Capítulo 46
Jared
Me paso las manos por la cara. Suelto una larga respiración intentado clamarme.
Otra vez no por favor...
—¿Estas segura? —le pregunto a Alina.
Ella suelta un suspiro antes de hablar.
—Cien por ciento segura —afirma y siento una opresión en el pecho.
—Pero si solo han pasado dos horas desde que mi madre nos llamó; Dios, esto es increíble —exclamo masajeándome las sienes por el repentino dolor de cabeza que me da.
—Siendo sincera... pienso que dos horas es tiempo suficiente para tu hermano. En dos horas él puede hacer cualquier cosa —dice Alina sentándose en la orilla de mi cama y se pasa las manos por el pelo.
—¿Vamos a tener que buscarla otra vez? ¿Pasar el infierno que ambos pasamos buscándola y luego esperar a que, de milagro, sobreviva? ¿Sacarla de las garras de mi hermano otra vez? —digo con enfado.
—No saquemos conclusiones, Tanit solo puede haber ido a caminar por el jardín o...
—Alina —suelto un suspiro—, si Tanit salió a caminar, ya sea al jardín o la calle, se va a meter en serios problemas si llega a tener un ataque —digo mirándola a los ojos—. Ella solo ha experimentado el primero.
Alina se mira la mano vendada y sacude suavemente la cabeza.
—Yo digo que no saquemos conclusiones precipitadas —se levanta y cruza los brazos sobre su pecho—. Hay que esperar... no hay nada más que hacer.
—Sí lo hay, ella puede estar en peligro... ella...
—Ella ya no es la misma, Jared. Puedo apostar que puede defenderse muy bien. —Esas fueron sus últimas palabras antes de girarse y cruzar la puerta de la habitación.
...Ella ya no tiene salvación
Las palabras de Addison se repiten una y otra vez en mi mente. Las actitudes de Tanit me recuerdan a mi melliza cuando estaba empezando. Las sonrisitas constantes, que ladee la cabeza, que se quede mirando a la nada y entre otras cosas.
Dejo escapar una respiración. Siento el desespero a flor de piel. Veo como esta se eriza y como el dolor de cabeza empieza a aumentar...
Mira atrás...
¿Qué?
Mira atrás...
—Ven...
Me giro tan rápido que por un segundo me aturdo, pero me quedo de piedra ante lo que mis ojos ven.
Tanit...
...bañada en sangre... con una sonrisa en la cara. Me mira y hace el ya conocido gesto de ladear la cabeza. Da algunos pasos hacia mí.
Recuerdas que una vez te dije que se vería mucho más hermosa bañada en sangre... pues...
Tenías razón... parece una Diosa.
La distancia entre nosotros se corta quedando cara a cara. Nuestras narices se rozan y siento su aliento en mi boca. Trago saliva y bajo los ojos a sus labios. Me fijo en algunas gotas de sangre que tienen, pero segundos son los que pasan cuando ella se las limpia con la lengua.
Hace lo mismo que mi madre, pienso, pero no lo digo.
—¿Quieres divertirte un rato? —me pregunta.
Me fijo en sus ojos, las venas se encuentran muy rojas, y las de su cuello están muy marcadas.
Está en medio de un ataque.
Suelto un suspiro.
—¿Haciendo que exactamente?
Ella se muerde el labio antes de contestarme.
—Podemos elegir a alguna presa juntos y acabar con ella... ahora que ambos somo iguales —dice en un tono de voz bajo.
Hazle caso...
Ya lo estaba pensando.
Elige a alguien con ella...
Está bien...
—Está bien, pero antes —le paso el dedo una de sus mejillas— debes limpiarte... si no quieres que te vean así.
—¿Esa?
—No
—¿Ese otro?
—No me convence —me vuelve a decir lo mismo por decima vez.
Doy algunos pasos y me posiciono a su espalda. Paso mis manos por su cintura y llevo mi cabeza a su hombro dejando mi boca a la altura de su oído.
—Entonces... observa y... elige —le susurro y puedo notar como la piel de su cuello se eriza. Una de las esquinas de mi boca se eleva en una sonrisa.
