Capítulo 51
No había conseguido la memoria.
Tendría que sentirse preocupada, aterrada por no encontrarla, lo tiene demasiado claro. Pero por otro lado, ¿Cómo un objeto como ese se desaparece de una empresa así? Tendría que preocuparse... pero en cambio su mente está en la nuves, allá a solo algunos metros de distancia, en la oficina de Alejandro, detenido justo en la escena del TE AMO de Alejandro y del que era inavitable olvidar. ¿Quién podría olvidar semejante confesión? ¿Y el beso? Tan ardiente, lleno de pasión y amor a la vez... Nada contenido.
Afortunadamente ese mismo día el señor Julio parte rumbo a Nueva York, acompañado de Alejandro y el señor Carlos.
Alejandro... El estómago de Adamaris se revuelve de solo recordar a su novio. Automáticamente y sin pensarlo agarra su móvil pero no lo enciende, se queda por un momento observando el aparato. Dudosa en hacer lo que su mente tanto le grita. Se muerde el labio sin aplicar mayor presión, y decidida, desbloquea su móvil y busca entre sus contactos.
Pronto encuentra a la única persona con quién más se comunica. Sonríe.
Mi amor ♥️
¿Ya despegaste? ¿Estás bien? Ten un buen viaje. Cuídate.
El mensaje no llegó. Justo en ese instante, el jed dejaba suelo Mexicano. Sin embargo, un corazón prometía no tardarse demasiado.
Adamaris suspira melancólica y vuelve a dejar el aparato en la mesa. Vuelve a suspirar, sin evitar lamentarse al no haberse despedido de él.
—Debe estar en pleno vuelo —murmura para sí.
—¿Quién está en pleno vuelo? —pregunta Milena, entrando al taller y sin evitar escuchar su murmullo.
Adamaris rápidamente bloquea el móvil y lo esconde, mirando a su compañera asustada. Milena la observa confusa, incluso frunce su ceño.
—Nada, nadie, ¿Dije... Volar? No, no —rápidamente niega.—dije... comprar, mi tía fue a comprar y le envié un mensaje y no me contesta.
Milena asiente nada conforme.
—¿Encontraste la memoria? —le pregunta, dejando pasar el tema.
Ante aquella pregunta, la castaña suelta un profundo suspiro, recordando de pronto el apuro en qje estaba metida.
—No.
—¡Por dios mujer, ¿En dónde la dejaste?! Es que no puede ser, allí tenemos toda la información sobre la ultima colección —se detuvo por un momento y pasa saliva.— he importantes documentos. Y lo más importante, el señor Julio nos va a matar—añade alzando la voz en la última frase.
—Te lo juro Mile que yo lo dejé aquí, encima del escritorio —insiste, señalando con insistencia el lugar en que recuerda haber tirado la usb. —es que lo dejé aquí mientras... Iba a recoger algo, no me tardé mucho en ir y volver—añade.
—Entonces... ¿Se fue en medio de la basura? —insiste. Al acabar, ambas se quedan en silencio. Exasperada, Milena suelta un resoplido. —¡Ya me llevó el chamuco! ¡Ni escapándose a la China voy a estar segura!.
—Okay, okay, cálmate —le pide al verla a punto de hiperventilar.—yo me haré responsable.
Milena suelta una risilla irónica, sin pretenderlo y rápidamente la mira arrepentida.
—¿Cómo? Adamaris lo que había en esa memoria era de vital importancia... ¡Y lo perdí! Nunca debí haberte relevado tanta responsabilidad.
Adamaris se encoje, inconscientemente. A la vez, sintiéndose culpable por poner en aprietos a su compañera.
—Si me dijera lo que contiene... Que es de vital importancia... Tal vez te pueda ayudar.
Ésta la mira dudosa, indecisa en clntarle o no a Adamaris. Pese a su apariencia relajada y sociable, Milena había aprendido a no confiar en todas las personas. Sin embargo, al estar cerca de Adamaris la vibra que desprende la castaña la relaja, y no todas las personas lograban agradarle tanto en tan poco tiempo compartiendo.
Si bien, en un principio estuvo muy recelosa con Adamaris, sobretodo al reincorporarse al trabajo rápidomente se dió cuenta el carácter y el tipo de persona que es ésta.
—Esta bien —se rinde.—habían unas partes casi completas de la próxima colección... Además, registros de otras colecciones.
Adamaris no lo pensó y enseguida se atrevió hablar.
—Bien, primero lo primero. Empecemos por lo más importante. Me imagino que tu tendrás conocimiento de los diseños de la próxima colección.
Milena asiente.
—Eres una mujer de excelente memoria así que los recuerdas perfectamente.
—Como la palma de mi mano —comenta, orgullosa de su capacidad de retener información.
Adamaris inhalá.
—Yo estudié diseño de modas, confección y corte, guíandome de tí sin duda alguna puedo terminar aquellos bocetos. Nadie mejor que tú para orientarme sobre los pequeños detalles que sólo tú conoces.
