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Capítulo 16

—Se que no soy Joel pero al menos intenta sonreír un poco —la voz insegura y ronca de Alejandro logran sacar a la castaña de sus pensamientos, y de paso, romper el silencio que se había creado.

Desde que habían salido del hospital, Adamaris había recostado su cabeza en la fría ventana y dejandose llevar  por los pensamientos que  tomaran total posesión completamente de ella, a tal punto perder grandes paisajes de camino de regreso a la casa. Por otro lado, Alejandro tampoco se atrevía a interrumpir a la castaña, pero al ver sus ojos mancharse de lágrimas, sintió unas tremendas ganas de consolarla, desconcertandose ante tales pensamientos anormales de él. Sin embargo, había prometido a Joel que la cuidaría y cuidar abarca no permitir que se deprimiera, ¿o no?.

Adamaris parpadea en su dirección.

—¿Ah, qué? Lo siento. Me distraje —se excusa apenada.

—No se nota, tranquila —habla tratando de no mostrar su malestar.— te decía que se que no soy Joel, pero al menos intenta disimular tu descontento hacia mi.

—No me molesta tu presencia —se apresura aclarar temiendo que este de mal humor.— solo que lo de Joel me ha quitado el ánimo.

Joel. Alejandro suspira.

—Todo lo que ha pasado es de locos, ¿Eh? —comenta tratando de entablar una conversación y quitarle tensión al ambiente, siempre midiendo lo que sale de sus labios. En su vida había durado tanto tiempo en silencio hasta este momento. Pero como bien dicen, siempre hay una primera vez.— para no creerlo. Pero fue el mismo Joel quién nos a puesto en esta situación, por cierto, me presento, soy Alejandro Alcalá tengo treinta y cuatro años, heredero de una gran imperio, seguramente debes de escuchar muchos chismes referente a mi... ¡No les creas! La mayoría no son ciertas. Mucho gusto —Alejandro extiende la mano derecha.

Aquello la hace reír, tan fuerte y melodioso que Alejandro pensó que esa la risa de un ángel.

—No soy de las que cree todo lo que se lee en las revistas Alejandro así que no se preocupes, pero lamentablemente si he escuchado mucho de ti. ¡Ah! Mi nombre es Adamaris Gutiérrez tengo veinticuatro años, mucho gusto —Adamaris agarro la mano que le tendió Alejandro. Ambos fruncieron ligeramente el ceño cuando sus manos se tocaron y una corriente eléctrica se hizo presente en el Ambiente. Como si el mundo se detuviera y solo existieran ellos dos, como si frío y hielo se apresuraron a romper el contacto, Adamaris se aclara la garganta. —y la verdad es que si, todo paso tan rápido que... Fue estresante, te quitan las ganas de pasarla bien. No sé, lo de Joel me ha dejado desconcertada.

Alejandro asiente totalmente de acuerdo.

—¿De verdad no podemos simplemente quedarnos en casa? —pregunta Adamaris sonando a suplica.— ya no tengo ánimos de hacer nada.

—Oh no señorita, eso si que no. Ya le di mi palabra a Joel y no pienso retractarme. ¡Joel me mataría! ¡Y aprecio en verdad mi vida! —vocifera divertido, logrando que la castaña riera. Aquello le infló el orgullo.

—Ante tal razonamiento no tengo nada que refutar —bromeo.

No volvieron hablar en todo el camino aunque el ambiente denso de antes desapareció por completo. Adamaris se sentía mas calmada y hasta disfrutaba de la visita que proporcionaba las calles de la ciudad.

—Bueno ya que... —comenta la castaña.

—¿Qué has dicho? —le pregunta Alejandro.

—Oh nada, no me prestes atención —arruga la nariz.— Por cierto, ¿Sabes qué estás manejando todavía bajo los efectos del alcohol?.

—¿Qué?.

—Estaciona el auto —pide.

