voy a quedar, ¡Te lo prometo! Incluso estaré dispuesto a dejarte en paz. Nuestra deuda será zanjada apartir de ahora. Por favor, por favor, por favor.

Robert lo observa con superioridad, incluso es capaz de soltar un sonrisa satisfactoria.

—Llévelos con el recluso.

Alejandro relaja su expresión y augurando un aura reluciente sigue al policía, con Robert siguiéndole los pasos hasta que entran a una pequeña y oscura  habitación. Tras el vidrio, se puede observar al detenido, un hombre de baja estatura, tes mestiza y lleno de tatuajes, ropa desaliñada y rastas descuidadas. El tipo se mantiene con la cabeza en alto y sin ninguna expresión en su rostro, la luz de la lámpara lo hacían lucir intimidante y Alejandro sintió ganas de atravesar aquellas paredes y molerlo a golpes, todo para  evitar que Adamaris volviera a ese lugar.
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El corazón de Alejandro se detuvo al ver a Adamaris entrar a la habitación y por un momento deseo ser quien estuviera a su lado puesto que su semblante ponía en alarma su instinto de peligro. Ésta luce pálida y bastante nerviosa, ahora que estaba sin saco pudo notar que había adelgazado demasiado y aquella imágen hizo que su corazón doliera de una manera nada placentera.

Para la castaña, estar nuevamente en aquellas paredes le provocan arcadas de asco y unas profundas ganas de salir corriendo despavorida por la sensación de encierro. El solo hecho de estar allí le provocaban una ola de malos recuerdos y que se sintiese enferma. No deseaba estar en aquella situación el espacio le parecía reducir con cada paso que daba, y el aspecto amenazante con que luce el sospechoso le provoca que su piel se erice.

—Al fin nos vemos las caras —comenta éste al verlos entrar.—no saben cuántas noches soñé con este momento.

Alan y Adamaris intercambiaron miradas, claramente confundidos, pero su instinto activo les hizo volver a mirar al detenido. Los hermanos se sentaron frente al hombre, cada uno en su asiento pero cerca del otro. Su oscura mirada los observaba con tanto odio que Alan no pudo evitar tensar su cuerpo y afilar su mirada. Al otro lado, Robert y Alejandro intercambian también una rápida mirada antes de volcar su atención a la sala de interrogatorio.

—¿Nos conocemos? —pregunta Alan, serio interrumpiendo el denso silencio que empezó apoderarse de los presentes.

El hombre no se esfuerza en contestar, se mantiene en completo silencio solo observándolos y por un momento los hermanos pensaron que éste les estaba leyendo la mente, tratando de encontrar afirmación de sus pensamientos como si pudiera analizarlos con sus oscuros ojos. La incomodidad de aquel acto los puso aún más tensos. 

—Antes —comenta arrastrando la palabra y rompiendo el denso silencio.— pero... Ya que ustedes me arruinaron la vida, me pareció justo conocerlos. Ahora puesto al fin puedo apreciar de frente a las personas  que tanto odio.

Roberto y Alejandro vuelven a  intercambian una rápida mirada. Alan suelta un resoplido, tratando de soltar todo rastro de incomodidad y tensión que podría mostrar vulnerabilidad y le da unas palmadas a la mesa, en evidente estado de impaciencia.

—¿De qué estás hablando? ¡Sé claro, no te andes por las ramas! ¿Quién te contrato? ¿Por qué hiciste lo que hiciste? —le pregunta sin pretender  ocultar su impaciencia.

Macario suelta un resoplido con el ceño fruncido, pero no se digna a contestar.

—¿Qué te hicimos? —demanda saber Adamaris. —¿Qué? Para que nos odies tanto como dices que lo haces. Habla, por favor.

Tras sus palabras, Macario suelta una carcajada sínica, posando su mirada de un hermano a otro sin borrar su expresion burlesca y altanera. Aquella situación de verdad le estaba divirtiendo y le importaba muy poco los sentimientos negativos de los hermanos, aquello lo divertía.

