Capítulo 24
Este capítulo es bastante largo, asi que vayan a agarrar sus palomitas y refrescos :)
El sonido de las cadenas chocando entre sí es lo que se escucha cada vez que me muevo. Perdí la cuenta de cuantos días llevo aquí encerrada y con estas cadenas que no hacen más que lastimarme por su peso. Mi única diversión ha sido detallar el techo hasta saberme de memoria cada grieta. La ventana que está en la pared no deja ver mucho hacia fuera.
Lo único que sé es que en los últimos días Jared me ha estado trayendo comida y medicinas para el dolor, el cual ya casi se ha ido por completo. Los moretones están cambiando de color constantemente; ya algunos casi ni se ven. La herida de la puñalada por fin dejo de molestar cada vez que me muevo.
Con cuidado intento sentarme en la cama, necesito levantarme, pero ya. Cuando los dedos de mis pies tocan el suelo frío un escalofrío me recorre haciendo que me tense y mis músculos protesten. Espero unos segundos y pongo todo mi peso en el suelo. Estoy de pie... después de no sé cuánto tiempo. Miro a mi alrededor, pero lo único que hay en este lugar son cajas y cosas que no sé ni para que carajo se usan. Mis ojos caen en la ventana y decido caminar hasta ella, la cadena hace ruido cada vez que me muevo y un detalle de esta es que es lo suficientemente larga para caminar por la habitación.
Llego a la ventana y me pongo de puntitas para poder ver hacia fuera. No reconozco lo que mis ojos ven, solo veo plantas y mucho color verde. El cielo está nublado y muy pocos rayos de sol traspasan las nubes. Una brisa de viento frío entra por la ventana refrescándome la cara. Tomo una profunda respiración e intento ver algo más, pero es en vano.
Me quejo y me alejo de la ventana. Me giro en busca de algo en donde pueda subirme y ver mejor. Miro las cajas, pero creo que no es buena idea subirme en una. Al lado de la cama veo una pequeña silla sin espaldar y voy hasta ella, la tomo y la pongo cerca de la ventana. Me subo con cuidado y ahora sí que tengo más visibilidad. Me pego lo más que puedo a la ventana y logro ver algo moverse cerca. No logro captar si es una planta o una persona y la idea de hablar queda descartada al recordar las palabras de Jared al decir que todos piensan que estoy muerta y que si se enteran de que estoy aquí se delata.
Pero... ¿saben qué?... no me importa.
—¿Hola? ¿Hay alguien ahí? —digo en voz bastante alta, pero no obtengo respuesta.
Vuelvo a pegarme a la ventana y esta vez no logro ver nada.
—¿Hola? —vuelvo a decir y la cadena suena al mover el brazo. Me miro la muñeca que ya está muy roja. Soplo en ella para calmar un poco el ardor.
Me quedo unos minutos más intentando que alguien me escuche, pero al parecer estoy lo bastante lejos de la mansión. Me bajo de la pequeña silla y vuelvo a la cama. Me siento y me sumerjo en mis pensamientos. Recuesto mi espalda en la cama y me quedo mirando el techo como siempre, pero no por mucho tiempo ya que siento como voy cayendo en los brazos de Morfeo.
El sonido de unos pasos me despierta. Pasos sobre césped. Me levanto de la cama y voy hasta la ventana. Me subo a la silla y justo cuando veo a través de ella me quedo petrificada. Intento decir algo, pero las palabras se quedan estancadas en mi garganta. Mi único gesto es poner la mano sobre la ventana mientras Fabi no deja de mirarme. Yo le devuelvo la mirada y sigo intentado hablar, pero nada sale.
Al parecer Fabi por fin reacciona porque comienza a correr en una dirección en donde ya no logro verla.
—No... Fabi —susurro con decepción. Siento el miedo llegar a mi cuerpo al pensar en que me dejara aquí haciendo que baje de la silla antes de que pase un accidente. Mi respiración se acelera y me dejo caer al suelo abrazando mis piernas contra mi pecho.
—Tanit —levanto mi cabeza bruscamente, ganándome un pequeño mareo, cuando escucho mi nombre. Tengo a Fabi delante de mí en el suelo y lo primero que hago es lanzarme encima de ella y envolver mis brazos alrededor de su cuello mientras algunas lágrimas se deslizan por mis mejillas.
Siento su mano subir y bajar por mi espalda y, siendo sincera, era un gesto que necesitaba. Noto como su corazón late aceleradamente contra su pecho. Nos quedamos en esa posición por un rato hasta que me decidí por levantar la mirada y verla a los ojos. Ella, con una mano, me quita un mechón rebelde de la cara.