—¿Qué has dicho? —Alejandro parpadea hacia su dirección.

—Allí hay un lugar para que te estaciones —señala.— aún tienes una fuerte cantidad de alcohol en tu sangre. Ni siquiera a pasado las veinticuatro horas y estas manejando. Detente, yo manejo.

—¿Estás loca? —cuestiona, pero por algún motivo se desvía hacia el lugar que a castaña señalo con anterioridad.—yo me encuentro bien —asegura, estacionando el carro.

—No, no lo estas —contraataca bajándose del auto, rodeándolo y tocando la ventana del carro. Alejandro baja la ventana. —bájate —ordena.

—¿Me estas ordenando? ¿A mi? ¿Sabes quién soy? —bromea indignado.

Adamaris ríe nerviosa, parpadeando rápidamente pero ni se inmuta. Sabe que solo está jugando.

—Abajo e dicho —sentencia.

Alejandro baja del coche, Adamaris se monta y espera a que se montara. Alejandro se colocó el cinturón de seguridad.

—Esto es vergonzoso —asegura el castaño.

Adamaris suspira.

—No, no lo es. Ahora, me tienes que decir por donde tengo que coger, no tengo ni idea de donde estamos —suspira, agarrando con fuerza el volante. Alejandro asiente.— ¿preparado? —pregunta indecisa.

Alejandro frunce el ceño y la observa confuso.

—¿Me estas preguntando? ¿En serio? Por favor dime que sabes manejar —suplica sin una pizca de humor en su voz.

—Bueno —alarga a letra o.— No tan bien, pero me defiendo.

Alejandro mira hacia al frente, agarrando fuertemente la soga de cinturón de seguridad. Adamaris arranca.

—Te dije que era pan comido —Adamaris ríe cuando al girar su cabeza ve la cara de espanto de Alejandro. Pensó que se veía muy lindo incluso en ese estado.— ¡Oh vamos, no seas tan exagerado! —Alejandro la observa molesto.— ya llegamos, ya puedes bajarte.

—Deja de mandarme —gruñe, pero baja del auto.

Adamaris lo sigue y juntos entraron a la casa.

—¡Oh vamos! No manejé tan mal —trata de defenderse.

—No para nada. No más que frenaste como... Diez mil veces, usastes los direccionales mal y te cambiabas de carril sin ninguna anticipación. Necesitas unas clases urgentes de conducir señorita —refuta Alejandro.—espérame aquí, iré a bañarme. No me demoro.

Alejandro subió las escaleras de dos en dos bajo la mirada de la castaña, hasta que se perdió de sus ojos. La verdad nunca imagino que todo fluyera entre ellos tan natural y más cuando se acaban de conocer y sabe que ella no es de su agrada. Cuando estuvo sola se aproximó al balcón, y parándose allí observo el paisaje. Las montañas, las palmas, la carretera y vehículos que transitaban por esta y que rodeaba la playa, las pocas personas que estaban en el lugar. Era impresionante. ¿Y lo mejor?. El mar ni se asemejaba a lo que veía en la televisión, periódicos o Internet. Se sentía pese a todo tan bien... En paz. Adamaris sonrió y se mordió el labio dudosa, quería sentir la arena de la playa en sus pies, quería ser envuelta por las cálidas aguas del mar, cerro los ojos y de repente una idea se le cruzo por la cabeza... Con duda, se apresura a salir del balcón, atravesó la cocina, abrió la puerta que conecta al patio y salio.

Observó la piscina, sus agua parecía agradable, la rodeo hasta llegar al delgado borde que separaba la piscina de la playa. Se acuclilla e inclina hacia delante sus manos, sumergiéndolas en el agua.