—Está bien... —Empieza a mirar a todas las personas que se empiezan a aglomerar en el comedor por la hora de almuerzo. Muchas de ellas están sentadas y las demás tomando la comida. Su respiración es tan fuerte que escucho sus inhalaciones. No tarda tanto en levantar el dedo y señalar a alguien.
—Ese... —Sigo con la mirada el dedo de ella y mis ojos caen en un chico que come apartado de los demás. Se le ve algo deprimido y desanimado.
—¿Por qué? ¿Por qué él? —le pregunto.
—Para acabar con su sufrimiento —dice y se gira quedando de frente a mí—. Se nota que quiere morir... ¿no lo ves? —vuelve la vista a él—. Sus ojos no tienen brillo, están opacos, se ve muuuy pálido, no sé mucho desde esta distancia, pero puedo apreciar algo de ojeras bajo sus ojos. Se nota que no quiere estar en este mundo... y yo voy a ayudarlo... bueno... vamos —dice y estampa sus labios sobre los míos.
Comienza a moverlos con fuerza y desenfreno. Le sigo el ritmo. Llevo una de mis manos a su pelo y lo agarro con fuerza. Siento como sus labios forman una sonrisa en medio del beso.
—Vamos... quiero divertirme —me dice para después volver a besarme.
Espero
Eso es lo que hago.
Afilo el cuchillo que tengo en la mano mientras espero a que Tanit llegue con nuestra presa.
Su primera presa juntos...
Sí... la primera de muchas...
Eso esperamos...
Dejo de prestarle atención a la voz y al cuchillo cuando escucho la voz de Tanit seguida de la de un chico. Tomo una profunda respiración.
Hace un par de minutos deje a Tanit en el comedor para que tratara de hablarle al chico y traerlo hasta mi sótano... sí... mi sótano. En esta casa hay muchos lugares que usamos para nuestro tipo de diversión, pero, al igual que a Esteban y André, yo mande a que construyeran una para mí y solo para mí.
El sótano de Esteban es uno de los que más me gusta, tiene tantas cosas para usarlas en las personas que me quedo horas y horas torturando hasta que la presa cierra los ojos y se muere por dolor. El de André ni siquiera sabía que estaba en el patio de la casa. El mío se encuentra en el garaje, le di las indicaciones a Tanit para que supiera como llegar y al parecer las siguió muy bien.
Las voces cada vez se hacen más fuertes por lo que me escondo para que esto sea mucho más divertido.
—Wow... esto es... muy raro y bonito. —Escucho al chico.
—Sí... pensé lo mismo cuando entre por primera vez —le contesta Tanit de quien solo veo la espalda.
El chico esboza una sonrisa, pero en de eso parece una mueca rara.
Tanit ladea la cabeza.
—¿Estás bien?
Muy bien... así se hace pelirroja.
—Ehmm... sí... no te preocupes.
—Puedes hablarme... sé diferenciar cuando alguien necesita ayuda —le dice en un tono de voz muy suave.
Él arruga las cejas en su dirección y todo su cuerpo se tensa.
—Ehmm... no... está bien... creo que es mejor que me vaya —dice girándose.
—No... tú de aquí no de vas —le ordena Tanit haciendo que el chico detenga sus pasos.
—Si me quiero ir me puedo ir, tú también aquí eres solo una empleada —comenta señalando el uniforme que mi chica lleva.
Él suelta un bufido y se vuelve a girar, pero la risa de Tanit inunda la sala.
Él la mira con cara de espanto. Sus cejas se juntan cada vez más y justo en el momento en el que uno de sus pies toca un escalón presiono el botón que cierra la puerta de entrada. Él se queda estático y Tanit se sigue riendo. Yo salgo de mi escondite en el momento en que se gira.
—¿Qué es esto? —pregunta dando pasos para atrás.
—Tu alivio —le contesta Tanit—. Te vi en el comedor y estaban tan triste y desanimado que tomé una decisión —se acera a él—, acabar con tu sufrimiento.
Tanit toma del cuello al chico y lo lanza al suelo con todas sus fuerzas. Su frente choca muy fuerte y un quejido sale de él. Lleva una de sus manos al área afectada y luego la mira. Sangre... eso es lo que hay ahora en su mano y frente.
—¿Qué carajos? —dice y levanta la mirada encontrándose conmigo—. Señor Blake.
Me agacho quedando a su altura.
