Capítulo 72
El corazon de Adamaris dió un brinco y empezó a doler, pero no era un dolor placentero si no todo lo contrario. Era intenso y mortal. El fuerte olor de la colonia de Alejandro inundó sus fosas nasales confirmándole que no había entrado extrañamente en un mundo alterno y aquello pareció que provocó un corto circuito en su cabeza porque se vió impedida en apartar la mirada de su presencia.
Ni siquiera fue capaz de sentir que la tensión en el ambiente iba en aumento a medida que pasaban los minutos. Ninguno de los presentes fue capaz de pronunciar palabra alguna, demasiados consternados con la magnitud de la noticia como para procesar y entender su significado.
El primero en reaccionar fue Alan, quién se levanta abruptamente de su asiento, mirando al empresario como si de pronto le hubiera salido dos cabezas más. El ruido estruendoso ni siquiera inmutó a su hermana que mantiene la mirada fija en el empresario sin entender todavía la escena ante sus ojos, pero sí a Alejandro, demasiado consciente del lugar en el que se encontraba aunque el tener a su amada tan cerca lo hizo alejarse de la realidad por algunos minutos. Ahí estaba. A solo diez pasos de él. Podría acortar la distancia y besarla. Oler su perfume de frutos secos y.
—¡¿Pero qué es todo esto?! ¡¿Qué hace ese hombre aquí?!.
Fedora abre la boca para responder, pero Alejandro le pide alzando el brazo que no intervenga, apartando abruptamente la mirada de Adamaris y frunciendo los labios para no sonreír.
—Soy su nuevo socio. Compré su parte de las acciones.
—Hi-hizo una tentadora oferta —se excusa Fedora tratando de aligerar la tensión.— y va a respetar todos los términos pactados en el anterior contrato por lo que no se tiene que convertir en una casería de brujas.
Esa respuesta pareció enfurecer más a Alan que abrió exageradamente los ojos y fijó su vista en el empresario. Alejandro no se intimido, pero extrañamente aquella mirada le parecía bastante familiar por lo que tuvo que controlar sus impulsos de encogerse tal cual niño pequeño. Tuvo una sensación extraña de déjà vu que lo desconcierta.
— ¡Esto es una encerrona! —ruge, señalandolos.—¡Y nosotros caímos en ella! ¡A saber que intenciones tiene éste imbécil para con nosotros! ¡Que estúpidos fuimos en confiar en usted! —señala a la empresaria. Ésta pega un pequeño saltito en su silla.
—Créeme que tengo solo buenas intenciones —interrumpe Alejandro, manteniéndose inexpresivo, volviendo a captar la atención de Alan.—Si hubiese querido hubiera modificado el contrato, pero no lo haré. Les doy mi palabra.
—¡Palabra! —gesticula en tono burlon. —¡Pues no lo acepto! ¡Prefiero antes irme a la quiebra que tener que trabajar para ti! —Alan se acerca peligrosamente a Alejandro, tomándolo del cuello de la camisa y alzándolo. Fedora suelta un grito espantada y empieza a temblar. Mónica y María se apresuran a intervenir, siendo la Rubia quien agarrando con fuerza sus manos intentando al colocarse entre los dos que no se fueran a golpes.
—¡Por favor Alan, calma! Las cosas no se solucionan a golpes —pide la rubia.—vuelve a tus sentidos por favor. Si lo atacas él te puede denunciar y hasta puedes ir a la cárcel, ¿Quieres eso?.
Alan suelta un bufido en forma de chiste y sus ojos se abren todavía más, sintiendo impotente, y frustrado suelta bruscamente su camisa y se aleja, no sin antes empujarlo. Mónica suelta un suspiro aliviada, pero no es capaz de bajar la guardia.
—Es mejor que nos vayamos —anuncia Mónica.
Adamaris, que hasta el momento se había mantenido en completo estado de ensimismamiento se levanta abruptamente apartando por primera vez la mirada del empresario y bajo la atenta mirada de Alejandro, sale de la oficina sin atreverse a mirar a nadie; teniendo que rodear casi por completo el lugar para no tener que enfrentar al empresario. María quien fue la única que estaba al pendiente de la actitud de la castaña y previendo un ataque de pánico, la sigue de cerca.
Al ver salir a su amada, Alejandro sonríe, sintiéndose extremadamente feliz. Justo fue ese sentimiento quien lo alentó hacer toda esta locura de la que no se arrepentía y el hecho de poder sentir nuevamente ese sentimiento solo le reafirma que tomo una buena decisión.
—Yo creo que no —comenta Alejandro, tomando una posición más imponente. Mónica se gira a verlo, asesinándolo con la mirada. —todavía hay mucho que discutir. Cada día que pasa es una perdida enorme de la clientela que se tiene, es decir alejarnos cada día más del mercado, tenemos que empezar a fijar fechas, así como estratégias a seguir para cubrir todo lo que se perdió tras el incendio.
—Yo creo que ahora no es el momento —insiste Mónica, apretando los dientes al hablar.
—Mis palabras ya están dichas —asegura Alan, y tomando el mismo camino que recorrió su hermana, sale de la oficina estrellando la puerta al salir.
—Habla con él —pide, desdeñoso al ver que Mónica no se inmutó.—tu sabes que mejor oferta que la que brindo no encontrará nunca.
Mónica no se voltea a mirarlo tampoco fue capaz de pronunciar palabra si no que sale de la oficina.