—¡Bueno ya! —exige Alan, frustrado.—¡dinos de una vez lo que tienes que decir o nos vamos a ir y nunca nos volverás a ver!

Macario voltea a ver Adamaris y sus ojos se volvieron maliciosos. Alan empuña sus manos y le da un golpe  a la mesa para llamar su atención. Y lo consiguió. Ahora también Alan tenía ese mismo brillo en sus ojos. No le había gustado la manera en que ese hombre veía a su hermana y tenía la necesidad de hacerle saber que dos también podían jugar el mismo juego.

—¿Les dolió mucho ver arder su estúpido negocio? Por ahí leí que los mandé directamente a la quiebra. No saben cuánta satisfacción me dió al leer esa noticia... Es una lástima que no fueran ardido ustedes también.

Ninguno de los presentes se atrevió hablar, pero las venas de la frente de Alan empezaron a ser más notoria. La expresión cargada de satisfacción, confirma la satisfacción que sentía Macario al verlo tan inestables.

—¿Les digo porque los odio tanto? Ustedes... Ustedes son los responsables de mi desgracia —los apunta muy despacio, tomándose el tiempo de señalar uno a uno mientras sus manos toman la forma de un arma.— de que mi familia se acabará. Así que todos tienen que pagar. Incluidos —escupe apretando los dientes sin poder contener su irá y deteniendo su acción de vuelta a Adamaris. 

—Habla claro, ¿De qué nos acusas? —exije Alan.

Macario pasa saliva y por un microsegundo, se parecía un épice de nostalgia reflejarse el rostro del acusado. 

—¿Así que no se acuerdan de la noche del veinte de septiembre? —pregunta, fingiendo estar triste.

Y aquella fecha fueron como un balde de agua fría para los hermanos. Ambos bajaron la guardia y se quedaron gélidos, como suspendidos en una nube de recuerdos desoladores, llenos de un abrumador dolor  incluso sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas.  Su cerebro proyecta las imágenes de aquella trágica noche como un suceso reciente y no de casi una década, volviendo a traer con sigo todas las emociones que sintieron al conocer las noticias. Unas más aterradoras que otras.

La noche en la que sus padres murieron y sus vidas como la conocían cambiaron para siempre. Lágrimas bajaron sobre sus ojos mezclándose con el sudor después de estar sudando frío, siendo observados con tremenda satisfacción por Macario que empieza a reír frenético al haberlos roto, y rebajado al mismo nivel de dolor que él experimento hace años y de lo que estaba plenamente convencido que estos no sintieron.

Alejandro, al verlos tan vulnerables ante sus ojos y sin poder ir a brindarles consuelo se tensa y pega su nariz al vidrio aún cuando tiene todo el panorama frente a él. No sabía porque ese hombre había dicho aquella fecha que atormentó de inmediato a los hermanos; y por consiguiente, lo puso bastante inquieto a él también. Pero temía que estuviera relacionado a algo que los involucra a ellos también. Con gran tristeza se dió nuevamente cuenta que aunque decía amar con todas sus fuerzas a Adamaris, no conocía a profundidad sus temores, sus pesares, sus grandes traumas. Solo la había visto sonreír.

—¿Qué pasó ese día? —se pregunta Alejandro en voz alta. Robert mira a su amigo en busca de saber de que hablaba y al notarlo con una clara expresión de duda supo que no sabía la respuesta aquella pregunta.

—Por culpa de ustedes, yo me quedé completamente solo en este mundo —apunta dejando derramas algunas lágrimas, pero sin cambiar su expresión de enfado.

Adamaris niega desesperada, sintiendo como su cuerpo empieza a convulsionar al no poder retener sus sollozos ni mucho menos poder articular palabra alguna, aunque su cabeza le exigiera hacerlo de su garganta solo balbuceos podían salir.

Macario al verlos tan quebrados siguió esparciendo todo lo que se le cruzaba por la cabeza, todos esos sentimientos que alguna vez deseo decir.

