Capítulo 36
Ya han pasado cuatro días desde que desperté. Aun me duele todo, solo he conseguido sentarme en la camilla con la ayuda de Jared. Alison me ha estado revisado como seis veces por día. Dice que mi brazo está en un estado muy delicado al igual que todo mi cuerpo, pero siempre especifica en mi brazo; que debe estar en contante reposo para que así mejore más rápido.
Todo mi cuerpo parece un cuadro hecho por un niño de tantos colores que tengo encima. Aun todo me duele y molesta, pero poco a poco se avanza.
—Vamos... ponlos en el suelo —me dice Jared ayudándome a ponerme de pie.
—Me duelen los muslos —me quejo.
—Lo sé, pero tienes que empezar a caminar si no quieres que te den espasmos, ¿ok? —dice mirando mis pies.
—Ok —digo volteando los ojos.
—Vamos... ponlos en el suelo.
Bajo la mirada a mis pies y los voy bajando lentamente hasta que estos tocan el suelo. Un escalofrió me recorre al sentir lo frio que está. Me agarro de las muñecas de Jared e intento firmar los pies en el suelo, pero mis piernas flaquean haciéndome caer; sus brazos me rodean antes de que me de otro golpe más.
Nuestras caras quedan a centímetros de distancia, puedo sentir su respiración en mis labios. Sus ojos están fijos en los míos y me miran con intensidad, yo hago lo mismo.
En el siguiente segundo sus labios están pegados a los míos. Es un beso lento y suave. No sé si los hace así por como estoy o por que le dio la gana de besarme de esa manera tan tierna que no le pega nada. Subo mi mano hasta su mejilla e intensifico un poco el beso. Él le sigue el ritmo y, con una delicadeza que me sorprende, me agarra fuerte y me sienta en la camilla para luego posicionarse entre mis piernas. Con sus manos agarra mi cara y vuelve ese beso aún más profundo.
Es increíble que no esté sintiendo ningún tipo de dolor ni molestia. Una de las manos de Jared baja hasta mi muslo y lo aprieta muy suavemente haciendo que de un brinco de sorpresa que al parecer él entiende porque se detiene.
—¿Te dolió? —me pregunta juntando nuestras frentes.
—No... solo fue un reflejo —admito cerrando los ojos.
Ahora que lo pienso, no pasó por mi mente cuando Jared me subió a la camilla ni cuando me empezó a besar más intensamente.
—No pensé en él —digo en voz baja.
—¿En tu padre? —pregunta y me da un beso en la punta de nariz.
—Sí —asiento—, no pensé en él cuando me besaste.
—Es porque yo soy tan hermoso que opaco todo tipo de pensamientos —dice en tono juguetón haciéndome reír.
—Tú y tu autoestima —digo rodando los ojos.
Nos quedamos en silencio con nuestras frentes pegados y mirándonos fijamente. Y ahí es cuando me fijo que las venas de sus ojos empiezan a verse rojas, muy rojas. Arrugo las cejas y despego mi frente de la suya para darme cuenta de que también está muy tenso. Su mandíbula está muy marcada al igual que todas las venas de su cuello. Siento como sus manos hacen presión en mis muslos haciendo que suelte un chillido de dolor.
¿Qué le pasa?
—Jared... hey... ¿Qué pasa? —intento llamar su atención, pero es como si estuviera en otro mundo—. Jared... suéltame... me estas lastimando...hey —digo pasando mi mano por enfrente de sus ojos, pero no reacciona y cada vez aprieta más mis muslos. Intento sacarlas con mis propias manos, pero está ejerciendo mucha fuerza.
—Jared... ¡Jared! —digo en tono de voz más alto haciendo que sus ojos se fijen en mí, pero solo me recorre entera con ellos antes de salir de la enfermería a toda prisa.
Dejo mis ojos fijos en la puerta hasta que esta se cierra.
¿Qué acaba de pasar? ¿Por qué se le pusieron así los ojos?
La única respuesta hasta ahora es: no lo sé. Y necesito respuestas.
Jared
Tenía que salir de allí o si no le podía hacer daño, mucho daño.
Te hubieras quedado.
No empieces.
¿Qué no empiece qué?
Lo que siempre haces.
Hablarte... ¿eso?
Joderme la vida.
Hay querido, esa es mi especialidad.
Sacudo mi cabeza tratando de ahuyentar la voz que siempre me controla. Como desearía poder ser normal. Salir sin temor a que me dé un ataque de locura y matar a alguien en plena calle delante de todos. Como desearía poder estar cuerdo todo el tiempo y como desearía poder recordar todas las cosas que hago luego de cada ataque
Quiero ser normal.
Jamás lo serás... ahora vete y acaba con alguien si quieres que te deje tranquilo.
Te odio
Yo también, yo también, pero mi odio es bonito.
El mío no.
Qué bueno saberlo...
Y luego de eso, todo se vuelve oscuro.
Tanit
Ya han pasado algunas horas desde que Jared salió corriendo como loco de la enfermería. Llevo sola todo este tiempo. Mi estomago comenzó a gruñir avisando que ya es hora de comer, pero hay un problema: no hay comida en la enfermería. Me dedico a mirar el techo detalladamente como cuando estaba en la cabaña.
