Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 58

Un fuerte dolor atravieza la cabeza, pero aún así permanece con los ojos cerrados, intentando dormir. Se había pasado la noche y gran parte de la madrugada llorando sin posibilidad de conciliar el sueño, pero sencillamente no podía parar. El dolor de la pérdida y las constantes palabras que resuenan una y otra vez en su cabeza la asfixian, quitándole las ganas de salir adelante.

No podía sacarse de la cabeza aquellas palabras. Le dolía y escocía el corazón.  El sentimiento era cada vez es más penosamente doloroso y empezaba a sospechar que con el tiempo se iba agrandar, no sabía com o pero ese presentimiento se apodera cada vez más de su cabeza y con cada lágrima derramada lo confirma. Y es que, todo lo vivía como si fuese sido ayer que Alejandro las hubiese dicho todas aquellas malditas palabras, todavía no podía creer todo lo que lo que habia pronunciado aquel día, le parecía inconcebible que hubiese maldecido su amor, que no lo hubiese creído, que la hubiese dejado a su suerte, y lo más importante, no sabía cómo hacerle frente a los sentimientos negativos que empezaban apoderarse de su mente. No sabía si iba asuperar ese momento, ni siquiera sabía si podía olvidar- todavia existente- gran amor que sentía hacia su ahora ex novio porque ahora solo sentía desesperanza, dolor, desdicha. Como si no tuviera un lugar, sin ningún norte, sencillamente su mundo esta vacío y nuevamente se odia, se despecia porque ella tiene personas importantes en su vida, pero sencillamente parece que alguien apago la luz que una vez mantuvo encendida y se apodere completamente de sus sentimientos.

Adamaris se tapa completamente limpiando rápidamente las lágrimas y mocos consecuencia de tanto llorar mientras Maricé entra a su habitación. 

—Cariño, ya está el almuerzo —anuncia Maricé mientras entra a la habitación. —¿adivina quién vino acompañarnos?.

No contestó y Maricé siguió parloteando quejándose de la poca iluminación de la habitación y del olor nada sútil a húmedad. Adamaris no le dio importancia y siguió intentando dormir.

—¿Por qué aún no te has levanto? ¿Te duele la herida?

Maricé se apresura a revisar si su temperatura sufrió alguna alteración.  Sin embargo, rápidamente lo descarto.

—No tengo muchas ganas de levantarme.

—¿Qué pasa, cariño? Porque no me cuentas y lo arreglamos.

Adamaris bosteza y se acurruca volviéndose un ovillo en la cama. Maricé la observa preocupada. Bosteza.

—Estoy bien, solo quiero dormir.

Maricé tarda en responder, su mirada de repente recae en la fotografía de su difunta hermana y esposo, y siente que nuevamente vuelve a fallar. 

—Esta bien, entonces tendré que decirle al doctor Damián que te revise haber si no es la herida.

Muy por el contrario de lo que pensavva, Adamaris no se inmutó. No quería pensar en el significado de sus palabras. Últimamente no quería leer entre líneas. Pero lo cierto es que el doctor Damián ya estado llegando a la casa desde que ésta fue liberada, pero no le había prestado atención así que sus intentos por entablar una conversación se fueron reducidos.

—Ya te dije que estoy bien —insiste todavía en un susurro.—la herida está perfecta. Estoy bien. Solo quiero dormir.

—Lo mismo dijiste está mañana y no desayunaste —recuerda con preocupación.—ayer prácticamente te dormiste sin comer. Mira como estás. Estás tan pálida y escuálida.

Aunque intento seguir el ritmo de la voz de su tía, el sueño la lograba vencer.

—Solo quiero dormir, es todo.

—Bien, entonces te traeré un poco de sopa.

Se apresura a salir sin esperar una respuesta seguramente negativa. Llega a la sala y seis pares de ojos se posan en ella. Maricé rie nerviosa. Alan suelta un suspiro.

—Adamaris se encuentra un poco indispuesta. Pidió que la disculparán.

—¿Le duele la herida? —pregunta Damián, preocupado.