—Llámame Jared... es un privilegio que te daré en tus últimos momentos de vida —le digo y su expresión vale oro.
No le doy tiempo a decir nada cuando lo agarro por el cuello de la camisa y lo arrastro a la pared que siempre uso. Con ayuda de Tanit lo encadeno. Él intenta defenderse golpeando a mi chica, pero yo le lanzo un puñetazo directo a su mandíbula. Lo agarro por ella y lo miro a los ojos.
—A ella tú no tocas, ¿entendido? —El asiente.
Ese es el momento en el que veo el miedo invadir sus ojos.
Cuando ya está encadenado Tanit y yo damos algunos pasos hacia atrás y lo miramos fijamente. Ella como siempre con su sonrisita y ladeando la cabeza. Yo lo miro sin ningún expresión.
No sabes cuanto amo esto...
A mí también me gusta... pero solo cuando te portas bien
Siempre me porto bien...
No... no siempre.
—¿A que están jugando? Sáquenme de aquí —dice moviendo sus brazos y las cadenas suenan.
Tanit y yo nos miramos.
—¿Qué hacemos primero? —le pregunto.
—Mmmm —piensa y suelta un suspiro—, creo que podemos empezar por lo básico... cuchillos.
Asiento a sus palabras.
Le doy un cuchillo a ella y yo tomo uno para mí.
La herida en la frente del chico no ha parado de sangrar. Nos mira con pánico mientras nos acercamos a él.
—¿Qué van a hacer? No por favor... yo solo quiero el dinero para poder irme de Dalia, a un lugar mejor... no me quiero morir —dice y se pueden apreciar algunos sollozos.
—Ay... que pena —dice Tanit llevándose una mano al pecho.
—Sí... que pena —digo y procedo a clavarle el cuchillo en una de las manos. Grita de dolor, pero no le da tiempo a asimilar que ya tiene otro cuchillo clavado en la otra mano.
La sangre empieza a recorrerle el brazo y machar su uniforme.
Miro a Tanit que lleva su mano al cuchillo y lo arranca de golpe haciendo que algunas gotas de sangre le salpiquen la cara.
—¡¡No, por favor, ya, no!! —grita de dolor.
—No... nosotros nos vamos a divertir contigo —le dice Tanit pasando la punta del cuchillo por su cuello y mandíbula. Lo entierra un poco en esa parte y él se aparta, un punto de sangre aparece en su cara.
Tanit me mira y camina hasta mí. Estampa sus labios con los míos y me besa con ganas. Sus labios se mueven con fuerza sobre los míos y en un momento ella muerde mi labio inferior.
Eres de ella...
Lo soy desde hace tiempo.
El beso se acaba y ambos posamos los ojos en el chico que traga saliva asustado.
—Momento de divertirnos —dice antes de caminar hacia él y clavarle el cuchillo en la misma mano.
Pero q diosa...
Y que lo digas.
Se ve hermosa
Gotas de sangre se deslizan por su cuello. Su rostro esta bañado en ese líquido carmesí. La observo fijamente. Embobado.
De verdad que te obsesionante...
No es obsesión... no lo es...
Ay ya, ahora estas enamorado...
Sí... y hasta los huesos.
Hace más o menos una hora que estamos aquí divirtiéndonos. Ambos llenos de sangre. De la cabeza a los pies, pero lo que me impresiona es que a ella no le molesta en lo absoluto. Hay veces que la veo llevándose los dedos a la boca y saborea la sangre que hay en ellos.
El chico que estábamos usando dejo de respirar hace apenas unos cinco minutos atrás. Tanit pasa la punta del cuchillo lentamente por el cadáver. Sus ojos brillan como si estuviera viendo una obra de arte. Ella levanta los ojos y me mira a mí para luego esbozar una sonrisa de lado. Da pasos lentos hacia mí y cuando está a mi lado alza el cuchillo y pone la punta en el centro de mi pecho.
Sus ojos nunca se separan de los míos. Puedo ver en ellos la diversión, la picardía... el deseo.
Ladeo la cabeza y miro el cuchillo y luego a ella. Segundos pasan cuando lo suelta y este suena al caer al suelo. Con sus manos toma mi rostro y lo atrae al suyo estampando sus labios con los míos. El sabor metálico de la sangre lo siento en la boca. Bajo mis manos a su trasero y la alzo, ella rodea sus piernas en mis caderas y la dejo caer en el borde de una de las mesas más cercanas.