Justo en ese instante Alejandro bajo las escaleras y al no ver a la castaña, pensó que estaba se había ido a la habitación. Se gira dispuesto a subir la escalera y sacar la castaña debajo de la cama si allí estaba escondida, pero se detiene al ver la puerta corrida, sonríe, cruza la sala y la cocina y sale al jardín. Se detiene al verla y sin querer perderse la vista, retrocede hasta chocar con la pared donde se recuesta y cruzando los brazos sin poder apartar la mirada y sin darse cuenta que su mirada y sonrisa habían cambiado la observa. Era cálida, maravillado.

Alejandro no supo cuanto tiempo pasó que al mirar su reloj marcaba las once menos cuarto. Mirando la espalda de la castaña con vergüenza y sin querer darle tanta importancia a su estupor de observarla se le ocurrió una idea tan buena y tan en contra de lo que había dispuesto Joel que simplemente le encanto por eso no dudo en llamar a uno de los trabajadores para que le hicieran varios favores.

Sin embargo, estaba en un gran dilema. ¿Cómo iba a llamar la atención de la castaña sin asustarla? Por su cabeza no pasaba ni una idea buena para hacerlo, tal vez su cuerpo no quería interrumpir ese momentos, aunque también quería hacer lo que tenia en mente. ¿Por qué no podía simplemente conectar su cabeza con su cuerpo y decidirse?.

Bufó frustrado y su cuerpo se colocó en alerta cuando Adamaris, ajena a la mirada del heredero se coloca de pie.

Es cuando hace lo primero que se le viene a la mente...

Alejandro se aclaró la garganta.

Adamaris volteo al oírlo y sonrió al verlo.

—¿Te gustaría ir a dar un paseo en yate? —propone.

—¿Yate? ¿Tienen un yate aquí?.

—Así es, es de Juan pero se utiliza muy poco... Cerca hay un puerto que conecta con la zona turística de la ciudad, me volare el protocolo pero vale la pena ¿Quieres ir...?.

—¿Existe un protocolo? —Alejandro asiente. Adamaris ríe.—muy típico de Joel. Esta bien. Vamos.

—Bueno entonces, sígueme —Alejandro rodea la piscina del lado derecho llegando a la pequeña puerta de madera que separaba la casa con la playa. Alejandro dejan que pase primero la castaña y ambos caminan por el piso de escalera que Juan había mandado a construir para el puerto.

—Este lugar es grandioso. Hasta ahora no había visto esta parte de la casa —comenta Adamaris, mirándolo de reojo.

—Bueno que te diré... En realidad es más grande. Toda la playa que vez a su alrededor es propiedad de Juan o bueno, de la familia de éste —le explica.—cada vez que podemos llegamos a este lugar.

Ambos llegaron al puerto donde estaba listo el yate. Adamaris se atraganto con su propia saliva al ver el tremendo yate que los aguardaba.era demasiado grande, rústico y bonito.

—Espera aquí, voy hablar un momento con el muchacho —le susurra, dejando a la castaña sin habla ante su cercanía.

Alejandro trepo al yate e intercambiando palabras con el joven, le dio dinero y se despidieron.

—Ahora si, esta todo listo —anuncia tendiéndole la mano. Adamaris lo mira con duda. Alejandro sonríe.— Vamos, confía en mi.

Adamaris pasa saliva y acepta la ayuda, agarra con fuerza la mano y se impulsa. Sube al yate de un brinco quedando enfrente de Alejandro. Ambos con la respiracion agitada sonrientes, no saben la razón por la que sus ojos no pueden apartarse del otro y también desconocen que tienen sus manos unidas. El mundo se detiene encerrándolos en su propia burbuja.perp la tranquilidad de la escena, la brisa calida, el canto de las gaviotas y el sonido creado por las pacíficas olas del mar los arrastra en su propia burbuja

—¿Y-ya nos vamos? —pregunta Adamaris saliendo de su ensimismamiento tras el balanceo del yate.

Alejandro parpadea de pronto desubicado.

—Claro, si. Vamos —reacciona y se aparta de ella caminando de manera torpe y apresura a la proa.— ¿Te gusta el barco?.

—Si es muy hermoso. Nunca antes había visto un yate de cerca.