—Oh no, no, no. Es solo que se encuentra un poco cansada —excusa, recoje los utensilios del lugar que había reservado para su sobrina y se apresura a volver al cuarto de ésta encontrándola en la misma posición en que la dejo y aparentemente dormida.

—Si. La tía se cansa mucho y eso que no sale —interviene Carlitos.— y ya no le gusta jugar.

—¡Carlos David! —le regaña su madre al otro extremo de la mesa.

El chico la mira y bate sus pestañas aparentando inocencia.

—¿Qué? Es verdad, ¿cierto tío Alan?.

Alan que hasta el momento se había mantenido callado e inmerso en el significado de cada una de esas palabras, se gira a verlo.  Nada que no hubiese dicho Carlitos sobre el estado decaído de Adamaris era mentira. Ni los ciegos hubiesen sido tan ajenos a la falta de vitalidad de su hermana.

 En un principio no le tomó tanta importancia puesto que pensó erróneamente que el shock provocado por todo lo vivido sumado a la  recién operación de la que fue expuesta la mantenían cansada, pero a medida que habían pasado los días y semanas el estado decaído y de reclusion extrema se hizo más evidente entonces entendió que aquel estado una hacer permanente.

—Bueno, ciertamente no a tenido mucha energía —dice soltando un suspiro.

—Ni ganas de comer tampoco —vuelve a intervenir el niño.

—¡Carlos David! Estás ganando que te castigue.

—Dejalo María no a dicho nada que no sea cierto —dice a manera de conciliadora, voltea a mirar a Damián.—si doctor, desde que ocurrió... Aquello, mi hermanita se a recluido en su cuarto.

—Y llora todas las noches —vuelve a intervenir Carlitos, jugando con la comida.

—¡Carlos David! —exclama frustrada María, ahogando la vergüenza al no mirar a los presentes.

—Jum —gesticula Damián, llevándose el vaso a la boca. —tal vez podría ser el shock de lo vivido, ¿Han pensado llevarla a terapia?

En ese momento vuelve Maricé con el plato en la mano. Por más que había intentado despertar a su sobrina, está parecía hacerse de la vista gorda.

—Esta dormida —excusa. Deja los utensilios en la cocina y regresa, sentándose en la mesa y empezando a comer. 

Alan se tensa y desvía la mirada hacia el pasillo que conduce a las habitaciones.

—¿Cree que sea necesario? —pregunta Alan.

—¿Es necesario qué? —pregunta Maricé.

—Llevar a mi hermana al psicólogo —contesta.

—Yo creo que es necesario, solo para descartar cualquier enfermedad mental —dice Damián. —pero también me gustaría que se hiciera algunos análisis y así descartamos un daño interno. Le voy a recetar unas vitaminas.

—Eso estaría estupendo doctor —vocifera Maricé.

La comida fue amena y todos trataron de que el ambiente fuese menos tenso. El encuentro acabo rápido puesto que a Damián le habían llamado para que se encargará del turno en urgencias aquella noche. La noche finalizó y pronto la casa se encontró en completo silencio

Adamaris volvía a estar acostada en la cama. Maricé no dudo en preguntarse si siquiera su sobrina se levantaba a bañarse. No estaba tan equivocada. Lo cierto era que Adamaris llevaba ya dos días sin salir de aquella cama ni siquiera había probado bocado cuando su tía volvió a insistir en que comiera.

—No quiero comida —murmura en tono ronco y extremadamente débil. Casi agónico.

—Te hice lo que tanto te gusta —Maricé intenta no hacer una mueca.—¿A poco vas a despreciar estos burritos? Sería un pecado.

Adamaris duró en responder y por poco Maricé se convence de que se había quedado dormida. Pero cuando artículo palabras, su voz nuevamente salió ronca y extremadamente débil.

—En serio tía, no quiero nada. Solo deseo dormir.

Maricé exhala frustrada.

—Esta bien, no te voy a obligar a comer. Que sea Alan quien se encargue entonces.

Se levanta de la cama y abandona la recamara encontrándose con Alan recostado en la pared con los brazos cruzados.

