Él respira rápidamente. Su pecho sube y baja muy rápido... demasiado. Mueve sus manos intentando librarse de las ataduras, pero es imposibles. Están tan apretadas que ya casi no siente sus brazos. Gotas de sudor se deslizan por su frente y cuello. Una de las heridas de su pierna está comenzando a infectarse, él nunca hizo nada para que eso no sucediera.

El sonido de unos pasos se hace audible. Él levanta la cabeza y mira en dirección de donde proviene el sonido. Poco a poco de la oscuridad sale una chica. Su rostro tiene una expresión seria y aburrida. Se nota que no quiere estar aquí... o eso parece.

Una de las comisuras de sus labios se alza reemplazando esa expresión que tenía en su rostro.

—Que hermoso es cuando se intercambian los roles, ¿no?

—Eres una maldita —le contesta él.

Al parecer... esas palabras no le agradaron en lo absoluto.

  No se tarda mucho en acercarse a una mesa en donde tiene todo tipo de utensilios de tortura. Agarra el primero que ve y le propina un buen golpe a él.

Por un momento ella pensó que lo dejó inconsciente, pero él vuelve a ponerse derecho en la silla. Ahora gotas de sangre viajan por su cara.

—Me gustan los martillos —dice ella mirando la herramienta que tiene en las manos.

—Cuando me suelte de aquí... me las vas a pagar.

Una risa escapa de los labios de ella.

—¿Y quién dijo que te vas a soltar? Sí... bueno, ahora que lo pienso sí lo harás... pero muerto... muy muerto.... —agarra un cuchillo que hay en la mesa— y yo seré la responsable de que no vuelvas a abrir los ojos —dice y le clava un cuchillo en el muslo.

Él grita de dolor y suelta unos cuantos insultos que solo hacen que la sonrisa de la chica crezca.

—Nos vemos más tarde... querido André...