Capítulo 13 MARATÓN parte 2
—¡Adamaris necesito que me firmes...! —María dejo de hablar cuando sus ojos recayeron en su amiga.— ¿pero qué te pasó en la cara? ¿anduviste llorando? — pregunta preocupada.
Adamaris suspira mientras su amiga toma asiento a mano derecha y se seca rápidamente la cara.
—Si te contará todo lo que paso, María.
—¿Y qué pasó?.
—Ayer... Ayer me enteré que... —Adamaris tuvo que tomar aire para no echarse a llorar, preocupando Maria.— Pedrito, mi primo... murió.
Maria se cubrió la boca sorprendida. En shock.
—Tenía solo quince años, sabes.
—Era un bebé —pronuncia María y su voz sonó chilloza.— ¡Dios! Que noticia tan fuerte me acabas de dar. ¿Pero cómo pasó?¿cómo sucedió? ¿por qué vienen avisar ahora? ¡imagino como debe estar tu tía!.
—Ya sabes que el sufría del corazón y... Nos acabamos de enterar apenas ayer. Fue como... hace un mes, creo no sé —Adamaris sollozo incapaz de retener por mucho tiempo las lágrimas.— esta todo muy enredado en mi cabeza.
—Hay no, no llores. Me parte el corazón amiga y mira que ya no tengo mas lágrimas pa' botar.
—Era solo un niño María...
María traga saliva disipando el nudo en su garganta tras la noticia.
—Si... pero llorando no vas a solucionar nada amiga y lo siento, pero tampoco revivirá a Pedro —María toma con fuerza la mano de Adamaris tratando de apoyarla.— él está en un mejor lugar, en donde no va a sufrir más, además seguro estará encantado de estar haya con sus tíos.
—Lo sé, solo que es tan duro... —cuestiona a esas alturas las lágrimas de la castaña caían a cantaros y al recordar a sus padres la hizo llorar con mayor intensidad.— ni me imagino como debe estar mi tía, ella lo amaba como si fuera su propio hijo.
—Amiga, doña Maricí es fuerte, ella estará bien. Te lo aseguró — dice.
Adamaris negó.
—No. Para ella fue muy difícil reponerse de la muerte prematura de mis padres ¡y ahora esto!, estoy segura que esta devastada y lo peor de todo es que pasó por todo ella sola —asegura Adamaris soplando su nariz con un pañuelo.— lo positivo de todo esto es que... Ella esta viajando hasta acá así no estará más sola.
—¿Entonces al fin decidió?.
Adamaris asiente y se vuelve a soplar la nariz.
—Lo importante es que van a estar todos juntos, aunque esta vez los una nuevamente la tragedia.
Adamaris acabo por irse a su casa antes de la hora, no estaba de humor para soportar los delirios de grandeza de su jefa y desde que hablo con su hermano y llorado hasta caer rendida del sueño había despertado con un leve dolor de cabeza que no había podido quitar con una simple pastilla. Por eso, cuando llego a su casa no se detuvo hasta llegar a su habitación donde callo rendida en su cama dispuesta a entregarse nuevamente al dolor y tras su paso, llorar un poco, pero no fue capaz de conciliar el sueño, incapaz de darse cuenta la pequeña nota que su hermano había dejado sobre la mesa de la sala.
Alan llegó a su trabajo un poco antes de la hora asignada a los trabajadores. Nadie se imaginaba que cuando este paso de largo y se adentro a las oficinas del jefe era para dejar bien claro en que bando tiraba y que sucedería si las cosas no salieran bien. Joel ni se imaginaba que el grado de tensión que cargaba su empleado por eso, cuando Alan entro a su oficina sin tocar, este le sonrió alzando su mano para que esperará.
—Si. Dígale que ya el dinero fue consignado. Si, mañana mismo lo hire a ver. Es muy importante para mi que se lo haga llegar — Joel asintió cuando en la otra linea hablaron.— por supuesto, que tenga buen resto del día. Gracias, se lo agradezco —Joel colgó el teléfono y suspiro.— siento haberte hecho esperar, estaba ocupado. Sientate, ¿necesitas algo? —le dijo a Alan.
—No te preocupes lo que te vengo a decir no durara más de un minuto —asegura. Alan frunce su ceño y se mantiene callado a la espera.
Alan abrió y cerro sus puños, tomo aire para calmarse y no dejarse llevar por la euforia del momento.