—¿Lo recuerdan? ¿Ahora sí lo hacen? ¿Lo hacen? ¿Ahora sí lo hacen? ¿Ya saben porque los focking odio? ¡Demonios! Es increíble que unos seres como ustedes no lo logran comprender. ¡Les rogué que no hicieran nada! ¡Se los suplique! ¡Les focking pedi que no lo encerrarán y les valió!.

—¡Basta, basta, basta! Nosotros no tuvimos la culpa —habla Adamaris, apenas ahogándose en llanto. Agradeciendo internamente .—ni siquiera la tuviste tú —pasa saliva para aliviar el nudo que empezó a crecer en su garganta y es cuando levanta la cabeza, enfrentando al acusado.— nosotros también nos quedamos completamente solos. ¡También perdimos a nuestros padres! ¡También nos quedamos solos! ¿De qué somos culpables? ¡¿De qué?! —grita sin poder evitar que su voz se quiebre al final de sus palabras.

Macario le da una fuerte golpe a la mesa y se levanta de un salto de silla, mandándola a volar; queriendo acercar a Adamaris pero las esposas que traía puestas no se lo permitió puesto que se encontraban pegadas a la mesa.  El sonido del chillido de la silla  pone en alerta a Alan quién sale de su trance y con su brazo tira de su hermana actuando como un escudo al ponerse de pie y colocarse frente a ella. El policía también se encuentra cerca, agarrando su pistola, pero sin sacar el arma. Y en la otra sala tanto Alejandro como Robert estaban en completa alerta por si tenían que intervenir.

—¿No va a disparar o si? —pregunta Alejandro temiendo que algo le suceda a Adamaris o a su hermano si la situación se salia de control.

—Espera —responde Robert apretando los dientes, atento a los movimientos de las personas en esa habitación midiendo el grado de irritabilidad de las personas en cuestión.

—!Es mejor que te calmes o esto se acaba aquí Macario y hablo en serio!—demanda el policía alzando la voz.—habla de una maldita vez que se está acabando el tiempo.

El aludido ni siquiera se intimido por sus palabras y su mirada sigue fuertemente atrapada en los hermanos.

—¡Solo mirense! Con sus aires de grandeza y extremada altanería —los señala violentamente.— si ustedes no hubieran seguido  con aquella investigación mi padre no fuera ido a parar a la cárcel, mi familia no hubiera desaparecido. Yo no hubiera terminado así. Mi hermana no fuera muerto. Mi vida sería completamente otra. ¡Pero los ricos siempre tienen que mirar por encima al pobre! ¡Mientras yo viva, les haré pagar todo lo que me hicieron a mi!

Esas palabras llenaron de ira el corazón de Adamaris que jamás había sentido tantas ganas de tener un arma en sus manos. Está no pudo evitar también colocarse de pie, sin dejar de mirar al hombre frente a ella aunque sus lágrimas seguían bajando desenfrenadas el brillo triste y desolado quedó opacado casi por su totalidad.

—¡Patrañas! ¡Nada te debemos, nada! —escupe apretando con fuerza sus manos.—lo que ¡Tú! padre cometió fue un delito; la única diferencia entre él y tú, es que él no lo hizo de forma maliciosa, muy por el contrario de lo que  tú hiciste —aprieta sus labios, interrumpiendo sus palabras y secándose la cara alza su cabeza mirándolo de manera altiva.— no tienes la menor idea de lo que has provocado. Porque sí, nos pudiste dar un golpe pero tenlo por seguro que nosotros —agarra la mano de su hermano, aprentándola con fuerza y sacándolo nuevamente de su propio dolor. —nos vamos a rendir tan fácil.
 
Alan asiente despacio ante sus palabras devolviéndole el apretón a su hermana, y como si estás le fueran dado un respiro de sus malos pensamientos después de tanta bruma por los recuerdos pasados adopta nuevamente su postura inicial. Devolviéndole la misma mirada amenazante que Macario les estaba brindado.

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