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Capítulo 13 MARATÓN parte 1

Estaba preparado para enfrentarse a cualquier cosa, desde un posible incendio hasta una intoxicación. Por eso, cuando las puertas del  ascenso  se abrieron Alejandro corrió hacia la puerta derecha y asomó la cabeza moviéndola de un lado a otro tratando de ubicar a Susana, pero no estaba o eso aparentaba. Sintiéndose observado, salio del ascensor mirando en todas direcciones viéndose paranoico y los empleados empezaron a cuchichear, pero Alejandro poco le importó y al ver la zona libre de su ex amante se tranquilizo caminando hacia su oficina. Entró a la oficina, pero se quedo helado al ver a Susana inclinada a espalda de él.

—Señor Alcalá, buenos días— saluda su secretaria, girándose al notar su presencia. A Alejandro le asusto su encantadora sonrisa.

Alejandro trago saliva y recuperando el aliento, camino hacia su escritorio procurando no  tocar a Susana.

—Buenos días— responde el saludo con dificultad al notar una humeante tasa de café en su escritorio. Alejandro palidece y se sienta en la silla.

Susana nota su cambio y lo  interpretando mal.

—¿Le digo su itinerario... Señor?— pregunta con evidente coquetería.

—Si, por favor—  contesta, viendo la tasa con duda. No, el no quería una indigestión. Resoplo.

—¡Bien! Pero digame...¿no se va a tomar el  café que tanto me costo preparar? Tiene solo una cucharada de azúcar, lo prometo— el cambio de animo entre feliz e inocente  provoco en Alejandro un escalofrío y mayor desconfianza.

—Despues, después— dijo y se aclara la garganta. —ahora a lo importante.

Susana lo miro con altanería y de dispuso hacer su trabajo.

—Esta bien, como guste. Hoy usted tiene una junta a las diez con los diseñadores y a las tres tiene la reunión con el señor Pava. En su gaveta a mano izquierda se encuentra un sobre de la señora Catherine Kucc— cuando Alejandro hoyo aquel nombre toda precaución fue opacada por la felicidad y de inmediato abrió la gaveta, agarrando el único papel que sobresalia por su color negro con lineas blancas en sus bordes.— y su madre llamo para hablar con usted, pero como no estaba dejo dicho que volvería a llamar— informa, pasando se ves en cuando la mirada por su libreta de apuntes. — No se le olvide que mañana usted debe estar a las seis en el aeropuerto, ya hice la reservación.

—Muy bien, ya puede retirarse.

Alejandro esperó a estar a  solas para abrir el sobre y cuando lo hizo, sus ojos se abrieron de par en par y su pulso se aceleró al leer lo que decia en la nota.

Grito, gritó de emoción y jubiló y gozó tanto que las personas que estaban fuera de la oficina detuvieron lo que estaban haciendo solo por curiosidad y Carlos aceleró su paso hasta llegar a la oficina.

—Alejandro amigo, ¿qué pasa? Desde allá fuera se te escucha tus gritos— le pregunta viendo a su amigo caminar de un lado a otro mientras bebía licor.

—Pues no importa que me escuchen, ¡que me escuchen todo mundo! —grita a todo pulmón.

—Detente amigo, detente — le pide.— ¿me puedes explicar que pasa?.

Alejandro suspira por la nariz antes de contestar.

—Pasa amigo mio que... ¡Nos vamos a París!.

Carlos parpadeo.

—¡NO!.

—¡SI!.

—¡NO!.

—¡SIII! ¡OvoAlcalá se internacionaliza!.

Ambos amigos terminaron gritando de alegría, brindando y celebrando su próximo triunfo de su empresa.

—¿Y sabes qué es lo mejor?—le pregunta Alejandro a Carlos.

—¿Qué?.

—¡Que me libre de esa maldita cita a ciega!—volvió a gritar y ambos se volvieron a dar un caluroso abrazo.

—Bueno, bueno. ¿qué pasa? ¿por qué tanta algarabía? — Julio entro a la oficina.— ¡A no! ¡Déjenme adivinar! ¡Se ganaron la lotería! Ja ja ja ¡Cierto! ¡Ustedes con condenada mente ricos!.

—Tu te irás de para trás cuando te enteres...—rugió Carlos feliz.— te internacionalizas.

—¿Espera qué? Yo-yo no escuche bien— dijo Julio. Alejandro agarro la carta y la tiende al aire. Cuando Julio la iba a coger, su jefe la retira.

—¡Ey!—Protesto.

Alejandro ríe alto y como último intento, Julio se estira y logra alcanzar la hoja.

—Estimado señor Alcalá, ta ta ta nos complacería ta ta ta ta  en... París... Espera, ¿qué? ¡¿París?! — Alejandro y Carlos rieron cuando Julio quedo estético con las facciones de su cara exageradamente abiertas.

—Lo que acabas de leer, ¡París! ¡Mandine quiere que abramos su pasarela!—ahuya Alejandro vaciando todo el contenido de la copa.