—Te lo voy a decir de hombre a hombre. Tocale un pelo a mi hermana este fin de semana y yo te parto tu madre —gruñe. Joel tensa su cuerpo e intenta hablar, pero su empleado con una mirada de advertencia lo callo. Joel lo miro con cautela. Con Alan ni muerto se ponía de chulo, él más que nadie reconocía el peligro con solo verlo, el muchacho pese a su edad su estatura y musculatura hablaban por el.— y no, no es una advertencias. Es una amenaza —agrega y dándole la espalda, sale de la oficina dejando a su jefe con la palabra en la boca.
El sol del día miércoles se coló por la ventana de Adamaris justo cuando esta regresaba de trotar, sola ya que no quiso despertar a su hermano que había llegado apenas unas horas. Lo sabia porque lo había sentido llegar justo cuando su despertador estaba por sonar. Decidió dejarlo dormir e irse hacer ejercicio sola, troto todo lo que quiso y cuando sintió que su cuerpo ya le exigía descansar regreso a su casa. Adamaris se baño y cambio, preparó su desayuno y le guardó un poco a su hermano para que en no tuviera que cocinar cuando despertara. Llego al trabajo y se encontró con que tenía que ayudar a JeanMarco con la sección de fotos que se estaba realizando. Ese día Victoria estaba más que irritante, no dejaba de gritar y dar ordenes, mas de lo primero que lo segundo. Toda la empresa estaba hecha un caos y pronto se uniría otro caos aun mayor. Carolina, la asistente personal de Victoria había abandonado la "guarida" como le decían a su lugar de trabajo para darle una noticia nada agradable para la enemiga número uno de los Alcalá.
—¡Señora, señora! Necesita ver esto— exclama la asistente.
—¿Qué pasa?— pregunta y todos en el set se las quedaron viendo.
Carolina le pasa la tablet y esta empieza a leer.
—OvoAlcala también ira a París. De hecho... OvoAlcala abrirá la pasarela —anuncia, dejando a todos en estado de shock, incluyendo a Adamaris.
—¿Pero qué acabas de decir mujer? —JeanMarco de apresura hablar, arrancándole el periódico a su jefa que se había quedado estática.
Carolina tomo un par de bocanadas de aire antes de hablar.
—Dije que...
—¡Ya todos te oímos, no tienes porque repetirlo! —Victoria interrumpe a su secretaria de un grito. Todos en el set, incluso Adamaris pegaron un pequeño salto en sus asientos. Victoria grito de frustración y se fue hecha una furia, detrás de ella salio su diseñador. Antes de seguir a sus jefes, Carolina le da una ultima mirada a Adamaris que estaba estática ayudando acomodarle el vestido a una modelo.
—¿Y eso qué quiere decir?— pregunto la modelo, rompiendo el silencio.
Adamaris parpadeo y miro rapidamente a la rubia modelo. Rosa la otra asistente también la estaba mirando, pero su mirada era de pura incredulidad mezclada con enfado. La modelo ni se percató que estas habían compartido miradas picaras.
El teléfono de la oficina de Alejandro no había dejado de parar de sonar pero nadie era capaz de cogerlo ya que todos estaban viendo la sección de fotos que se llevaba por lo tanto Alfredo no se pudo comunicarse con su hijo.
—¡Maldita sea! ¿por qué no agarran ese bendito teléfono? —se pregunta, caminando de un lado a otro con el periódico en mano. Desde que había leído la noticia esa mañana non sólo se había sentido feliz si no orgulloso por los logros de su hijo para con el legado que le había dejado su padre y que ahora el le había cedido a este.— ¡maldita sea!— exclama colgando el teléfono, pero volviendo a teclear sus teclas.
—Alfredo, ¿qué pasa? Desde arriba se escuchan tus gritos —pregunta Enriqueta entrando a la sala.
—Estoy llamando a la empresa —dice.— pero no contesta nadie.
—¿Nadie?—Pregunta extrañada. Alfredo asiente y cuelga el teléfono, lanzando un bufido se dispuso a volver a teclear.— bueno y ¿por qué tanta insistencia?.
Como respuesta, Alfredo le tiende el periódico y su esposa lo coge. Sus ojos se abrieron de par en par al leer la noticia que adornaba la primera plana.
—¡Pero que emoción! ¡Alfredo esto es una buena noticia! —chilla emocionada.— nuestro hijo debe estar feliz.
—¡Tan feliz que no me contesta el maldito teléfono! —gruñe/ironiza Alfredo.
—¡Alfredo! Seguramente estará ocupado —le riche, defendiendo a su hijo y volviendo a leer la nota.