Maricé suelta un suspiro cansado y sigue su camino.

—Me rindo. Toda tuya.

Alan la observa partir sintiendo un poco de compasión. Su tía es bastante paciente, su primer nombre debería llamarse paciencia pero debió perderla a tal punto de dejar que Alan tomará decisiones en este asunto. Al encontrarse solo, se adentra en la habitación, observa el bulto acostado en la cama pero sigue derecho y llega hacia la ventana, abriendo las cortinas de par en par. Escucho un quejido a sus espaldas pero no se inmutó.  Da la vuelta sobre sus talones y sus ojos recaen nuevamente en la bulto acostado en la cama.

—Hoy vamos a visitar una vieja amiga—anuncia.  

Adamaris se remueve, y girandose, le da la espalda.

—No quiero salir. Tengo mucho sueño.

—Salir te hará bien. Vamos —contraata, agarra el adredón y ejerciendo un poco de fuerza, logra destapar el cuerpo de su hermana, encontrándola hecha un ovillo. —toma tu abrigo

—¡Te digo que no quiero, es tan difícil entenderlo! —exclama frustrada y enojada, sin poder reprimir el volumen de su voz y como acto de protección, pero con extremada dificultad para hablar.

El pecho de Alan, sube y baja frenético. Sus ojos se mantiene firmes en los ojos hinchados de su hermanita reparando lo flacida y pálida que se encontraba y como si algo se apoderara de él, abrió la boca.

—¡QUIERAS O NO VAS A SALIR! ¡Y NO NECESITO TU PUTO PERMISO PARA HACERLO ASÍ QUE MÁS TE VALE QUE TE LEVANTES O LO HAGO YO!.

Recorre la poca distancia que los separa y la levanta de la cama. Ésta no tuvo ni fuerza y tampoco ganas de protestar.

—¡No tienes porque gritarme!—exclama rompiendo en llanto. Alan inhala y exhala, observando la angustia agonica de su hermana. De pronto, el pecho le duele a tal grado que incluso da pequeños masajes con su mano para aliviar el dolor. Frunce un poco el ceño sentir su  —No quiero salir, por favor no me obligues —vocifera en un suspiro.

Si no estuviese tan preocupado, él con gusto haría cualquier cosa con tal de complacerla, ahora sencillamente acepta que su hermanita lo estaba chantajeando para que hiciera lo que ella deseaba, arriesgando incluso su propia vida y sobre su cadáver cae en sus chantajes. Inhala y exhala varias veces para tratar de calmar su furia, consiguiéndolo después de algunos segundos.

—Todo va a estar bien, te lo prometo. Tu confía en mi.

Deja un beso en su frente y se dispone a sacarla del cuarto. En el pasillo se encuentra María,  Carlitos y Maricé quienes los siguen hasta que salen finalmente de la casa y se adentran al automóvil.

El recorrido fue en silencio ya que en la mayoría del viaje, Adamaris estuvo dormida o demasiado cansada para abrir si quiera los ojos, la verdad es que el esfuerzo de alzar la voz la habían dejado sumamente exhausta. Mientras, Alan iba concentrado en la carretera y no se detuvo hasta que llegó a su destino. Adamaris nisiquiera se dio cuenta cuando el coche se detuvo, pero Alan no se apresura en salir. En cambio, realiza una llamada.

—Ya llegue —había cuando del otro lado de la línea contestan.—Aurora, ¿puede atendernos de inmediato?

Al recibir una respuesta positiva, se apresura a sacar a su hermana del vehículo. Ésta apenas entrecierra los ojos para ver pero todo es borroso y con demasiada luminosidad por lo que se ve obligada. 

—Hola Adamaris, que bueno volver a verte.

El bello rostro de su antigua psicóloga aparece en su campo de bision. Adamaris no contesta. Aurora le regala una cálida sonrisa. Alan no se encuentra por ningún lado.

—Está afuera, ya sabes como son mis visitas ¿Cómo te encuentras el día de hoy?.

—Bien.