El silencio me rodea, solo se escuchan los latidos de mi corazón y mi respiración. Hay veces en las que escucho pasos afuera y pienso en esas personas que están trabajando y no saben lo que les espera. Pienso el Gina y en Maya. Ambas fueron de las primeras que conocí aquí y las que me integraron para que no me sintiera sola. El sentimiento de tristeza se instala en mi pecho haciendo que una lagrima traicionera escape de mi ojo izquierdo.
El sonido de unos pasos me saca de mis pensamientos. Al instante un escalofrío me recorre. Estos pasos no se oyen como los demás, estos son más firmes y lentos. El pánico empieza a florecer en mi interior. Intento ponerme de pie, lo logro a duras penas y busco algún lugar donde esconderme.
No me pregunten como supe que esos pasos le pertenecían a alguien que odio con toda mi alma: André. Justo cuando me escondo detrás de un armario él entra a la enfermería. Trato de calmar mi respiración. Me pongo una mano en la boca para que no se escuche tanto.
—Tanit... ¿Dónde estás? —dice en un tono que me causa escalofríos.
Se empieza a escuchar cosas chocar y ser tiradas al suelo.
—Sal de donde estes, pelirroja.
Niego con la cabeza como si él pudiera verme. Que alguien llegue ya, por favor.
—¿Quieres jugar a las escondidas entonces? Pues juguemos —dice y seguido de eso escucho como empieza a mover cosas, a tirarlas, se escucha algo de cristal romperse. Desde donde estoy puedo ver como voltea una camilla tirándola al suelo. Los latidos de mi corazón están muy acelerados y mi respiración está igual o hasta peor.
Que alguien llegue ya por favor.
—Aquí estas —dice y siento como me agarra del cabello y me hala hacia fuera de mi escondite.
—¡Suéltame! ¡Idiota, suéltame! —grito, pero su otra mano va directo a mi boca y mis gritos se vuelven murmullos.
—Hola pelirroja —dice con el tono de voz lleno de burla— ¿Me extrañaste?
Le dedico la mirada más cargada de odio que pude haber hecho en mi vida. Él solo me sonríe mostrando todos sus dientes.
—Me encanta cuando me dedican miradas llenas de sentimiento y más si ese sentimiento es el odio —dice agarrando más fuerte mi cabello haciendo que chille de dolor—. Y también me encantan los gritos de dolor —dice tirándome con fuerza al suelo.
Caigo bocabajo, pero no me da ni tiempo para pensar cuando él me voltea bocarriba.
—Esta posición se ve muy tentadora, Tanit —dice mirando mi cuerpo con detalle.
No...
Eso no...
Eso sí que no
Pelea...
Otra vez tú.
Pelea...
Ok
Aunque me duela todo, aunque tenga que estar en reposo para mejorar, aunque los movimientos bruscos me hagan daño: empiezo a moverme para escapar de su agarre. Al parecer lo tome por sorpresa porque estoy de pie en menos de diez segundos.
Agarro lo primero que veo que me sirva como arma. Cuando miro mi mano, en ella hay un bisturí. Lo miro y luego a él, que tiene una sonrisa burlona en su cara. Yo sigo con mi expresión seria y con el odio y la rabia creciendo en mí. Los dos estamos quietos mirándonos fijamente.
—¿Qué vas a hacer con eso, Tanit? —pregunta señalando el bisturí— ¿Vas a matarme?
Obvio que sí...
Arrugo las cejas. ¿Por qué esa voz no se va?
Te dije que te acompañare por el resto de tu vida, ¿no lo recuerdas?
Cállate de una vez.
No...
Sí...
Cuando lo mates me voy...
Yo no...
Saben todos aquí que quieres verlo muerto...
Un movimiento a mi derecha me saca de mis pensamientos.
André me señala y empieza a asentir lentamente.
—La tienes... la tienes.
Arrugo las cejas.
¿Qué tengo que?
—La tienes... tienes la locura... te dejaste contagiar, Tanit —dice acercándose a mí y yo doy dos pasos atrás, pero choco con una camilla.
—¿De qué hablas? —digo con el bisturí listo para ser enterrado.
—Tienes algo que tienen todos Los Blake, algo que nos define, algo que...
—¡¡Tanit!! —el grito de Alina hace que los dos la miremos.
Ella va enseguida hacia mí y empuja a André hacia atrás.
—Vete de aquí maldito—le dice con odio en la voz.
André la mira y hace pequeños asentimientos con la cabeza antes de hablar.
—Tienes que aprender de ella Tanit, ella sí que no se deja contagiar —dice y se va sin mirar atrás.
Yo aún estoy medio en shock con el bisturí en mi mano. Alina se voltea y me mira fijamente.
—¿Qué quiso decir André? —pregunta con ¿preocupación?
—Nada que importe —digo tensando la mandíbula.
—Tanit —dice con una suavidad en la voz que me sorprende.
Dirijo mis ojos a ella.
—¿Qué?
—¿Has estado escuchando una voz en tu cabeza?
¿Cómo lo sabe?
Asiento lentamente
La cara de Alina expresa preocupación y miedo.
—¿Qué significa? —pregunto ahora algo asustada.
—Que te dejaste contagiar de la locura Blake.
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