—Estás viva —dice más para sí misma.
—Fabi...
—Estoy aquí... estoy aquí...
No aguanto y más lágrimas salen de mis ojos. Entierro mi cara en su cuello y ella sigue pasando su mano de arriba abajo por mi espalda.
No sé cuenta tiempo pasamos abrazadas, pero me vuelvo a despegar cuando siento mis piernas entumecerse.
—Ven —me dice dándome su mano para que pueda levantarme. La acepto y me pongo de pie.
—¿Cómo me... como me encontraste? —le pregunto.
—Jared... él me dio pistas hasta que, por fin, lo deduje y llegué aquí —confiesa.
—No sé ni cuánto tiempo llevo aquí, te lo juro. Ya perdí la cuenta de los días... sé que ya tuvo que pasar un mes y...
—Hey, hey... calma —dice tomándome de los hombros—; efectivamente, justo ayer se cumplió el mes desde tu supuesta muerte —dice haciendo el gesto de las comillas con las manos.
Un silencio se instala entre nosotras, pero no uno incómodo, sino uno a la espera de explicaciones. Al parecer ella lo nota porque su expresión cambia y camina hasta la cama y se sienta en ella.
—Es mejor que te sientes —dice dándole pequeños toques al colchón; voy hasta ella con lentitud y hago lo que me dice.
Suelta un suspiro y cierra sus ojos. Arrugo las cejas al no entender la razón de ese gesto.
—¿Por dónde quieres que empiece? —pregunta abriendo los ojos y posándolos en mí.
—Emm... eh... ¿te llamas Alina? —Es lo primero que llega a mi mente.
Ella desvía la mirada y da una profunda respiración antes de asentir.
—Si... me llamo Alina, Alina... Blake.
¿Qué?
Me le quedo mirando anonadada... ¿escuche bien? ¿Alina... Blake?
—¿Eres una... de ellos?
—Sí y no, es una larga historia.
—Quiero escucharla.
—Está bien —dice subiendo sus piernas a la cama y pegándolas a su pecho—. Te diré de primeras que todo lo que sabes de mí... es mentira.
—¿Todo?
—Todo, mi madre muerta, mi supuesta hija, mi cabello, mi piel, toda yo.
—No entiendo —digo.
—Ok, aquí voy —dice y da una respiración antes de empezar a hablar—. Nací en un basurero... literalmente. Mi madre dio a luz en un vertedero rodeada de basura. Ella solo tenía veinte años cuando me tuvo. Mis abuelos, sus padres, la echaron de su casa por quedar embarazada, lo tomaron como una falta de respeto y una decepción —hace una pusa y vuelve a hablar—. Pero mi madre nunca me abandonó, buscó la manera de seguir adelante conmigo. Estuvimos tres años vagando por las calles, comiendo de la basura o cosas que mi mamá tenía que robar o, sino, nos moriríamos. Hasta que un día conoció a un hombre que tenía un lugar en donde gente de la calle podía ir y quedarse con solamente una condición.
—¿Cuál? —pregunto.
—Ayudar a los demás —contesta con un atisbo de sonrisa—. Mi madre aceptó y allí se quedó... allí crecí. Crecí en las calles y digamos... que eso influencío mucho en mí. Cuando cumplí los quince años, tenía ganas de curiosear por ahí por lo que me escapé. Cuando todos estaban durmiendo me escapé. Recuerdo que eran como las dos de la madrugada cuando llegué a un área muy rara, había hombres caminando, recuerdo que mi primer pensamiento fue que parecían zombis.
Su comisura izquierda se alza en una pequeña sonrisa por el recuerdo.
—No paraba de mirar a mi alrededor hasta que un hombre con barba se me acercó. Se veía bien físicamente, pero se notaba que era mayor. Me preguntó qué hacía ahí a esas altas horas de la noche y yo solo le dije que caminaba. Él dijo que esa área era peligrosa para las chicas de mi edad, pero no le hice caso, me dio igual. Me quedé y le pregunté que por qué ellos estaban caminando de esa manera tan rara y él me contesto que estaban drogados —traga saliva y continua—. Ese día conocí lo que era la marihuana, la cocaína y la heroína, obviamente también sus funciones. Volví muchas veces a ese lugar por casi un año hasta que mi mamá se dio cuenta de que me drogaba y me castigo, de una forma muy fuerte —dice poniéndose de pie y levantándose un poco la camisa dejándome ver una cicatriz ancha justo debajo de sus costillas izquierdas—, me apuñaló con un trozo de vidrio que encontró en el suelo —vuelve a sentarse— puedes deducir que vivíamos en la calle y esa herida se me infectó. Odié a mi madre en ese momento... aún recuerdo su mirada llena de miedo y arrepentimiento. Casi muero de no ser por aquel señor que te mencioné, el que hizo que conociera las drogas. Sobreviví y cuando estuve cien por ciento recuperada, odié a mamá; le dejé de hablar, o si lo hacía era super seca y distante, no me importaba lo que ella me decía y así fue como inició mi vida como una... una criminal.
Mi boca se queda abierta por unos segundos en los que tardo en procesar todo lo que me está contando.
—Me empecé a tatuar... por todo el cuerpo, mi cabello lo vez castaño oscuro, pero este no es su color natural.
—¿Y cuál es? —pregunto curiosa.
—Mi mamá lo describía como la arena de la playa... ese color. Yo amaba mi cabello, lo tenía casi en la cintura, pero el mundo hizo que me lo tuviera que picar constantemente. El señor de las drogas me adoptó por así decirlo. Pasaba todo el tiempo en aquel lugar oscuro. Con el tiempo me convertí en la jefa de todo eso, yo distribuía, dirigía el comercio y todo lo que tiene que ver con drogas. Me convertí en una mujer temida en las calles, participaba en peleas clandestinas al igual que en carreras de moto —se pasa una mano por la cara—; me gustaba esa vida, sentirme temida y respetada por muchos, pero obviamente las cosas buenas no duran para siempre —hace una pausa—. Todo fue cuando acababa de cumplir los dieciocho. Recién estaba llegando de una carrera con una funda llena de dinero colgando del brazo. Entre en lo que se había convertido mi hogar y la imagen que vi nunca la olvidaré... el suelo, las paredes, el techo, las mesas... todo estaba bañado en sangre... todo.
Arrugo las cejas sin dejar de prestarle atención.
—En ese momento no supe que hacer y mi único movimiento fue dejar caer la funda. Con la boca abierta empecé a caminar, el olor era insoportable, nunca supe cuánto tiempo eso llevaba ahí, pero sé que más de un día sí. No había ido a mi casa en al menos en una semana y cuando me encuentro con esto. Empecé a buscar la fuente de tanta sangre y cuando lo vi no pude aguantar las lágrimas. El cuerpo de mi madre, el del señor y unos chicos más que eran mis amigos. Al principio no sabía que hacer, hasta que escuché como algo se caía al suelo y se rompía. Siempre tenía un arma blanca encima por si me llegaba a pasar algo y en ese momento la saqué de donde la tenía guardada. La empuñé aún con lágrimas en los ojos y la respiración acelerada —puedo ver que le cuesta contar esto—. Y lo primero que sentí fue un golpe en mi nuca. Me dejo algo aturdida, pero reaccione rápido y me giré alzando la navaja en esa dirección. Lo que vi me dejó peor, era un hombre alto, la cara bañada en sangre....
—¿Un Blake? —pregunto.
Ella niega—. No, ellos no eran los Blake, eran una pandilla que odiaba que yo tuviera tanto éxito con las ventas y esas cosas y decidieron darme una lección matando a los que más quería, estuvieron estudiándome por un tiempo hasta que lograron dar con las persona correctas y no lo dudaron. Cortaron sus cuerpos como si fueran animales siendo preparados para entrar en la carnicería. Y lo peor es que ellos estaban consientes.
Abro la boca por ese dato.
—Querían hacerme lo mismo a mí y quedarse con todas mis cosas para así tener dinero y fortunas, pero como toda persona que vive en las calles sé hacer dos cosas a la perfección: pelear y huir. Cuando vi que más chicos aparecían a las espaldas del otro igual de bañados en sangre no dudé, solo corrí a donde había dejado la funda con el dinero. La agarré y salí corriendo lo más rápido que pude. Una bala me dio justo aquí —dice y me toca el antebrazo derecho—, me dolió como no tientes idea, pero no dejé de correr y ellos no dejaron de disparar. Después me puse a pensar que como demonios ellos sabían que ese día era el que iría a casa, pero la única razón que encontré fue que me esperaron. Cuando ya estuve lo bastante lejos, me detuve en un callejón a descansar. Tenía la respiración descontrolada, en ese momento saque un cigarrillo, puedes imaginarte de que era.
Asiento
—Pues... cuando me lo acabé fue como un golpe de realidad, mi mamá había sido asesinada brutalmente al igual que mis amigos y al hombre que, en el fondo, consideraba un padre. Lo solté todo, en ese momento mi relación con mamá era pésima, pero últimamente tenía ganas de ir a verla y pedirle que volviéramos a ser ella y yo, juntas, pero me lo impidieron... de la peor manera. El golpe que me dieron en la nuca me hizo una herida que no había visto, decidí que era mucho mejor ir al hospital y caminé hasta él. Cuando entre todos se me quedaban viendo, pero no hacían nada... reaccionaron cuando me caí al suelo casi inconsciente. Me preguntaron muchas cosas. ¿De quién era la funda de dinero? ¿Qué me había pasado? ¿Quién me hizo eso? ¿Cómo me sentía? ¿Qué si había robado algo? Todas esas preguntas y más las contesté con total sinceridad y ellos me ayudaron, pensé que me darían a la policía, pero no —una sonrisa cruza su rostro—, ellos me ayudaron. Mejoré y pude irme de allí, me despedí de todos y salí con mi dinero, pero esta vez en una mochila. Lo primero que hice fue ir a comprarme ropa y algo de comida, y unas zapatillas nuevas porque las que tenía las desecharon en el hospital. Hice todo eso, encontré un lugar donde quedarme a dormir y me instalé en él. Pasaron como tres meses cuando un día que estaba caminando por ahí alguien me tomó del cuello y me estampó contra la pared, reaccioné rápido llevando mi mano a la navaja que siempre traía, pero esta vez él fue más rápido y la agarró antes que yo tirándola a no sé dónde. Estuvimos forcejeando, él intentaba inmovilizarme y yo intentaba darle algún golpe o escapar de nuevo, porque sí, era el mismo chico que había estado en mi casa ese día.
Me paso una mano por la cara y suelto un suspiro.
—Por más que intenté sacármelo de encima no pude y él logro ponerme bocarriba contra el suelo. Sus manos rodearon mi cuello e hicieron presión haciendo que el aire me faltara. No paraba de patalear y lo que paso a continuación, y a día de hoy, para mí sigue siendo increíble.
—¿Qué pasó? —pregunto arrugando las cejas y acomodándome mejor.
—El chico se detuvo por un segundo y de la nada por su boca empezó a salir sangre, la cual cayó en mi cara.
Hago una mueca de disgusto.
—Sí, esa misma cara hice yo en ese momento. Lo recuerdo como si fuera ayer. El chico cayó a mi lado muerto y yo pude volver a respirar. Me puse de rodillas en el suelo y mire su cadáver fijándome en su espalda y ahí fue cuando vi la causa de su muerte. Tenía una espada pequeña clavada justo en el centro de su espalda. Me eché para atrás por la sorpresa y me alejé del cuerpo. Era imposible que una espada saliera de la nada y se le clavara en la espalda. Fue ahí cuando lo escuché detrás de mí. Su voz ronca diciendo que si estaba bien.
—¿Quién era? —pregunto con la piel de gallina.
—André... era André.
Un silencio se instala en nuestro alrededor mientras nuestros ojos no se despegan. Ella lo hace primero pasándose la mano por la cara.
—Recuerdo que en ese momento no podía hablar por la sorpresa. Mi instinto de supervivencia, como yo lo llamo, hizo que reaccionara cuando se acercó demasiado a mí. Me tendió su mano para que pudiera levantarme, pero como estaba algo asustada lo primero que hice al ver que venía a mí fue propinarle una buena patada en el estómago y luego un puñetazo en la mandíbula. Estaba de pie mientras lo veía acariciarse las áreas golpeadas, pero nunca perdí la guardia. Luego de como dos minutos, él se empezó a reír y dijo que era una manera muy original de dar las gracias por haberme salvado de ser asesinada en plena calle. Empezamos a hablar, para ese tiempo no sabía nada de esta familia, solo vagos rumores de una familia rara en los barrios más bonitos de Dalia, pero nunca les presté atención... hasta ese día. Él me ofreció ayuda, él sabía quién era yo, Tanit. Sabía que una chica de apenas dieciocho años estaba controlando un cartel de droga gigante y peligroso. Él llevaba tiempo siguiéndome la pista, le llamé la atención y un día me encontró. Me dijo esto que te acabo de decir y al principio le dije que era un loco acosador y él me contesto que sí era un loco, pero un acosador no.