—El pequeño nemo.

—¿Qué? ¿nemo? ¿en serio? ¿ese nombre? —cuestiona riendo.

—Así se como se llama, yo mismo lo escogí —cuenta con orgullo, infando el pecho.— es de marca catamarán. Fue uno de los primeros diseños que salieron al mercado y también en estar en México. Aparte, buscando a nemo es mi pelicula favorita —añade elevando aún más el pecho.

Adamaris se queda atónita ante tal confusión, se le escapó una risita baja pero rápidamente se cubrió la boca. No podía creer que esa pelicula infantil fuera una de las mayores atracciones del empresario.

—Vaya...—murmura por lo bajo.

—Te daré un pequeño tour, ¿Quieres? ¡Te sigo! —Alejandro permitió que Adamaris pasara primero.— ¿te digo por qué le puse así? Es porque pese a las adversidades todavía sigue en pie. Un día hubo una gran tormenta estando yo en altamar ¿y sabes lo que pasó? Por más que las olas golpeaban el barco y todo se hinundó este prevalecio en pie, nada lo pudo hundir. Y bueno, aquí tenemos una pequeña escalera que nos conduce al baño, por allá el acceso a la popa, en la parte izquierda del barco observamos el timón. Te va a encantar el candelero cuando lo veas —ríe.—Joel lo escogió y... no me puedo quejar, tiene buen gusto el amigo... En todos los sentidos —murmura e intenta disimular aclarandose la garganta.— Este es el entrepuente, abajo hay dos "habitaciones" por así decirlo, hay una sala de estar donde tenemos incorporado un mini bar, aquí nació la bebida más popular de México ¡Ya Joel te puede dar una pequeña reseña cuando se vean! ¿Quieres probar alguna de nuestras delicias? No soy un experto como Joel... pero me defiendo.

—Bueno es una suerte que yo sepa preparar bebidas alcohólicas —vocifera Adamaris.

Alejandro la miro sorprendido.

—¿En verdad? —le pregunta.

—Por supuesto que si —responde acercándose hasta donde él se encontraba.— mi hermano me enseño —comenta.

—¿Tu hermano es...?.

—Se llama Alan y es mayor por cinco años. De hecho trabaja para Joel. Al principio era un trabajo temporal, pero se volvió algo permanente...¿Qué quieres que te preparé algo? Puedo hacerlo.

Se tomo su tiempo para pensarlo, incluso coloco sus dedos baso su barbilla mientras Adamaris lo veía con una dulce sonrisa.

—¿Y bien?

Alejandro trono sus dedos.

—¡Ya lo tengo! Una sangria, te informo que soy muy exigente con mi paladar así que tienes que sorprenderme... aunque ya nada me puede sorprender, de eso se ha encargado Joel. Voy a quitar el ancla, te espero arriba.

Alejandro tuerce una sonrisa y sale de la sala. Adamaris niega al estar sola y empieza a preparar la bebida. Realmente quería sorprenderlo, era una forma de agradecerle por tener aceptar gastar su tiempo libre con ella. El tiempo se paso volando hasta que al fin la bebida estuvo lista. Sonrió encantada y sale de la pequeña sala, cruza el pasillo, sube las escaleras donde sale a la obra muerta del barco. Fuera Alejandro estaba navegando con la radio encendida.

—¡Amo esa canción! —Al escuchar su voz, Alejandro mira a su dirección. Adamaris llego a su lado.— ¿Te gusta ventino? ¡Nunca me lo ubiese imaginado! Ten, aqui esta tu copa —Alejandro la acepta huele su contenido y se relame los labios.— disfrútala —sonríe feliz viendo como éste bebe de la copa. Alejandro alza una ceja cuando su paladar salta de la felicidad. Adamaris alza almas cejas al escuchar su jadeo. Pero luego se da cuenta donde esta, frunce ligeramente el ceño mirando el mar, advirtiendo que están a mar abierto.

