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Capítulo 35


Duele.

Duele mucho.

Me arde.

  Es como si volviera estar en la cabaña encerrada, pero ahora se siente tres veces peor. No sé cómo estoy, no sé si estoy viva o muerta la verdad. Solo sé que me duele todo: la garganta, el brazo, el muslo, el cuello, el pecho, la cabeza... las muñecas... todo.

  La imagen del cuerpo de mi padre me atormenta todo el tiempo. Aparece delante de mí y me toma a la fuerza una y otra vez. Esto es una tortura y una agonía de la que quiero salir ya, quiero que acabe ya.

Siento unas manos grandes pasar por mi rostro y mi cabello, siento como me mecen como a una bebé, escucho un llanto que no sé de dónde proviene.

—Estoy aquí... estoy aquí.

Esa voz...

...esa voz yo la conozco.

Es Jared.

Como puedo, empiezo a abrir los ojos, pero una luz hace que los vuelva a cerrar. Me doy cuenta de que el llanto proviene de mí, yo soy la que está llorando.

—Estoy aquí... estoy aquí... ya, ya —susurra en mi oído haciendo que mi llanto disminuya.

Trago saliva y frunzo el ceño al encontrar mi garganta seca y rasposa. Abro los ojos otra vez y lo que me recibe son los suyos, el gris y el azul de su mirada. Siento que hace una eternidad no los veo y me hacen sentir a salvo.

—Jared —digo, pero mi voz se oye ronca.

Sin verlo venir, sus labios están pegados a los míos. Me quedo estática por la sorpresa, pero luego de dos segundos le correspondo, grave error. Un gemido de dolor se me escapa al sentir una punzada fuerte en mi cabeza. Jared se aleja y me mira asustado.

—¿Estas bien? ¿Te hice daño? —pregunta asustado.

Yo solo puedo negar con la cabeza y pedirle un vaso de agua con la poca voz que tengo. Él se levanta dejándome acostada en la camilla y me sirve el agua en el vaso, el cual me ayuda a tomar.

  Cuando el agua hace contacto con mi garganta se me escapa un sonido de satisfacción. Me acabo el vaso en un segundo para luego tomarme el segundo. Mi garganta se siente mucho mejor ahora. Miro a mi alrededor y reconozco la enfermería. Todo es de color blanco, las puertas de los armarios son de cristal y puedo ver los miles de medicamentos que hay guardados en ellos.

En las encimeras hay gasas manchadas de sangre, envases de agua oxigenada y muchas cosas más que no reconozco.

—¿Qué paso? —Es lo único que se me ocurre preguntar.

—¿No recuerdas nada? —pregunta Jared sentándose de nuevo en la camilla.

Como voy a olvidar lo que viví en manos de tu maldito hermano, pienso, pero no lo digo.

—Sí, lo recuerdo todo, pero me refiero... ¡Ah! —me veo interrumpida por una punzada de dolor en mi brazo izquierdo cuando intento moverlo. Dirijo mis ojos a él y encuentro que está rodeado por un yeso.

—Lo tenías roto, Alison dijo que la fractura se hizo más grave al no ser atendida e hizo lo que pudo —dice señalando mi brazo.

Analizo sus palabras y algo llega a mi mente.

—¿Quieres decir que solo Alison, la enfermera de la casa, es la única que me ha revisado y no un doctor de verdad? —pregunto mirándolo.

—Realmente... Alison es doctora —dice y frunzo el ceño—, está aquí desde hace tres años cuando papá la secuestro... junto a su hijo... el cual ya está muerto —dice haciendo que lo mire mal.

—Había olvidado como eran aquí —digo con sarcasmo en la voz.

Justo en ese momento Alina entra por la puerta de una manera muy alterada. Se le notan las venas del cuello y tiene los brazos tensos.

—¡Como lo odio! Te lo juro, si pudiera ahora mismo clavarle un cuchillo en el cuello, lo haría. No me importa cómo me miren tus padres —le dice a Jared dejando una caja, bastante grande la verdad, encima de las encimeras. La abre y saca una manzana de ella—. Quiero arrancarle cada una de sus extremidades, para que sufra lo que me hizo sufrir a mí y a... —se queda callada cuando sus ojos caen en mí. Su rostro cambia radicalmente al verme, la pobre manzana cae al suelo y ella se queda con el brazo a medio camino hacia su boca. Se queda de esa manera como por un minuto hasta que habla.

—Estas... estas despierta —dice acercándose a mí con lentitud.

—Sí —digo y hago un intento de sonrisa.

Veo como sus ojos se cristalizan y una lágrima sale y se desliza por su mejilla.

—¿Puedo... puedo darte un abrazo? —pregunta levantando los brazos hacia mí.

—Claro que sí, Alina. Ni siquiera tienes que preguntar —le digo y ella empieza a acercarse hasta que queda acostada a mi lado en la camilla. Me rodea, con cuidado, con sus brazos y yo me pego más a ella. Nos sumimos en profundo abrazo que me llena el alma porque, sé que sonora estúpido, pero después de todo lo que pase en las manos de André siento algo de clama y paz con este gesto.

Luego de unos segundos, Alina se separa de mí y me dedica una de las miradas más llenas de amor que he visto en mi vida.

—Te extrañe mucho, Ta —dice poniéndome un mechón de cabello detrás de la oreja. Y mi única reacción a eso es llorar.

Un sollozo sale de mi garganta haciendo que una expresión de susto aparezca en el rostro de ambos, pero ellos no saben que estoy llorando por la simple razón de que me siento... querida. Una cosa que muy pocas veces logre sentir.

—Tanit —dice Alina tomándome la cara entre sus manos—. ¿Qué sucede?

Intento hablar, pero las palabras se me atascan en la garganta por culpa de los sollozos. En ningún momento de mi vida pensé que iba a ser secuestrada por un estúpido asesino y luego rescatada por unas personas y que su única razón para hacerlo es porque me quieren. Puede que suene un poco ridículo eso, pero es así como me siento.

—Tanit... ¿Qué sucede? —vuelve a preguntar Alina.

—Na-nada solo... solo es que... me siento bien —digo y una pequeña sonrisa se dibuja en los labios de Alina.

—¿Bien? ¿Estas segura? ¿Te has visto en un espejo, Ta?

—No, pero... me siento bien... mentalmente... a eso me refiero.

—Ah, ahora si entiendo.

—Yo no —dice Jared de repente haciendo que las dos se nos escape una pequeña risa.

—Tú nunca estarás ni estas bien mentalmente, Jared. Por eso no entiendes —dice Alina con toque de broma en la voz haciendo que los tres nos riamos.

Todo el ambiente feliz, no sé si lo puedo llamar así, se esfuma cuando la puerta se abre de golpe dejando entrar a una Jenifer enfurecida. Ella pasa sus ojos por toda la enfermería hasta que caen en mí.

—Tú —dice señalándome—, te tienes que morir —dice sacando una pequeña navaja de la corea que decora su vestido negro y acercándose con decisión a mí, pero antes de que llegue, Jared se interpone en su camino.

—Quieta, madre —le dice a ella y esta lo mira con sus ojos inyectados en sangre.

—Tú fuiste quien la ayudo, ¿no? —le pregunta en un tono de voz muy alto.

—Sí y ¿qué?

—¿Cómo que y qué? Sabes que es un peligro para nosotros, si ella llega a hablar nos jode y acabamos todos muertos o en prisión de por vida. ¿Eso quieres?

—No, no quiero eso y, además, Tanit no va a hablar, así que por favor sal de aquí, cálmate y vuelves... si es que quieres hablar.

—¿Hablar de qué? ¿De cómo vamos a añadir a otra a nuestra familia?

—No madre —hace una pausa antes de seguir hablando —, ella ya es parte de Los Blake desde hace mucho tiempo y tú más que ningún otro miembro de la familia lo sabe. Vete, que el que hablara contigo soy yo —lo dice con una autoridad y carácter que hace que se me pongas los pelos de punta.

Jenifer le dedica una mirada a su hijo que es un claro mensaje de: ya verás lo que pasara.

  En ese momento me desconecto, me desconecto de todo lo que tengo alrededor. Solo soy yo y mi mente. Me siento flotando, como si estuviera volando entre las nubes. No hay nadie a mi lado, no está Jared ni Alina, solo yo y...

Hola querida...

Frunzo el ceño al escuchar una voz en mi cabeza.

¿Quién eres?

Nadie y todos a la vez

Eso no explica nada... ¿Quién eres?

Una voz que te hará compañía por el resto de tu vida. 

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