—Todos en esta casa están locos, lo deduje yo sola —digo masajeándome las sienes y cerrando los ojos—; la actitud rara de Jenifer, la ausencia de Gabriel en todo, la mención de la sangre cada vez que ven mi pelo, las cajas de cuchillos en la cabaña, los sonidos que escuchaba por la noche cada vez que acaba tarde con mis trabajos... todo ahora tiene sentido... en esta familia son unos asesinos maniáticamente locos.
Me quedo callada unos segundos en los que siento la mirada de Fabi-Alina encima de mí. Dirijo la mía a la de ella.
—¿Qué?
—Lo que has visto y vivido en estos meses no es nada, Tanit. Tú no sabes lo que ellos son capaces de hacer solo por diversión —se queda callada y puedo ver como se sumerge en sus pensamientos—. ¿Te has dado cuenta de que Uriel siempre está en la piscina?
Asiento.
—Hace unos años él... él ahogó al amor de su vida en esa piscina —suelta como si nada haciendo que abra la boca—. Desde ese día no sale de allí, a menos que el momento lo requiera o se aburra, o se canse de que sus extremidades de entumezcan por el frio.
—Emm... no sé... que decir. —Estoy en shock.
—Yo misma presencié como lo hacía; ella se llamaba Amira. Ella llegó a esta casa así, como tú. Buscando un empleo para salir adelante y mudarse de Dalia y buscar algo mejor, pero como todo lo que entra aquí sale sin vida o loco...
—Se enamoró de...
—No Tanit, aquí no se enamoran... aquí se obsesionan. Él o la que caiga bajo la mirada de un Blake su destino es el infierno —dice en un tono fuerte—, Uriel se obsesionó con Amira a tal punto que la tenía encadenada, así como estas tú en estos instantes.
Dirijo mis ojos a mi brazo y miro las cadenas que suenan cuando me acomodo.
—Un día él la soltó, ella lo amaba también, pero se quería ir, vivir la vida. Yo con ella tuve una amistad muy bonita. Fue un día que estaba caminando por los pasillos de noche que escuché un grito que provenía del patio. Fui super silenciosamente hasta allí y lo vi. Vi como Uriel tenía las manos alrededor del cuello de Amira y esta luchaba por salir hacia la superficie. Me quedé hasta que dejó de moverse.
Veo como sus ojos comienzan a aguarse y las lágrimas empiezan a salir de ellos. La tomo de la muñeca con cuidado y la atraigo hasta mí rodeándola, como puedo, en un abrazo. Ella llora en mi hombro y yo solo le acaricio el cabello. La dejo desahogarse, que lo suelte todo. Luego de diez minutos deja de llorar, pero no se me despega. Y en ese momento una pregunta viene a mí mente.
—¿Y... por qué tienes el apellido Blake?
La siento tensarse y se aleja un poco de mí limpiándose la cara con las manos.
—Emm... el día que André me encontró... pues digamos que en pocas palabras... me secuestró —suelta haciendo que levante las cejas—; me trajo a esta casa en contra de mi voluntad, pero lo que yo no sabía era que me estaba salvando. Habían más chicos como el que él había matado cerca y si no me iba de ahí ya... terminaría muy muerta.
Un esbozo de sonrisa se dibuja en el rostro de ambas por sus últimas dos palabras.
—Cuando llegamos aquí, me encerró en una habitación hasta el día siguiente. Me llevó comida y agua, ropa limpia y acondiciono la habitación para mí. Al principio era muy desconfiada con todos. Todos los Blake sabían que yo estaba viviendo en la casa y me decían la chica de André. Eso me enfadaba mucho, yo no soy de nadie. El tiempo fue pasando y me fui acoplando a la casa, yo me camuflaba con las demás personas que trabajan aquí para ese tiempo.
Se queda quieta por unos segundos antes de preguntar.
—En la entrevista de trabajo, ¿Jenifer te preguntó si tenias familiares?
—Si —contesto, lo recuerdo muy bien.
—¿Qué le contestaste?
—Que éramos mi madre y yo solamente... la verdad.
—¿Tienes alguna idea de por qué lo hizo?
Niego.
—Pues a todas las personas que vienen a buscar trabajo aquí les hacen las mismas preguntas y advertencias. Ella te preguntó eso porque si te llegaran a matar la gente que sufriría o daría quejas seria mínima y sabes cómo es la policía de aquí.
—No lo había pensado.