—Esto es una delicia... exquisito —la alaga saborenado la bebida.— y si, si me gusta mucho ese grupo... Pero no se lo digas a nadie, ¿Te imaginas si la prensa se entera? Mi carrera y reputación estarán por el suelo.

—¡No se preocupe señor Alcala —dice adquiriendo un tono formal, pero sonriendo.— yo seré una tumba... Lo prometo —alza una mano en forma militarizada, Alejandro rie a carcajadas.— por cierto, ¿será que podemos ver el mar?.

—Si, ven vamos a verlo —propone y se ase de la mano de la castaña, jalándola al costado derecho del barco.

—¡Uau, es hermoso! ¡Maravilloso! —decía emocionada viendo el imponente Mary su alrededor.— hay muchos barcos.

Alejandro asiente sin verla y cuando se voltea a verla, su vista se queda fija en su perfil. Se quedo suspendido en su radiante sonrisa, su cabello suelto se mueve a ritmo de la brilla, sus hermosos ojos brillaban con la misma intensidad del sol... Era una agradable vista para el, muy agradable.

—Vamos a echarnos unchapuzón —le dice sin pensar.

Adamaris se gira al oirlo.

—¿Perdón? ¿Qué has dicho? ¡Estas loco! Ves la cantidad de personas que hay. Si--sin contar los barcos —pregunta riendo nerviosa.

—¡Vamos, no seas aguafiestas! ¿No y que querías conocer el mar?... Buenos ahora ya hasta bañarte puedes. Además, esta es una playa hermosa y de seguro te encantará o que encontrarás cuando te metas —se encoje de hombros. Para no obtener una negativa, empieza a desvestirse.

—¡¿Qué haces?! —chilla Adamaris espantada, tapándose los ojos con las manos y dándole la espalda— vístete por favor.

Obviamente Alejandro no le hace caso, deja la camisa a un lado y se apresura a quietarse la bermuda dejándola encima de la camisa, agradecía que el se haya puesto otra bermuda de tela.

—¡Anda no seas tímida! estamos en confianza, ¿no?. Ademas, cuando estemos en la playa vas a ver muchos cuerpos desnudos...algunos ni se ponen traj...

—Para por favor —lo interrumpe, espantada. Alejandro lanza una carcajada al ver la actitud tan inocente e infantil de la castaña. Adamaris toma aire y se alienta a girarse, pese a que lo hace no alza la cabeza sentía sus cachetes ardientes.

¿Cómo pretendía él que ella mostraría su cuerpo a una persona que siempre esta viendo cuerpos esculturales pasearse frente a sus ojos? ¿Cómo podría ella ser capaz? No, definitivamente no podía... la verdad es que estar frente al hombre más poderoso de México y que además, tiene todo que ver con el mundo de la moda era terrible. Él acostumbrado a ver tantos cuerpos delgados sin celulitis ni estrías como ella tenía... No tan notorias, pero allí estaban. Quisiera que dl mundo se abriera, la tragara y no volver aparecer nunca más.

—Vamos... No creo que yo sea tan intimidante como para no querer mostrar tu cuerpo —bromeo, alzando una ceja a modo espectante, sacándola así de sus pensamientos.

—¿Quién lo dice? —pregunta claramente molesta alzando conectando miradas.

Alejandro se encoje de hombros.

—No sé, tú por ejemplo —sonríe burlesco.

Adamaris contrae la cara dispuesta a no dejarse intimidar y sacando valor que antes no creía poseer lleva sus manos detrás de su nuca y empieza a desamarrarse el vestido, reprime un suspiró y deja que el vestido caiga por si solo, revelando su vestido de baño. Un bañador vichy ajustado a sus curvas, de cuadros negro y blanco escotado en su pecho, resaltando su pecho en un corte en v.