—¡Excusas! —gruñe y cuelga el teléfono.— ¡me canse! ¡me voy!— exclama dejando a un lado el teléfono y empezando a caminar hacia la salida de la casa.
—Esperate Alfredo, ¿a donde vas? —su esposa lo sigue de cerca.
—A la empresa, necesito saber lo que esta pasando. ¡A que Alejandro me explique porque razón no fui el primero en enterarme de esta importante noticia! —informa su esposo, colocándose la chaqueta.
—Yo voy contigo —en ese instante suena el teléfono. Alfredo ya había salido de la casa y Enriqueta había dudado en seguirlo.— ¡Felipa, el teléfono! —grita esta saliendo tras su esposo.
La empleada sale de la cocina y contestó.
—¿Si? Familia Alcalá —pregunta la empleada.
—Felipa te habla Marjory de Duran. Pasame a Enriqueta.
—La señora acaba de salir.
—¿Y Alfredo?.
—También señora.
La línea de quedo en silencio hasta que la madre de Mónica colgó sin despedirse.
—¿Que pasó?—pregunto su esposo, llevándose una cucharada de sopa a la boca.
—No estaban. Me contestó una de las sirvientas —respondió volviendo a tomar de la sopa.
—¡Ash! —gruño, dejando caer con brusquedad la cuchara.
—¿Qué pasa? ¿No te gusto la sopa? —le preguntó su esposa sin demasiado interés.
—¡Como odio tener que tomar sopa a todas horas! ¿qué no hay algo mejor que comer? —exigió saber, sintiéndose impotente al tener que degustar algo que no era de su agrado.
Marjory no respondió de inmediato. Termino de tomar la sopa que tenia en la cuchara, con delicadeza dejo la cuchara en el plantó y se limpio los restos de sopa.
—¡Yo no te mande a que mal gastarás todo nuestro dinero!— le recrimina, harta de su carencia.— dale gracias a dios que Enriqueta nos adelanto algo de la dote del matrimonio de Mónica, porque si no ni sopa estuvieras tomando. Ahora te aguantas.
—¡Yo no tengo la culpa que los negocios no me hayan salido como estaban planeados! — se defendió, levantando la voz ya que debido a su avanzada edad le costaba gritar. Pero su esposa ni se inmutó, ella no era la que se acobardaba ante nadie, aunque su orgullo tampoco se lo iba a permitir.
—Porque siempre has sido vago. ¡Bien y me lo decía mi padre! Tu eres un bueno para nada, ni siquiera tienes los pantalones para hacerte cargo de esta familia, si no fuera por mi tú hijo se fuera casado con una casafortunas, ¡y tú hija estaría en lo mismo! —vocifera Marjory, señalándolo con prepotencia.
Y así fueran pasado este matrimonio si Mónica quien bajaba las escaleras y que los había interrumpido ellos hubieran seguido en disputa.
—¡Peleando tan temprano! ¡Bueno ustedes no se cansan! ¡desde mi recámara oigo sus gritos! ¡que dirán los vecinos, por dios!.
—¡Dicelo a tu padre! ¡que no tiene los pantalones para sacar de la inminente pobreza a su familia!—gruñe su madre, levantándose de la mesa mirando a su esposo y a su hija a la vez.— ¿saben qué? ¡mejor me largo! Se me quito el apetito.
Marjory camino hacia la mansión bajo la atenta mirada de su hija. Por otro lado, Misael ya estaba sentado en su silla sin ganas de hablar.
Mónica suspiro ya sus padres ni disimulaban el fastidio que les provocaba estar cerca del otro, pese a que había pasado toda su visa escuchándolos pelear y gritarse palabras ofensivas desde que habían caída en banca rota sus pelear eran cada que se encontraban. Aveces deseaba estar lejos de su casa como su hermano. Y sin mucho ánimos volvió a entrar a la casa.
Cuando los padres de Alejandro llegaron a la empresa se sorprendieron ver sus instalaciones vacías y muchos periodistas a fuera. Tuvieron que esperar a que el auto se parqueara en el estacionamiento para poder bajarse sin tener la presión de la prensa.
—¿Y los empleados? —exigió saber.
Uno de los celadores le contestó.
—Algunos están viendo la sección de fotos.
—¿Sección de fotos?— pregunta Alfredo.
—Si señor. Con eso de que se van para París y... Las modelos, la verdad es que todos quieren colaborar.
Alfredo gruñe.
—Eso no les conviene a ellos, deben estar en sus puestos de trabajo. ¡Llévenme donde están!— exige.
—En seguida. Síganme.
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