Adamaris paso todo el día deprimida, apenas y probo bocado en el almuerzo. María trataba de animarla cada vez que podía escaparse de Victoria, pero para la castaña era imposible no sentir desvalorado su esfuerzo, su trabajo, su obra. ¿Así se sentía el sabor agridulce? Saber que tus diseños desfilarán por la mejor pasarela del mundo y no poder ser reconocida por ello.
Adamaris entro a su casa mas desanimada y con muchas ganas de llorar, mas que de lo que había estado haciendo en todo el día. Lo que no contó fue con encontrar a su hermano esperándola. Este al ver a su hermana seco rápidamente las lágrimas que caían de sus ojos y respiro profundo, buscando la manera de calmarse.

—¡Alan! Pensé que estabas de camino al trabajo— comenta tratando de alejar su estado de ánimo. Adamaris beso a su hermano en el cachete y se sentó a su lado, agarrando el vaso que este había estado bebiendo.

—Pues ya me iba, pero sino fue que la tía Marice llamó.

Adamaris frunce su ceño.

—¿La tía Marice? ¿Como va hacer eso? — preguntó sorprendida.— ¿Esta bien? ¡Pues, ¿qué pasa hombre?!— se altera al ver el silencio de su hermano y el desconcierto reflejado en sus ojos.

Alan primero tomó aire para tratar de calmarse y buscar las palabras menos dolorosas para darle a su hermana aquella noticia, le preocupaba descomunalmente que esta enfermara y...

—Pedro...Pedrito, nuestro primo... Murió— Anuncia, conteniendo las ganas de llorar mientras un gran nudo en su garganta se formaba.

Adamaris parpadeo.

—¡¿Qué?! ¿Pero cuando fue eso? ¡¿por qué nadie nos aviso?!—Pregunta desconcertada. Alan paso saliva.

—Mi tía me dijo que fue hacen un mes aproximadamente. Ya sabes que pedrito estaba enfermo y que en cualquier momento se nos iba, pero no sabía que iba ser tan pronto— se lamento aguantando las ganas de volver a  llorar.

Adamaris negó en respuesta mientras sus ojo se llenaban de lágrimas y su corazón palpitaba de dolor. Negó con la cabeza, incapaz de creer lo que sus oídos habían escuchado. Pedro, Pedrito, su primo.

Pedrito era un niño sin hogar a quien su tía había querido  desde que se conocieron para previamente adoptarlo, pero este sufría del corazón y al menor sobresalto lo mandaba al hospital durante un mes completo. Ellos habían crecido y amado como primos y cada vez que tenían la oportunidad viajaban a cuernavaca (lugar donde recibían) para estar con sus únicos familiares vivos.

Alan empezó a secar las lágrimas de su hermana aguantando las suyas.

—No llores hermana— suplica.

—¿Cómo no voy a llorar Alan?— cuestiona entre lágrimas.— Pedrito sólo tenía quince por dios, ¡era un niño! Un niño lleno de vida, de sueños, de amor. ¡Dios!¿cómo pudo pasarle esto?—Adamaris tomo aire en busca de fuerzas para continuar.— no es justo, no es justo. Me imagino como debe estar la tía—decía dejándose envolver por los brazos de su hermano.

—No pues ella esta desecha, sin ganas de hacer nada. Ya sabes que Pedro era como su hijo y esta noticia la a devastado.

—¡Alan, Alan! Tenemos que traerla, la tía esta muy sola y ya esta muy vieja— dice aferrándose a la ropa de su hermano.

—Precisamente para eso nos llamaba. En estos días ella viajara para acá.

Adamaris se sorbe la nariz, separándose de su hermano y asiente con la cabeza.

—Si, no podemos dejarla sola nuestros padres no nos perdonarían. ¿Sabes cuándo vendrá?.

—En estos días, creo que el viernes. Adamaris detuvo sus sollozos y miro a su hermano atentamente.

—¿El viernes has dicho?¿Este?.

—Si este, ¿por qué?.

Adamaris se muerde el labio dudosa.

—Bueno... Verás, Joel me invitó este fin de semana ha Acapulco...

A medida que Alan escuchaba su ceño se fruncía más y más, y su rostro se colocaba tenso.

—¿Por qué  el querría invitarte?—pregunta serio.— Adamaris... ¿Tu y él...?.

—Alan no, no vayas por hay te lo pido. Entre Joel y yo no hay nada —se apresura aclarar.

—¿Entonces por qué razón te invitó sino te ve con otros ojos? No nos hagamos los tontos desde que se conocieron él se a portado contigo...

—¡Ay no! Yo me voy a mi cuarto, no estoy para discutir y mucho menos contigo.

—¡Eh, EH, EH!—Alan detuvo el avance de su hermana.— no vas.

Adamaris frunció su ceño.

—¿Perdón? ¿qué has dicho?.

Alan subió muy lentamente una de sus cejas.

—Que no iras.

Antes de contestar, Adamaris logro soltarse y retroceder.

—¿Perdón? Alan, solo te estaba informando sobre mis planes no pidiendo permiso Alan, soy una mujer hecha y derecha y puedo mandarme sola.

—¡Solo tienes veinticuatro años!  Y tu salud...

—Mi salud esta perfectamente gracias—le dice y suspira. —  Alan, tienes que entender que ya no soy una niña y que se cuidarme. Ahora me retiró, esto de nuestro primo me desconcertó.

Adamaris recogió sus cosas y se retiró a su habitación, donde inevitablemente volvió a  lloró.

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