—Pues ahora lo sabes —hace una pausa—. André y yo empezamos a pasar más tiempo juntos, dormíamos juntos, comíamos juntos, nadábamos juntos... faltaba que nos bañáramos juntos. Debo admitir que me enamoré porque él fue la primera persona en tratarme de esa manera, pero ese sentimiento se fue. Le sigo diciendo que lo quiero y diciéndole piropos de vez en cuando solo para que piense que me tiene a sus pies, pero la que lo tiene a sus pies soy yo. Un día él empezó a comportarse raro, distante, seco, frío. En sus ojos podía verle las venas, su cuello siempre estaba tenso. Todo él estaba tenso.
—¿Qué le pasaba? —pregunté.
—Que tenía ganas de matar... ganas de hacer daño. ¿Y adivina quien estuvo en su camino ese día?
—Tú.
—Exacto... sufrí Tanit... como no tienes idea. De los seis a André lo consideran el torturador. Él no deja que te desmayes, te deja consiente todo el maldito tiempo. Usa utensilios que él mismo inventa, nunca usa sus manos a menos que sea para golpear. Y yo lo tuve todo. Me arrancó cuatro uñas, uso el Rerter, un aparato pequeño que él mismo inventó. Esa cosa te la ponen justo aquí —dice señalando la cima de su cabeza—, se incrusta con unas pequeñas pullas que tiene en la parte de abajo y luego de eso suelta altas descargas de electricidad por un control que André siempre tiene en sus manos... no hay quien lo detenga.
—¿Te lo puso? —pregunto un poco asustada.
Ella suelta un suspiro antes de asentir.
—Duele como el mismísimo infierno, Tanit —dice y puedo apostar que por su mente paso ese recuerdo—. Todo tu cuerpo se tensa, y lo peor de todo es que antes de ponerte el Rerter él te echa un balde de agua encima... eso hace que sea mil veces peor.
Me quedo sin palabras, no sé qué decirle, pero no pasa más de cinco segundos para que Fabi siga hablando.
—Casi me mata de no ser por Esteban que llegó justo a tiempo y le quito el control. Desde ese día intente miles de veces escapar de aquí, pero André siempre me retenía y me encerraba y un día me dio un golpe que me dejó inconsciente y cuando desperté... ya estaba casada con él.
Mi boca se abre por sus palabras.
—¿Así sin más? ¿Te casó con él mientras tú estaban inconsciente? —pregunto enfadada.
Ella solo asiente.
—Sí, como si yo no tuviera derecho a elegir sobre mi vida y además del acta de matrimonio me hizo firmar una hoja donde decía que tenía que cambiar mi aspecto porque me podrían reconocer y ellos no querían conflictos con la gente de afuera. Me teñí el cabello, me lo piqué. André hizo que me borraran unos cuantos tatuajes, los que se quedaron no son visibles porque la ropa los tapa. Desde ese momento dejé de ser Alina para convertirme en Fabi... la empleada buena onda que hacía sentir en casa a todas para después verlas morir. La historia que te conté el día que salimos de compras es la historia que yo misma inventé para tener algo que decir sobre Fabi
Sus palabras me llegaron más allá del alma.
—Y eso sí, la mayoría de las víctimas de los chicos son chicas. No sé realmente la razón de por qué, pero recuerdo que una vez Esteban dijo una frase tipo como... Las chicas saben enseñar mejor el dolor, los chicos se lo guardan adentro.
—Es muy tétrico eso —digo.
—Mucho —me contesta moviendo la cabeza.
Nos quedamos en silencio por un tiempo. Ella mirándome y yo tratando de procesar todo lo que me dijo. Hasta que una cosa llegó a mi mente.
—Ellos piensan que estoy muerta.
—Sí.
—¿Qué pasaría si... si me encuentran? —pregunto.
Ella me mira a los ojos y hace una expresión que no logro entender.
—Depende de quién lo haga —admite—. A Jared no lo contamos porque él fue quien te salvó. Si te encuentra Esteban o Uriel creo que solo te llevarían a donde Jenifer para saber que harán contigo, pero si te encuentra André...
—¿Qué?
—Verás el mismísimo infierno antes de morir.
Un escalofrío me recorre entera antes sus palabras.
—¿Y cómo evito eso? —pregunto.
—Aprendiendo a jugar.
—¿Quieres decir...?
—Que también tienes que matar, Tanit.
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Una preguntita para ustedes... ¿Cómo les cae Alina?
Y... ¿Ya alguien les cae mal?
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