—Que bueno. Me alegra también volver a verte. ¿Qué a pasado en estos meses? Me enteré de lo que pasó, ¿Quieres hablar de eso?.

—No.

—Esta bien, si no quieres hablar de eso entonces no lo hablemos —dice sonriente.— pero, ¿Entonces de qué quieres hablar?.

—Yo estoy bien.

La doctora congela la sonrisa.

—Por supuesto.

La sección acaba. Aurora hizo lo pertinente y habló con Alan mientras Adamaris esperaba afuera acompañada por su asistente.

—¿Y, doctora?

—Bueno Alan, la verdad es que estoy preocupada —vocifera en tono serio.—aunque sé que cada trauma es difícil de revivir, me sorprendió bastante lo renuente que está de hablar sobre el asunto. Intuí erróneamente que iba hacer más fácil hablar del asunto por el tiempo que tenemos de estar en terapia. Hay que iniciar y hacer nuevos ajustes a las secciones porque lo que sea que la esta dañando no está dispuesta a compartirlo. ¿Qué pasó después de ser liberada?  

—Ya le dije. Fue a la casa y departimos con ella un rato.

—¿Quiénes estaban?

—Sólo mi tía, una amiga, su hijo, yo y el doctor que la atendió.

Aurora anota algo en un cuaderno  mientras Alan le habla.

—Previamente a lo sucedido, ¿habían más personas en su vida?

Ala frunce el ceño.

—Este, aparte de la familia y compañeros de trabajo. Un novio.

—¿Volviste haber al novio? ¿cómo se llama?.

—No sé,  nunca nos lo presentó. Ella no... nunca habló de él, no sé quién es, no sé nada de él  —se rasca la cabeza, vacilante .—pero hasta este momento, no volvió hablar de él.

—¿Crees que haya pasado algo que hubiese retomado este comportamiento a parte del atentado en su contra? ¿No sé, como por ejemplo, que haya roto con este novio?.

—No lo se Aurora, ellos... —Alan exhala frustrado sin poder evitar leer entre lineas.—no sé si han hablado, su teléfono sigue conmigo y tampoco me lo ha pedido. Ademas, de que nadie a parte de un ex novio y el doctor la han ido a visitar.

Aurora apuntó nuevamente.

—Entiendo.

Alan grita sus manos ansioso, viendola apuntar nuevamente.

—Claro, ¿Y mientras tanto qué?.

—Es muy difícil darte un diagnóstico cuando apenas es la primera sección y con muy poca información Alan. Sin embargo, estoy segura de algo; Adamaris está entrando en una fuerte etapa depresiva, no le voy a mandar medicamentos porque aún no puedo decirte a ciencia cierta el diagnóstico pero por el momento estaría bien empezar actuar bajo las recomendaciones anteriores y empezar a integrar activamente en las actividades familiares a si como también procurar no dejarla sola en ningún momento. 

—¿Cree que ayudará?.

—No estoy segura, pero hasta que no hallemos la fuente de su estado de ánimo vamos a tenerla bajo mucha supervisión. Las veinticuatro horas del día si es necesario —ante sus palabras, Alan asiente.—  Y Alan, no puedo ayudarla si Adamaris no desea ayuda. 

Alan exhala con pesadez y se apresura a salir del consultorio. Le agradece a la asistente y junto a su hermana, vuelven al vehículo. Tal como hace una horas Adamaris duerme pero su respiración es bastante entrecortada.

—¿En dónde estamos? —le pregunta. Alan no contesto. Baja del vehículo cargando la silla de ruedas. Adamaris recorre la mirada por las paredes pintadas de blanco y sus ojos se cristalizan al comprender en donde se encontraban.

Entonces, una caravana repleta de personas se atraviesa en su camino. Aquellas personas iban detrás de un féretro mientras cantaban a grito herido una canción que a Adamaris le erizo la piel. 

—Voy a comprar unas flores—anuncia Alan. Le da una mirada a su hermana, como si con esto analizará que todo estuviese bien. Adamaris no le presta atención y sigue escuchando la canción. Entonces, cuando el entierro ni la canción se escucha Alan vuelve.

