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Capítulo 55 Maratón parte 1


—No perdamos tiempo en gente innecesaria, ¿vamos a ver las telas? —propone Adamaris.

Alejandro asiente ante su pregunta, deja la carta en el escritorio y ambos se apresuran a salir a la oficina. Ya en bodega todo fue más fácil puesto que se encontraban empleadas supervisando las telas. Éstas traían guantes en sus manos y cubrebocas en su rostro, en el cuarto no había otro objetos más que los maniquíes y una que otra mesa forrada con telas blancas.

—Me gusta la suavidad de la tela y lo pulcra que se visualiza aún y en poca luz.

—Eso mismo dijo Julio cuando la vio, pero en palabras más excéntricas.

—Sobretodo el negro, pero no es ceda.

—No, no lo es, aunque es muy parecido. Carlos la descubrió hace poco y a Julio le fascinó. Al parecer la empresa viene de Hawaii, esta buscando expandirse e hicimos un buen trato.

—Si es el mismo tipo de tela —gime. — Sin duda un gran descubrimiento.

Una vez entrado a su oficina después de haber dejado a la castaña en su lugar de trabajo, se apresuró a sentarse en su puesto para regresar al trabajo.

Adamaris tacha el día en su calendario de escritorio, en una semana sería su debut por así decirlo, ya que Julio y Miranda serían los que recibirán el halago del público. ¿Cuándo tendría la seguridad de mostrarse al mundo? Pensó con aspereza.

Intentó dejar los malos pensamientos de lado, se centraría en lo que falta para que todo salga glorioso. En ese momento pensó en Alejandro, en lo emocionado que éste está con la nueva línea de ropa, sin duda lo que más le agradaba era que su trabajo ayudaría a la expansión de la compañía, y la consolidación de su imperio, el hecho de verlo feliz, de saberse triunfador la hacía sentir orgullosa y enamorada, sobre todo, enamorada locamente enamorada.

El día avanzó hasta que la tarde cayó. Se encontraba de espaldas a la puerta cuando entraron de una manera violenta. Al girarse para ver el motivo de tanta agresividad se encontró de frente con Julio, Miranda y Alejandro. Éste último traía una cara de pocos amigos, pero no era hacia ella mientras que los diseñadores hechaban chispas del coraje mientras Adamaris observa a los diseñadores anonadada al verlos llegar hoy y no el viernes como se tenía planeado. Estaba muy confundida.

—¿Qué pasa? ¡Me han dado un susto de muerte...! —exclama mientras se levanta de su asiento.

—Eso mismo venimos a preguntarte —bramó Julio de mala gana tratando de no acongojarse por aquella criatura que le había tomado tanto cariño. Adamaris frunce el ceño en signo de total desconcierto ante la tosca respuesta del diseñador. Se quedó en silencio a la espera de que alguno de ellos hable.

—¿No has checado tus redes sociales, revisado las tendencias? —le cuestiona Miranda. Ella niega despacio.

Va en busca de su bolso para buscar su celular. Para Alejandro el verla tan absorta y confundida sólo le confirma que ella no lo hizo. Miranda y Julio deben estar equivocados.

Se encontraba en la comodidad de su oficina ejerciendo su rutina después de dejar a Adamaris en su puesto de trabajo. Tras aburrirse de leer el periódico decidió mirar las tendencias del día. La cual una de ellas lo dejó sin palabras, no creía lo que estaba viendo pues el articulo decía que su competencia deslumbró a los medios y al público con su nueva temporada de ropa nombrada Victoria al honor de la dueña, había ofrecido un show espectacular y para mayor sorpresas lo hizo con los mismos diseños que ellos debutarán en una semana. Los diseños que le darían más éxito y los convertirían en la marca más comprada durante la temporada estaban siendo un éxito en la competencia.

¡¿Qué clase de locura era esa?!

Aún no tenía idea de cómo lo consiguieron o cómo lograron producirlos y sacarlos a la venta antes que ellos. Plagiando lo que sería su gran éxito. Lo primero que se le cruzó por la cabeza fue que los habían traicionado e infiltrado para robarles los diseños, al parecer Julio y Miranda pensaron lo mismo y después de reunirse con sus asesores y directivos importantes se decidió por realizar una investigación. Aunque los diseñadores ya tenían una sospechosa, alguien que había logrado en tan poco tiempo ganarse su confianza, pese a que él sabía que sólo eran especulaciones tenía que admitir que era una gran posibilidad la lógica de Julio y Miranda, asunto que lo tenía trastornado dia y noche.

En su mente no cabía lugar para tremenda maldad, simplemente no podía ser cierto que la mujer de la cual está enamorado, la que le ha enseñada a valorar infinidades de cosas, la chica dulce que le enseñó a amar sea culpable del problema más grande de su vida. Uno que todavía no sabe cómo resolver.

Su mirada no se despega de Adamaris quién busca en su celular y tras encontrarse, reviso las redes y al leerlo deja caer el celular.

—¿¡Cómo es esto posible!? ¿Cuando sucedió esto? —expresa alarmada mirando a los presentes.

—Es lo mismo que me pregunto ¿cómo es posible? —pregunta tosco Julio incapaz de resonar con claridad.

Adamaris frunció el ceño.

—Explíquese...—pide la castaña, centrándose en él.

—Tú nos traicionaste, les diste los diseños a Victoria —asegura, apuntándole. Estallando en cólera.

—¿¡Qué!? —se horrorizo.— ¡Claro que no! Yo no fuí.

Adamaris se altera, su pecho se acelera, entiende de lo que la están acusando, un escalofrío le recorre por su espina dorsal, mira a Alejandro, él también la mira, eso logra tranquilizarla en su mirada no hay acusación alguna. Ella sabe que él sería incapaz de acusará. Sin embargo, el resto de esta seguro de que la castaña fuese inocente. Los resultados de las investigaciones eran muy claras.

—¡Eres una vil traidora, por tu culpa seremos el hazme reír de todo el mundo!, ¡Es que ya me pinto... Todos los titulares! ¡El prestigioso diseñador Julio fracaso! Primera plana. ¡Has llevado a la empresa a una crisis! —vocifera Julio incapaz de controlarse.

—¡Basta! —Alejandro lo manda callar, el simple hecho que le hable mal le dan ganas de arrancarle la lengua.

Se hizo un silencio tenso.

—Alejan... jefe, yo no lo hice. Tienes que créeme —vela tan desesperada le pone mal. Alejandro la mira desesperado como le gustaría evitarle ese mal momento.

—No podemos acusarla de nada, o díganme ¿alguno la vio con Victoria? Los abogados vienen en camino al igual que mis padres y Nelsón, ellos ya vieron las noticias. Carlos está llamando al jefe de marketing y a nuestros contadores. Los quiero a todos en la sala de juntas —dictamina finalizando esa disputa.

Espera a que todos se marchen para así poder acercarse a Adamaris y envolverla en un abrazo. Tan necesitado y silencioso. Ella espera su reacción o palabras. Siente angustia de lo que pueda pasar.

Al ver que no habla, toma valor y ella lo hace.

—Alejandro...Yo.

—Shhh... calla —la toma por las caderas y atrapa sus labios con los suyos, eso era lo que necesitaba, suelta un suspiro en medio del beso para después continuar devorándose, lo consumía el miedo, la impotencia. Quería congelar ese momento, tenerla así de cerca todos los días y a todas horas. Protegerla. Quería que todo fuese un mal sueño.

Ella se separó, necesitaba escuchar que pensaba de toda esta situación, necesitaba mirar para confirmar que él sí creía. Él al sentir lo frió que se sentía al estar lejos de ella hizo que tuviese profundas ganas de tomarla entre sus brazos y huir con ella a un lugar lejano donde nadie los conociera, pero el sentido común se lo impedía, el patrimonio su familia, no podía perder lo que a su padre tanto le costó construir con tanto esfuerzo, sudor y lágrimas.

No estaba seguro de nada. De nadie.

De lo único que estaba seguro era que quien lo hubiera traicionado, iba a hundirlo, acabaría con él o... ella por el simple hecho de meterse con lo que era suyo.

No imaginaba que tenía el enemigo en casa en sus brazos el porqué de su miedo, ¿cómo haría eso si ella estuviera involucrada?

—Alejandro, háblame —pide Adamaris, tratando de ver algo en su mirada.

—¿Qué quieres que te diga?.

—¡Lo que sea, pero hazlo!.

Alejandro ahogó un suspiro notando lo desesperada que se encontraba la castaña. Reprimió la ira que estaba empezando a brotar y en cambio trato de sonreír y como buen actor lo hizo de tal manera que logró engañar a Adamaris quien le devolvió la sonrisa, aunque la suya era sincera. Inocente.

Alejandro agarro delicadeza pero firme los brazos de la castaña, separando la de el. Y su mirada de pronto le pareció muy oscura a Adamaris.

—Mira, no nos adelantemos a los hechos, tenemos que esperar a los demás, lo único que te puedo decir es que quien sea el responsable va a pagar con creces... eso es de lo único que estoy seguro.

Alejandro suelta un suspiro, sus palabras salieron a la defensiva cosa que no quería. Gruñe en su interior al mostrarse tan descortés con ella, toma su mano y le besó el dorso en forma de disculpa. Adamaris no dice nada.

—Pequeña vamos con los demás, ¿Si? Necesito acabar con todo esto de una buena vez y por todas, y empezar a buscar soluciones.

Toma su mano para arrastrarla hacia la salida, pero ella no avanza. Se gira nuevamente a ella.