Adamaris apretó los labios aguantando la vergüenza que siente al ser observada por el castaño e intenta sonreír. Alejandro intentó no mirar demasiado, pero definitivamente aquella misteriosa mujer sabía de moda y como hacer lucir su cuerpo. No podía controlar sus ojos, y más cuando llego a la parte del escote... Aparto rápidamente la mirada de aquella llamativa zona y conecto mirada, sintiendo vergüenza al ser descubierto observando sin permiso y más cuando la castaña en ningún momento a ella se le fueron los ojos al verlo.

—¿Vamos? —pregunta, extendiendo la mano.— tirémonos al mismo tiempo así si nos hundimos, nos hundimos los dos —añade en broma.

Adamaris suelta una risilla dejando salir los nervios y traga saliva, agarra con fuerza la mano de Alejandro sintiendo sus dedos entrelazarse.

¿Por qué su corazón late tanto y tan rápido? ¡Claro! iba a bañarse a mitad del océano. No era que ella no supiera nadar, desde los catorce años había insistido en que ella quería aprender a nadar por ese mismo motivo y sus padres decidieron pagarle unas clases de natación, pero ahora era diferente, Adamaris había escuchado que en el mar no se puede bajar la guardia nunca. Que había que tenerle respeto.

Pero allí estaba, a punto de lanzarse al mar sin salvavidas y con un hombre guapo...

—¿Y si me ahogo? —suelta de repente, sin evitar decirlo en voz alta.

Inmadiatamente Alejandro volteo a mirarla con sucuerpo contraído.

—¡Puff! Eso no va a pasar... ¿Por qué? ¿No me digas que no sabes nadar porque estaremos en serios problemas? —Alejandro esperaba una negativa que no tardo en llegar, desinfló su cuerpo y sonrió mucho más relajado.— que bueno, ya me estaba empezando a preocupar. Pero tu no tienes porque preocuparte estas conmigo y nada te va a pasar. Si te hundes, nos hundimos los dos —bromeo riendo abiertamente y haciendo reír a la castaña.

—¿Eso lo dices por mi peso o por qué?

—Oh no, no, no, no, bueno en parte.

—¡Eres un demonio! —exclama entre risas, dándole una pequeña palmada en el hombro. Alejandro sonríe al observar que la castaña empezaba a tomar confianza y se vuelve más relajada al estar frente a él.

Ni siquiera supieron cuando empezaron a tratarse con familiaridad, ni mucho menos cuando el espacio entre los ellos se empezó a reducir a tal punto que su cuerpos se tocaban por el rose de sus brazos.

Alejandro agarra la mano de la castaña y la prieta, no con la suficiente fuerza pero si con la seguridad de que nada le va pasar. Adamaris parpadea, mira las manos unidas y después a Alejandro, éste le guiña un ojo y tuerce una sonrisa que pretender ser amigable, pero que lo hacen ver demasiado guapo. Adamaris vuelve a parpadear.

—¿Preparada?.

—No.

Ambos soltaron una risilla, Alejandro confiado y Adamaris nerviosa.

—Ahora si, ya vamos a por el agua —Adamaris asiente enérgicamente.— ¡ya! —grita mientras se lanza al agua.

—¡No...! —grita, pero queda suspendido en el aire y la castaña experimenta por primera vez la libertad que solo le proporciona vivir uno de sus sueños. El agua estaba deliciosa, ni tan fría ni tan caliente y bajo esta, se podía apresiar algunos peses que estaban nadando a cierta distancia de ellos.

Sonríe porqie exactamente así se imaginaba estar. Alejandro sonríe al observala.

Los dos salen al mismo tiempo del agua, ríen sin ningún tipo de restricción. Sin duda, acaban de vivir algo tan maravilloso que se les quedará guardado para toda la vida.

—¡Esto es....! ¡Uff! —dice Adamaris escupiendo agua sin dejar de reir.

Alejandro se pasa la mano por la cara, quitándose restos de agua.