—Yo puedo caminar —murmura pero Alan la ignora, la carga y avanza. 

A su paso, la gente los mira con curiosidad. Sin embargo, no sé detiene y continúa avanzando hasta que llegan a las tan conocidas tumbas. Ambas lápidas con los mismos tonos dorados en sus mensajes. Alan deja suavemente a su hermana en el suelo, al lado de la tumba de su padre.

—A pasado tanto tiempo que no venimos —dice Alan, acariciando sus lápidas. Primero la de su madre y después la de su padre.—mamá, papá,  los extrañamos mucho. Les traemos unas flores —deja las flores en sus respectivas tumbas y empieza a quitar la maleza que empieza a crecer. —miren no más, sólo unos días de no venir y cuanta maleza no a crecido. Voy a traer agua.

Antes de marcharse, le da una última mirada a su hermana y abandona el lugar. Adamaris al verse sola, se aproxima lentamente a la lápida registrándose al notar que se encontraba tan débil como para seguir sisteniéndose ella sola. Pero fue en aquel momento donde se permitió llorar.

—Los extraño mucho —susurra ahogada en lágrimas.—no saben cuánto —acaricia la fría lápida, primero la de su papá y después la de la mamá.—como hubiese preferido ser yo la muerta antes que ustedes. No soporto tanto dolor. Díganme, ¿Qué hago para que deje de doler?. Por favor llevenme con ustedes, me duele tanto. No lo soporto. Papá, mamá. Quitenme este dolor, quitenlo por favor—sus manos convertidas en puño chocan contra su pecho pero a ésta parece no importarle y continúa golpeándose. 

—Hola su merce, con todo respeto, ¿Le gustaría una canción? Y me da lo que usted me quiera dar.

Se limpia las lágrimas, pero es inútil, vuelven a salir más.

—No tengo dinero —susurra entre hipos.

—¡Andale que pena! —exclama.—pero sabe que, solo porque usted tiene una mirada muy triste le canto gratis, con todo respeto no —agarra su guitarra y la hace sonar.— ¿Que canción le canto?.

Adamaris exhala ya que continúa llorando sin parar.

—No sé... La que estaba cantando es muy linda.

—Si. Me la piden mucho. ¿Una dedicatoria a sus padres?.

Adamaris no contesto. La mujer empieza a tocar su guitarra, entonando las primeras notas de la canción.

El día en que yo me muera

¿Pa' que tanto requisito?

Si alguno siente tristeza

Que haga un silencio bonito

Que en la caja de madera

Yo pueda dormir tranquilo.

Una silenciosa lágrima recorre su rostro y sus manos acarician la fría lápida.

Aquellos que me querían

Mirarán con desconsuelo

Mi palidez cristalina

Y mi cuerpo frío y yerto

Yo encabezaré la fila

Camino pa'l cementerio

Alan detiene sus pasos cuando observa la escena. Su corazón vuelve a doler.

Y cuando llegue al momento

En que la tierra me trague

Yo sentiré los lamentos

Tierra y flores en mi carne

Y hasta gritaré en silencio

Cuando empiecen a dejarme

—En honor a Fabricio y Miranda Gutiérrez.

Empieza a correr el tiempo

Y yo a entrar en el olvido

Quizás una flor y un rezo

De un familiar o un amigo

Yo sé que un día mi recuerdo

No traerá calor ni frío

Al fin y al cabo la vida

Es camino hacia la muerte

Todo aquel que la transita

Así vaya lentamente

Seguro que la termina

Y al final Dios y su suerte

Y cuando llegue al momento

En que la tierra me trague

Yo sentiré los lamentos

Tierra y flores en mi carne

Y hasta gritaré en silencio

Cuando empiecen a dejarme

A dios a la vida - Darío Gómez

Una disculpa de ante mano por otro año más sin poder buscarle un final a ésta historia, pero sólo me queda agradecerles por su infinita paciencia.

¡Felices Fiestas! ¡Feliz Año nuevo!  😗🎉🎄

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro