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Capítulo 29


  Tengo miedo... mucho.

André me mira como si fuera su nuevo trofeo... su nuevo premio. No deja de caminar en círculos a mi alrededor. Y yo no paro de estremecerme cada vez que se acerca más de lo debido. El lugar donde me dio la cachetada me palpita. Puedo notar que mi ojo se va cerrando con el pasar de los minutos.

  A lo lejos, no dejo de mirar un punto rojo que parpadea. Se apaga y se prende constantemente. Él no deja de hablar, pero no le presto atención, estoy como ida, en otro mundo. Mis ojos no se despegan de ese punto rojo. Y, al parecer, él lo nota.

—¿Te gusta ese punto rojo o qué? —pregunta, pero no le contesto; cosa que lo hace enfadar. Me agarra el cabello con fuerza y tira hacia atrás dejando mi cuello estirado—. Te pregunte algo.

Siento su aliento en mi mejilla y, como puedo, niego con la cabeza.

—No me mientas y habla, que para algo tienes boca.

—N-no, no me gu-gusta ese punto —digo apenas.

—Dije que no me mientas, pelirroja estúpida.

—Te-te estoy diciendo la ver-verdad.

—Sí claro, pero no te preocupes —me suelta bruscamente y se aleja en dirección al punto—, te mostrare qué es.

  Se oculta en la oscuridad que hay frente a mí, pero logro escuchar cadenas moviéndose y quejidos de una... una mujer. Me estremezco de pies a cabeza al pensar que no soy la única que está pasando por las manos de André en estos momentos.

—Muévete, perra —dice y un grito contenido le sigue.

Mis ojos casi se salen de su órbita al ver lo que André trae de la oscuridad.

Es... es Maya.

¡Ay no!

Esto tiene que ser una pesadilla.

Aparto la vista de ella, su estado me da ganas de vomitar. Dios mío. ¿Cómo una persona puede ser tan...? Creo que no tiene descripción.

—Mhmmm —se queja Maya cuando André la tira al suelo sin piedad.

  Tiene un brazo completamente destruido, roto, magullado, lleno de sangre seca y también fresca. Sus piernas son de todos los colores posibles. Verde, morado, amarrillo, azul, rojo... todos. No se logra ver el color de su piel.

Está desnuda, su pecho está en un estado deplorable. Tiene quemaduras por todo este, no sé decir de qué. Su barriga esta igual, pero estas quemaduras se ven mucho más graves. Todo su cuerpo esta maltratado de una forma atroz. Pero eso no es lo peor.

Su cara... Dios.

  Alguien, que deduzco fue André, la rapo. Solo tiene una fina capa de cabello rubio, y pensar que lo tenía muy largo. Sus labios están quemados, debajo de sus ojos descansan dos sombras super oscuras, ambos completamente rojos.

—Maya —susurro y ve como intenta levantarse y en eso... lo veo.

El Rerter.

Como me dijo Fabi, lo tiene en la cima de la cabeza, y justo ahí está ese punto rojo que prende y apaga.

Las quemaduras que tiene son por... esa cosa.

Anit —intesta decir mi nombre, pero la voz le sale distorsionada y rasposa.

—Dios mío. —No puedo creer lo que estoy viendo. ¿Está es la razón de los moretones que le vi hace un mes? ¿André la había comenzado a torturar desde hace mucho y nadie se dio cuenta?

  Un sollozo escapa de mis labios al pensar en todo lo que tuvo que pasar sola. Los gritos en agonía, el dolor, la humillación. No me quiero imaginar como... no me quiero imaginar nada.

—Ahí tienes el punto rojo —dice agachándose al lado de Maya—. Me imagino que sabes qué es esto, ¿no? —dice agarrando la cabeza de Maya y esta grita de dolor—. Es mi invento más preciado... el Rerter. Creo que debería explicarte su función.

—Ya Fabi lo hizo —le digo y al instante me arrepiento.

Suelta a Maya de la misma forma que hace segundos y camina hasta mí.

—¿Qué te dijo? ¿Qué te da toques eléctricos por todo el cuerpo?

Me quedo quieta.

—¡Contesta!

—Si —susurro.

—Pues déjame decirte que sí, hace eso, pero también te fríe el cerebro.

Arrugo las cejas ante sus palabras.

—Así como escuchaste, pelirroja. Si yo le llego a quitar el Rerter a esta perra... se muere —dice señalándola—. Cosa que va a pasar porque esa cosa que tiene en la cabeza, solo hay una. Uso la misma en todas las personas... en todas las personas que caen en mis manos.

Puedo ver las venas de sus ojos ponerse rojas y las de su cara hincharse.

—Esta de aquí ya tiene el funeral planeado.

—No —susurra Maya atrás.

—Sí, perra. Tienes fecha de muerte antes de morir, ¿qué piensas?

Etupio ma naido —intenta hablar ella.

André estalla en carcajadas de la nada.

—Me muero de la risa cada... cada que ella... habla... ¡ay! No puedo... "etupio ma naido". ¿Qué intentaste decir ahí? ¿Qué te encanta lo que te hago?

—¡Te dijo estúpido mal nacido! —digo haciendo que deje de reír al instante. ¿Bipolar o qué?

  Me fijo en Maya quien comienza a negar con la cabeza en mi dirección. André fija sus ojos en mí de una forma que asustaría hasta la persona más grande del mundo. Su cara queda enfrente de la mía, su aliento me da en la cara. Pero, aunque me esté matando con la mirada... yo no bajo la mía. Miro los suyos de manera desafiante y es así como se desata una pequeña y ridícula batalla de miradas... que se acaba cuando él me da una bofetada tan fuerte que hace que la silla donde estoy amarrada se caiga al suelo.

No siento el lado izquierdo de mi cara, mi oído pita por el golpe y el lado afectado me palpita y arde dolorosamente. Un quejido casi inaudible escapa de mis labios. Trago saliva y siento como él vuelve a levantar la silla, pero yo estoy tan aturdida por el golpe que no me doy cuenta de que tiene un pequeño cuchillo en la mano. Un escalofrío me recorre entera al pensar que cosa hará en estos instantes.

  Él se acerca lentamente a mí, como si disfrutara de ver el miedo que me causa. Intento levantar la cabeza, pero me es imposible por lo aturdida que estoy. Logro ver como llega a mí y se arrodilla en frente mío. Lleva el pequeño cuchillo a mi muso derecho y empieza a pasarlo con fuerza por él.

 Gritos de dolor escapan de mi garganta. Intento moverme, zafarme... hacer algo con tal de no sentir este horrible dolor. Bajo la mirada a mi muslo y puedo ver una línea larga y sangre mana de ella. Sin verlo venir, André lame la sangre y a mí solo me dan ganas de vomitar. Lo hago... y justo sobre su cabeza.

Él se queda quieto; como si supiera que tiene algo en la cabeza y que ese lugar no le corresponde. La levanta lentamente y sus ojos azules se encuentran con los míos. Mira mi boca, en donde queda rastro del vomito que, es su mayoría, se encuentra en su cabello y cuello.

—Perra asquerosa —dice bajito levantándose y, antes de irse hacia la oscuridad, levanta la silla dejándome como antes. Escucho agua correr y pienso que fue a limpiarse la cabeza, pero no. Llega de nuevo con un valde de agua en las manos, lleno. Me mira a mí y luego a Maya, que está echa un ovillo en el suelo.

En ese momento recuerdo las palabras de Fabi.

Esa cosa te la pone justo aquí...

Te echa agua para que las descargas sean más fuertes...

Él me lo puso...

Entonces... ¿Cómo es que Fabi está viva? André dijo que cada persona que lo tenga muere cuando se lo quita. Arrugo las cejan ante eso... no sé qué pensar, mejor dicho, no sé pensar ahora.

El grito de Maya me saca de mis pensamientos. André le acaba de lanzar el valde de agua encima.

¡No, po favo, no! —grita... sabe lo que va a pasar.

—¡Cállate! Esta es como la sexta vez, ya deberías estar acostumbrada.

—¿Acostumbrada? ¿Es enserio?

  El mueve su cabeza de una forma tan brusca que por un momento pensé que se había roto el cuello, pero no. Sus ojos me miran por unos segundos y una sonrisa, que desee no entender, apareció en su rostro.

Los sollozos de Maya se escuchan por todo el lugar y yo solo puedo escucharla sufrir y seguir forcejeando con mis ataduras.

No, por favo —dice en un hilo de voz.

—Shhh... solo disfruta —dice y saca un pequeño control del bolsillo de su pantalón.

Los siguientes segundos son una verdadera tortura para mí. Una tortura porque un amiga está sufriendo de una manera atroz y yo no puedo ni moverme de aquí.

Sus gritos inundan nuestro alrededor y lágrimas de impotencia comienzan a salir de mis ojos.

—¡¡¡AHHH!!! ¡¡¡BASTA!!! ¡¡¡BASTA!!! —grita desgarrándose la voz. Ella intenta arrastrarse, pero cada que lo hace una descarga la alcanza haciendo que se arquee y tense completamente.

  Un sollozo escapa de mis labios y más lágrimas salen de mis ojos deslizándose por mis mejillas. Hago un movimiento tan bruco que caigo de lado al suelo. Escucho algo crujir, pero no le doy importancia. Maya se queda de lado, dándome la cara. Puedo ver la agonía en sus ojos llenos de lagrimas y sangre. Sus labios tiemblan de manera rápida al igual que todo su cuerpo.

Por unos segundos, las descargas se detienen permitiéndole respirar y, debo decir que a mí también. Sus ojos conectan con los míos por un momento, pero los alzo cuando veo algo moverse detrás de ella. Los ojos azules de André me reciben. Se agacha y agarra a Maya del cuello sin nada de sutileza y justo en ese instante... sé qué va a hacer.

—¡NO! ¡No lo hagas! ¡Por favor! —le suplico haciendo que me mire.

—¿Por qué tendría que hacerte caso, pelirroja? —pregunta llevando su mano al aparato que descansa en la cabeza de Maya. Intento moverme, pero es imposible. Un dolor me recorre el brazo cuando lo intento.

—No lo hagas por favor, déjala...

—Solo quiero mi Rerter de vuelta y ella lo tiene —dice como si fuera un niño pequeño.

  Y justo cuando iba decirle una vez más que no lo hiciera... le arranca el aparato de la cabeza a Maya de un halón. La sangre mancha su cara y ropa al instante. El cuerpo de Maya cae inerte al suelo y su cara queda como hace segundos... hacia mí. Sus ojos están abiertos de par en par y su boca también. Su pecho sube y baja con rapidez.

—Maya —digo en apenas un susurro.

—Ya lo tengo —dice André—, me voy, nos vemos luego —dice y se va haca la oscuridad.

  Me quedo paralizada... no sé que hacer. No tengo fuerza para levantarme ni siquiera. Tampoco sé donde estoy, no sé por donde es la salida... no sé nada. Comienzo a desesperarme y mi respiración a acelerarse... hasta que escucho una voz.

Anit...

—Maya...

Te quiero ucho...

—Maya no...

Siempe te oncidere una uena miga... te quiero mucho... y ile a... a Fabi que... tamben la quiero... mucho.

Las lágrimas no paran de salir y los sollozos se hacen cada vez más fuertes.

—Yo... yo también te quiero, Maya. Y se lo diré... le diré a Fabi.

Ella hace un leve movimiento con la cabeza en forma de asentimiento.

Acias... —dice dando su último suspiro.

  El brillo de sus ojos comienza a apagarse, su pecho deja de moverse, sus extremidades se quedan inertes. Me fijo en el charco de sangre que crece daca vez más bajo su cabeza.

Y ahí, con el cadáver mutilado de mi amiga... estallo en lágrimas. Grito pataleo e intento soltar el agarre de lo que me amarra a esta estúpida silla; me duele el brazo cada que me muevo. No sé por cuanto tiempo hago esto, pero cuando mi cuerpo me pide que pare lo hago.

Esto es una mierda... 

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