—¿Estas contenta? —le pregunta el castaño sintiendo impotencia por conocer los sentimientos de Adamaris.

—Mucho, mucho la verdad —responde radiante.

Al verla sonreír de aquella manera, Alejandro perdió el habla por un momento aunque rápidamente logró salir de su transe.

—¡Oye! —se aclara la garganta.— por cierto, ¿cuando dijiste que me conocías? ¿Por qué lo dijiste? —se interesa Alejandro colocando a la castaña en una encrucijada ya que no quería que este lo viera con otros ojos si le revelaba la verdad.

Adamaris deja de sonreír, mostrándose incomoda acto que no paso desapercibido pata el castaño.

—Bu-bueno es que... Tu-tu cara sale en todas las revistas de-de México y bueno yo... De allí te reconozco —miente.— realmente nunca pensé conocerlo.

Alejandro asiente ante su respuesta.

—Mmm. ¿Qué te parece una carrerita de regreso al yate? —propone, dando por hecho la respuesta de Adamaris.

—¿Hasta el yate? —Alejandro asiente. Adamaris voltea hacia atrás.— esta bien. Uno, dos, tres —se apresura a contar y nadar lejos de él.

—¡Oye! No seas tramposa —le grita incapaz de dejar de reír. Tuerce la sonrisa y empieza a nadar en la misma dirección de la castaña.

—¡RÁPIDO O GANARÉ! —le grita está llegando al yate.— ¡GANE! ¡GANE! —grita a todo pulmón celebrando su victoria. Con ambas manos colocadas en el metal del yate e impulsando se sienta en esta, incluso mueve sus piernas esperando la llegada del castaño.

De pronto, el mundo se detuvo Adamaris dejó de reír hasta que sólo quedó una extraña mueca en su rostro, prestando le atención a la piel expuesta del amigo de Joel. Como el agua hacia abrazaba el bronceado cuerpo de Alejandro y sus músculos se tensaban con cada brazada que daba. Adamaris parpadeo y mantuvo una tensa sonrisa hasta que Alejandro llego hasta el barco.

—Vez que no fue mala la experiencia después todo —Alejandro le sonríe y coloca sus musculosos brazos en el metal del barco, viendo a Adamaris. Frunce el ceño al observarla ida.— ¿pasa algo? -le pregunta, preocupado al pensar que la pudo hacer sentir incomoda.

Adamaris parpadea, lo enfoca y se reprende al tener aquellos pensamientos tan fuera de lugar.

—Lo siento, estaba pensando en... Esto es maravilloso de verdad, único. Muchas gracias —la castaña le devuelve la sonria y al percatarse que han pasado muchos minutos de esa manera, se aclara la garganta, apartando la mirada.— ¿por qué no seguimos? De seguro tienes mucho en mente.

La carcajada de Alejandro no se hizo esperar y mientras salía del agua, observaba el rápido andar de la castaña, quien muy avergonzada trataba de escapar de la mirada de este.

Cuando Adamaris terminó de cambiarse, regreso al lado del castaño. Ambos compartieron una sonrisa cómplice. Llegaron a la bahía de Tlacopanocha en donde el mismo muchacho de hace algunos horas los esperaba. Con la misma familiaridad Alejandro le entregó el yate se despidieron, y salieron a la playa .

—¿Ahora a donde iremos? —Alejandro le entrega un copo de nieve.— gracias.

—De nada —el castaño sonríe y prueba del suyo.— no sabía el sabor que te gusta así que pedí que echarán un poquito de todo, espero que no sepa tan mal.

—No en realidad sabe muy bien. Hace muuucho que no prubaba un copo así que ya te puedes imaginar. Además, míralo por el lado positivo tengo muchos sabores en uno solo —y sonrió haciendo reír al castaño.— ahora responde. ¿Para donde vamos?.

—Oh pero que gallito resultaste —bromea.— vamos para la plaza Alvarez, conocemos un poco y de paso almorzarmos. Muero de hambre.

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