—¡Ay no! Te juro que por un momento pensé que te iba a golpear —chilla Fedora, soltando el aire que había retenido.—ese chico parecía tan buen muchacho.
—Y lo es Fedora, solo que ahora no soy su persona favorita —le contradice.
—Pero, ¿Qué has hecho para que ese muchacho te odie tanto? Tras que lo salvas de irse directo a la quiebra sin posibilidad de salvación y te trata de esa manera, no entiendo tu insistencia .
Sus palabras provocan que Alejandro ponga los ojos en blanco, exasperado.
—Ay Fedora, ¿No puedes escuchar lo que te digo? Por eso no eres una Álcala.
—¡Ey! Te ayudé, ¿Recuerdas? Sin mí, no te abrías acercando a esa chica —comenta. Alejandro hace un puchero. —¿Qué? Te conozco desde niño, sé si estás enamorado o no. Y no fuí parte de tu familia porque uno es veinticinco años mayor que yo y él otro ya estaba enamorado.
Alejandro bufó, pero el sonido de su teléfono lo distrajo. Era Robert. No dudó en contestar.
—Si, ¿Qué noticias me tienes?.
—Encontramos al sospechoso. Ahora mismo está siendo interrogando.
—Que buena noticia me acabas de dar. Voy inmediatamente para allá.
—Esta bien.
Al colgar, vuelve su atención a Fedora.
—Tengo que irme.
—Por favor no te desaparezca —le pide y despidiéndose de besos, abandona la oficina.
Por otro lado, el ambiente en el auto era bastante tenso y violento. Alan es el único que habla, despotricando y maldiciendo al aire mientras conduce desenfrenado por la carretera, provocando nerviosismos y pánico en Mónica y María quienes trataban inútilmente de calmar su furia por lo que los tres se olvidaron el estado catatónico de la castaña.
—¡Estoy seguro que todo esto fue parte de una venganza! ¡Una muy bien elaborada! ¡Maldita sea! —ruge sin poder evitar darle de golpes al volante.—¡Claro, claro! Nos trata de humillar y quedarse con todo lo que hemos trabajado. ¡Que imbécil hemos sido! Todo fue un plan, y no dudó que el incendio también sea provocado por él.
—No podemos asegurar eso —contraataca Mónica asustada por el movimiento brusco del auto. —y por favor calma que vas manejando y nos puede pasar algo.
—Tenemos que hablar con tu amigo el abogado —divaga sin prestarle atención a los pedidos de su copiloto.—no él no, por su culpa estamos metidos en este problema. Necesitamos otro abogado, uno más experimentado y qué nos libre de esta sociedad. ¡Maldición! Debí partirle la cara.
—Hablemos de esto mejor en casa, ¿Quieres Alan?. Ahora reduce la velocidad. Estás manejando por favor.
—Si, Alan por favor piensa un poco y mira la situación —interviene María, eufórica.—nos vamos a estrellar, ¿Eso quieres? ¡Morir como tus padres!
Aquellas palabras tomaron por sorpresa a los presentes e hicieron que Alan frenará en secó el automóvil para sorpresa, pero alivio de éstas; Alan se mantiene estático, mirando hacía la carretera sin bajar los brazos del volante y manteniéndose tenso en su lugar.
María sabía que aquellas palabras eran duras de oír. Sin embargo, fueron necesarios para lograr calmar la ira de Alan. Crueles al fin, pero necesarias. El automóvil se quedó en completo silencio, silencio roto por las respiraciones agitadas y gemidos de los presentes.
Mónica y María intercambiaron miradas, mismas que terminaron por volver a Alan cuando su teléfono empezó a sonar con insistencia interrumpiendo el silencio. Éste no se apresura a contestar y aún con aquellas palabras e imágenes del pasado revoloteando en su mente decide contestar.
—¿Señor Gutiérrez?.
—Si, con él habla.
—Le llamamos de los amparos. Hemos capturado a la persona que vandalizó su negocio y pide hablar con ustedes.
Alan frunce ligeramente el ceño.
—Ya vamos para allá —dice y cuelga.
—¿Quién era? —pregunta Mónica al ver que Alan se desploma en el respaldar de la silla, cerrando los ojos y dejando salir el aire que tenía retenido en el proceso.
—De la estación de policía, ya atraparon a quién vandalizó el negocio. ¿Quién se baja aquí? Esto al parecer tardará. El delincuente quiere hablar con nosotros dos —comenta, alza la mirada al espejo retrovisor y es cuando nota que Adamaris se encuentra totalmente en silencio, con su cabeza pegada a la ventanilla y su mirada triste perdida en alguna parte de ka carretera. —¿Estás bien? —le pregunta, preocupado tomando sus manos. Sin embargo, Adamaris aún sigue con su perdida en sus pensamientos. Alan agita su mano —¿Adamaris? —vuelve a preguntar.
—Debe estar en shock por... —habla María. Sin embargo, se interrumpe y baja la voz. —lo de hace rato.
Alan hace una mueca al caer en cuenta de las palabras de la morena.
—¿Adamaris? —insiste Alan.—No te preocupes hermana, voy a encontrar el modo de deshacernos de él —le promete, dejando un beso en cada palma de sus manos.
Debido al roce, Adamaris gira mecánicamente su rostro y aunque su ceño está ligeramente fruncido sus ojos no se encuentran en ningún lugar, se mantienen vacíos. No se a enterado del significado de aquellas palabras.
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