Por un momento se le iluminaron los ojos, pero rápidamente habló. Luciendo miserable.
—Pero allí tenemos diseños desde el dos mil siete y solo contamos con tres días y contando para terminarlo —se lamenta. —No vamos a terminar.
—Concentremonos en empezar el actual, ya después será más fácil los antiguos —persuade, tratando de mostrarse positiva. —y con respecto al tiempo, tengo una tía que también es diseñadora de modas, ella puede ayudarnos porque es incluso mucho mejor que yo —sonrió.—así que... Problema resuelto.
Milena lo dudo, pero como última resolución prefiere arriesgarse y seguirle la corriente a su compañera. Pero muy internamente se guró no volver a cometer el mismo error. Empacaron los materiales necesarios para realizar aquella tarea. Adamaris esta muy emocionada, tanto, que su pecho sube y baja con frenesí. Muy por el contrario de Milena que aún tenía dudas.
Ese mismo día muy tarde la noche, el grupo de mujeres conformadas por Maricé, Adamaris y Milena se encontraban reunidas para tratar de terminar los diseños. Adamaris aún no sabía nada de Alejandro, sin embargo, diseñar después de tanto tiempo sin hacerlo le era reconfortante y la desconecta completamente de la realidad y haciéndola sentir segura.
Si bien no terminaron de llegar a casa cuando Maricé les brindó comida, y después de que estás le terminarán de contar lo sucedido y pidieran su ayudar, la tía no dudó en aceptar encantada. Allí se encontraban las tres, trabajando y dibujando con la guía de Milena que cada vez se animaba más al ver los trazos de ambas mujeres, maravillada por el dibujo exacto de los diseños de su jefe.
—Impresionante, te quedó idénticas —dice inclinandose hacía la hoja, incapaz de tocar el diseño y dañaelo.—realmente tienes un don. Vaya impresión, una familia de muchos dones—añade perdida en sus recuerdos. .
Adamaris suelta un suspiro complacida y sonríe.
—¿Te gustó?.
Esta vez Milena sí la miró. En su mirada destella un sentimiento parecido a la devoción que hizo contraer las entrañas de la castaña.
—Sin duda alguna Julio no notará la diferencia en estos diseños —le asegura, regresando la mirada a los bocetos.—estan padrísimos, mucho más... mucho mejor.
—Que bueno que te gusten —habla Maricé.— si hubieras conocido a mi hermana, te fueras caído para atrás, ella si que tenía talento para esto, ¿y qué más hay que hacer?.
El rostro de Milena se desinfló y la observa decaída.
—Estos tan solo son los primeros —luego suspira y sonríe.—continuemos.
Adamaris la consuela, dándole palmadas en la espalda.
—Anímate, ya vas a ver que lo lograremos. Aún nos queda tiempo.
Apenas oye su teléfono, lo agarra y salta provocando un chirrido de la silla al ser contacto. Del otro lado, Alejandro no dudó en hablar, ansioso por escuchar su voz. Apenas unas horas había tocado suelo puertorriqueño, estaba un poco cansado, y porque no, algo mareado debido a la altura pero no dudo ni un momento en revisar su teléfono, ansioso por encender su móvil y revisar si había o no llegado un mensaje. Estuvo apunto de abrirlo pero pronto divisó a un pequeño grupo de personas a lo lejos, eran los empresarios con las que iban hacer negocios así que tomó la resolución de responder el mensaje ya en el hotel, guardó su teléfono en el bolsillo derecho de su chaqueta y fue a su encuentro. El primero en ir a su encuentro es Guido Martí, el presidente de textiles Martí. Ambos se saludan de mano.
—Bienvenidos, es un placer para nosotros tenerlos en nuestra tierra —le dice. —usted debe ser el señor Alejandro Álcala.
—Muchas gracias, igualmente para nosotros —responde—. Y si, yo soy Alejando Álcala.
Guido ríe y toma descuidadamente la cintura de su esposa, ésta apenas y lo mira de sosleyo su mirada se encuentra profundamente atraídos por el encanto del empresario.
—Esta es mi esposa Becky.
—Un gusto.
La mirada de ésta cambia a una oscura, totalmente llena de lujuria, nada disimulada que incluso lo incómoda. ¿Desde cuando lo incomoda ese tipo de miradas? No pudo responderse esa pregunta, pero inevitablemente sintió mucha incomodidad. Aún así, Alejandro acepta su saludo, tomando su mano extendida y vatiendola.
—Un gusto, Becky —saluda cordial.
Miranda pone los ojos en blanco.
Ya en hotel
—Hola amor, ¿Te desperté? ¿Cómo estás? ¿Qué estás haciendo ahora?.
Adamaris mira hacía atrás, observando de sosleyo la escena ante sus ojos. Suspira y volve a dar la espalda. Pero aquel gesto no pasó desapercibido para Alejandro, quién se preocupó.