—Me encanta —susurra entre besos.
—¿Qué te encanta? —le pregunto.
Ella se echa para atrás y me mira fijamente a los ojos.
—Mi nueva yo —me contesta acariciándome el pelo—, ya no le tengo miedo a nada, soy fuerte... me siento fuerte.
Le doy un corto beso.
—Siempre has sido fuerte. —y con mis palabras nos sumimos en un beso que luego se vuelve mucho más. Pasan como una o dos horas cuando salimos de mi sótano. El cielo está oscuro y la luna ilumina muy tenuemente. Corremos a mi habitación en donde decidimos darnos una ducha y quitarnos toda la sangre. Yo después me encargo del cadáver. Cansados nos metemos en la cama y al poco rato nos quedamos dormidos.
Todo limpio.
El cadáver en una bolsa negra y los utensilios que usamos ya están limpios y esterilizados. Me sacudo las manos y me encargo de llevar el cadáver al horno donde siempre los incineramos, no a todos les hacemos eso, pero nos facilita las cosas cuando tenemos que deshacernos de los cuerpos.
Cierro el horno y lo enciendo. Suelto un suspiro y me encamino dentro de la casa. Camino sin rumbo fijo, algunos empleados me saludan y yo les devuelvo el gesto. Eso es una de las cosas que nunca me ha gustado de esta casa; que siempre tenemos que ser amables y corteses con las personas que llegan aquí. Y solo para que no sospechen nada, pero yo siento que en vez de eso causa lo contrario. Mucha amabilidad a veces puede ser dañina.
Estoy tan sumergido en mis pensamientos que apenas me doy cuenta. Un sonido hace que me detenga a medio camino... justo delante de la puerta por donde Tanit entro aquel día.
Arrugo las cejas. ¿Quién está ahí abajo?
Empujo la puerta y la cierro a mis espaldas; no quiero entrometidos. Bajo las escaleras lentamente. Escucho sonidos que hacen que frunza aún más el ceño. ¿Quién demonios está ahí y por qué está haciendo tanto ruido? Veo una luz a lo lejos, me acerco cada vez más.
Llego al causante de tanto estruendo y cruzo los brazos sobre mi pecho.
—André
Mi hermano se gira y sus ojos caen en mí. Su respiración es acelerada y rápida. Las venas de su cuello están muy marcadas.
—Estas teniendo un ataque. —No pregunto, afirmo.
—No —mira para otro lado—, acabo de tener uno y —se pasa la mano por la frente sudada— me estaba desahogando —termina de decir sorbiendo su nariz.
No me había dado cuenta de que está bañado en sudor. Sus piernas tiemblan y puedo jurar que hasta flaquean en algún momento
Arrugo las cejas y me acerco a él. La bombilla que cuelga en el techo no ilumina tanto, pero es luz suficiente para notar varias cosas. El rostro de mi hermano está muy pálido... demasiado. Gotas de sudor resbalan por su frente y cuello. Traga saliva constantemente.
—¿Qué te pasa?
Él alza la vista y me mira.
—Nada... nada que te importe... déjame en paz —suelta bruscamente.
—Tienes razón... ni siquiera debí bajar —digo y comienzo a caminar por donde mismo vine, pero André hace un movimiento dejando su cuello a la vista.
Detengo abruptamente mis pasos.
—¿Qué tienes en el cuello?
Mi pregunta lo toma por sorpresa y se tensa.
—Nada, vete ya, Jared —me contesta.
—André lo acabo de ver... ¿Qué tienes en el cuello?
Un silencio se crea entre nosotros y siento mis extremidades tensarse. Mi hermano me ignora volteándose, dándome la espalda. No lo aguano más y camino con pasos firmes hasta él. Lo empujo por la espalda y justo cuando cae el suelo un grito de dolor se escapa de su garganta.
Arrugo las cejas cuando me fijo en su pantalón. La sangre empieza a mancharlo rápidamente. Aprovecho que está en el suelo y le aparto el cuello de la camisa para ver lo que mis ojos captaron hace segundos.
Una mordida.
Una mordida...
Ay no...
Ay sí... claro que sí.
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