—Escúchame bien Alejandro, yo no tengo nada que ver con esto, yo no hice nada —la seguridad con la que se lo dice le da cierta tranquilidad puesto que si es así demostrará con facilidad que ella no era la culpable.

Nuevamente la besó pero con mayor intensidad, ella responde de la misma forma, entregándose por completo al beso. Adamaris rodea su cuello con ambos brazos mientras que él pasa una mano por su cintura y la otra tras su nuca acercándola más a él.

Se queda quieto unos segundos y pega su frente con la de ella sin querer separarse, no cree estar listo para enfrentar lo que está al traspasar la puerta. Abre los ojos dándose cuenta que ella lo observa, sin querer se le escapa una sonrisa al ver aquellos ojos grises y grandes que lo cautivaron desde el primer momento en que la vio. Su bolita de ojos grises, esa imagen la tendría toda su vida.

Sin poder retrasar más la realidad salen juntos, aunque sus manos se apartan y entran a la sala de juntas. Al entrar los presentes se quedaron en silencio viendo mal a la castaña. Alejandro cruzó la sala y se posicionó en el mando con Adamaris a un lado.

—Bien, esperemos a... —Alejandro es interrumpido por la llegan de los abogados, sus padres y primo, y con ellos unos oficiales de policía.

Alejandro en cuanto los ve se pone de pie seguido por el resto, incluida Adamaris, fruncen el ceño.

—¿Qué es esto padre? ¿Qué hacen ellos aquí? —pregunta claramente desconcertado.

—¿Qué esperabas Alejandro? ¡Ya sé!, pretendes que la reciba con flores a la causante de semejante desfalco. ¡Pues No!. Yo los llame, ya hemos puesto la denuncia y nos hemos venido directo hacia acá.

Adamaris se tapó la boca espantada. Sus ojos se llenaron de lágrimas, comprendiendo la magnitud de sus palabras.

—¿Qué hiciste que padre? —cuestiona, sin poder creerlo. Siente su pecho subir y bajar desenfrenado.

—Que e llamado a los abogados y les he dado instrucciones. Ya hay suficientes pruebas, esta mujer irá a la cárcel.

—No puedes adelantarte a las cosas. Aún no sabemos qué pasó.

—¿Qué pasó? Todavía no sabes, ¡Ella nos traicionó! —interviene Nelsón, mostrándose altera y va a paso seguro hacia él. Adamaris en medio de su consternación, lo mira entre asustada y sorprendida ¿dónde estaba el hombre bueno, sonriente y amable de antes? ¿Acaso estaba fingiendo todo este tiempo? Este era el verdadero Nelson.

—No soy idiota primito, pero no podemos especular contra nadie.

—¿Me dirás que no crees que esta simple empleada es culpable? ¡Ay hasta pruebas!.

Alejandro se atraganto con las palabras.

—¡Cuida lo que dices, te lo advierto!.

—¡Basta los dos! —la madre de Alejandro intervine sabiendo que así no llegarán a ningún lado.

Nelsón se posiciona detrás de su tío, todos empiezan hablar de lo sucedido dejando fuera a Adamaris, quien no podía creer lo que sus oídos estaban oyendo de pronto la sala de juntas se ha transformado en un tianguis, todos quieren hablar todos quieren opinar.

La madre de Alejandro quien hasta el momento estaba actuando calmadamente se dirige a ella. Todos guardan silencio al verla en marcha hacia ella. Alejandro empieza a desesperarse. No le gustaba para nada el rumbo que estaba tomando todo aquello.

—Mírame a los ojos niña y responde mi Pregunta, ¿Tú trabajabas en Casa Victoria, cierto? —pregunta cautelosa Enriqueta.

—Así es, pero renuncié, me explotaban y no respetaban mi trabajo. Por eso vine aquí en busca de una oportunidad yo ya no pertenezco a Casa Victoria. Ya no más —asegura. Nelsón bufo, ganándose una mirada asesina por parte de Carlos.

—Es lógico que lo va anegar. No creo que sea tan estúpida para decir la verdad —contra ataca Nelsón.

—¡Nelsón! —Alejandro va hablar, pero Adamaris se interpone.

—¡Es la verdad! Es más, llamen a la empresa, pregunten y les dirán que renuncie.

Nelsón sonríe de una forma retorcida. Rápidamente agarra el teléfono de aquella Oficina y marca algunos número, antes de llevarse el aparato a la oreja Alejandro se lo arrebata, iba a hacer lo mismo pero su padre es quien lo pone en alta voz.

—Oficinas de Casa Victoria buenos días, ¿en qué podemos ayudarle?—una delicada pero segura voz suena en la otra línea.

—Habla Alejandro Alcalá, presidente de OvoAlcalá comuníqueme con Victoria Romanoff de inmediato.

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