—¿Y por qué ese suspiro? ¿Acaso pasa algo? ¿Estás bien? ¿Estás enferma?.
—No, no, estoy bien. Solo un poco cansada.
—¿Te desperté? ¿Lo hice? Disculpa, pensé llamarte esta mañana pero no me aguanté. Apenas leí tu mensaje quise llamarte y escuchar tu dulce voz —suspira profundo.—lo siento.
Esas palabras reconfortado el corazón de la castaña provocando que sonreirá.
—Oh no, no, no lo sientas. Yo también quería hablar contigo, solo que no te llamé porque me imaginé que estabas ocupado. Entonces, ¿Cómo fue el viaje?.
—Estuvo bien, sin nada de contratiempo. Acabo de llegar al hotel, ahora estoy en la habitación, ¿Y tú? ¿Qué estás haciendo que te mantiene despierta a estás horas?.
Adamaris no tuvo que consultar su reloj para saber a qué se refería.
—Estamos... Organizando unas carpetas.
Alejandro se sienta en la cama y frunce el ceño.
—¿Aún estás en la oficina?
—No, no. Decidimos traernos a la casa... Nada de importancia.
—Todo de tí es importante amor.
Administración sonríe y suspira, enamorada.
—Lo sé, pero cuéntame, ¿qué haces?
—Estoy y en la habitación, como niño bueno, ¿y tú, cómo estuvo tu día?.
—Genial, no me puedo quejar. Sin tener al señor Julio detrás nuestro es lo más maravilloso del mundo. Lo malo es que no estás y me tengo que hacer a la idea que es nuestro primer fin de semana sin vernos.
Al otro lado de la línea, Alejandro sonríe complacido.
—Si, es una pena. Entonces te dejo descansar, no te desveles, te amo.
—Yo también te amo, cuídate y descansa.
Ambos colgaron. Alejandro se tiró a la cama, suelta un largo suspiro mientras cierra los ojos cayendo rápidamente en los brazos de morreo. Mientras, Adamaris regresa a la mesa, en donde Milena recién se despierta al escuchar movimientos.
—Escuché sonar un teléfono —dice, adormecida mientras se frota enérgicamente el ojo, incapaz de recordar que estaba maquillada—. ¿me quedé dormida? —pregunta, después de un rato.
Adamaris la observa, su maquillaje esta corrido pero decide no decirle.
—Si, tú y mi tía. estan muy cansadas —dice, observándola con pena. —¿por qué no descansas un rato? Mi cuarto esta disponible. Yo aún no tengo sueño.
Milena mueve la cabeza de un lado a otro y deja de frotarse el ojo, provocando que una de sus cejas se quede sin maquillaje. Adamaris sonríe.
—No, no te quiero dejar sola —contesta, después de bostezar.
—No seas terca, ya estamos terminando. Puedo terminarlo y mañana me dices si es o no correcto.
Milena la observa dudosa pero su interior le grita que descanse.
—Pero... y los bocetos.
—Yo los puedo terminar. No tengo nada de sueño, ya mañana puedes verlos y si no están bien los corregimos.
Termina aceptando y despidiéndose, sigue las indicaciones de su compañera. Como prometió, terminó los bocetos aunque ya al amanecer. Milena una vez más la felicita y juntas se preparan a ir al trabajo, con Maricé acompañándolas para poder seguir ayudarlas. Si bien, el día pasó demasiado lento pronto la hora de almuerzo comenzó y la castaña fue la encargada de buscar los almuerzos puesto que Milena se estaba encargando de escanear los bocetos terminados.
Pese a que su mente estaba ocupada por la pronta venida de los diseñadores, no tener ningun mensaje de Alejandro también le preocupa. Lo extraña, aunque entiende que en los próximos dos días éste estará ocupado, pero aún así no le deja de parecer extraño su comportamiento. De regreso a la empresa, la castaña trae consigo el encargo. Resopla y guarda su teléfono.
—No me a llamado. Debe estar ocupado.
Al terminar, y de la nada, un hombre vestido de smokin aparece frente a ella. Esta no se detiene, alejándose un poco y lo mira confusa, intenta pasar por su lado pero el hombre también se mueve a esa dirección.
—¿Es usted la señorita Adamaris?.
Adamaris frunce el ceño, incomoda al oír su nombre salir de los labios de un extraño. Sin embargo, no dejó que el miedo que estaba empezando a sentir se apodere de ella, por el contrario se muestra airada, dispuesta a gritar si algo no le daba espina.
—Soy yo, ¿me conoce?.
El hombre sonrió con calidez, ignorando lo precavida que se encontraba. Sin saberlo, aquel simple gesto la tranquiliza un poco.
—Por favor, sea tan amable y acompañeme.
¡Estoy viva! ¡No me maten! 😬😬🤭
Pensé jamás terminar este capítulo 😪😪😪 sin saberlo me tomé mucho tiempo, pero estoy conforme con el resultado. Espero volver a publicar 💋💋💋 besos, nos estamos leyendo 👋👋
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